La
retribución económica por mi primer trabajo periodístico fue una máquina de
escribir Olivetti Letrera 32 de color verdemar. Me había acompañado durante
seis meses en el Departamento de Archivos del diario Crónica y cuando mi contratista me dijo: “es tuya”, sentí una
enorme emoción. Transcurría la década de los ´70 y no todos teníamos la
posibilidad de contar con un instrumento de alta tecnología. Mi padre me había
prometido que para “más adelante me iba a comprar una” pero todo quedó en
promesas. Todavía, a pesar de los años, recuerdo el sonido del
teclado mientras escribía y ese martilleo contra la cinta bicolor roja y negra.
Y ni qué hablar del duro mecanismo y del choque frecuente de las paletas
metálicas que llevaban la letra disparada hasta el papel. Pero uno cargaba esa
maleta de estuche plástico con orgullo acreditando, un superpoder, una
diferencia sustancial entre esos periodistas que escribían en anotadores.
Las
cosas cambiaron y ya nadie se acuerda de los artefactos mecánicos portátiles, salvo los
nostálgicos que piensan en un pasado romántico. Es el caso de Angelina Jolie
quien quería hacerle un regalo de bodas muy especial a Brad Pitt. La actriz
sabía que su pareja hacía bastante tiempo estaba en búsqueda de un tesoro: la
máquina de escribir de Tennessee Williams.
Convencida en dar el primer paso, se
contactó con Steve Soboroff, dueño de una increíble cantidad de máquinas de
escribir, incluyendo las que pertenecieron a John Lennon, Marilyn Monroe, Joe DiMaggio, Jerry
Siegel. La de Tennessee no estaba a la venta pero, en cambio, le ofreció la
Ernest Hemingway. Se trataba de la última máquina de escribir que utilizó
Ernest Hemingway antes de suicidarse. Jolie le gustó la idea y desembolsó
11.000 dólares de anticipo para quedarse con la reliquia, más cuando se enteró
del precio real de la máquina, le temblaron las piernas: 250.000 dólares. Sin
pensarlo demasiado la actriz desistió de la operación.
Cabe señalar que la
esposa de Pitt no pidió el reembolso del dinero, pues ya no quería la máquina
de escribir; no obstante, Soboroff le devolvió el monto depositado.
Jolie,
de todos modos, gratificó a su marido con un lujoso reloj de pulsera platino de
la marca suiza Patek Philipe, una de
las más prestigiosas del mundo, y este pequeño obsequio reemplazó a la monótona tecleadora.
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