Andrés Calamaro es un aventurero, un amigo de los marginales, un tahúr con modales burgueses y un señor en cuestión de códigos secretos. Su camino siempre se junta con otro donde los malvivientes son personas de buen vivir y saben sentarse a la mesa con la copa en alto y la sonrisa de triunfador. Calamaro es un músico que trajo la poesía al pentagrama, no admite comparaciones, tampoco las necesita. Su cercanía a la figura de Hemingway no es extraña. Andrés es hijo de Eduardo Calamaro, un poeta enorme no lo suficientemente valorado. Desde niño, conoció y leyó a los autores más importantes del siglo XX. Con Hemingway tuvo una química especial, a él lo une la mística por los toros y esa vida a los saltos que el norteamericano se encargó de hacer pública al extremo.
Hace unas
semanas me crucé con él en la cochera del Hotel Provincial de Mar del Plata,
horas antes de su recital. Con enorme placer le regalé mi novela El muertito de
Hemingway. Cambiamos unas pocas palabras porque su representante lo apuraba. El
registro fotográfico lo dice todo. Andrés me agradeció y yo hice lo mismo. Por
la noche disfruté su música y reconozco que ciertos temas me emocionaron.
Hemingway
había hecho su trabajo silencioso. Solo espero que en sus madrugadas de desvelo
la novela lo acompañe.
EL MUERTITO DE HEMINGWAY
pedilo a josemariagatt1@gmail.com
EL MUERTITO DE HEMINGWAY
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