Monday, November 30, 2020

DIEGO ARMANDO HEMINGWAY Y ERNEST MILLER MARADONA




Dos genios. Dos gladiadores. Dos perfectos imperfectos. Dos únicos e irrepetibles. Con corona o sin ella. Con la estrella en la frente y estrellados. De lo humano a la leyenda. Del insulto al elogio. De las voces al grito sagrado. De la multitud a la soledad.

 

La muerte los envolvió a las seis décadas de vida. Los dos eligieron marcharse, cada uno a su manera. El nombre les pesaba demasiado. La historia ya los había guardado en la caja de cristal, tan frágil y sensible. Tenían vicios comunes y enfermedades paralelas: el alcohol, la droga, los sedantes, las mujeres, los celos, las peleas, los líderes políticos, Cuba, Italia, España, los autos, el deporte, las prostitutas, los pobres, los enfermos, la crítica al poder, la censura al Imperio, el miedo a la derrota, el desafío a la muerte.

 

No estoy delirando, no es una comparación fácil la mía. Más de un intelectual con aro de oro sobre su cabeza me va a criticar. No es posible decir tanta estupidez. Hemingway es demasiado grande al lado de ese muñequito que pateaba una pelota. Ernest era un tipo sencillo, renegaba de los “amigos del poder” y de aquellos que se le acercaban porque  buscaban un rédito. Compartía las charlas con pescadores, sus “amigos” no eran los escritores. Amaba a Joe DiMaggio, un jugador de béisbol, el más grande de la historia. Puedo seguir, pero no hace falta, cuando el apellido de uno es una voz que recorre todo el mundo, cuando en una camiseta aparece su imagen, una frase, una reflexión, esa persona deja de ser humana y se transforma en héroe, en mito, en leyenda.

 



Los dos fueron enfermos bipolares, lo digo sin miedo, una enfermedad atribuida a los genios. Del llanto a la risa, de la alegría a la depresión. Me queda una sola duda. En su final, ¿hubo abandono de persona? Hemingway estaba muerto cuando, obligado por el sistema autoritario del gobierno estadounidense, debió dejar su casa de Finca Vigía. Se mató en Idaho, porque ya no era Hemingway, sino un hombre acabado, demolido, maltratado y viviendo un mundo sin soles, sin lunas ni estrellas. Mary Welsh estaba cansada, agotada, no podía dominarlo, no sabía si un golpe la dejaría desmayada en el piso. Lo dejó en libertad y así el hombre cerró su destino.

 

Maradona había dicho que ya “no quería ser más Maradona”. Se fue despidiendo a su manera. Quería estar con sus padres. Ya las mujeres no eran una fruta madura. A sus amigos de gloria no los dejaban compartir una cerveza. El llamado “entorno” era más peligroso que toda la cocaína que había consumido. Se dejó morir. Se vistió de gitano y empezó a caminar para llegar a Fiorito, a la casa de la infancia.

 

Hay una diferencia: a Maradona lo lloró todo el mundo y sus fanáticos lo acompañaron hasta el cementerio, a Hemingway, lo despidieron muy pocas personas.

 

La vida continúa. Las emociones no se detienen. En cada uno de nosotros algo cambió. Eso pasa cuando los magos dejan de ser magos y los genios empiezan a perdurar toda la vida.

 


Monday, October 12, 2020

POSTAL DE CABO BLANCO



 La bibliografía hemingwayana no da respiro. Nada parece ensombrecer la figura de Ernest en el camino de la renovada literatura. Hemingway es un sello, una marca que tiene la vigencia y el resplandor que no decae a pesar del tiempo. Cada día nos sorprendemos con aventuras  y situaciones que nos dan la pauta que al norteamericano no se le escapaba nada. Por eso este espacio sigue teniendo vigencia, a pesar de haber transcurrido más de diez años de su inicio. 

Ahora volvamos a Cabo Blanco de la mano de un amigo.

Recuerdo que cuando me encontré con la historia de Papa en Perú, creí ser el único en lograr  una novela bio-histórica policial que levantara la aventura. Error. Ya la escritora peruana Irma del Águila, había publicado una hermosa novela (Moby Dick en Cabo Blanco/2009), donde nos contaba los entretelones de una travesía  inquietante. En ese mismo camino hoy le doy la bienvenida a una nueva obra que se presenta en sociedad. Wolfgang Stock sigue el rastro de la expedición, además de hallar numerosos indicios como documentos y fotografías. El periodista alemán entrevistó a octogenarios que todavía recuerdan a Ernest con tanta viveza como si lo hubieran visto ayer. Wolfgang Stock desempolvó algunos archivos, contactó con escritores, buscó información en artículos de periódicos y se metió de lleno en las arenas de la caleta peruana.


 
Toda esa información esta contenida en su libro Cabo Blanco Mit Ernest Hemingway in Perú, donde el autor reconstruye el viaje de un Hemingway envejecido, gobernado por sus sueños y esperanzas.

Le doy la bienvenida y espero que este esfuerzo se vea reflejado en las ventas.


YA está lista la tercera edición de EL MUERTITO DE HEMINGWAY edición latinoamericana. Disponible en Amazon.

 

Sunday, October 11, 2020

LA CUARENTENA

Después de un tiempo de receso o pausa temporal, vuelvo a encontrarme con todos los amigos hemingwayanos. Tengo muchas novedades para compartir con ustedes. Desde mañana mismo retomo esta hermosa costumbre de acercarles historias sobre el Hemingway que tanto queremos.




                 Hemingway delira.

Sunday, August 16, 2020

LOS AUTOS DE PAPA





Todos conocemos el gusto de Ernest por los toros, las armas, los safaris, la pesca, el boxeo, el  béisbol, la pelota vasca, el tiro al pichón, las riñas de gallos, el alpinismo, las carreras de caballos y las bicicletas. No escapa a esta lista su pasión por los autos, en especial, por la marca Lancia. Según los expertos, a Hemingway le gustaba el Lancia Flaminia, aunque en la mayoría de las fotos, puede vérselo arriba del B10 con el que viajó por toda Europa. Papa había comprado un Flaminia Sedan Convertible que utilizó en varias travesías por Italia.


Lancia pertenecía a la empresa matriz Fiat Group y el diseñador fue Pininfarina y Zagato. Era un auto tipo turismo. El nombre Flaminia fue tomado de la vía Flaminia que conduce de Roma a Rimini.
Como siempre, detrás del personaje aparecen relatos como aquel que Hemingway manejó un carro de bomberos, pero no dejan de ser anécdotas. Lo cierto es que Ernest se las arregló de una forma u otra para ser noticia.


Una historia real es la que protagonizó el actor y director norteamericano David Soul, en Cuba. El intérprete que se lució en la serie 70 Starsky y Hutch (1975/1979), personificando al detective Ken “Hutch” Hutchinson, quería recuperar el Chrysler New Yorker De Luxe convertible de 1955 que había pertenecido a Papa. Para gratificarse, Ernest compró la máquina fabricada a su pedido y pintada en tonos naranjo Orange y Desert Sand (Arena del desierto), que pago un precio de 4 mil dólares.



Nada es casual, David Soul amaba a Ernest desde que leyó a los 15 años El viejo y el mar. Desde entonces Cuba sería un sueño por cumplir. La primera dificultad que debió sortear el actor, fue el embargo económico con la isla, por este motivo, los ciudadanos norteamericanos no podían pisar el territorio. 




Es por eso que Soul se mudó al Reino Unido y obtuvo la ciudadanía británica. Recién entonces, con el pasaporte en la mano, viajó en 2005 a Cuba. Ya acostumbrado al ron y a las caminatas por el Malecón, el intérprete decidió volver en 2012 con un proyecto cinematográfico que lo envolvió en nuevas dificultades. Con muchas ganas perfiló una historia sobre el auto de Hemingway. Gracias al apoyo de la embajada británica y la norteamericana David, soportando las desmesuradas trabas burocráticas del sistema, decidió restaurar el vehículo.
Su buen intencionado deseo de ofrecer ayuda para conseguir los repuestos del auto, no disponibles en Cuba, terminarían en un fracaso lleno de multas.
El documental de una hora de duración, que Soul realizó, recorre el camino que seguirá el proceso de obtención de las piezas de repuesto enviadas a Cuba. Pero la historia del automóvil es rica por si sola. Cuando Hemingway ganó el Nobel decidió recompensarse comprando el auto de su sueño. 


Lo usaba en su travesía desde Finca Vigía hasta la capital. Muchas veces el escritor regresaba conduciendo borracho a la mansión. Cuando le prohibieron manejar, Ernest decidió regalarle el Chrysler a su amigo y médico José Luis Herrera Sotolongo -esto quedó registrado en su testamento-; Sotolongo se lo pasó a su hijo y éste a uno de sus primos, quien por necesidad económica se lo vendió al policía Agustín Núñez Gutiérrez. La cosa no termina ahí, Núñez Gutiérrez no estaba muy bien con la ley y repentinamente partió, en 1994, a Miami. Los rumores y leyendas urbanas dicen que el auto pasó a ser un “fantasma”: que el policía lo había enterrado, que lo había sacado secretamente de La Habana, que lo había desguazado. El misterio quedó latente por dos décadas.
La historia se aclaró cuando Eduardo Mesejo Maestre, el director del Depósito del Automóvil y del Museo del Automóvil de La Habana, confirmó que el auto estaba en el país. La entonces directora del Museo Hemingway, Ada Rosa Alfonso, ratificó la versión teniendo es su poder la documentación pertinente del vehículo: la placa VIN del Chrysler, la numeración del chasis y del motor y la póliza de seguros.
Ante la realidad, el auto fue retirado del garaje donde durmió entre sombras y goteras y fue llevado a Finca Vigía, donde vive su ocaso cerca de la piscina y del yate Pilar.




David Richard Solberg, conocido artísticamente como David Soul, después de su fracaso, comenzó a tener problemas de salud. Su adicción al alcohol lo fue minando y terminó siendo un golpeador que pagó en prisión su frustración. En enero de 2016 se lo veía en silla de ruedas, poco tiempo después debido a mala economía, debió cederle al banco su mansión de Bel Air por las deudas que no pudo soportar. A los 76 años, el rubio de Chicago, vive en una humilde casa en las afueras de Londres con su quinta esposa. Sus hijos poco lo visitan y ya nadie recuerda al espigado y seductor detective Hutch.

Friday, July 03, 2020

EL PAÍS EXTRAÑO



Uno se acostumbra, deja de lado ciertas cosas. No se molesta con los nuevos códigos, no se irrita. Pero los días pasan, el encierro trae dificultades, se extraña el café de la mañana en la librería, la caminata por la vereda del sol, la señora que le habla a su mascota, el vendedor de pañuelos higiénicos. Entonces comienza la picazón en el cuerpo, la saliva pesada, el té frío, las llamadas inesperadas, la pregunta obligada: ¿Estás bien?. Estoy como estoy, me digo. La cuarentena me trajo la rutina de leer más que nunca, de escribir cuentos, de volver a cocinar las recetas de mi madre, de preparar el licor de mi abuela, el ordenar los relojes de bolsillo, el rescatar las fotografías y en medio del tiempo disponible pensar que la cuarentena no se termina nunca, que el calendario no va a ser el mismo, que cada momento tendrá una brujería y solo el equilibrio emocional salpicará la zona más sensible del cuerpo. Se acabará el sexo, la seducción, la mirada cómplice, el dedo acusador...Entramos en la era de la crisis permanente y aparece el escritor confundido que no sabe bien si seguir leyendo o sentarse en la orilla de mar a ver el horizonte. 
Estoy en un país extraño, en una ciudad de arcilla, hace calor, sueño transitar por las calles de la Florida, voy por la carretera, delante mío una pareja, son Roger y Helena, el es mayor que ella, algo más de 55 años, ella unos cuarenta. Me gusta su cabello rojizo, su tez blanca. Él con sus anteojos oscuros parece un dandy, adivino que deja un pasado de esposa e hijos. Son amantes que buscan escaparse, que soslayan la soledad y prefieren la aventura. Los sigo, yo también escapo. Ellos saben que los controlo y en cada parador de hotel dan nombres ficticios. Ya no Roger y Elena. Son Susan y Paul, Emely y Dick, Nancy y Fred. Alguien le pregunta a Elena si "su padre está bien", todo porque Roger le dice "hija". Huyen, no cabe duda, dan pasos equivocados, la historia de cada uno no es segura.El cincuentón está obsesionado con los diarios que hablan de la guerra civil española que acaba de estallar y no está dispuesto a dejar de  ser un protagonista. Ella tiene más deseo de continuar pero sabe que el resultado es el fracaso. Ambos advierten que todo se termina. El amor deja de ser un proyecto.




Los veo como se alejan. Estoy sentado con el libro en la mano.
-Roger, ¿todavía me quieres?
-Si, hija. Mucho.
-Te quiero, es bonito jugar contigo.
-Me he divertido.
-Nos divertimos ¿verdad? 
-Ha sido un día estupendo.
-Solo hemos tenido medio día porque yo he sido una niña mala durmiendo hasta tan tarde.
-Ha sido muy saludable hacerlo.
-No lo he hecho porque fuera saludable, sino porque no he podido evitarlo.

"El país extraño" es la síntesis de cuatro capítulos de la novela postergada que Hemingway elaboró en intervalos entre 1946-1947 y 1950-1951. Estos textos fueron el material preliminar de "Islas en el Golfo", obra publicada después de su muerte, en 1970.

¿Todavía no leíste "El muertito de Hemingway"?. Ahora en e-book. Ingresá en la tienda on-line de Editorial Tahiel. Hemingway delira.

Friday, May 01, 2020

HEMINGWAY: LA CUARENTENA Y EL AMOR





Hace cuarenta días que estoy encerrado en mi departamento de dos ambientes. Vivo solo. Ayer, por primera vez, salí del encierro forzado y gané la calle, debía ir a vacunarme contra la gripe invernal. Llovía desde la madrugada, eran las 10.30, las calles desiertas, caminaba solo, las veredas estaban tapizadas de hojas amarillas. No crucé a ninguna persona. Llegué al vacunatorio con la sensación de estar viviendo una escena de película de terror. Me atendieron amablemente. A mi edad, uno presiente que la ayuda es necesaria, no me molesta, la vivo como beneficio. Me retiré y volví al nido. Tomé todos los cuidados: higienicé mi calzado, me quité la ropa y la llevé al sector del lavadero, limpié las llaves con alcohol en gel y volví a la realidad. ¿Esto es la cuarentena?,¿Hasta cuándo?.



Recordé la cuarentena de Hemingway en Antibes. Me dije: "por lo menos la vivió mejor que yo". Ernest estaba en Madrid jugando a ser famoso. Su esposa Hadley Richardson y su hijo Bumby recibiendo la noticia de algo peligroso y contagioso: el pequeño tenía Coqueluche. Gerald Murphy, el amigo de Hemingway, que estaba en le mismo lugar,se comunica con Hemingway y lo intima a que venga volando. Hadley y el niño se encierran en la cabaña que los Fitzgerald habían alquilado, la acompañan la niñera de Bumby, Pauline y su hermana, amigas desde los días soñados en París.
Cuando llega Ernest, se encuentra con este panorama. No le gusta el encierro, trata de sobrellevarlo pero se irrita, cuenta los días como un preso, bebe sin piedad, no puede escribir, no quiere leer. Sin embargo algo sucede. Ernest comienza a cautivar, a atraer a Pauline y la cosa terminaría en escándalo, caos, enojos y peleas.
La cuarentena abriría el fin del matrimonio. Una vez terminada la peste, el pequeño Bumby y su niñera se quedarían en la cabaña. El trío, en cambio, se iría a un hotel a descansar y disfrutar del verano.




De regreso a París, Hadley y Ernest deciden separarse. En octube, aparece en Estados Unidos The Sun Also Rises, dedicado a Hadley y Bumby. Tal vez por la culpa, Ernest le ofrece a Richardson los derechos de autor.



En enero de 1927 se separan definitivamente y en mayo Hemingway y Pauline Pfeiffer se casan.
La cuarentena quedó atrás. La mía recién comienza.

Tuesday, March 03, 2020

LOS NIETOS DE HEMINGWAY

Un hijo de 'Fiesta': de charla con John Hemingway

UN ENCUENTRO ENTRE DOS AMANTES DE LOS SANFERMINES PARA HABLAR DE LITERATURA Y FIESTA, DE AMISTAD Y REENCUENTROS EN PLENA ESCALERA

03.03.2020 | 00:54
John Hemingway, junto a Tim Pinks, en una de sus visitas a San Fermín.
John Hemingway es un escritor, periodista y traductor que vive en Montreal junto a su mujer Kristina. Desde allí escribe artículos para revistas y periódicos. En 2007 publicó su primer libro de memorias familiares, especialmente sobre la vida de su padre Gregory, tercer hijo de Ernest, el premio Nobel. Strange Tribe: A Family Memoir Los Hemingway, una familia singular es el libro en cuestión de John, el nieto del famoso escritor. En noviembre del año pasado publicó un libro de ficción, Bacchanalia – Una historia de Pamplona.Bacchanalia es su versión sobre los Sanfermines de nuestra época, contada casi cien años después de que el libro de su abuelo, Fiesta, se publicara para convertirse en uno de los libros más famosos sobre los Sanfermines. Una obra que consiguió cambiar la literatura y la vida de Ernest para siempre.
Y ahora su nieto escribe una versión moderna de esa mítica obra. Tengo que decir que John y yo somos amigos, y por eso inevitablemente mi primera pregunta en esta charla informal no podía ser otra que "¿cómo se te ha ocurrido escribir una versión moderna de Fiesta sobre todo llevando tu apellido", le dije claramente: "John... ¡¿estás tonto, o qué?!".
A lo que él me contestó que "para ser honesto mucha gente me ha preguntado durante estos años si alguna vez consideraría escribir sobre la fiesta de Pamplona y normalmente respondía que no. Mi abuelo ha conseguido reinar en este territorio por sí mismo. Pero luego pensé? ¿por qué no? He estado en Pamplona varios años, este año será mi décimo. He experimentado mucho durante las fiestas y por eso pensé escribir mi propia versión moderna de los Sanfermines".

Para nosotros que amamos los libros no sólo por lo que cuentan sino también como objetos, con su portada y contraportada? ¿Estás contento con el resultado?
–La portada fue diseñada por mi hijo Michael, usando una foto hecha por Jim Hollander, otro referente de los Sanfermines. A mí me gusta mucho cómo ha quedado porque refleja el poder y la energía de la fiesta, que es la clave de la novela.
Y la historia. ¿Estás satisfecho con lo que has escrito?
–Pienso que he hecho un buen trabajo describiendo la fiesta como yo he llegado a verla, para que pueda verse por los ojos de la gente que se acerque a leer el libro.
Bacchanalia empieza literalmente con una explosión. No hay preámbulo. Empieza un minuto antes de las doce del día 6 de julio, con el cohete esperando chisporrotear, volar y explotar. ¿Por qué ese comienzo?
–Porque quiero que el libro sea como el Chupinazo, que te agarra inmediatamente y no te deja hasta medianoche del día 14. Que la historia te atrape y no la puedas dejar.
El título Bacchanalia suena muy bien en inglés, pero no tanto en castellano porque el significado de la palabra insinúa algo un poco diferente. Yo sé que tú nunca querrías dar una impresión irrespetuosa con la fiesta, la ciudad, la gente? Si pudieras poner un título a la versión en castellano, ¿Cuál podría ser?
–¿Qué piensas, The Grandson Also Rises?(En inglés esto es una buena broma, pero como muchas bromas, o palabras, no se traduce muy bien.) No lo sé qué título tendrá si se traduce al castellano.
¿Cuándo viniste por primera vez a San Fermín y por qué?
–Yo fui por la primera vez en 2008. Encontré un hombre en una conferencia en Idaho en otoño de 2007 y estuvimos en el mismo avión y saliendo a Sun Valley él me dijo, "John, tienes que venir a Pamplona". Fue así. Me fui solo para cuatro días pero supe que tenía que volver. La fiesta me había seducido.
¿Qué supone ser alguien relacionado directamente con Hemingway cuando visitas Pamplona?
–Pues tiene su lado bueno y malo. La gente siempre quiere hacer entrevistas y fotos conmigo (Tim: barkatu John!) pero tengo respeto por todos ellos porque entiendo que es por su amor por los libros de mi abuelo, no por otra cosa.
Estamos casi seguros de que tu abuelo nunca corrió el encierro en Pamplona. ¿Has corrido tú alguna vez?
–Sí. Varias, por lo menos 17 veces, la última el año pasado.
Algunos de protagonistas del libro Fiesta de Ernest Hemingway no se quedaron contentos con cómo habían sido retratados. Algunos dijeron que fue "totalmente ficción", otros que "lo que cuenta es exactamente como fue". En Bacchanalia, ¿es más o menos una historia sobre la vida real? ¿Cómo reaccionaron los amigos al leerla, si es que están de alguna manera reflejados en el libro?
–Es una obra de ficción, nunca tenemos que olvidarlo. Diciendo esto pienso que tengo una imaginación muy viva por todo lo que cuento. El libro está basado en mis experiencias y en las personalidades de algunos de mis amigos, por supuesto. Y a todos esos amigos les ha gustado el libro, especialmente a uno que pensó que su personaje no reflejaba de una forma u otra sus actuaciones. Y él se quedó avergonzado con sus amigos preguntándoles "¿de verdad tú dijiste esto?''. Por supuesto que tenía que recordarle que es una obra de ficción, una novela, y que 'él' no fue ni es como el hombre salvaje que aparece, asumiendo riesgos que yo creé e inventé para el libro.
Siguiendo con la última pregunta? ¿Hay algún contrato entre tú y tus amigos de Pamplona con los que vives la fiesta?
–Todavía no, jajajaja.
En serio, ¿tenías reparos o críticas al escribir, aunque sea ficción, sobre gente que conoces? Porque siendo un Hemingway escribiendo sobre Pamplona en San Fermín no es para menos.
–De verdad que no, porque cualquier escritor coge experiencias de su vida y las usa para crear historias, que si están bien hechas son más convincentes y creíbles que la propia realidad. Y sobre ser un Hemingway escribiendo sobre los Sanfermines, ¿por qué no? Ya han pasado cien años desde la novela de mi abuelo. Él escribió sobre su generación perdida y yo escribí sobre la mía
Miguel Izu, un periodista, escritor, investigador literario, etc de Navarra también publicó en noviembre su último libro, Hemingway en Los Sanfermines. Lo he leído y pienso que es muy bueno. La página de comienzo del texto del libro tiene una cita que me he gustado siempre, de la película, El Hombre que Mató a Liberty Valence: "Cuando la leyenda se convierta en hecho, imprima la leyenda". Esto resume mucho de la vida de Hemingway en una frase. Como no eres solamente su nieto, sino que ahora eres alguien que ha escrito sobre los Sanfermines, tú ahora has heredado una parte de esta leyenda. ¿Cómo te sienta?
–No tengo ningún problema con eso. Ernest fue un escritor muy bueno y he admirado sus libros desde que con 13 años empecé a leerlos. Pero Bacchanalia es un libro muy diferente escrito por un Hemingway moderno en su propia voz.
Para acabar, te empecé preguntando en broma, "¡¿eres un idiota?!" Ahora, más de tres meses después de la publicación, habrás recibido sin duda muchas reacciones. Tengo que preguntarte? ¿qué piensas sobre Bacchanalia ahora? ¿Hay algo más que te gustaría decir?
–Estoy feliz. Escribí Bacchanalia y el libro me ha traído muchas cosas buenas. Quería también escribir algo que pudiera dedicar a mi mujer Kristina, quien fue una inspiración grande en todo el proceso de este libro.
Bueno, y thank you very much, John. Yo estoy feliz porque me has dado esta entrevista y quiero decir que tienes mucha suerte con el libro. Nos veremos en la Fiesta. A ti, Kristina y a todos? Hoy es un día especial. Hoy es el tres del tres, así que ¡ya falta menos! ¡Gora San Fermín! ¡Viva!

Monday, January 27, 2020

JOANNA Y HEMINGWAY




-Te compré esta remera-anunció.
-¡Maravillosa!-respondo.
-¿Está bien XXL?.
-Correcto, es mi talle-concluyo.



Joanna tiene 41 años, carga en su haber un master en literatura inglesa, ama a los novelistas de la “generación perdida”, y vive releyendo sus novelas. Fue alumna de mi taller literario hace cinco años, se marchó a vivir a Tenerife y hace un tiempo recaló en Miami. Ahora está en Buenos Aires, se queda una semana, después viaja a Rosario para visitar a su familia y luego regresa a Estados Unidos.

Nos encontramos en el Café Tortoni, como en las viejas épocas; pasaron muchas cosas desde aquella despedida, cuando me sacudió con una pregunta: “¿Te parece que podemos ser pareja?”.

“No te asustes, nada de convivencia, cada uno libre, pareja, del latín parís (igual), eso es todo. Estar juntos un fin de semana, disfrutar una película, una cena, un trago, un amanecer, una caricia, un beso. Tenemos tantas cosas que nos unen, tantos libros que leímos, tantas madrugadas de invierno…”

Usé una respuesta idiota: “¿Te parece?”. A la semana me mandó un correo tajante: “Me voy a Tenerife, no sé si vuelvo a Argentina”.

Ahora usa el cabello corto, con esos rulos rubios que parecían cintas doradas. Sus ojos verdes siguen con el mismo brillo y su mirada mantiene la misma densidad. Pero el tiempo había hecho su camino y Joanna era otra mujer.



“Todavía nos debemos la discusión sobre las historias cortas de Hemingway. Algunas de sus novelas no están a la altura de sus cuentos. Mi amor por Hemingway sigue intacto.”





Le entregué El muertito de Hemingway. “Está dedicado”, dijo. “Claro, no podía ser de otro modo”, respondí.

Me tomo la mano y la acarició. “Eres el mismo soñador solitario, te sigo amando”.





Nos despedimos. La tarde se estaba perdiendo con las primeras luces de la noche y la sombra de Joanna, por la avenida, parecía un sueño del pasado.

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