Uno de los
fantasmas que rodean a Ernest Hemingway es su relación con la sexualidad. De
hecho, su huía del grupo familiar siendo un adolescente, tiene línea directa
con la construcción de su vida amorosa.
Las
constantes peleas con su padre, quien pretendía transformarlo en un pastor de
iglesia y la conducta de su madre, bastante sínica con su figura de mujer,
determinaron la decisión de marcharse del hogar tratando de cambiar un mundo
tormentoso.
El
psiquiatra francés Philippe Lacadée expresa que “el adolescente debe inventarse
su propia aventura significante hacia la soledad a partir del punto desde donde
ya no se ve como el niño que era capturando en el deseo del Otro, pero desde
donde puede percibir, de manera contingente, una cierta visión del él mismo y
del mundo”. Este es el panorama de Ernest cuando toma la iniciativa de ser
cronista y más tarde ingresar como camillero en la Cruz Roja.
Para Freud,
el esfuerzo del adolescente es el de “separarse de la autoridad de sus padres”
y es dice, “uno de los efectos más necesarios, aunque a la vez más dolorosos de
su desarrollo”.
Tras el
corte con el modelo de familia victoriana, Hemingway se enfrenta con la muerte,
su propia muerte y el rechazo del amor temprano que marcará siempre su fantasía
de abandono. Esto quedará demostrado en las constantes idas y vueltas con sus
mujeres y el fugarse antes que su pareja pusiera final al vínculo.
La
sexualidad entonces ocupa un espacio considerable en su vida. Mucho se dijo
sobre su bisexualidad, algo que para la época parecía tener carga de mochila de
plomo.
Cuando
Ernest llega a París y se tutea con los artistas y escritores en la mítica
librería Shakespeare y Company, ese perfil sexual no era clasificable. Nadie se
preocupaba por demostrar su heterosexualidad, la vida tenía un tiempo sin
relojes de arena.
En aquellos
años la figura del joven se asocia al del vagabundo y al falto proyectos,
huidizo y errante, como un ser peligroso para la burguesía que pretendía
disciplinarlo.
Rousseau decía que
había que alargar la adolescencia: “Esta edad no dura nunca lo suficiente para el uso que
se debe hacer de ella, y su importancia exige una atención sin descanso; por
eso insisto en el arte de prolongarla”.
¿Fue
Hemingway un eterno adolescente? En cierta medida lo fue, su inestabilidad
emocional era producto de la bipolaridad que lo hacía pasar de la alegría a la
tristeza en un salto abrupto. Cuando en su vida aparece Elizabeth Hadley
Richardson quien lo construye como persona, todo queda determinado, ella lo
apoya económicamente y lo estimula. Por entonces publica su primer libro (1923)
con 3 historias y 10 poemas, que ella financia, viven en un departamento donde
el polvo del aserrín del aserradero del
fondo, que entraba en todo el ambiente, hacía imposible respirar. Escribe artículos para el Toronto Star como corresponsal europeo y visita por primera vez España para asistir a los sanfermines. La vida cambia
cuando nace su primer hijo -John Hadley Nicanor-, en norteamérica, allí surge el otro Ernest, un
padre ausente que no se acostumbra al nuevo rol. En medio de esta crisis emerge
Pauline Pfeiffer, que juega de amiga y termina quedándose con el Hemingway triunfante.
Ya para entonces Ernest sabía que su futuro estaba declarado y las mujeres
caerían rendidas a sus pies.
La historia
volverá a repetirse con Martha Gellhorn y Mary Welsh, quienes serán las
víctimas de un Hemingway dominador. En el medio de las luchas en la cama
estarían Jane Mason, Ava Gardner, Leopondina Rodríguez, Valerie Hemingway (de
soltera Danby-Smith), Adriana Ivancich, Fernanda Pirovano, entre otras.
La pasión,
el sexo, el éxito y la gloria dejaron a Hemingway en la cima de una carrera que
seguirá vigente a lo largo del siglo XX, recordando cuando París era una fiesta.