Wednesday, August 29, 2018

EL PRINCIPIO DE LA LEYENDA





El 26 de julio de 1960, apurado por el embajador norteamericano, Ernest Hemigway dejó su residencia de Finca Vigía. "Deben salir  de Cuba de inmediato, no queremos que sea a la fuerza", le dijo el funcionario a Mary Welsh. Ernest no estaba convencido, pero sabía que los agentes de la CIA lo tenían acorralado y, esta vez, la cosa iba en serio.
Hemingway dejó la casa con la idea de volver. De hecho ordenó su escritorio, colocó la máquina de escribir sobre un ejemplar del Who`s Who in América, afiló un par de lápices, preparó hojas de papel carbónico y acomodó la bandeja de bebidas. No pensó en una despedida, saludó a todos con "hasta la vuelta" y marchó hacia España.



Desde ese momento, Hemingway dejaba de ser Hemingway. Mary lo sabía. Aquel viaje sería una maldición y terminaría muy mal, a tal punto que sola viajo a Nueva York para alejarse de un Papa insoportable.
Ernest tenía la ilusión de que el exilio temporario y obligado durara unos meses, pero la realidad no fue así. Su destino en Ketchum  marcaría el desmoronamiento de un hombre que ya no quería ser una carga. Siempre quedará la duda sobre si  en su decisión final, Mary no cometió abandono de persona.




Semanas después de su muerte. la viuda viajó a La Habana para recoger varias de sus pertenencias y firmar el acuerdo de donar la casona al patrimonio cubano.
Desde 1962 Finca Vigía se convirtió en Museo. Papa no pudo regresar. El fin era el principio de la leyenda.





Wednesday, August 01, 2018

BILL HILLMANN, EL ESCRITOR QUE SE ENCONTRÓ CON HEMINGWAY




Ex boxeador, escritor y, ante todo, mozo en los sanfermiines. Son algunos de los hitos en la variopinta biografía del norteamericano Bill Hillmann, que pasó de ser un joven al borde del abismo a autor reconocido después de correr en Pamplona.

Hillmann, de 36 años, se crió en uno de los barrios más castigados de Chicago. Tras años de peleas callejeras, drogas y alcohol, el encontronazo con la bravura literaria de Hemingway le sacó del arroyo, literal y literariamente.



El autor abrió los ojos a los sanfermines tras leer Fiesta (The sun also rises, 1926), la mítica primera novela del Nobel, habitual parroquiano de San Fermín durante años. En el libro, Ernest Hemingway describe el ambiente de los sanfermines al detalle y reflexiona con su poderosa prosa sobre la naturaleza del miedo y la valentía.

El joven Hillmann cayó rendido ante este influjo y decidió seguir la estela de su admirado maestro. El ex púgil viajó hasta Navarra para conocer de primera mano ese “mundo de diversión, alegría, danza, música, audacia, bebida, muerte y por supuesto de majestuosos toros”, como describe con entusiasmo.



“Hemingway me influyó profundamente con las palabras más simples. Desde entonces, he intentado conectar con su escritura sin éxito y asumo que lo seguiré intentando hasta que me muera”, reflexiona.
Bill Hilmann acude puntual cada verano a la capital navarra donde corre en los encierros desde hace más de una década. El mozo americano se ha convertido en icono y referencia en el mundo anglosajón.
Una experiencia iniciática que le ha transformado la vida, le ha ayudado a espantar sus demonios y le ha convertido “en mejor persona”.




“Los encierros se han convertido en una forma de poner a prueba mi ambición y de crear arte con mi vida (…) La carrera me ha dado la fuerza para dejar el alcohol, las drogas y superar mi trastorno bipolar. Desde ese día correr en los sanfermines se ha convertido en un poderoso río en mi vida que me ayuda a sobreponerme en los tiempos duros”, señala sobre una onda expansiva que también ha alcanzado su carrera como escritor. The Old Neighborhood (El viejo barrio, 2014), su primera novela basada en sus años turbulentos de Chicago, ha sido acogida con excelentes críticas.

"Quiero contar al mundo la historia de los grandes corredores"

En un discurso cargado de épica, el novelista y mozo insiste en que San Fermín también le ha bendecido con “numerosos amigos y maestros” entre los que cita a populares corredores como Julen Madina o Aitor Aristregui.

“Estos hombres me han hablado de generosidad y de poner tu vida al límite y cuando vives de esa forma se convierte en un foco maravilloso. Mi vocación no era convertirme en un gran mozo sino ser el testigo de los grandes corredores y contar al mundo su historia”, apunta sobre el sentimiento de fraternidad que les une.

Esta pasión por los encierros también la ha plasmado por escrito en dos libros sobre sus peripecias en la fiesta pamplonesa que describe como “locura pacífica”.





El primero, Cómo sobrevivir en el encierro de Pamplona, del que es coautor con John Hemingway, Joe Distler y Alexander Fiske-Harrison, es un manual en el que analiza tramo a tramo el recorrido, y el más reciente, Corriendo con Hemingway (Ediciones Península, 2016), donde relata su descenso a los infiernos en la adolescencia y describe el encierro desde sus entrañas.

En el prólogo, John Hemingway, nieto del narrador americano y amigo personal del escritor de Chicago, escribe: “Hillmann baja con el lector a las calzadas de los adoquines que conforman los 900 metros del encierro de Pamplona. Describe los olores, la adrenalina, y los sonidos que rodean a uno de los acontecimientos más peligrosos que he visto o en los que he participado. También explica con gran acierto por qué él y tantas otras personas sienten tal pasión por este evento que no es deporte ni carrera sino una celebración de la vida”.

Pero el autor tampoco obvia el riesgo aparejado a jugarse la vida en la calle Estafeta. Ha sufrido dos cogidas corriendo, una en 2014 con una puntada doble, y la otra, el pasado año cuando los astados de la ganadería Escolar le arrollaron en la Cuesta de Santo Domingo y su imagen herido volvió a dar la vuelta al mundo.

“No me preocupan las cornadas. Ocurre. Es una experiencia importante para un corredor. Te recuerda que eres mortal y trae más poesía al encierro. Soy un mozo y debo correr. No hay elección”, le quita hierro para enumerar las sensaciones que le invaden en la vorágine de la carrera.

“El suelo tiembla bajo mis pies. Tengo un propósito y no tengo miedo. Estoy en paz y en el paraíso. Tengo esos momentos del pasado año en mi mente”. Con estos recuerdos bajo el brazo, Bill Hillmann está cocinando su siguiente libro en el que recogerá su participación en 200 encierros en pueblos de toda España.

A los debutantes, entre los que se encuentran corredores guiris de numerosas nacionalidades, sobre todo norteamericanos, australianos y neozelandeses embrujados por los sanfermines, el escritor les regala una recomendación a medio camino entre la ironía y la sensatez:

“Les diría que no lo hicieran. Es muy peligroso. No merece la pena perder la vida o destrozar tu cuerpo. Si aun así no escuchan este consejo les diré todo lo que ha aprendido en el encierro y haré todo lo posible por protegerlos como uno de los nuestros, un mozo. La primera lección es que si te caes te quedes en el sitio y no te muevas”. 

ANA BELÉN GARCÍA FLORES.