Thursday, May 31, 2012



PIGGOTT: LA CALDERA DE HEMINGWAY (primera parte )


Piggott es una ciudad ubicada en el condado del Clay, en el estado estodounidense de Arkansas. El 98 % de sus pobladores son blancos y solamente el 2 % latinos. Viven en la actualidad algo más de 5000 habitantes acostumbrados a la tranquilidad de sus bellas casas y protegidos por hermosos paisajes. Sin embargo, hasta aquí no llegan los tours con inquietos turistas y tampoco las agencias de turismo se preocupan por ofertar el lugar. Solamente acuden los fanáticos hemingwayanos que, sin ningún prejuicio, preguntan por la "casa de Ernest".



Hemingway tuvo una relación tumultuosa con Piggott. Jamás se enamoró de la comarca. La despreciaba y odiaba porque le enojaba el calor desmesurado que reinaba en el lugar. No soportaba el olor de la tierra pantanosa, el aire viciado que se levantaba de los campos de arroz y el ácido aroma de los cultivos de maíz.

En una carta enviada a Maxwell Perkins, fechada en 23 de julio de 1928, le dice enfurecido: “Estoy enfermo de calor en este maldito lugar. ¿Has estado con 90 grados casi todos los días durante un mes?

Cuando Hemingway pisa este terreno ya pintaba como una especie de proto-hippie, vistiendo ropa raída, sucio, desprolijo y con su rostro sin afeitar. Dicen que cierta vez un grupo de niños le arrojó piedras porque creyeron que se trataba de un vagabundo. Era la etapa de su adolescencia tardía, cuando el novelista estaba más preocupado en perseguir codornices y encontrar a las musas que dormían la siesta que en cuidar su aseo personal. En muchas de sus escapadas el norteamericano gozaba con encontrarse con estas aves que se aparecían por todos lados. Y como buen cazador, siempre estaba dispuesto al tiro final.





La historia vincular del Ernest con Piggott tiene como antecedente una decisión tomada por Paul Pfeiffer, el padre de Pauline, su segunda esposa, quien estableció una compañía de productos químicos alrededor de la ciudad. Eran 63.000 hectáreas en donde se fabricarían fertilizantes para los cultivos de la zona. Pfeiffer ya tenía sobrado prestigio en Filadelfia porque junto a sus hermanos y a William Warner habían organizado una pequeña industria dedicada a la producción de fármacos. Los Pfeiffer conformaban una familia extremadamente católica y acaudalada que soñaba con el poder. Pauline, que había crecido en un ámbito de abundancia, nunca se preocupó por el dinero y Ernest, quien soñaba con ser un escritor de fama, aprovechó todo esta circunstancia para cumplir con sus mejores deseos: escribir y pasarla bien.
En junio de 1913, Paul Pfeiffer compra una vivienda en Piggott, construída en 1910 por William D. Templeton, y lo hace bajo la promesa de instalar una capilla católica en ese hogar.

En 1916 los hermanos Pfeiffer adquieren la empresa Hudnut y en Nueva York  levantan las oficinas de transferencia de los productos farmacéuticos.
El 1918 Pauline se gradúa en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Missouri. Gracias a la influencia de su padre ingresa en el diario Cleveland de Ohio.

Dos años más tarde la joven periodista decide marcharse y escoltada por su tío Gustave llega a Nueva York. Al poco tiempo ya está como reportera del Daily Telegraph y casi en simultáneo la llaman de la revista Vanity Fair para ocupar el puesto de periodista de moda. En ese mundillo, entre diseñadores y modelos, la meta más próxima será París. Pauline tenía condiciones y le sobraba el dinero. Sin pensarlo demasiado viaja a Europa y ya instalada en la Ciudad Luz logra su objetivo: la revista Vogue la contrata como asistente de moda.





Estamos en marzo de 1925, Pauline y su hermana Virginia se enfrentan a la pareja formada por Ernest Hemingway y Hadley Richardson. Es en una fiesta dada por Kitty Cannell, bailarina y corresponsal de moda y Loeb Harold, editor de la revista Broon y familiar directo de los Guggenheim. Desde ese momento se convierten en amigos. Hadley y Pauline parecen conocerse desde siempre.
En diciembre Pauline está sola en París y Hadley la invita a pasar la fiesta de Navidad y Año Nuevo en Schruns (Austria). La visita se prolongará hasta el 14 de enero. En esos días Ernest y Pauline acuerdan encontrarse en París el 2 de marzo con motivo de una reunión de editores. Hadley accede a que Ernest viaje solo y prefiere esperarlos en Schruns.
Para fin de marzo Virginia Pfeiffer llega a Schruns y se une al grupo, juntos comparten momentos de entera felicidad.

En abril los Hemingway están de regreso en París y Ernest dispuesto a escribir. Ernest le platea a Hadley que necesita tranquilidad para producir y de común acuerdo deciden que lo mejor es separarse.
Los primeros días de mayo Hadley se encuentra en Juan-les-Pins, una pequeña ciudad en el municipio de Antibes, en los Alpes Marítimos, en el sureste de Francia, situada entre Niza y Cannes. Está sola en todo sentido, con Juan (Bumby) su pequeño hijo enfermo, mientras que Ernest pasea por España. Hasta allí llega Pauline para acompañarla, pero ya se advierte que un viento tormentoso sacude al matrimonio. Hemingway se reencuenta con Hadley en Juan-les-Pins 27 días después.

Transcurre agosto y la pareja está en París pero ya nada era como antes, Ernest tiene los ojos puestos en Pauline y Hadley se da cuenta que la relación se corta.
Los primeros días de setiembre Pauline viaja a Piggott para comenzar 100 días de reclusión lejos de Hadley y Ernest. Este acuerdo había sido la condición planteada por Hadley para salvar la pareja o pactar el divorcio. La veda dura poco, el 16 de noviembre Pauline cancela la separación y viaja a Nueva York.
El 8 de enero de 1927 Ernest y Pauline se encuentran en Cherbourg- Octeville , en la región de la Baja Normandía. Ya no cabe ninguna duda, el 14 de abril Ernest y Hadley se separan.





Hemingway se casa con Pauline Pfeiffer en París, el 10 de mayo de 1927.
En la primavera de 1928, el novelista y su esposa Pauline, llegan a Piggott para que Ernest conozca a sus suegros y esperen el nacimiento de su primer hijo. Ésta fue la primera visita de Hemingway a Piggott. A la semana de estar allí le dice a Pauline que ese lugar es un tormento, que no se puede vivir ni un momento más en esa caldera. Sin embargo, en los años siguientes volverá. Lo hará a menudo para pasar un tiempo cazando codornices y escribiendo.
Mientras estuvo en Piggott, Hemingway reclamó el pequeño establo de la mansión como su lugar privado. Virginia Pfeiffer fue la encargada de remodelarlo. Paradójicamente, años más tarde, un incendio destruirá el estudio y se perderán muchas de las pertenencias del novelista. La hoguera de Piggott no se apagará facilmente. 

Monday, May 07, 2012

EL HEMINGWAY DE SAN ISIDRO




Transcurren los primeros días de mayo y mis amigos latinos no se cansan de enviarme fotos burlonas de un Sarkozy abatido, en decadencia después de su derrota electoral. Me entristece la instantánea de Carla Bruni con su rostro desfigurado por el botox; en medio de tantas frivolidades, recuerdo que debo subir mi posteo. Antes de hacerlo advierto que ya son 19 los políticos que cayeron en desgracia desde hace cuatro años. Un récord de despedidas y fracasos. Chequeo las estadísticas y compruebo que los franceses no leen mi bitácora, presiento que nos les interesa, que debe resultarle una estupidez. Observo que hay ingresos desde Rusia, Alemania, Italia, Polonia, Portugal, España, Estados Unidos, Perú, Chile, México, Colombia, Uruguay…pero de Francia: nada.



No me disgusto, voy a lo mío. Como cada mayo, a Madrid le llegó su San Isidro. El Patrón de Madrid, el benefactor de los campesinos, el santo de quienes acuden para que llueva. Y con eso de que el agua santifica y purifica, este año más que nunca, a San Isidro debería prendérsele una vela. Su nombre completo era Isidro de Merlo y Quintana.


Recuerdo que cierta vez me relataron la historia de la “olla de San Isidro”. Se cuenta que cada año nuestro amigo organizaba una gran comida popular donde eran invitados los más pobres y marginados de Madrid. Sin embargo, en una ocasión el número de comensales superó lo previsto y la comida que había preparado no llegaba a cubrir las necesidades de los convocados. Isidro metió la carne y las verduras en la olla, miró a los presentes y tapó la cacerola. La precaria  comida se multiplicó "milagrosamente". Panza llena, corazón contento. Crease o no, hubo alimento para todos.
Otra de las anécdotas más conocidas dice que Isidro fue labrador y que a lo largo de su vida tuvo un gran aprecio por los animales. En ningún momento maltrató a los bueyes y a los otros animales de trabajo de la hacienda, todo al contrario. La leyenda explica que un día de invierno y mientras se dirigía al molino con un saco de granos, sintió compasión de los pájaros que en la nieve ya no encontraban alimento y estaban a punto de morir. Isidro limpió un pedazo de tierra apartando la nieve y vació allí la mitad del saco. Al llegar al molino resultó que el saco estaba tan lleno de granos como antes. No sé si todo este preámbulo sirve para contar la realidad que hoy viven los españoles, pero lo cierto es que en mayo, a Madrid se le cuelga el santo.



Hasta tal punto se incorpora la mística a la Feria de San Isidro, que tendrá un contorno distinto en la Plaza de Ventas. En los exteriores de ese predio se levantará un recinto de 800 metros cuadrados durante 33 días, donde se realizarán actos culturales y habrá cabida a todo tipo de disciplinas. La llamada Feria del Arte y de la Cultura (FACT) estará dedicada este año a Ernest Hemingway y será inaugurada hoy por el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, la presidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, la Alcadesa de la Ciudad, Ana Botella y el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Al día siguiente el novelista mantendrá una charla con Fernando Sánchez Dragó, titulada “Conversación en la Catedral del Toreo”. Luego Fernando Arrabal seguirá con “Toros, Rinocerontes y Patafísica” y el 9 de mayo mi amigo Fernando Savater, arremeterá con su exposición “Arte, Crueldad y Traición”.





La figura de Hemingway estará presente con la colección de cuadros del artista plástico Jaime Queralt y con el cartel anunciador de la muestra que realizó Eduardo Arroyo. Mi mente vuela: como olvidar aquella foto de 1959, cuando Ernest aparecía en la Plaza de Toros de Las Ventas y como dejar de pensar en ese centro histórico de Madrid al que se lo puede considerar la "Tierra-Hemingway". La fiesta continuará con una muestra de fotos que ya fue expuesta en las Bodegas Paternina, titulada "Tinta, Sangre y Vino" y que ahora será exhibida al público madrileño. Esas placas de enorme valor testimonial, fueron presentadas con motivo del 50 aniversario de la muerte del escritor norteamericano en Logroño. Hemingway en setiembre de 1956 visitó la bodega y cató los vinos envejecidos en los calados del siglo XVI de la bodega, junto al torero Antonio Ordóñez. Además los organizadores, el 7 de junio presentarán en la Fiesta Literaria, los trabajos que participaron del Concurso de Relatos Cortos, donde uno de los trabajos finalistas "La leyenda del vino" pertenece a este insoportable hemingwayano.
Finalmente se montará la obra de Francisco Cano, el fotógrafo decano del toreo.
Mayo es un mes de gloria a pesar de que para muchos españoles estos eventos son gastos imprudentes en un momento de enorme crisis.
Es cierto, a veces la realidad no circula a la par con la ficción y otras es pura literatura.



"Yo llego al mundo de los toros por la literatura, como a tantas cosas en mi vida. Yo llego al mundo de los toros por Hemingway. Yo llego al mundo de los toros por Fiesta. Hemingway ha sido mi maestro. No solo un maestro de literatura, sino también un maestro de vida. Qué duda cabe que yo he intentado imitarlo un poco en su estilo de vida. Cuando yo tenía quince o dieciséis años leí el libro de Hemingway y quedé tan fascinado por su descripción de los sanfermines que empecé a aficionarme y, el día en el que Hemingway se suicidó –fue en 1961- y la chica del servicio de casa de mis padres me lo contó, me entró tal llantina que me fui al retiro y estuve más de una hora llorando a lágrima viva".FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ