El término quinta columna, para aquellos que no lo sepan, se refiere al
enemigo infiltrado entre la propia población.
La expresión Quinta Columna se le atribuye al general Emilio Mola cuando al referirse en una locución radial de
1936, al avance de las tropas sublevadas - luego llamadas fachas…-, en la guerra
civil española hacia Madrid, mencionó que mientras bajo su mando cuatro
columnas se dirigían hacia la capital (la que avanzaba desde Toledo, la de la
carretera de Extremadura, la de la Sierra y la de Sigüenza), había una quinta,
formada por los simpatizantes del bando sublevado que dentro de la capital
trabajaban clandestinamente en pro de la victoria franquista. La expresión se
usa desde entonces para designar a un conjunto de personas potencialmente
desleales a la comunidad en la que viven y susceptibles de colaborar de
distintas formas con el enemigo.
Esa idea y expresión pasó
seguidamente a todas las guerras posteriores, como en la Segunda Guerra
Mundial, y se llamó así a los franceses que, residiendo dentro de Francia,
esperaban en 1940 el triunfo de la Alemania nazi. Dicho término se extendió en
Holanda y Noruega para los ciudadanos que mostraban más simpatía y lealtad
hacia el Tercer Reich, apoyando la invasión de sus países de origen. Del mismo
modo, simpatizantes del Eje consideraban a los partisanos que combatían
clandestinamente al fascismo en sus propios países como una quinta columna.
Uno de los factores principales
por las que se generan estos grupos es la inadaptación. La sociedad occidental
es compleja, las interacciones sociales, económicas, emocionales, entre otras,
son abiertas y requieren de una cierta habilidad aprendida para poderse manejar
con cierta eficacia. No disponemos de criterios rígidos y estrictos, ni
apelamos en lo cotidiano a ninguna creencia sagrada para actuar de una u otra
forma. Además es una sociedad en un permanente estado de evolución y cambio, no
siempre para bien pero es así. La inadaptación lleva al aislamiento y al
vínculo con el propio grupo conocido, y justamente porque se carece de los
instrumentos adecuados, debido a la inflexibilidad cognitiva y a los contenidos
engramados para actuar con resolución, se produce una reacción de odio hacia
ese mundo externo. Mundo al que se desea atacar para estructurarlo en función
de las propias necesidades.
Otro de los factores vinculados a
lo anterior es el pensamiento mágico o el mesianismo, ambos vinculan la
realidad terrena, a un objetivo superior, extraterrenal, y eso se convierte en
“leitmotiv” permanente. Y por tanto todo vale para que aquello que se lleva
inoculado en lo más profundo de la psique, y que no atiende a políticas
pedagógicas ni de ingeniería social, se convierta en acción directa.
El drama que recoge Ernest
Hemingway en su obra teatral La Quinta
Columna pone bien en claro este camino de deslealtades, Hemingway explica en su prólogo los motivos que impidieron la
representación en su oportunidad: “El empresario murió mientras seleccionaba al
elenco y su sucesor se vio envuelto en dificultades financieras.” La obra
después de muchos vaivenes se representó
en Nueva Cork, en 1940, cuando ya se había terminado la tragedia española. La Quinta Columna, hace alusión a la
declaración de los Rebeldes españoles, sobre que ellos: "tenían cuatro
columnas que avanzaban sobre Madrid y una Quinta Columna de simpatizantes
dentro de la ciudad, para atacar, a sus defensores desde la retaguardia".
No solo fue escrita durante la
estancia de Hemingway en el Madrid republicano bombardeado por los fascitas (la
verosimilitud de lo narrado se ejemplifica en infinidad de detalles, tanto en
las acotaciones como en el discurso dramático) sino que además el autor la sitúa
en los lugares donde estaban sucediendo los hechos. Así, pues, la mayor parte
de la obra tiene lugar en las habitaciones del Hotel Florida donde el propio
Hemingway estuvo alojado.
La obra es la historia del corresponsal
Philip Rawlings, quien trabaja como agente secreto para el bando republicano, y
una glamourosa escritora llamadas Dorothy Bridges, inspirada por la legendaria
periodista Martha Gellhorn con la que Hemingway tuvo un romance en Madrid y más
tarde se casó.
Como siempre la forma en que
Hemingway perfila los personajes es única, no tanto la intriga generada a raíz
de la labor de espionaje para contrarrestar la acción de los quintacolumnistas.
En el papel del protagonista
principal, el agente norteamericano Philip, es imposible no reconocer al propio
Ernest emborrachándose en el Chicote
(otro de los escenarios históricos que aparecen a lo largo de la obra). También
su comportamiento ciclotímico, casi bipolar (distante de día y enamoradizo por
las noches), es un fiel retrato de la personalidad inestable y destructiva del
propio Hemingway, que años más tarde le conduciría a su trágico final.
La obra de Hemingway contribuyó
internacionalmente a que se popularizara la expresión quinta columna con el
sentido que le había dado el general Mola en 1936.
Se suele citar también como
origen de esta expresión un artículo de Karl Marx de 1848 sobre el
levantamiento en París en el que describe cómo operan cuatro columnas de
sublevados en la parte este de la ciudad y cómo el fracaso del levantamiento
fue debido a que en el barrio oeste de la ciudad no tuvo lugar un quinto foco
de rebelión. También se suele citar a Leo Trotsky que, durante la guerra civil
rusa creo un “quinto ejército”. Pero el verdadero origen de la expresión quinta
columna es español.
En medio de esta suerte de
recuerdos, malogrados antecedentes y reflexiones, el artista plástico Diego
García Conde nos llama a repensar cierta actitud que observa cuando aparece la
“quinta columna” personal, acaso inadvertida, encapsulada o maquillada. Qué
tanto vivenciamos cuando nos damos cuenta que esa parte oscura está en
nosotros y qué hacemos para desprendernos de ella. García Conde nos alerta a
través de sus propias palabras: Me convertí en lector de Hemingway después de
visitar Finca Vigía, la casa en Cuba donde vivió Ernest. Hasta allí llegué con
Javier Chiabrando, hace ya unos años. Me atrapó su vida de aventura, su
personalidad, su capacidad creativa y esa forma de moverse que lo caracterizó.
Creo que Hermingway es uno de esos personajes que me dejó una marca, un mandato
que en algún momento de mi vida iba a aparecer. Y apareció. Una vez desarmé un
espejo ovalado y pinté el primer homenaje a Hemingway que colgué en mi taller y
que me acompaña durante las largas noches en que me quedo pensando, pintando, escuchando música o tomando una copita
de algo. Dos por tres le hablo cuando todo es silencio. Nos miramos y nos
reímos, nos entendemos en esa complicidad un poco demente que tenemos los
solitarios.
En mi taller, a la derecha de mi mesa de trabajo, hay una columna que hace tiempo salpiqué con pintura y entusiasmo, de modo tal que las gotas negras formaron dos pequeños ojos. Me quedé sorprendido, lo miré a Ernesto y le dije: “todos tenemos un quinta columna” y nos reímos.
Durante mucho tiempo de la
columna sólo se veían los ojos pequeños, traicioneros y cada vez que los miraba
volvía a pensar en mí quinta columna.
De a poco ese pensamiento fue creciendo hasta reconocer dentro de mí al
enemigo, al infiltrado fascista que cuando menos uno lo espera te quiere llevar
a justificar horrores, a torcer tus opiniones y convicciones. Cada vez que
reconocía su presencia, desarmaba sus estrategias encubiertas, lo miraba y le
sonreíamos con un “alguito” de soberbia.
Así fue durante años hasta que el
otro día con ganas de pintar y sin otro soporte a mano, siendo las dos de la
madrugada, entendí que lo peor que le puede pasar a la quinta columna es que la
hagamos visible, que le pongamos rostro, que la saquemos de la oscuridad para
dejarla en evidencia. Manos a la obra y ahí está, descubierta en su trampa, inmóvil
y estigmatizada, espero que por muchos
años.
Lic. Diego García Conde
Artista plástico de Mar del Plata
miembro de Azabache arte en vivo e intervenciones colectivas.
Suerte de artista el poder volcar
en una tela todo su malestar, lo mismo que un escritor, un músico, un
coreógrafo, dones que la vida misma regala para hacer de ella una fiesta. Pero
queda una enorme mayoría silenciosa o acaso indiferente que no sabe de esa
“quinta columna” y la lleva en su mochila o la destroza en voces, palabras,
injurias, vituperios o planes siniestros que terminan con la conciencia
partida.
2 comments:
Gracias a usted, por escribir del genial Hemingway, voy aprendiendo, voy releyndo y buscando más sobre Papá Hem.
Genial!
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