Monday, March 29, 2010

CAMISETA PARA MASCOTAS


Ya perdí toda esperanza de conquistar a Mariel Hemingway. Mi confesión pública no tiene segunda intención. Ya estoy vencido. Ella nunca me va a mirar y yo estoy como el loro viejo…ya no aprendo a hablar. Lo mío fue una fantasía, una historia inventada para los muchachos socialistas de La Rosa Peregrina de Almagro, una ridiculez propia de un sudaca calentón que se enamoró de la rubia americana de ojos celestes y dientes de perla. Al fin y al cabo mi colapso tiene alusión con el Tío Ernesto no con su nieta. Pero como todo está mezclado, este retozón no deja de aullar y arroja piedras a la silueta de la sibila.




Mariel ahora es una reverente holística amante de la alimentación deleitable y orgánica, dedicada a producir bienestar y mejor calidad de vida a los seres que habitan el planeta, en especial aquellos que acompañan la vida cotidiana de las personas. La sanadora está empeñada en que los perritos tengan su vestido limpio y que al ser recibidos por otros amigos estos se mueran de envidia al verlos tan arreglados. Para lograr su objetivo y mostrar su raigambre aristocrática, Mariel ha creado una línea de camisetas para perros que nadie puede resistirse a comprarla. Pero ahí no termina su eminencia, la  señora de cabello dorado también lanzó zapatillas, vasos de café, remeras, bufandas, platos de melamina, carteras, en fin, todo para el consumo con el sello Hemingway. Digo todo esto porque tengo el catálogo en mis manos y no exagero. Me pregunto si la estrafalaria forma de estar presente no es una manifestación menor, una melonada si se quiere, de las rarezas del viejo eyaculador de Chicago





La reputación, la aureola, la popularidad Hemingway no es una camiseta o una taza de café. El barbudo tenía otros códigos, otra propaganda corporal. Recuerdo que en La Habana un vendedor callejero me ofreció un calendario de la felicidad donde aparecía en una ventana el rostro de Hemingway ¿Felicidad?... “Este es el único mes verdaderamente feliz que he pasado en mi vida” (Pasaje de una carta enviada por Hemingway a su esposa desde el frente de batalla europeo).



Mariel… te perdono, siempre me gustaron las mascotas.¿ Qué tal estas zapatillas para mi día de trabajo?


Monday, March 15, 2010

MOBY DICK EN EL PERÚ

¿Moby Dick ha muerto? Sería lamentable que esto haya sucedido. Hermann Menville cierta vez angustiado patetizó que su Moby Dick no debía ser para el lector “una alegoría odiosa e intolerable”. Tanto cetáceo blanco a esta altura de mi vida no me produce el mismo temor de mi primera infancia. Recuerdo que el libro de tapa dura vino como regalo de cumpleaños de la mano de una tía que parecía muy culta. Siempre confundía de pequeño, Moby Dick con Tifón de Joseph Conrad, cuando pude releer Moby Dick sin la mirada atenta de mi tía, recién entonces logré separar a los autores. Sin embargo las historias de mares y aventureros que pasaron por aquella época ( London, Hemingway, Conrad) me siguen persiguiendo y esta vez el Moby Dick latinoamericano aparece con el sol de Cabo Blanco, escrito por la amiga peruana Irma Del Águila, quien se ha propuesto rescatar al Hemingway petulante que se mezcla con la ralea del Fishing Club para fastidiar a los merlines.



Moby Dick en Cabo Blanco es una excelente novela escrita con significativo dinamismo. No es la aplastante historia que amontona datos banales, por el contrario, pincha al lector con el afán de que el suceso sea un placentero curso de timonero. Al cabo de muchos años este hemingwayano ha leído letras impresas de diferente valor donde el “Tío Ernesto” aparece y desaparece.En varias ocasiones Hemingway es utilizado para remendar una crónica de tonteras que sólo buscan hacerle creer al lector que el escribiente es un conocedor del viejo barbudo. Aquí el diálogo es distinto. El pescador está mirando el Mar Pacífico y la autora escondida en Cristina nos lleva hasta la caleta peruana para recordarnos que un tal Hemingway se quedó una treintena de días y enloqueció buscando el pez gigante de su novela tardía.Con el debido permiso de su autora y dejando bien en claro que esta obra es recomendable y necesaria, voy a transcribir un pasaje de la novela. Ustedes deberían después de la lectura, bucear un poco más en ese paraíso de Cabo Blanco que fue un lugar de humildes pescadores y que ahora la raza de surfistas lo invadió con sus modalidades más exclusivas.

“Ernest Hemingway se dirigía al muelle todas las mañanas antes de las ocho y treinta, listo para iniciar la faena de pesca. En una foto del archivo John F. Kennedy de Boston que revisara Cristina, el escritor sujeta la caña con una mano, mientras sobre uno de sus hombros carga el morral que, es de suponer, contiene los demás instrumentos de pesca y en la mano que quedaba libre la mentada galonera.



Si la Miss Texas no encontraba vientos fuertes y bajaba la Corriente de Humbolt, bastaba con internarse media milla y, con un poco de suerte, se avistaban peces aguja, espadas, atunes y cardúmenes de menor volumen. De otra forma, si la corriente era a favor, había que navegar mar adentro, hasta las 20 millas. Cada mañana, el escritor saludaba a Méndez ni bien saltaba a cubierta. “Hola, chico”. Una palmadita al hombro. “Hoy vamos a pescar nuestro merlín, cuesta lo que cuesta”



“Cuesta lo que cuesta”, así se expresaba en su español gringo- la barriga de Méndez temblequeaba al evocar la anécdota-.Así es don Ernesto, le respondía, y cada quien a lo suyo.



La noticia se había propagado por la caleta de pescadores: el famoso escritor había venido a Cabo Blanco a pescar un merlín gigante y poder filmarlo para la próxima película de la Warner,El viejo y el mar. Méndez, un chiquillo que no terminaba de aprender a escribir con fluidez ya fumaba a escondidas, aceptó el reto. Ya para esa época, la fama del Cabo Blanco Fishing Club como paraíso de la pesca de altura era bien reconocida en los siete mares. Lo que se decía del Fishing Club parecía leyenda. Cuando el club abrió sus puertas, “nos dimos el lujo de quebrar el record mundial de pesca del pez aguja en varias oportunidades, me acuerdo clarito”, lo festejaron los patrones de lancha a punta de mulitas de pisco y cerveza, y Méndez, merodeando la cantina olía la espuma sobre el aserrín, celebrando chistes subidos de tono de los pescadores, la jarana que se armaba hasta las tantas y se decía a sí mismo que así iba a ser él de adulto.



Fue el gringo Glasell el primero en jalar del hilo un pez aguja de más de mil libras “y lo hizo aquisito pues”, en las costas de Cabo Blanco. El mismo personaje impuso, poco antes de la llegada de don Ernesto, la marca mundial de pesca con caña y línea “y que no ha sido superada más nunca”, un animal de 1560 libras. Hay que verlo en fotos para creerlo. “Todo un mostro, bien grandazo era, ! qué Mobydik ni nada!



Pero en definitiva, don Ernesto no tuvo mucha suerte en este safari de alta mar. Pescó cuatro merlines, “bien bonitos y de buen porte”, aunque ninguno llegó a pesar más de mil libras.



-Eso contrarió mucho a don Ernesto porque lo dejó con las ganas de entrar en el equipo de Primera División, como quien dice. No había nada que hacer, tenía el santo de espadas. Así no hay quien pueda.



-¿Y el merlín de 915 libras?



-Sí.¿Qué hay con él?



-¿Qué recuerda de aquella jornada de pesca?



-Poco o casi nada, señorita-indica escuetamente.



¿Cómo que no sabía?,¿no había sido Méndez tripulante de la Miss Texas? El aludido responde afirmativamente, pero que igual desconocía el asunto y que lo sentía.



-Explíquese, por favor.



-Mire, dentraba abril y tuve que regresar al colegio. Mi papá decía que tenía que ir al colegio, si no iba a quedarme burro. En definitiva, Méndez no arroja más pistas sobre aquella jornada de pesca que la propia Mary Welsh Hemingway. Sin Pedro Mayta, el patrón de la Miss Texas, todo queda en nada, como al principio.¿Dónde diablos se habrá metido?



Cristina en ascuas.



Capítulo 14/ Moby Dick en Cabo Blanco
 Irma Del Aguila/Estruendomudoeditores.

Friday, March 05, 2010

LAS PALABRAS PERDIDAS

Cuando en 1959 Hemingway se despide de su amada España, totalmente borracho de nostalgia y melancolía, sabe que no va a regresar. Se lo afirma con lágrimas en los ojos a su amigo, el torero Ordóñez, quien en un acto de fe y confianza le asegura al norteamericano: “En el 61 tu vas a estar en Pamplona porque tienen los huevos bien puestos”. Tal es el deseo del español que contra viento y marea la compromete a Mary Welsh para que adhiera al desafío. Una tarea que parece imposible. Sin embargo, la compañera de un Hemingway acabado, gritón, molesto y agresivo, sin mucha esperanza compra los tickets para la Fiesta Pamplonense. Aquel 1ro. de julio, el viejo sin mar se olvidó de la promesa. No quería más toros ni corridas. Seis días después el San Fermín tenía misa de réquiem. Miguel Ordoñez nunca habló sobre el suicidio. Lo negó, lo sepultó. “Hemingway no se mató, no se mató”, le gritó dos meses después a un periodista que había tratado de cornear su mente. Ordoñez hacía justicia con aquella expresión de su amigo: “Un escritor debe poseer un detector innato de boludeces”. Diría mi amigo Rosendo Castillo: “No hablar al pedo”. Tampoco callar. Tampoco mirar para otro lado. Menos aún quebrar los códigos. Las boludeces son esas pequeñas cosas que joden y entorpecen. Son las miserias escondidas. “Si te caes, quédate quieto y tápate la cabeza. Los toros no te van a pisar”. Los toros no hacen boludeces. Pero el “Tío Ernesto” se quedó solo en la Plaza Consistorial y Mary buscó el bullshit entre el destrozado cráneo: “El señor Hemingway se mató accidentalmente mientras limpiaba un arma esta mañana a las 7.30. No se ha fijado el día de sus servicios fúnebres, que serán privados”



Entonces para “no hablar al pedo” me quedo con aquello de José Luis Castillo Puché: “Hemingway cargaba su muerte sobre los hombros”. Mucho antes de la triste despedida de 1959.