Un interesante artículo sobre mi amigo John Hemingway, publicado hace escasos días, donde expresa que el peso del apellido no deja de ser un problema. Lo comparto con todos ustedes.
http://www.rsvponline.mx/perfiles/ser-un-hemingway-no-es-tarea-facil
Ser un Hemingway no es tarea fácil…
por:
Fernanda Brambilla - 22 de Junio de 2016
“No
se puede entender quién fue Ernest
Hemingway
sin antes conocer qué le pasó en Italia”. La afirmación viene
de John
Hemingway,
nieto de uno de los escritores más importantes del siglo 20. Antes
de dedicarse a la literatura, el autor de Por quién doblan las
campanas sirvió en la Primera Guerra Mundial en la base de la Cruz
Roja en la villa de Bassano del Grapa, Italia. “La muerte, la
pérdida, el amor y la mortalidad, temas frecuentes en su obra,
vinieron de aquel lugar. Sin eso, él no sería el artista que
conocemos”, dice su nieto para RSVP
durante
su primera visita a la Ciudad de México.
En
Bassano, su famoso abuelo salvaría a un soldado y sobreviviría a un
ataque de mortero. Décadas más tarde, una coincidencia grande
llevaría a John Hemingway a conocer a Giuseppe Aquila, presidente de
la compañía de plumas Montegrappa, cuya sede queda justamente en la
acera de enfrente de la Cruz Roja, donde sirvió el Premio Nobel de Literatura. Tres años más tarde Montegrappa presenta en El palacio de Hierro su colección Hemingway
Hoy,
John Hemingway, a sus 55 años, vive en paz con su apellido y su
historia. Pero ser un Hemingway no fue una herencia fácil de abrazar
y nos detalla porqué.
¿Me puedes contar un poco de tus recuerdos sobre tu abuelo como persona y no como el icono internacional que es?
No
nos conocimos, él murió cuando yo tenía 11 meses de edad. Pero me
acuerdo que cuando era niño, algunas personas me decían,
¿Hemingway, uh? Qué nombre más raro ése. Y otras me decían, ¡Oh,
tu abuelo es tan famoso! Y pensaba, ¿famoso por qué?
En
aquella época, mi papá nunca me hablaba de su padre. Empecé a
conocerlo cuando era adolescente, leí sus libros y entendí el
impacto que ese hombre había causado. “Wow, ¿soy pariente de este
tipo?”
Fue
hasta mis 20 y tantos años, en Italia, que me di cuenta que su
memoria en lugar de perder relevancia, parecía ganar más. No podía
huir de ello o esconderme. Él no se iba a ir. ¡Qué diablos!
¿Quisiste huir de tu apellido?
Sí,
por eso me fui a Italia. Allá la gente es muy discreta, respetuosa.
Fui a dar clases de inglés y mis alumnos me conocían como John, el
maestro. Muchos en algún punto descubrieron que yo era pariente de
Ernest, pero seguí siendo John, el maestro. No es que ellos no
sabían quién era mi abuelo, pero era el lugar perfecto para alguien
como yo, quien intentaba encontrar su propia voz como escritor. Fue
difícil, hasta que me di cuenta que no podía intentar ser como él,
tenía que saber mis límites. Hoy te lo digo con calma, pero fue un
infierno, tenía voces en mi cabeza que decían: “Si escribes algo
malo, John, te vas a quemar en el infierno, van a acabar contigo”.
Ahora vives en Canadá con tus hijos (Michael y Jacqueline). ¿Cómo les contaste de su bisabuelo?
Oh,
poco a poco lo fueron descubriendo… mi hija supo hace muy poco que
Ernest se suicidó. Ellos tienen un buen entendimiento, esto no es
tan importante como su familia más cercana.
En el imaginario colectivo, Ernest Hemingway es la figura del hombre viril, de una masculinidad muy fuerte. Por otro lado, tu papá, Gregory, es un transgénero, que es el completo opuesto de esto. Escribiste un libro al respecto, ¿cómo ves ese contraste tan grande de tus antepasados?
Escribí
un libro que es una biografía de mi padre, y para entenderlo era
esencial comprender de dónde vinieron él y su papá. Ernest y
Gregory no son tan diferentes como puede parecer: eran muy
inteligentes y tenían un sentido del humor muy agudo. Los dos
exploraron ese punto en el que un hombre deja de ser un hombre y pasa
a ser una mujer y viceversa. Ernest, como un escritor, hizo cuentos
sobre esto. Mi padre lo experimentó en carne propia, se hizo una
cirugía de cambio de sexo. Se aventuraron a su manera. Cuando haces
algo así, sabes cómo las cosas empiezan, no cómo terminan. Los dos
sufrieron con enfermedades mentales, Ernest de una depresión
profunda y mi papá, de bipolaridad. Y eran tiradores con unas
punterías excelentes.
Sé que la puntería la heredaste tú también…
No
lo sabía hasta los 17 años, cuando salimos a tirar en Montana y mi
papá me dio su pistola y me desafió a tirar una lata. Yo la miré y
pum. Fue instintivo. Mi papá se puso a temblar de tan emocionado que
estaba. En aquel instante no entendí bien porqué eso era tan
especial: mi papá vio algo que empezó con su abuelo y había pasado
a su papá y luego a él hasta llegar a mí. Ese tipo de lazo era
importante para él.
Hemingway en su época usaba plumas largas como las de Montegrappa, que hoy en día son artículos de lujo. Como un escritor, ¿cuál es tu relación con los medios digitales?
Hemingway
sí usaba la pluma, en su escritura también usaba el lápiz para
poder borrar, pero sus cartas están todas en pluma. En sus
originales hay muchas notas en medio del texto y es interesante
verlas, ver cómo él pensaba. Creo que lo que pasa con las plumas es
lo mismo que con el libro. Todavía prefiero el papel. El sentido
táctil es importante para mí, y también por el hecho de que se
deterioran y terminan.
Tengo mi e-book, pero no me gusta el hecho de que esté en la máquina. Hoy en día no se lee tanto porque todo está muy automatizado, fracturado, estás haciendo algo y te llega un mensaje, un correo... Tienes que aislarte de todo si quieres escribir y lo mismo es para leer. El libro expande tu imaginación. Esa relación de tomarlo en las manos, escribir en ellos, doblar, manosearlo. Eso es único.
Tengo mi e-book, pero no me gusta el hecho de que esté en la máquina. Hoy en día no se lee tanto porque todo está muy automatizado, fracturado, estás haciendo algo y te llega un mensaje, un correo... Tienes que aislarte de todo si quieres escribir y lo mismo es para leer. El libro expande tu imaginación. Esa relación de tomarlo en las manos, escribir en ellos, doblar, manosearlo. Eso es único.
Hay muchos museos con objetos de Hemingway ¿Has guardado algo para ti, en tu casa?
Sólo
tengo una cosa que le perteneció, un plato de arcilla de tiro
deportivo que estaba en casa de mi abuela. He visto los libros
originales muchas veces en su oficina y puedo ir a verlos en un
museo, como cualquiera. Mucha gente se sorprende, pero tengo su ADN…
eso es suficiente.
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