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Friday, October 07, 2016

HEMINGWAY Y BORGES: LA PELEA



Una vez más recordar los entredichos entre Hemingway y Borges nos hace pensar en el milagro de lo literario. Cuando todavía las redes sociales no existían y el insulto se transmitía por carta, encontrarse con el duelo epistolar no deja de ser una maravilla para la memoria.
Ambos respondieron a un mundo íntimo muy particular y dejaron su impronta. El amor-odio funcionó de la mejor manera. La angustia existencial del sexo y la muerte tuvo su merecido y todo pasó al mismo momento, sin respiro.
Lo que sigue no es otra cosa que el testimonio de una disputa sin demasiados excesos. Revivirlo es como un deseo de sanación.

La encontraron entre las cartas inéditas de Borges. En una postal de alto contenido alcohólico de Hemingway enviada desde La Habana el 13 de marzo de 1950, podemos leer:

"Dear Jorges, my Cuban friend Lino Calvo gave me The Aleph, here in El Floridita, el Catedral del Daiquiri. Sure, dammed good book. They are saying around you are the best writer in Spanish, but you can kiss my ass and you never hit a ball out of the infield in your life. You took LITERATURE too solemnly. You discovered life late. You come down down here and fight for free with an old character like me, who is fifty years old and weighs 209 and thinks you are a shit, Jorges, and would knock you in your ass. HOW DO YOU LIKE IT NOW, GENTLEMEN? Viva El Torre Blanco. Yours sincerely, Papá".







Querido Jorge:
Mi amigo cubano Lino Calvo me dio El Aleph, aquí en El Floridita, la catedral del daiquiri. Lógicamente, un buen libro. Andan diciendo que eres el mejor escritor en español, puedes besarme el culo, nunca sacaste una pelota del campo de juego. Tomaste la literatura muy solemnemente. Descubriste la vida tarde. Ven hasta aquí y lucha por tu libertad con un personaje como yo, que tiene 50 años, pesa 135 kilos y piensa que eres una mierda. Jorge, te golpearía bien el trasero.¿Qué te parece ahora, caballero?
Sinceramente Papa.


Como es sabido, la antipatía era recíproca, e hizo este ramillete de flores para la tumba del escritor norteamericano: "Hemingway, que era un poco fanfarrón, terminó por suicidarse porque se dio cuenta que no era un gran escritor. Esto, en parte, lo redime".

Tal como gran parte de las citas y los libros que figuran en la obra de Borges, la postal es apócrifa. Un juego que inventó el poeta mexicano José Emilio Pacheco para reírse un poco de Borges y de Hemingway. Pero como toda broma, encierra algo de cierto: Borges no toleraba a Hemingway. Ni sus historias ni al personaje que se inventó. Y José Emilio Pacheco fantaseó la postal para justificarlo.

Hemingway se mató hace 50 años, el 2 de julio de 1961. Veinticinco años después murió Borges, el 14 de junio de 1986. Tan diferentes entre sí, ambos son dos gigantes de la literatura universal, especialmente del relato corto.
Sus cuentos están entre las cumbres del género de cualquier época. Cada uno representa una tradición distinta. Hemingway como una de las cimas del relato realista. Borges, el gran genio del género fantástico.

Sus vidas pueden leerse también como un juego de polos opuestos. “Yo he hecho todo lo posible para que me guste Hemingway, pero he fracasado”, ironizaba Borges. “Hay algo en él que me desagrada; quizá el culto a la violencia, esa brutalidad; es un defecto mío y no de él”. Borges se veía a sí mismo en las antípodas de Hemingway.

El era el hombre ilustrado y pacífico frente al matón que vivía entre corridas de toros y safaris en Africa. Mientras Hemingway iba a la guerra, se emborrachaba en bares ruidosos y coleccionaba escopetas, Borges creaba su mito de lector infinito: su vida transcurría entre libros, bibliotecas, conferencias y el departamento de su madre.

Hemingway cultivó la leyenda del macho, el cazador de leones y mujeres.
Borges, a su vez, vivió con discreción, acaso con timidez y con cierto pánico por el sexo. Políticamente antagónicos, el autor de El viejo y el mar apoyó el bando republicano en la Guerra Civil Española y, como casi todos los escritores de la época, tenía el corazón puesto a la izquierda. El autor de Fervor de Buenos Aires, en cambio, fue un conservador profesional, deportivo, que hizo de las declaraciones políticamente incorrectas un género paralelo a su obra. Ambos, y a su modo, practicaron la ingenuidad política. “Hemingway, cierta vez, disparatadamente, se comparó con Kipling, a quien consideraba su maestro. Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Esto lo salva en parte”, comentó Borges. 








Hemingway era el escritor de la experiencia. Borges, de la imaginación. El primero fue un bestseller, un escritor de fama mundial. El segundo, un narrador de minorías, favorito de críticos y académicos. Hemingway ganó el Nobel. Borges murió sin él. Fiel a su leyenda, Hemingway se mató de un escopetazo. El mundo se estremeció. Borges murió en Suiza, lejos de Buenos Aires. El Mundial de Fútbol de México, que ganaría Argentina, le quitó atención. Fue una muerte austera, silenciosa y, como en sus cuentos, con aire espectral.






Pero aun con todas sus diferencias, algo los unió: la admiración por la valentía. Está en sus libros: la fascinación por el coraje. El valor como categoría moral.
Hemingway es una de las cimas del relato realista.
Borges, un genio del género fantástico.


Fuente : L'Omero della Pampa
Raúl Schenardi y
Andrés Gómez Bravo
La Tercera Chile
9 de julio de 2011


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