El
bardo inglés John Donne (1572-1631) enseña en su poema Por quién
doblan las campanas que “ningún hombre es una isla entera por sí
mismo porque cada hombre es una pieza del continente, una parte del
todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda
disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus
amigos, o la tuya propia”.
Y
ahora, gracias a la magia del teatro, desde el próximo 27 de enero,
el dramaturgo caraqueño José Tomás Angola Heredia (1967) y el
legendario escritor estadounidense Ernest Miller Hemingway (Oak Park,
1899/ Ketchum, 1961) lo demuestran suficientemente con el espectáculo
Ningún hombre es una isla, que hará temporada en la Sala Alexander
Humboldt.
HEMINGWAY
Angola
Heredia evoca y materializa a Hemingway porque su figura siempre le
cautivó por su vida tan intensa, desafiante y titánica. “Construyó
en sí mismo, su mejor personaje. Pero si nos adentramos en sus
libros sorprendería la sensibilidad y la delicadeza de su prosa y
sus personajes. La cuentística de Hemingway es de lo mejor del siglo
XX. Algo entonces parece no cuadrar. ¿Quién era en verdad este
hombre más grande que la vida que cazaba leones y pescaba grandes
agujas, asistía como corresponsal de prensa a todos los frentes de
batalla de su tiempo, boxeaba con quien fuera y bebía centenares de
botellas de whisky?, ¿el que reflejaban los periódicos de entonces
o el que subyace en sus obras?”
Puntualiza
que cada protagonista de Hemingway es una creación que intenta ser
su alter ego. “Él mismo se idealizaba y se volvía Frederick
Henry, el soldado iluso de Adiós a las armas, o Jake Barnes, el
periodista impotente por una herida de guerra, de Fiesta, o Harry
Morgan, el cínico pescador y contrabandista con mala suerte, de
Tener y no tener. Y por supuesto Robert Jordan, quizá su alter ego
más genuino, el profesor norteamericano que se involucra en la
guerra civil española, de Por quién doblan las campanas”.
FRÁGIL,
DÉBIL Y SENSIBLE
Angola
Heredia escribió, dirigió y protagonizó Ningún hombre es una isla
porque esos conflictos existenciales son profundamente atractivos
para cualquier argumento teatral. “Hemingway luchó toda su vida
para demostrar que era un tipo duro, viril, cínico, cuando en
realidad se sentía frágil, débil y sensible. Ese ruido, esa
incongruencia emocional, junto con los impulsos autodestructivos
debieron ser muy tormentosos. Él es una metáfora maravillosa sobre
la ficción literaria. Una oportunidad estupenda para explorar temas
que me interesan mucho: la creación como acto de lucha contra el
determinismo de la vida, la muerte como final angustiante e
inevitable, el amor como único aliento existencial”.
Advierte
Angola Heredia que mucha gente en Venezuela ha oído hablar de
Hemingway, pero muy pocos han leído sus obras. “Creo que lo más
genuino y poderoso de él, no es su existencia cuasi mítica, sino el
legado literario que nos dejó. En sus cuentos, pequeñas joyas, está
contenida la tragedia del mundo. Son diminutos fragmentos donde
brillan el dolor, la compasión, la solidaridad, el amor, la alegría,
la piedad, la culpa, la soledad. Instantes que copan la realidad de
todos los seres humanos. Poca gente sabe, por ejemplo, que Hemingway
en vida estuvo muy pendiente de las corridas de toros aquí en
Venezuela. Era algo que le apasionaba. Escribió sobre las faenas en
el Nuevo Circo, en Valencia y Maracaibo. Sabía cuándo empezaba la
temporada y llevaba una bitácora de esos meses. No sé si valga de
algo esa anécdota, pero me parece simbólico que él haya estado
atento de nosotros en ese trance de muerte que es el toreo, y
nosotros ahora, en otro trance de muerte histórico como el que
padecemos, estemos atentos de él, por eso Hemingway es ahora nuestro
contemporáneo”.
FILOSOFÍA
VITAL
¿Qué
enseñanza nos deja este Hemingway teatral? “Para el
momento tan tenebroso que vivimos, donde lo único que parece
tenernos en pie es la esperanza de salir de esta pesadilla, Hemingway
elabora en todas sus obras una serie de ideas que bien podrían ser
aplicadas para nuestro tiempo y realidad y que trato de rescatar para
la pieza. Él mismo las resumió: El mundo es un hermoso lugar, vale
la pena defenderlo y detesto dejarlo, el hombre no está hecho para
la derrota; un hombre puede ser destruido pero no derrotado, jamás
piensen que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja
de ser un crimen, y el hombre que ha empezado a vivir seriamente por
dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”.
Ningún
hombre es una isla no es un espectáculo teatral más, dentro de lo
tradicional, porque gracias al mapping audiovisual es toda una
novedad en la escena venezolana, ya que Angola Heredia tiene varios
años y montajes trabajando con tecnologías asociadas al video, no
como una simple proyección, que se usa mucho, sino como elemento
discursivo propio. Usarlo como parte del lenguaje teatral, como se
hace con la escenografía o el vestuario, no como adorno o efecto.
El mapping le ha permitido explorar ese camino. Poco los están
haciendo en Venezuela porque es costoso, requiere de equipos y
personal que conozca el medio, pero además porque exige una nueva
lectura del director sobre el texto teatral. El puestista debe romper
con las clásicas unidades aristotélicas de acción, tiempo y
unidad, pues gracias al mapping, la escenografía virtual y la
estereoscopía permiten poner en escena todo lo que la imaginación
sueñe. A ojos de esta posibilidad la lectura del texto teatral ya no
puede ser plana y consecutiva, debe ser dimensional y poética.
Entonces lo que hoy todo el mundo usa como artificio, se vuelve
discurso. En el mundo de la ópera internacional y la danza es donde
más se está trabajando con estas tecnologías, porque es más fácil
trabajar la música y la imagen. Con el teatro de texto es mucho más
complejo porque prácticamente implica reescribir plásticamente las
piezas. “Pero ese es el camino si se quiere proponer nuevas e
innovadores visiones sobre el escenario. De todas maneras, algo
siempre será sagrado e inamovible. El teatro es un acto artístico
en donde lo único que se necesita realmente es un actor, un texto, y
un espectador. Todo lo demás sobra”, reitera.
Angola
Heredia, profundamente venezolano, no se marcha, sigue aquí con su
espacio de lucha, su motivo para permanecer escribiendo, haciendo
teatro y buscando la reflexión de todos, la emoción de todos,
alimentando el impulso por seguir siendo parte de este enorme
sentimiento que llamamos nación y ahora más con este singular
mapping de Hemingway que toma la figura del escritor
durante sus últimos años, en su finca en Cuba, para adentrarnos en
un tema que ha sido constante en su escritura: el valor ante la vida
y el valor ante la muerte.
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@EAMORENOURIBE
/ Diario El Universal 11/01/18