Todos me
dicen que hay derrotas más duras e importantes. Los sabedores tratan de darle
poca importancia a las pérdidas materiales y hablan de las humanas. Es cierto,
la vida es lo más preciado, pero también lo es aquello que rodea a esas vidas.
El Viejo Hem, llamado así en honor al
escritor norteamericano, era un bar que estaba en la ciudad de Járkov, la
segunda más grande del país, al este de Ucrania. Los ataques rusos terminaron
destruyendo el lugar, dejando dos víctimas que vivían en el piso de arriba del
bar.
De acuerdo con la BBC, el dueño de la taberna, Kostiantyn Kuts, comentó que no había nadie trabajando a la hora del ataque. Kuts, afirmó que el bar se había convertido en un refugio por los bombardeos, desde que se inició la invasión rusa, el 24 de febrero. “No creíamos lo que estaba pasando, cuando vimos todo destruido caímos en llanto. Los ataques a edificios residenciales fueron un horror”, completó Kuts.
A la
entrada de El Viejo Hem, en los
posavasos y encima de un pez espada de luces de neón, residía el mantra del
lugar: “Tu nunca beberás solo”.
El bar era
popular entre los jóvenes e incluso recibía representantes de la literatura
ucraniana. Todo parecía seguir igual en la taberna de bebedores de cerveza,
hasta que los espías se mezclaron con los parroquianos y la magia cambió. En la
calle, a pocos metros del bar, un grupo de personas aprendía a manejar un hacha
y a esquivar un ataque de arma blanca. Eran hombres comunes, podía ser una
formación de reservistas que se movilizaron, jóvenes casi niños que intentaban
fabricar bombas molotov. Había algunos más preparados, con experiencia en
tácticas de guerrilla callejera. Tenían espíritu combativo, resabio de aquellas
protestas de finales de 2013 y 2014 que fueron el preámbulo de un conflicto que
arrancó con la invasión rusa a Crimea y el apoyo del Kremlin, a los rebeldes de
las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk, cuya independencia
reconoció Putin.
Adentro del
local, todo era distinto, la guerra dolía y un buen trago calmaba las
emociones. Entonces las botellas de cerveza se chocaban para brindar y en ese
circular de voces alguien repetía Putín
huylo, que traducido del ruso al español vendría a significar Putín cabeza de pene. Pero esa expresión
era un slogan pegado en la parte frontal de las botellas en la que aparecía
Putin sentado desnudo en un trono. Alrededor suyo, soldados, armas y vehículos
militares. El suelo rojo intenso representaba la sangre derramada. Los envases
vacíos serían las bombas molotov que la resistencia utilizaría para la defensa
precaria pero ambiciosa.
Los
cócteles molotov se resguardaban celosamente, eran las armas caseras creadas
con las botellas de una famosa cerveza. La cervecería Pravda fundada en 2014,
emplazada en Lviv, fue la que tomó la decisión de hacer la maniobra destinada a
la defensa territorial ucraniana.