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Monday, November 18, 2024

HEMINGWAY Y EL SEXO


 


Uno de los fantasmas que rodean a Ernest Hemingway es su relación con la sexualidad. De hecho, su huía del grupo familiar siendo un adolescente, tiene línea directa con la construcción de su vida amorosa.

Las constantes peleas con su padre, quien pretendía transformarlo en un pastor de iglesia y la conducta de su madre, bastante sínica con su figura de mujer, determinaron la decisión de marcharse del hogar tratando de cambiar un mundo tormentoso.

El psiquiatra francés Philippe Lacadée expresa que “el adolescente debe inventarse su propia aventura significante hacia la soledad a partir del punto desde donde ya no se ve como el niño que era capturando en el deseo del Otro, pero desde donde puede percibir, de manera contingente, una cierta visión del él mismo y del mundo”. Este es el panorama de Ernest cuando toma la iniciativa de ser cronista y más tarde ingresar como camillero en la Cruz Roja.

Para Freud, el esfuerzo del adolescente es el de “separarse de la autoridad de sus padres” y es dice, “uno de los efectos más necesarios, aunque a la vez más dolorosos de su desarrollo”.

Tras el corte con el modelo de familia victoriana, Hemingway se enfrenta con la muerte, su propia muerte y el rechazo del amor temprano que marcará siempre su fantasía de abandono. Esto quedará demostrado en las constantes idas y vueltas con sus mujeres y el fugarse antes que su pareja pusiera final al vínculo.


La sexualidad entonces ocupa un espacio considerable en su vida. Mucho se dijo sobre su bisexualidad, algo que para la época parecía tener carga de mochila de plomo.

Cuando Ernest llega a París y se tutea con los artistas y escritores en la mítica librería Shakespeare y Company, ese perfil sexual no era clasificable. Nadie se preocupaba por demostrar su heterosexualidad, la vida tenía un tiempo sin relojes de arena.

En aquellos años la figura del joven se asocia al del vagabundo y al falto proyectos, huidizo y errante, como un ser peligroso para la burguesía que pretendía disciplinarlo.

Rousseau  decía que  había que alargar la adolescencia: “Esta edad  no dura nunca lo suficiente para el uso que se debe hacer de ella, y su importancia exige una atención sin descanso; por eso insisto en el arte de prolongarla”.




¿Fue Hemingway un eterno adolescente? En cierta medida lo fue, su inestabilidad emocional era producto de la bipolaridad que lo hacía pasar de la alegría a la tristeza en un salto abrupto. Cuando en su vida aparece Elizabeth Hadley Richardson quien lo construye como persona, todo queda determinado, ella lo apoya económicamente y lo estimula. Por entonces publica su primer libro (1923) con 3 historias y 10 poemas, que ella financia, viven en un departamento donde el polvo del  aserrín del aserradero del fondo, que entraba en todo el ambiente, hacía imposible respirar. Escribe artículos para el Toronto Star como corresponsal europeo y visita por primera vez España para asistir a los sanfermines. La vida cambia cuando nace su primer hijo -John Hadley Nicanor-, en norteamérica, allí surge el otro Ernest, un padre ausente que no se acostumbra al nuevo rol. En medio de esta crisis emerge Pauline Pfeiffer, que juega de amiga y termina quedándose con el Hemingway triunfante. Ya para entonces Ernest sabía que su futuro estaba declarado y las mujeres caerían rendidas a sus pies.

La historia volverá a repetirse con Martha Gellhorn y Mary Welsh, quienes serán las víctimas de un Hemingway dominador. En el medio de las luchas en la cama estarían Jane Mason, Ava Gardner, Leopondina Rodríguez, Valerie Hemingway (de soltera Danby-Smith), Adriana Ivancich, Fernanda Pirovano, entre otras.




La pasión, el sexo, el éxito y la gloria dejaron a Hemingway en la cima de una carrera que seguirá vigente a lo largo del siglo XX, recordando cuando París era una fiesta.



Friday, October 25, 2024

LAS CORRIDAS DE JULIO EN PAMPLONA

 Decir Pamplona es hablar de Hemingway. Acaso Ernest inventó las corridas y los españoles no lo sabían. Tal vez él no se dio cuenta que la fiesta comenzaba cuando llegaba a la ciudad de los Sanfermines y nadie pensaba que eso era una locura.

Mariano Barragán, otra vez nos trae una crónica que la podemos leer en castellano, gracias a su voluntad. Los dejo con el relato.

José María Gatti

LAS CORRIDAS DE JULIO EN PAMPLONA



Del Toronto Star Weekly, 27 de octubre de 1923

En Pamplona, ciudad asoleada de blancos muros, situada en las estribaciones de los Pirineos, se celebran todos los años durante la primera quincena de julio, las corridas de toros más importantes.

Allí concurren los aficionados a los toros de toda España. Los hoteles duplican sus precios y es difícil encontrar alojamiento. Los cafés tienen llenas de gente las mesas, puestas bajo los amplios portales que rodean la plaza de la Constitución, y en cada una de ellas se ven el típico sombrero cordobés, la oscura boina navarra y vasca y el sombrero de paja madrileño.




Jóvenes morenas de ojos negros, verdaderamente atractivas, lucen con gracia mantones y mantillas de encaje negro sobre sus hombros y se pasean con su acompañante por el angosto y siempre concurrido pasillo que forman las mesas que están bajo los portales y en la iluminada plaza. La gente baila durante las veinticuatro horas del día en las calles. Grupos de campesinos con camisa azul bailan detrás del tamboril, chistu, que es una especie de flauta, y toda suerte de instrumentos de viento que interpretan el riau riau, antiguo baile vasco. Y por la noche la gente baila al compás de la música de bandas militares en el amplio cuadrado que forma la plaza.

Llegamos de noche a Pamplona. Sus calles eran un hormiguero de parejas bailando. La música estallaba en todas partes. Fuegos artificiales se disparaban desde la plaza. Ningún carnaval de todos lo que he visto puede compararse con estas fiestas. Un cohete estalló sobre la plaza; su explosión produjo un gran resplandor, y su cola cayó silbando y dando vueltas. Las parejas de baile castañeteaban con sus dedos, hacían perfectas mudanzas con los pies y movían el cuerpo y los brazos al compás de la música. Algunas chocaban contra nosotros mientras esperábamos alcanzar nuestras maletas que estaban en la cubierta del autobús que nos llevó de la estación al hotel. Por fin no los entregaron y entramos en dicho establecimiento.




Con dos semanas de antelación habíamos pedido por telégrafo y por carta que nos reservasen dos habitaciones. Pero nos encontramos con que no las habían reservado. Nos ofrecieron un angosto cuarto con una cama que daba al patio de la cocina; teníamos que pagar siete dólares diarios por persona. Hubo la correspondiente discusión con la dueña, que, de pie ante el escritorio, apoyando las manos en sus caderas y sereno su aplanado rostro moreno, nos dijo en un lenguaje con más palabras vascas que francesas, que tenía que ganar dinero para todo el resto del año en aquellos diez días; que no le faltaba huéspedes y que pagarían lo que ella les pidiese. Nos ofreció una habitación mejor por diez dólares diarios por persona. Respondimos que era preferible dormir en una pocilga. Dijo que lo dudaba. Insistimos en que ello era preferible a hospedarse en su hotel.  Los ánimos se calmaron, La dueña estuvo meditando un rato, y nosotros nos mantuvimos firmes. Hadley estaba sentada sobre el equipaje.

-Bueno, les buscaré habitación en una casa particular, y pueden comer aquí si lo desean.

-¿Qué nos costará?

-Cinco dólares.

Selección y traducción Mariano Barragán.



Tuesday, September 17, 2024

DÍAS DE RADIO

 



Mi amigo Carlos me llama a las cuatro de la mañana. Nunca descansa como una persona normal. Tiene un reloj diferente y cree que todos funcionan como él. "Tengo una joyita para vos, se la compré a una vieja yanqui que vive en mi edificio. Está por volverse a Estados Unidos y liquida todo", me dice.

Nos encontramos en el Florida Garden, sobre la mesa hay una bolsa negra de consorcio. Pide dos cafés antes de empezar con el parlamento. "No tenés que pagarme nada, es un regalo por todo este tiempo que nos conocemos. Un amigo es un amigo", expresa con euforia. 




Abre la bolsa, me mira y dice: "Es igual a la que  usaba Hemingway en Cuba, tiene fecha de 1951, todo original, funciona perfecta, es una Zenith Transoceanic" .



 Le digo que Papa escuchaba todos los días, a las 6 de la tarde, el noticiero de Estados Unidos y el informe meteorológico, junto a Gregorio Fuentes y Juan Pastor. Le hablo de un cuento muy lindo de Hemingway: El jugador, la monja y la radio. La historia se desarrolla en un hospital que funciona en un convento. La trama se focaliza en un jugador mexicano llamado Cayetano, que recibió un disparo en un pequeño pueblo de Montana, una monja que aspira a ser santa y un escritor llamado Frazer que está enfermo y escucha la radio permanentemente.

La historia fue llevada a la televisión en 1960. La versión fue protagonizada por Eleanor Parker, Richard Conte y Charles Bickford.




Carlos me pregunta: ¿Te sorprendí con esto, no?. Totalmente, es un gran regalo, respondo.

Salimos del Florida Garden. La calle Florida está a pleno. Nos despedimos. Anochece en Buenos Aires.


Sunday, August 25, 2024

A LOS GOLPES ENTRE LIBROS

 


A los diez años, Ernest regresó a su casa con una herida en la mejilla. Su padre le preguntó qué le había pasado y el niño contestó: "una pelea, mañana lo mato". Dos días después, apareció con el ojo morado. Su padre volvió a preguntarle y Ernest respondió. "Le partí la cara a golpes, este no se olvida más de mi".

A los 16 años "el matador" Hemingway, transformó la sala de música de su madre en un gimnasio de boxeo. Ernest ya había perfeccionado sus habilidades como boxeador y todo parecía que podría ser un digno representante del deporte.

Aunque Hemingway es reconocido como uno de los grandes escritores del siglo XX, su pasión por el boxeo era legendaria.

Siendo un niño, Hemingway posó para una fotografía con John L. Sullivan. A Ernest le gustaba describirse como "luchador semiprofesional". En París, en 1929, se enfrentó al escritor canadiense Morley Callaghan y su amigo Francis Scott Fitzgerald fue el árbitro. En el segundo asalto, Fitzgerald extendió el tiempo de la vuelta a un minuto más y permitió que Callaghan lo golpeará en exceso. Esto trajo aparejado que Ernest no le hablara por largo tiempo a Fitzgerald.

Por entonces el pícaro pugilista tenía su cronometrista particular, el viejo amigo Bill Smith, quien además seleccionaba los sparring de mitad de su tamaño y aleccionaba para interrumpir o dejar correr los asaltos en función del desempeño de su pupilo.

Ernest se subía al ring y tiraba puños a lo loco. Su mejor defensor era James Joyce, que como era peleador y medio ciego, en las peleas en que se metía Ernest, solía gritarle: "Dale Hemingway, voltéalo ahora" y Ernest arremetía.




En 1935, durante su visita a Bimini,  el novelista ofreció 250 dólares a quien pudiera noquearlo en tres asaltos. Cuatro voluntarios aceptaron el desafío y fueron eliminados. 

En Key West, invitaba a menudo a los boxeadores a entrenar en el cuadrilátero de su patio trasero e incluso se convirtió en árbitro. 

Hemingway estaba obsesionado con el boxeo y una vez entrenó con el campeón peso pesado Gene Tunney.

 "Mi escritura no es nada, mi boxeo es todo", insistía Ernest. 

Hemingway contrató al entrenador George Brown quien lo alentó en su delirio. En la mansión de Florida, tenía dos sacos de boxeo, uno pesado y guantes de distinto peso: 8, 10 y 16 onzas.

El campeón de peso pesado Jack Dempsey fue invitado por Hemingway a entrenarse, pero el pesado declinó la invitación.

El escritor Stephen Gertz dijo: "La realidad era que cualquiera que tuviera la más mínima idea de lo que estaba haciendo en el ring podía vencer a Hemingway, que era famoso por intentar tontamente peleas con boxeadores profesionales".





Uno de los buenos cuentos de Hemingway es El luchador una muestra perfecta del golpeador. El otro es 50 de a mil, mágico y brillante.

En Cuba, Hemingway fue amigo de Ángel Herrera ( Kid Tornado) y de Eligio Sardiñas Montalvo (Kid Chocolate).

La vida a los golpes siempre a sido un desafío para Hemingway, sus relatos de contingencias boxísticas tienen protagonistas solitarios, a veces maldecidos y, en general, abandonados por la suerte y perdidos en la soledad. Una forma de vida que Ernest conocía desde pequeño.



Thursday, August 08, 2024

EL OPTIMISTA Y MORALISTA CONRAD

 

Hace pocos días se cumplieron 100 años de la muerte de Joseph Conrad. Admirado por Jorge Luis Borges, de quien dijo: "Es acaso el único novelista que hereda las virtudes de la epopeya, madre de la novela"; este autor polaco que adoptó el inglés como lengua literaria, aprendió el idioma navegando con marinos, consultando libros náuticos y leyendo en bibliotecas.

La crónica de Hemingway, escrita a pocos meses de la muerte del escritor, nos acerca a un autor que, entre otros, inspiró a Francis Coppola para su película "Apocalypse Now".

José María Gatti





EL OPTIMISTA Y MORALISTA CONRAD

(Del Transatlantic Review, octubre de 1924)

¿Qué se puede escribir sobre él si ya está muerto?

Los críticos se meterán en la madriguera de sus enciclopedias y saldrán de ella con artículos sobre la muerte de Conrad. Ya están haciéndolo como unos perros de la pradera.

A los que escriben artículos de fondo tampoco habrá de serles difícil. Tienen experiencia: la "muerte de John L. Sullivan", "de Roosevelt", "del comandante Whittlesey", "del hijo del presidente Coolidge" o "de un honorable ciudadano, pionero o gran novelista". Siempre lo mismo.






Los admiradores de Joseph Conrad, cuya repentina muerte ha conmovido a todos, lo tienen comúnmente por destacado artista, cuentista y estilista. Pero Conrad fue también un profundo pensador y ecuánime filósofo. En sus novelas y ensayos.

Esto se dirá, más o menos, en todo el país.

¿Y qué se puede decir del él si ya está muerto?

Ahora está de moda entre mis amigos hablar mal de Conrad. Cuando se vive en un mundo de política literaria en que toda opinión inoportuna resulta fatal, uno procura escribir con cuidado. Pues no olvido haber experimentado la facilidad con que uno puede ser tachado de la lista de invitados, ni el breve período de ostracismo que sufrí, cuando al hablar de George Antheil, dije sin tapujos que no me gustaba los Stravinsky adulterados. Desde entonces me ando cuidando todo el tiempo.

La mayoría de las personas que conozco sostienen en que Conrad es un mal escritor y reconocen el mérito literario de T.S. Eliot. Si yo supiera que triturando al señor Eliot hasta reducirlo a polvo fino y seco, y espolvoreando con él la sepultura de Conrad, éste se levantaría de pronto, molesto por el forzado regreso, y empezaría a escribir, mañana mismo saldría para Londres con una máquina de moler carne.

No cabe alegrarse de la muerte de un gran hombre, pero no se puede comparar a T.S. Eliot con Joseph Conrad en un dictamen serio, como tampoco se puede ver, pongo mi caso, a André Germain y a Manuel García (Maera) pasear juntos por la calle sin reírnos de ello.

Lord Jim fue el segundo libro de Conrad que leí, no pude terminar de leerlo. Por tanto, eso es todo lo que me queda de él, pues me es imposible releer sus libros. Eso puede ser la causa de que mis amigos digan que él es un mal escritor. Pero, de todo lo que he leído, a nada le he sacado tanto provecho como a los libros de Conrad.

Aún sabiendo que no puedo volver a ellos, elegí cuatro con el propósito de no leerlos hasta que tuviera necesidad de una lectura así, es decir, hasta que los sinsabores que causa el escribir, los escritores y todo lo escrito y por escribir lo requiriesen. En los dos meses que estuve en Toronto  leí esos cuatro libros. Se los pedí prestados a una joven que tenía toda su obra encuadernada en papel azul en su biblioteca y no la había leído. Bueno, a decir verdad, leyó The Arrow of Gold y Victory.

En Sudbury (Ontario) compré tres números atrasados de la Pictorial Review y en ellos leí The Rover, sentado en la cama de mi habitación del hotel Nickle Range. Al amanecer ya había apurado su lectura al igual que un borracho apura el contenido de la botella, a pesar de haber creído que tenía lectura para todo el viaje; después de ello me sentí como un joven que ha despilfarrado su caudal. 

Entonces creí que si continuaba escribiendo cuentos, pues tenía mucho tiempo para ello.

Pero cuando leí las críticas, resultaba que The Rover no era un buen cuento.



Ahora que él ha muerto, quisiera que Dios se hubiera llevado algún experimentado y gran maestro de las letras y hubiera dejado a Conrad aquí con nosotros para que siguiera escribiendo sus cuentos malos.

Ernest Miller Hemingway

Traducción Mariano Barragán.

Monday, July 22, 2024

UNA NAVIDAD EN PARÍS



La crónica autoreferencial donde Hemingway nos presenta una  París "bella y solitaria en Navidad". El relato donde dos jóvenes pasan la festividad fuera de su territorio y la melancolía los invade. Todo parece una fotografía de Ernest y Hadley, en una ciudad cargada de nieve y recuerdos.
José María Gatti

UNA NAVIDAD EN PARÍS

(Del Toronto Star Weekly, 24 de diciembre de 1923)



En París nieva: la lumbre despierta su fulgor rojizo en los grandes braseros puestos en la parte exterior de la puerta de los cafés; en las mesas hay hombres sentados que llevan levantado el cuello de sus abrigos y sostienen un vaso de bebida en la mano, mientras los vendedores de periódicos vocean las ediciones vespertinas.

Los verdes autobuses pasan haciendo ruido como si fueran tanques de guerra avanzando entre la nieve, que cae en finos copos al anochecer. Las altas fachadas de los edificios parecen engalanadas de blanco. La nevada ofrece una visión más atractiva en la ciudad que en otro sitio. Maravilla estar en un puente sobre el Sena y contemplar, a través de la blanca y suave cortina, el grisáceo edificio del Louvre y más allá del río, enlazado por numerosos puentes y jalonado por los grises edificios del viejo París, Notre Dame, agazapada bajo el crepúsculo.

París es una ciudad bella y solitaria en Navidad.

El joven y su acompañante van desde el penumbroso Quai a la Rue Bonaparte para dirigirse a la iluminada Rue Jacob, donde, en el segundo piso de un edificio, se halla un pequeño restorán, el “verdadero restorán de la Tercera República”, con dos salitas, cuatro mesas pequeñas y un gato, donde se sirve un típico plato navideño.

-         Echo de menos el arándano - responde él.

Y se ponen a comer. El pavo ha sido trinchado según una peculiar fórmula geométrica cuyo resultado es un buen trozo de hueso, mucha ternilla y muy poca carne.

     - ¿Recuerdas el pavo que se come en casa? - pregunta ella.

     - Es mejor no hablar de ello  - contesta el joven.

Y les meten mano a las papas, fritas con mucho aceite.

     - ¿Qué estarán haciendo en casa? - dice la muchacha.

    - Anda a saber - contesta el acompañante- ¿Crees que algún día podemos regresar a ella.

     - No sé. ¿Y tú crees que alguna vez tengamos éxito como artistas?

 Entra el dueño con el postre y una botella de vino tinto pequeña y dice en francés.

-         Se me ha olvidado servirles el vino.

La joven empieza a llorar.

-         No sabía que París fuese así. Se me figuraba alegre, bonito y lleno de luz.

El joven la rodeó con el brazo, lo cual está permitido en los restoranes parisienses, y respondió:

-         No tiene importancia, cariño. Llevamos tres días aquí.  París es distinto. Un poco de paciencia.




Comieron el postre; ninguno de los dos se quejó de que estaba un poco quemado. Pagaron la cuenta, bajaron y salieron del establecimiento. Continuaba nevando y la pareja se encaminó por las calles del viejo París que habían conocido el merodeo de los lobos y las cacerías humanas, y sus altos edificios lo habían presenciado y se ofrecían ahora severos e inmóviles en este día señalado.

Los dos jóvenes padecían de nostalgia: era la primera navidad que pasaban fuera de sus hogares. Se desconoce lo que significa esta festividad mientras no se pasa fuera del lugar de residencia.

Ernest Miller Hemingway.

Selección y traducción Mariano Barragán

Friday, July 05, 2024

UNA FIESTA NAVIDEÑA EN EL NORTE DE ITALIA

 

Una nota de color que Hemingway sintetiza con claridad periodística, marcando los detalles de una costumbre canadiense en Milán.

Lejos de brigadas, bombas y fusiles, Ernest transita su crónica con la mirada del viajero que se sorprende por la ingenuidad de los hechos.

Un relato distendido y alegre, en medio de la festividad navideña.

José María Gatti

 


 

UNA FIESTA NAVIDEÑA EN EL NORTE DE ITALIA

Del Toronto Star Weekly, 22 de diciembre de 1923

  

  La extensa, moderna, antigua y parduzca ciudad norteña de Milán, estaba como encogida por el frío de diciembre.

  En las puertas de las carnicerías había colgados faisanes, conejos, ciervos y zorras.

  Helados de frío, los grupos de soldados vagaban por las calles para disfrutar del permiso navideño. En el interior de los cafés la concurrencia tomaba ponches de ron calientes.

  Oficiales de todas las regiones y graduaciones -y diferente grado de embriaguez- acudían al café Cova, que está frente del teatro La Scala, añorando poder pasar la Navidad con sus familias.

  Un joven teniente de Arditi me contó cómo celebran la Navidad en los Abruzos; un lugar donde “se cazan osos, y los hombres son hombres y las mujeres,  mujeres”.

  Chink se asombra con la noticia  de que en Vía Manzoni hay una tienda donde distinguidas jóvenes milanesas venden muérdago, con el objeto de recaudar fondos para la beneficencia.




  Después de formar una patrulla de exploración, lo más rápidamente posible, excluyendo a los italianos, los borrachos y todos los oficiales con una graduación superior a la de mayor, salimos del café Cova y nos dirigimos a la tienda en cuestión. A través de la vidriera se puede ver nítidamente a las distinguidas jóvenes milanesas; en la parte superior de la puerta hay colgado un enorme ramo de muérdago. Entramos y empezamos a comprar desaforadamente. Salimos con un gran cargamento de muérdago que repartimos entre mendigos, guardias, politicastros, cocheros y criadas que pasan por la calle.

  Vamos nuevamente por el muérdago a la tienda. Es el gran día de la beneficencia. Salimos con otro cargamento y ofrecemos ramitos a los periodistas, camareros, barrenderos y conductores de tranvías con quienes nos cruzamos por la calle.




  Volvemos al negocio; esta vez nuestra presencia despierta la curiosidad de las distinguidas jóvenes milanesas, pedimos insistentemente que nos vendan los voluminosos ramos que están colgados en la puerta; pagamos bastante dinero por él y decidimos ofrecerlo a un caballero, de aspecto rudo, que se pasea con chistera y bastón por la Vía Manzoni.

  El caballero lo rehúsa: insistimos en que lo acepte. No quiere aceptarlo, porque supone demasiado honor para él; le explicamos que es una costumbre canadiense  ofrecer muérdago en una fiesta tan especial, y que nos honrará si lo acepta. Vacila.

  Llamamos un coche para el caballero; todo esto es observado a través de la vidriera de la tienda por las muchachas;  lo ayudamos a acomodarse en el asiento del vehículo, y ponemos el voluminoso ramo a su lado. El carruaje parte, y el viajero se despide con palabras de agradecimiento y confusión en el rostro.




  Mucha gente ha contemplado la escena. Esta vez, las distinguidas jóvenes milanesas, en el interior de la tienda, están intrigadas.

  Entramos en ella y en voz baja le explicamos que en Canadá es costumbre ofrecer ramos de muérdago. Tras esto, nos hacen pasar a la trastienda y nos presentan a las  chaperonas, dos estimables damas: la condesa de “Tal”, alta y campechana y la princesa de “Más Cual”, muy delgada, angulosa y aristocrática. Nos retiramos. Nos comunican en voz baja que las dos damas saldrán a tomar  té dentro de media hora.

  Salimos con otro cargamento de muérdago y se lo ofrecimos ceremoniosamente al jefe de los camareros del restorán Gran d’Italia; le emociona esta costumbre canadiense y responde agradecido por el ofrecimiento.

  Volvimos al establecimiento y reafirmamos esta sagrada costumbre canadiense. Las dos chaperonas regresan de tomar el té; nos lo advierten con un silbido desde la calle.

  De esta manera, el verdadero uso del muérdago fue introducido en el norte de Italia.

Ernest Miller Hemingway

Selección y traducción Mariano Barragán




 Edición en idioma polaco de El muertito de Hemingway. La publicación en español agotó tres ediciones.

Thursday, June 27, 2024

EL MARSELLA DE HEMINGWAY

 



El mensaje de mi amigo es para reflexionar. Tampoco resulta tan terrible, pero llama la atención que sea en una ciudad donde el turismo es importante. Sucede que las protestan  castigan a los visitantes y los carteles anuncian que los barceloneses no quieren turistas que alquilen departamentos.



 

Con expresiones tales como “Fora Pijos” y “Tourist go home”, una apreciada multitud  se expresa en la calle. Mi amigo está ahora en el bar favorito de Hemingway, donde también pasaron Dalí y Picasso. Es un lugar emblemático, un refugio bohemio con dos siglos de historia. El bar Marsella, es un icónico establecimiento ubicado en el corazón del barrio de Raval, fundado en 1820, reconocido como el bar más antiguo de la ciudad y que pasó por todas las crisis económicas, la más crítica en 2023, cuando cargó con la amenaza del cierre y la comunidad y el ayuntamiento de Barcelona decidieron unirse para preservarlo y asegurarse que siga siendo un punto de encuentro para las nuevas generaciones de artistas y amantes de la cultura.




Hablar del Marsella es remitirse a una época maldita, donde los artistas buscaban a las prostitutas para enamorarlas con sus poemas. Allí Hemingway se castigaba con la absenta y terminaba desecho.

Ahora las cosas son distintas y esto que los turistas sean echados no es nada bueno.

Hemingway estaría a los insultos y golpearía, de ser necesario, a más de barcelonés idiota.

Monday, June 24, 2024

EL BAÚL DE HEMINGWAY

 


Con el tiempo todo parece tener otro aspecto y otro valor (sentimental). Cuando hablamos del pasado y rescatamos los objetos que nos acompañaron, los recuerdos vuelven a nuestra mente. La memoria sacude al corazón y la emoción estalla. ¿El valor económico es un valor? Para muchas cosas sí, para otras, la palabra sentimiento es más fuerte.

La noticia habla de baúles, pero no de cualquier baúl. La mayor colección privada de baúles Louis Vuitton jamás subastada, sale a la venta en una operación que alcanzará entre 1,4 y 2,1 millones de euros. 




El baúl  biblioteca de Hemingway, realizado en lona con monograma y herrajes metálicos de latón, estimado en 15 mil euros, será una de esas piezas históricas puesta a consideración de un público selecto.

El ejemplar  fue diseñado por primera vez en 1927 por Gastón-Louis Vuitton para Ernest, como una biblioteca de viajes y se despliega en dos partes. El baúl tiene cajones y espacio para una máquina de escribir.

Los especialistas calculan que esta joya puede ser adquirida por alguna fundación o coleccionista atrevido.


La subasta está en marcha desde el 19 de junio hasta el 3 de julio.

Desde su orígenes, la Maison Louis Vuitton ha servido a exploradores y aventureros, a príncipes, dandis, elegantes mujeres aristocráticas y artistas de distinta condición.

Hemingway lo utilizó en sus viajes por Francia e Italia y desestimó su uso a partir de 1934. 

 Ahora forma parte de la leyenda y de un tiempo donde París era una fiesta.

Thursday, June 13, 2024

UNA TERRIBLE Y SILENCIOSA PROCESIÓN



La crónica lacerante sobre el éxodo de un pueblo golpeado. Tracio en el sentido étnico, se refiere a varios pueblos antiguos que hablaban el idioma de la rama de familia de lenguas indoeuropeas. La civilización tracia evolucionó rápidamente debido a la expansión colonial griega y al avance persa en el sureste europeo. La mayoría de los tracios o bien fueron helenizados o romanizados.

La diáspora traciana queda revelada en este breve informe que Hemingway desarrolla con puntualidad periodística, marcando los detalles lineales que son parte del desasosiego de un pueblo vencido.

José María Gatti


UNA TERRIBLE Y SILENCIOSA PROCESIÓN

Del Toronto Daily Star, 20 de octubre de 1922

 Adrianópolis

 La población cristiana de Tracia oriental se agolpa en las carreteras formando una interminable y vacilante procesión que se dirige a Macedonia. La columna cruza el Maritza por Adrianópolis y tiene unas veinte millas para llegar. Veinte millas de carros tirados por vacas, bueyes y búfalos llenos de barro, gente arropada con mantas mojadas que caminan bajo la lluvia con paso vacilante al lado de sus bienes terrenales.



Esta columna principal se forma de todos aquellos que dejan el terruño. Sin saber adónde ir abandonan sus aldeas, granjas y cosechas y se unen a la caravana de refugiados en cuanto oyen que vienen los turcos. Ahora no les queda otro recurso que mantener su sitio en la terrible marcha, mientras los soldados de caballería griegos, salpicados de barro, cabalgan al lado de ellos como vaqueros que conducen ganado.

Es una procesión silenciosa, ninguno se queja. Su ropa rústica y de vivos coloridos está empapada y sucia. Aletean gallinas atadas a las patas de los carros; terneros flacos que frotan sus hocicos con la ubre de las vacas de tiro. Un anciano camina encorvado bajo el peso de un gorrino, una escopeta y una guadaña con un pollo al mango de ella. Un esposo arropa con una manta a su mujer para protegerla de la lluvia; la mujer está con dolores de parto en uno de los carros; es la única persona que emite sonidos, y su hija, de corta edad, la contempla con horror y empieza a gritar. La procesión prosigue su camino.



En Adrianópolis, por donde pasa el torrente de refugiados, no hay nada organizado para brindarles auxilio. Se está llevando a cabo una magnífica labor en Rodasto, pero eso no es suficiente. Solo de la Tracia Oriental hay que evacuar unos doscientos cincuenta mil cristianos y las fronteras búlgaras están cerradas para ellos, Macedonia y la Tracia occidental son las únicas regiones que pueden recibir el fruto del retorno de los turcos a Europa. Actualmente hay cerca de medio millón de refugiados en Macedonia. Y nadie sabe cómo darles de comer; por eso, el mes próximo el mundo cristiana oirá el grito de :"¡Vengan a Macedonia y ayúdenos!"

Ernest Miller Hemingway


Selección y traducción Mariano Barragán


Próxima entrega: 5 de julio

Bohemios norteamericanos en París

Del Toronto Star Weekly, 25 de marzo de 1922

ANTICIPO

París

Las heces de Greenwich Village (Barrio bohemio de Nueva York) han sigo recogidas con un gran cucharón para  depositarlas en la sección parisiense del Café Rotonde. Las heces más recientes han venido a ocupar el sitio de las más añejas, pero las más rancias y espesas han llegado de un modo u otro a través del Atlántico y con sus tertulias vespertinas y nocturnas, han convertido la Rotonde en el centro de exhibición más importante del Barrio Latino para turistas ansiosos de encontrar ambiente y color local.




Saturday, June 01, 2024

LA INFLACIÓN ALEMANA



El período de hiperinflación en Alemania, sucedió entre 1921 y 1923 en la República de Weimar, nombre histórico con el que se identifica a Alemania durante el período de entreguerras.

Hemingway estaba por esos lares recogiendo información para el Star. En ese momento se presentaron situaciones tales como el desmedido aumento de precios, tasas de interés por la nubes, modificación del tipo de cambio y abandono de la moneda como unidad de intercambio.

La inflación acrecentó las dudas sobre la eficacia de las instituciones liberales, especialmente entre la clase media que había perdido todos sus bienes. La falta de confianza, el resentimiento entre banqueros y especuladores financieros fueron parte del desastre económico.

La traducción de Mariano Barragán  de esta nota nos lleva al terreno donde la crisis social, a través de la mirada de Hemingway, refleja un momento único lleno de idas y vueltas.

 La crónica que sigue, sin margen de error, patentiza esa realidad y nos acerca a lo frágil del ser humano.  

José María Gatti


LA INFLACIÓN ALEMANA



Del Toronto Daily Star, 19 de septiembre de 1922

Kehl, Alemania

El muchacho de la agencia de viajes de Estrasburgo, a donde nos dirigimos para informarnos de cómo se podía cruzar la frontera, sentenció: 

-"¡Es muy fácil trasladarse a la frontera!. No tienen más que cruzar el puente."

- No hace falta obtener el visado - le pregunté

- En absoluto. Para salir de Francia es suficiente la estampilla de la aduana - contestó el agente; sacó su pasaporte del bolsillo y nos mostró el reverso del mismo lleno de estampillas -. ¿Comprenden? Ahora vivo aquí porque resulta más económico y ésa es la manera de ganar dinero.

¡Comprendido!

Del centro de Estrasburgo al Rin hay una línea de tranvía de tres millas; al llegar al final del trayecto, los viajeros se apiñan y van en manada a una especie de corral hecho de estacas puntiagudas que conduce al puente. Un soldado francés con la bayoneta calada va de un lado a otro de la otra carretera y por debajo de su casco de  acero azul observa a los jóvenes que esperan en la caseta donde se revisan los pasaportes. El feo edifico de la aduana está a la izquierda del puente y a la derecha hay un galpón de madera con un mostrador, detrás del cual un oficial francés pone la estampilla a los pasaportes.

El Rin es turbio, de color amarillento y fluye rápido entre sus bajas y verdes orillas y forma remolinos al ser cortado por los pilares de hormigón que sostiene el largo puente de hierro, al otro extremo del cual se ve la pequeña ciudad de Kehl, semejante al triste suburbio de Dundas de Toronto.

Si uno es de nacionalidad francesa, el susodicho oficial le pone simplemente la estampilla sortie Pont de Kehl en su pasaporte y puede cruzar el puente hacia Alemania; si se es ciudadano de un país aliado, lo mira a uno suspicazmente y le pregunta de dónde viene , a  que va Kehl, cuánto tiempo estará allí y finalmente le pone sortie en el documento; si se trata de un vecino de Kehl que viene a trabajar en Estrasburgo y regresa a su casa -pues los intereses de Kehl están ligados a Estrasburgo, al igual que todos los suburbios lo están a las ciudades a que pertenecen, cualquiera que fuera su negocio, éste irremediablemente lo involucra a Estrasburgo- tiene que esperar entre  quince o veinte minutos en el puesto fronterizo mientras buscan su ficha y averiguan si ha hablado mal del Gobierno francés, verifican sus antecedentes, les hacen preguntas y finalmente le pone la estampilla sortie.  Cualquiera puede pasar el puente, pero los franceses se portan muy mal con los alemanes en este sentido.





Una vez cruzado, uno está en Alemania. El otro extremo del puente está guardado por dos soldados alemanes de aspecto sumiso. Dos soldados franceses con la bayoneta calada patrullan por él y los dos alemanes no llevan armas, están apoyados contra la pared y los contemplan ir y venir; los franceses llevan equipos de campaña y los alemanes visten sus viejas guerreras holgadas y gorro de cimera puntiaguda de tiempo de paz.

Pregunté a un francés que funciones tenía la guardia alemana, a lo que contestó:

- Simplemente están allí.

En los bancos de Estrasburgo no había marcos; la subida del cambio había agotado su existencia unos días antes, por lo que cambiamos francos en la estación de Kehl. Me dieron 670 marcos por 10 francos; esta cantidad de dinero francés equivale a unos noventa centavos canadienses. ¡Con ellos Hadley y yo pudimos gastar cuanto quisimos y al final del día nos sobraron ciento veinte marcos!

Hicimos la primera compra en un puesto de frutas, junto a la calle principal de Kehl, donde una anciana vendía manzanas, duraznos y ciruelas. Elegimos cinco hermosas manzanas, le di a la vendedora un billete de 50 marcos y me devolvió 38. Un señor anciano, pulcramente vestido y de barba blanca, nos vio comprarlas, saludó quitándose el sombrero y preguntó tímidamente en alemán:

-Disculpe: ¿Cuánto pagó las manzanas?

Después de contar el vuelto que me había dado la mujer, le dije que 12 marcos. Se sonrió, se puso el sombrero y dijo:

-No puedo permitirme un gasto así.

Y prosiguió su paseo al igual que todo anciano señor lo hace en los demás países, la diferencia consistía en el modo en que había fijado su mirada a la fruta. Sentí no haberle ofrecido alguna.

En la actualidad 12 marcos ni siquiera valen 2 centavos. Este anciano probablemente había invertido sus ahorros de toda su vida en títulos de la deuda púbica antes de la guerra y durante ella y, al contrario de los especuladores, no podía permitirse un gasto de 12  marcos. Por lo tanto, es una de esas personas cuyos ingresos no se incrementan con las devaluación del marco y la corona.

Como 1 dólar equivale a 800 marcos, es decir, 8 marcos por centavo, valoramos la mercadería expuesta en las vidrieras de las tiendas de Kehl, los porotos estaban a 18 marcos la libra , 1 libra de café Kayser (todavía hay marcas como ésta en Alemania) cuesta 34 marcos y una de café Gersten, que no es café en realidad sino grano tostado,14 marcos. Un paquete de papel cazamoscas o una guadaña valen valen 150 marcos (no llega a 19 centavos) y una jarra de cerveza 10 marcos, o poco más que 1 centavo.

En el mejor hotel de Kehl se sirven cinco platos por 120 marcos, que equivale a 15 centavos de dólar. Por una comida de inferior calidad le cobran a uno más de 1 dólar en un restorán de Estrasburgo.

Por ello, las disposiciones aduaneras son muy rigurosas para los que regresan de Alemania; los franceses no pueden comprar toda la mercadería que quisieran en Kehl, aunque pueden ir a comer. Cada tarde se puede ver un tropel de franceses que asaltan las pastelerías y salones de té alemanes. Realmente los alemanes tienen unas confituras excelentes; debido a la devaluación del marco, los estrasburgueses pueden comprarse pasteles por menos  sou en Kehl.  Este milagro en el cambio de moneda causa un espectáculo denigrante; los jóvenes franceses se agolpan en la confiterías alemanas y se llenan de tortas rellenas de crema a 5 marcos la porción, por lo que estos negocios agotan su existencia en poco más de media hora.

Entramos en una pastelería atendida por un hombre de delantal y lentes azulados; tenía aspecto de ser el dueño y le ayudaba su típico boche con el pelo muy corto. El negocio estaba lleno de franceses de todas las edades y condiciones que se atragantaban con las tortas; observé a una joven de suave y bello rostro, con vestido de color rosa, medias de seda y aros de perla que lamía un helado de frutilla y vainilla, sin importarle mucho nada a su alrededor, mientras se entretenía en acercarse a la vidriera para ver pasar a los soldados que había en la ciudad.

El dueño de la pastelería y su dependiente denotaban aspereza y no parecían estar satisfechos de haber vendido toda su mercadería: la devaluación del marco era más acelerada que el incremento de la producción de pasteles.




Entretanto, cerca de allí circulaba un pequeño tren que transportaba obreros de las cantinas a los suburbios de la ciudad; pasaban veloces los automóviles de los especuladores levantando una polvareda que se depositaba en la copa de los árboles y fachada de los edificios, y en el interior de la pastelería la juventud francesa terminaba los últimos pasteles, y las madres francesas limpiaban los labios de sus hijos llenos de crema. Esto ofrecía un nuevo aspecto de la devaluación del marco.

Al anochecer, los  visitantes regresaban a los barrios de Estrasburgo por el puente y los primeros piratas de la devaluación lo cruzaban para hacer su habitual incursión en Kehl, esto es, cenar bien por poco dinero. Las dos corrientes se cruzaban en el puente y los dos desconsolados soldados alemanes los contemplaban. Como dijo el dependiente de la agencia de viajes de Estrasburgo: "Es la manera de ganar dinero".

Ernest Miller Hemingway

Selección y traducción Mariano Barragán

Próxima entrega: 15 de junio

Una terrible y silenciosa procesión

Del Toronto Daily Star, 20 de octubre de 1922

ADELANTO

Adrianópolis. La población cristiana de Tracia oriental se agolpa en las carreteras formando una interminable y vacilante procesión que se dirige a Macedonia. La columna cruza el Maritza por Adrianópolis y tiene unas veinte millas para llegar. Veinte millas de carros tirados por vacas, bueyes y búfalos llenos de barro, gente arropada con mantas mojadas que caminan bajo la lluvia con paso vacilante al lado de sus bienes terrenales.




Monday, May 20, 2024

PISTOLEROS POR CUATROCIENTOS DÓLARES

 


Con una herencia y estilo periodístico ineludible, Ernest Hemingway siguió los pasos de autores de primera línea como Mark Twain, Stephen Crane, Jack London y Ring Ladner.

El género periodístico era lo que más se ajustaba a la personalidad de un joven que, a los 18 años, iniciaba un camino prometedor. El despegue tuvo lugar en el Kansas City Star, de la mano de Pete Wellington.

El Star le brindó la oportunidad de lucirse siguiendo las reglas fijas de un  estilo bien marcado por la realidad. Hemingway, rememoró años después que, “iba de la estación de policía número 4, en la calle 15, a la estación de ferrocarriles Unión, y de ahí al Hospital General. En la calle 15 uno cubría los crímenes, crímenes insignificantes casi siempre, pero nunca se sabía cuándo se podía presentar algo importante. En la estación Unión estaban todos los que entraban y salían de la ciudad…algunas personalidades que yo debía conocer, y ahí se ofrecía la oportunidad de entrevistarlos. El Hospital General estaba en la cima de una colina cercana a la estación de ferrocarriles y ahí uno controlaba los accidentes, además de verificar los crímenes que habían ocurrido”.

Así el joven saltaba de un lado a otro buscando la noticia para el diario.

Lo que sigue es el excelente trabajo de Mariano Barragán, quien puso en español los despachos, noticias, entrevistas, crónicas y reflexiones de un Hemingway que crecería hasta transformarse en uno de los mayores escritores del siglo XX.

José María Gatti



PISTOLEROS POR 400 DÓLARES  

Del Toronto Star Weekly, 11 de diciembre de 1920

Chicago.

Están siendo exportados pistoleros de Norteamérica a Irlanda. La Associated Press ha revelado este hecho.

En el bajo mundo de Chicago y Nueva York corre el rumor que cada barco que zarpa para Inglaterra lleva a bordo una o dos comadrejas de esta especie, y que se dirigen a donde hay buena caza; los pistoleros son primeramente embarcados para Inglaterra, donde desaparecen en los barrios portuarios de ciudades como Liverpool, y luego van a Irlanda.

Allí realizan su trabajo homicida, reciben la cantidad de dinero estipulada y regresan a Inglaterra. Se dice que se pagan cuatrocientos dólares por dar muerte a un policía o a un miembro de la Black and Tan (Fuerza militar organizada por los ingleses para combatir a los  nacionalistas durante la guerra de la independencia Irlandesa de 1919). Este precio parece excesivo si se tiene en cuenta que antes de la guerra se pagaban 100 dólares por un trabajo así en Nueva York; pero el pistolero es un especialista y, al igual que el boxeador, ha aumentado sus honorarios.




Se piden mil dólares por matar a un magistrado que goza de protección u otro funcionario de nivel. Semejante precio, incluso por un homicidio de lujo. “Algunos de estos tipos están ganando buen dinero en Irlanda, no es cosa fácil realizar un trabajo allí, sin embargo, los sicarios aspiran a conseguirlo; ello significa un viaje a París.”

Realmente, este verano se ha visto en la capital francesa más tipos del hampa norteamericana que años anteriores. Dicen que si se tira una piedra contra la aglomeración de gente que se forma frente a ventanillas donde se hacen las apuestas en el hipódromo parisiense de Longchamps, la pedrada la recibiría un pistolero, sicario, carterista o asaltante norteamericano.




Casi todo el dinero obtenido por apretar el gatillo en Irlanda, se esfuma en las carreras de caballos, pues el pistolero intenta probar fortuna en ellas y espera ganar una buena suma para poder establecerse en algún negocio y abandonar la profesión. Mas es difícil que la abandone, porque hay pocas profesiones, aparte del boxeo, que se paga muy bien. Este personaje que me hacía de guía, tiene treinta y ocho años y se dedica a retirar a la gente del negocio. Acaso no sea bueno describirlo con detalles, no vaya a ser que se le ocurra aparecerse en el periódico de Toronto con una amenaza. No obstante podríamos decir que posee la semejanza a un hurón, tiene las manos finas y parece un jockey con un poco más de peso que lo normal.

Dejó la caza del hombre en el momento en que se promulgó la ley seca y el contrabando de bebidas alcohólicas se convirtió en una operación lucrativa.

Se retiró después que sus clientes principales descubrieron  que era mejor y más económico conseguir el whisky en los grande almacenes de Kentucky que arriesgarse a pasarlo a través de la línea imaginaria que divide Estados Unidos de Canadá.

Actualmente es un hombre de mundo que recibe la visita  de numerosos corredores de bolsa. Cuando hablé con él desvió el tema de la conversación sobre el asunto de la “caza”, más la situación de Irlanda, y consultó conmigo sobre unos títulos de deuda pública japonesa que devengan el once por ciento de interés.

En el transcurso de una tarde me enteré de muchas cosas relacionadas con este asunto. En efecto, había algunos “especialistas” norteamericanos en Irlanda. Sí, conocía personalmente a algunos de ellos que estuvieron allí; en verdad no sabía quién tenía la razón de su parte en esa lucha, pero eso no le importaba. Sabía que toda la operación estaba dirigida desde Nueva York. Luego, los pistoleros se perdían en Liverpool. 

No, no tenía mucho interés en asesinar a ingleses, pero, al fin y al cabo, éstos debían morir algún día.





Sabía que la mayor parte de los rufianes eran de origen italiano. Mayormente actuaban en pareja. En Estados Unidos, casi siempre emplean automóvil; esto es indispensable para realizar el trabajo, siempre facilita la huida. Eso es lo principal, en realidad la fuga es fundamental, cualquiera puede disparar un tiro. Por eso el vehículo es un instrumento valioso para el trabajo sucio, si bien el inconveniente mayor es el que conduce. Concluyó diciendo: “¿No se ha dado cuenta de que muchas huidas fracasan por culpa de los choferes? La policía sigue la pista del vehículo; lo detiene al chofer y este asustando señala a los autores del hecho. Esta es la parte negativa del uso del automóvil; no se puede confiar en los choferes.”

Así es el tipo de mercenario que está a sueldo de los irlandeses para asesinar a sus opositores. No es un personaje heroico ni dramático. Simplemente se sienta ante un vaso de whisky, manteniendo el cuerpo inclinado sobre él; se preocupa de cómo invertir mejor su dinero; por su mente se suceden pensamientos de comadreja, mientras les desea suerte a sus muchachos. Y la fortuna parece estarles sonriendo.

Ernest Miller Hemingway

Selección y traducción: Mariano Barragán




Próxima entrega: 1 de junio
Título: LA INFLACIÓN ALEMANA Toronto Daily Star
19 de setiembre de 1922.

EL MUERTITO DE HEMINGWAY

El libro biográfico-policial sobre la aventura de Ernest Hemingway en Perú, ya agotó tres ediciones y una publicación en polaco. Se ha distribuido en Estados Unidos, México, Venezuela, Colombia, Uruguay, Chile, Paraguay y Argentina. En Europa llegó a las librerías de Polonia, Croacia, Alemania y España.

Puede adquirirse en Amazon, CúspideLibros / CúspideLibrostiendaoficial en Mercado Libre y Grupo Libero - Tahiel - Capital - Soul - Booksai - Tiendabooks.

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