Hace
unas semanas presenté una ponencia sobre el suicidio narcisista de Hemingway. Arribé a la conclusión después
de varias hipótesis y lecturas relacionadas con la vida y obra del escritor.
Sigo sosteniendo que el caso del norteamericano tiene una línea directa con
el abandono de persona, con el hartazgo de su compañera que llegó al límite de
sus fuerzas cuando dejó precipitar las cosas sin medir posibles y dramáticas consecuencias. En general, la tasa de suicidio aumenta con la edad, siendo en la población de mayores de
75 años, aproximadamente 3 veces superior en comparación con los sectores de menor
edad. En relación a los trastornos de personalidad, entre 1 y 4 de cada 10
personas, padecen algún trastorno de la personalidad. Hemigway todavía era un
hombre joven cuando tomó la decisión de quitarse la vida. En el caso de
personas mayores de 70 años, los problemas de la personalidad son certeramente
diagnosticados dado que se debe a que el envejecimiento puede modificar conductas
preexistentes, así como producir nuevas conductas difícilmente detectadas.
Pongamos en claro que no todos los suicidas
son enfermos mentales, el acto suicida es un estado emocional
patológico. Un alto porcentaje de las personas que cometen suicidio generalmente
tienen diagnóstico de una enfermedad mental al momento del acto o alguna
enfermedad preexistente. Entre los individuos proclives al final trágico se
encuentran los que sobrellevan trastornos depresivos, esquizofrenias y
problemas con el alcohol; y un dato no menor: el 70 % de los adultos mayores
que eligen suicidarse visitaron a sus médicos en el último mes.
En
todo suicidio subyace un homicidio y el individuo de personalidad narcisista
advierte que es capaz de controlar su propia muerte. El suicidio en este
aspecto es un acto provocador y una forma liberadora de reacción. El suicidio
es como una regla más segura de preservar la identidad frente al avance de la
soledad, enfermedad, dolor y pérdidas que son vividas como más horrorosas que
la muerte misma. El suicida narcisista dice: "Tu vida no tiene sentido y el
suicidio es lo único que puedo controlar".
Hemingway
arrastraba su condición de enfermo bipolar y la mochila del suicidio le pesaba
rotundamente. La relación entre el trastorno narcisista de la personalidad y el
suicidio fue una consecuencia esperable. En un batido envenenado se mezclaron
la nostalgia, la desvalorización y dificultades de reflexión e introspección, la
falta de diálogo, el desamor, el miedo a la soledad, el desgano, la desesperanza,
el desarraigo, entre otros padecimientos, fueron la consecuencia final de un estado de delirio que dinamitó
su estado moral y emocional descarnando el miedo, la venganza, la ira y una
violencia oculta sumada a esa muerte
latente y viva que lo acompañaba desde su niñez.
Los pacientes con estructura narcisista de la personalidad pueden presentar complicaciones típicas de este trastorno, incluyendo promiscuidad o inhibición sexual, dependencia de drogas o alcoholismo, parasitismo social, tendencias suicidas o parasuicidas graves (tipo narcisista), y, bajo condiciones de estrés y regresión severa, la posibilidad de desarrollos paranoides significativos y breves episodios psicóticos.
Las
tendencias suicidas crónicas de los pacientes narcisistas tienen una cualidad
premeditada, calculada, fríamente sádica, que difiere de la cualidad suicida
impulsiva, “decidida sobre la marcha”, de los pacientes borderline normales
(Kernberg, 2001). La proyección de representaciones objetables persecutorias en
el terapeuta en forma de transferencias paranoides severas también puede llegar
a ser predominante, así como una forma de rabia narcisista que expresa el
sentirse con derecho y el resentimiento envidioso. “Robar” al terapeuta puede
tomar la forma de aprender su idioma y aplicarlo a los demás, o puede mostrarse
en el síndrome de perversidad, en el que lo que se recibe del terapeuta como
una expresión de interés y compromiso se transforma malignamente en una
expresión de agresión hacia los demás.
Otra
manifestación de la agresión severa en la transferencia es el síndrome de
arrogancia, presente con bastante frecuencia en las personalidades narcisistas
que funcionan a un nivel claramente borderline: una combinación de conducta
arrogante intensa, extrema curiosidad hacia el terapeuta y su vida pero poca
hacia sí mismo, y “pseudoestupidez”, incapacidad de aceptar ningún argumento
lógico, racional (Bion, 1967). El principal propósito defensivo de este
síndrome es proteger al paciente contra cualquier conciencia de la intensa
agresión que lo controla. El afecto agresivo se expresa en la conducta, en
lugar de en un proceso representacional afectivamente marcado.
Las causas de la conducta suicida son complejas, tanto las que se refieren a las tentativas como las relativas al suicidio consumado. Algunos individuos parecen especialmente vulnerables al suicidio cuando se ven enfrentados a sucesos ambientales o acontecimientos vitales difíciles o cuando están expuestos a una combinación de distintos estresores. Al abordar la conducta suicida se debe tener en cuenta la población más subsidiaria o vulnerable a la misma para poder actuar sobre este tipo de conductas de una forma efectiva. Así, los trastornos de personalidad representan un amplio campo de interacción entre el entorno y los factores biológicos que sitúan al individuo en un nivel de mayor riesgo de realizar conductas suicidas. La manera en que estos factores interaccionan para que se produzca el suicidio o la conducta suicida en el sentido amplio es verdaderamente compleja y muchas veces no bien comprendida. No obstante, la población afectada de trastornos de personalidad debe estimarse dado que se trata de individuos con un alto índice de conductas suicidas, mayor que el de la media, sobre todo si concurre en personas bajo custodia y especialmente en el medio carcelario.
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