Friday, June 09, 2023

100 AÑOS DESPUÉS

 

 

  España se prepara para conmemorar la llegada de Ernest Hemingway a la península hace 100 años.

  El paso de Papa  por España marcó toda una época y un enorme desafío. Dese ese primer arribo al puerto deVigo, en la primavera de 1923, hasta su muerte, Hemingway fue un visitante permanente. Por distintas razones Ernest siempre buscaba un tiempo para llegar a esa tierra que la sentía propia. El novelista había prometido no regresar al territorio español mientras gobernara Franco, pero eso quedó en el olvido. Gracias a un acuerdo hispano-americano, Hemingway volvió con la promesa de no hacer comentarios sobre la Guerra Civil. En esta negociación estuvo la mano de José Luis Castillo-Puché. El pacto se cumplió y ambos felices

  

  Una frase que quedó para el recuerdo acompaña a Hemingway: “No nací en España pero no es culpa mía”. Ernest estuvo más de veinte veces en territorio ibérico. Un relato titulado La capital de mundo, nos acerca a su pasión por España. El cuento es uno de los cuarenta y nueve que conforman la antología que Hemingway preparó en 1938.

  La capital del mundo narra la desventura de Paco, uno más de los tantos Pacos que viven en Madrid, un Madrid increíble, y que trabaja de mozo en la pensión Luarca, junto con dos hermanas. Allí transitan toreros de segunda, más pendientes de su prosperidad que de otra cosa. En la taberna viven otros personajes, hay tres camareros, un anarquista pedante, un viejo gruñón y Paco. Todos los protagonistas van mostrando un mundo donde la miseria humana queda revelada. Hemingway gira alrededor del miedo, la otra pata de la historia. Miedo, miseria y muerte, una hoja de ruta del escritor.

  Aquella primera vista a España fue por consejo de Gertrude Stein: “Sin lugar a dudas tiene que conocer España”. “Se va a encontrar con un país hechizado y salvaje, con toros y bebida”. Ese fue el despertar del joven periodista y escritor que luchaba por la fama.

  Pero no todo quedó en Madrid, Hemingway recorrió el territorio como buen caminante y fue sembrando como prolijo labrador. Dejó su huella en Logroño, Pamplona, Burguete, Bilbao, San Sebastián, Mataró, Valencia, Málaga, Barcelona, por decir algunas ciudades; vivió la gastronomía a pleno, fue fiel visitante a la Plaza de Toros y se mostró con mujeres que caían desmayadas a su paso.

  Alrededor de Ernest en España, se tejieron mil historias, muchas de ellas inventadas, más de una pelea y ciertas charlatanerías baratas.



  En Pamplona desde el 6 al 28 de junio habrá un festival de actividades para celebrar la llegada de ese joven reportero norteamericano del diario Toronto Star a la ciudad que lo haría famoso. El Ayuntamiento tiene preparado conferencias, mesas redondas, teatro, proyectos cinematográficos, talleres de cocina. Entre otros participarán el escritor Koldo Larrea, Miguel Izu, José Luis Martín Nogales, Lola Cabasés, Edorta  Jiménez, Josu Jiménez Maia, Iñaki Sagarna.

  Otra fiesta será la celebración de San Fermín, la tradicional ceremonia que se inicia el 6 de julio. Ese día, todos esperan el chupinazo que se lanza al mediodía desde el balcón de la Casa Consistorial de Pamplona para señalar el inicio de los Sanfermines. “Viva San Fermín. Gora San Fermín” es el grito con el que los pamplonenses reciben las fiestas tras el chupinazo. Todo se torna rojo por los pañuelitos, símbolo del martirio de San Fermín que fue decapitado.

  Más de un investigador y analista sobre la vida de Ernest se preguntó por qué Hemingway no vivió en España y sí en Cuba. La razón es porque Cuba era más económica y el estigma de las 90 millas que separaban  Cuba de Estados Unidos era un desafío permanente. En el medio, la posibilidad de pescar a su antojo y vivir el placer de un clima cercano al paraíso.

  Dos son los temas principales en la obra del norteamerico sobre España: el amor y la muerte, ligados a la guerra. Ernest tenía predilección por el relato de la violencia y la muerte. Algunos críticos los consideran un “tough writers” -escritores duros que cultivan el tema con total crudeza-.

  En rigor, 100 años después, el escritor norteamericano, sigue siendo la figura de un estilo de vida y de una leyenda que no decae con el tiempo.