Tuesday, January 08, 2008


CINCO ESPAÑOLES EN UNA LIBRERIA

De pronto se cruzan las letras, sinónimos, sustantivos, títulos. No es un día oportuno para estar sentado leyendo en una librería. Sin embargo, alrededor de las cuatro mesas son varios los consumidores de libros que se duermen entre las páginas. Afuera el calor no perdona y adentro un hermoso clima invita a tomar un café o el agua mineral de rigor. Me acomodo, todavía no logré abrir el libro de Manguel y ya las voces en alto de un grupo me distrae. Son cinco españoles. Parecen conocer de literatura o al menos ser lectores adictos. “Ya me tienen las pelotas infladas con ese Bolaño, es que no dais cuenta que lo pintan al tío como un genio, pero si hay mejores…qué va”, dice un grandote de anteojos oscuros. “A mi no me digas porque tu sabes que yo soy de las que me matan los policiales: Simenon, Bester, Sayers, Bardin… Leblanc… hombre, Eco…”, apunta una colorada de pelo revuelto. “Ustedes se escapan, estamos hablando de escritores, ¡que joder!: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Juan Rulfo, de qué otra cosa podemos hablar cuando decimos li-te-ra-tu-ra”, puntea un flaco narigón que luce un habano apagado en su mano derecha. La mas recatada es una señora de cuidada cirugía y abultado pecho que tiene aspecto de docente jubilada: “Y de la poesía…que, Machado…Hernández, Alberti, Lorca. El último no participa de la conversación, sigue leyendo a Wilbur Smith y “La ruta de los vengadores”.
Decido volver a lo mío. Trato de ser un escucha ausente. El libro de Manguel, “Nuevo elogio de la locura”, lo dejo sobre la mesa. Estos hispanos lograron modificar mis hábitos. Entonces se me cruza por la mente la guantaramera que me hizo escuchar hace unos días el inquieto Tomi Del Ball, antes de marcharse a Barcelona:

El premio Nobel pescó
Porque es un tigre escribiendo;
Cuando escribe estamos viendo
Los momentos que el vio.

Ante su estampa tembló
La pantera de Zambeze
Su libro decir parece
Que el viejo fue Hemingway
Pero que el mar es de Hatuey
¡Porque él se lo merece!

Le gusta sentir bravío
El viento sobre El Pilar
Y de noche conversar
Con la selva y con el río.

Le gusta este suelo mío
Y nuestro mar antillano
Le gusta estrechar la mano
De los humildes de aquí
Y le gusta el daiquirí
Sano, sabroso y cubano.

La broma de Howard Hawks a Hemingway, cuando con el libro en mano de “Tener y no tener”, le dijo: “Podría hacer una buena película de tu peor novela, por ejemplo de Tener o no tener”. Esa confesión de Juan Marsé sobre Las Nieves del Kilimanjaro, el libro que lo atormenta desde pequeño. Y sin razón, como el vuelo de una paloma, se me revela la inquietud de Ricardo Koon sobre la suerte de Kid Mario, aquel Mario Sánchez Cruz que “Papa” supo utilizar sus servicios como masajista oficial después que se enteró que había cruzado guantes con Gene Tunney. Y más aún me aletea el cerebro, cuando recuerdo que la Mary le pidió a Fidel Castro que lo mandara a Estados Unidos para que continuara masajeándole el cóxis.
Todo como una ráfaga de aire ausente, mezclado con el sonido del aire acondicionado, y mientras los cinco españoles con las bolsas de ropa recién comprada se levantan de su mesa y dejan dos euros de propina. Algo poco común en una Buenos Aires que ya se está quedando sin librerías.

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