Tuesday, March 27, 2012

TINTA, SANGRE Y VINO


Este hemingwayano tenía muchas expectativas respecto del certamen.Uno sabe que en los concursos siempre aparecen dobleces, escenografías de cartón pintado que confunden a los espectadores y una suerte de magia que no siempre satisface. Este geronte lleva muchos años hablando sobre el norteamericano. Mis amigos ya me declararon "la viuda negra de Hemingway" y, como buen caradura, lo tomo a risa. Sin embargo, a veces parezco un niño tratando de ver si la bolsa de caramelos está llena y, sin darme cuenta, un día las golosinas se terminan.
Cuando decídí presentarme al concurso creí inocentemente que se trataría de una convocatoria dirigida a especialistas. Error. Los especialistas no prueban sus conocimientos en eventos de este tipo, lo hacen en foros internacionales o en reuniones específicas. Este periodista maduro no advirtió el cambio de época y se quedó con el viejo esquema  "del saber". Hoy la historia no la cuentan los que saben, para eso está Google y su verdad bíblica, el resto puede hallarse en las redes sociales que bien ayudan a la incomunicación.
No voy a analizar la decisión del Jurado ni la premiación. Observo que el premio mayor recayó en un joven dramaturgo español al que felicito. También analizo que la edad promedio de los finalistas ronda los 30 años -en mi caso fue un error o una gentileza-, y eso es auspicioso, porque demuestra que la literatura está en carne viva.
Finalmente mi agradecimiento a todos los que me ayudaron y leyeron LA LEYENDA DEL VINO. A los que casi obligué para que me criticaran y a los que votaron porque creyeron en la virtud del texto.
Lo que sigue es la crónica que Bodegas Paternina subió a su página.  


El sábado 24 de marzo de 2012 se llevó a cabo la entrega de premios del I Concurso de Relato Corto de Paternina “Tinta, sangre y vino”, fecha que hubiera coincidido con el 93 cumpleaños de Don Marcos Eguizábal, propietario desde 1984 de Bodegas Paternina.

Al acto acudió el jurado al completo:
Valerie Hemingway, que lo hizo gracias a las nuevas tecnologías, por video conferencia. Jose Luis Pérez Pastor, Director de Cultura del Gobierno de La Rioja ; Paul Pen, escritor y novelista de títulos como El Aviso;  Miguel Ángel Muro, doctor en Filología hispánica, Profesor Titular de la Universidad de La Rioja, especialista en el teatro de Bretón de los Herreros y en novela contemporánea española. Carlos Estecha, enólogo y director técnico de Bodegas Paternina.
Además del Consejero de Presidencia del Gobierno de La Rioja, Don Emilio del Río, la alcaldesa de Ollauri Doña María Luisa Ruiz Nanclares, el alcalde de Haro, D. Patricio Capellán y otras personalidades de la cultura y literatura.
La ceremonia comenzó con la firma del acuerdo de colaboración entre Bodegas Paternina y el Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, así la exposición “Tinta, sangre y vino” 55 aniversario de la visita de Ernest Hemingway a Bodegas Paternina viajará a diferentes universidades de Estados Unidos, para que dicho público vea a través de la mirada de Hemingway cómo es España. Por cada universidad que visitemos, un estudiante será becado para cursar diferentes asignaturas del programa de estudios del Instituto Franklin.
Después comenzamos la entrega de premios. El premio del público, “El encantador de letras” fue anunciado y entregado por Miguel Ángel Muro y leído por Carlos Estecha y allí estuvo Lourdes Denisse Calleja Ávila para poder recogerlo.
El segundo premio, “Madrid era una fiesta”, fue anunciado y entregado por José Luis Pérez Pastor y leído por Paul Pen, el autor, Mario Herrero Monreal, no pudo asistir a la entrega.
Por último, el premio más esperado, fue anunciado desde Montana y vía video conferencia por Valerie Hemingway, entregado por D. Emilio del Río y leído por Andrés Arenas, biógrafo de Hemingway, que nos estremeció con su lectura. El nombre del relato "Intenso y rápido", su autor Ozkar Galán Pérez recogió el premio junto a su hija.
El acto terminó con un cóctel y una visita a la bodega de Paternina “Conde de los Andes”

1º Premio: "Intenso y rápido" de Ózkar Galán Pérez - Madrid (España)




2º Premio: "Madrid era una fiesta" de Mario Herrero Monreal- Madrid (España)
Premio Especial del Público: "El encantador de letras" de Lourdes Denisse Calleja Ávila - Biarritz (Francia)

Enhorabuena a los tres.

A continuación el resto de relatos con el nombre de sus autores:

"Bestia Negra" - María Flores Verdú - Barcelona (España)
"Cuando anochece" - Juan de Molina - Cádiz (España)
"El legado de Hemingway" - Blanca Muñoz Rubio -  Valladolid (España)
"El vino y Hemingway" - Antonino de Mora Taberner - Albacete (España)
"Entre todas las mujeres" - Roberto Elvira Mathez - Buenos Aires (Argentina)
"La leyenda del vino" - José María Gatti- Buenos Aires (Argentina)
"Otra historia real" - Ignacio José Ascacíbar Gómez - Logroño (España)
"Remake" - Hugo Robles Lama - Santiago de Chile (Chile)
"Tres horas de sinestesia" - Daniel Aznar Alonso - Barcelona (España)

Monday, March 12, 2012

LA LEYENDA DEL VINO

“El vino de Rioja, y en concreto el de Paternina, era el que más le gustaba del mundo” Valerie Danby-Smith





Todos lo sabían. Todos callaban. Todos fueros cómplices. La orden debía cumplirse sin ninguna protesta. René Villarreal estaba convencido de que Papa, una tarde calurosa lo sorprendería con la botella de vino en la mano y le ordenaría descorcharla para que ese huracán de sabor mágico lo desmayara.

 
Mary Welsh, por indicación del médico José Luis Herrera Sotolongo, había limitado el consumo de alcohol en Finca Vigía. El compañero español que Ernest conoció en Paracuellos de Jarama, no se cansaba de insistir: “Hemingway podía vivir 90 años a pesar de su colección de heridas en el cuerpo”. Sin embargo, a Mary no le resultaba fácil sostener su tarea. Ernest siempre se las ingeniaba para quebrar el pacto de disminuir la cuota etílica diaria y se embravecía cuando la voz tenue de su esposa le negaba la bebida.

José Herrera, el “Pichilo”, quien cuidaba el jardín y preparaba celosamente los gallos de riña para el domingo, siempre tenía a mano una petaca que Ernest le había regalado. Cuando Papa hacía su recorrido y miraba los gallos, el “Pichilo” lo invitaba a calentar la garganta. Todo, claro está, quedaba en secreto, en una suerte de pacto, en un código de caballeros.

El primer intento de descorchar la botella de vino de la bodega Paternina fue cuando Hemingway recibió la triste noticia sobre la muerte de Adrienne Monier, el 18 de junio de 1955. Ernest permaneció sentado en el sillón de la sala, en total silencio, y después de una hora de reflexión lo llamó a René Villarreal. Minutos más tarde, su fiel asistente regresaba con la botella de vino de La Rioja. En el camino se interpuso Mary, quien desbarató la intentona, mientras resonaba el insulto en todo el ámbito silente de la casa: “¡Zorra, se acaba de suicidar Adrienne y yo quiero brindar por ella!”.

 La segunda embestida sobrevino después de haber pasado por “El Floridita”. Hemingway había bebido demasiado junto a Spencer Tracy y un grupo de amigos. El actor, vestido de elegante traje oscuro, ya cansado, se disculpó ante la rubia que lucía en su cuello el collar de perlas de dos vueltas y se fue al hotel. El novelista, con su guayabera blanca manchada del Bloody Mary que su esposa volcó sobre la barra, sólo quería llegar a Finca Vigía para terminar la noche matando al vino sagrado. Parecía escrito que el norteamericano no podía encontrar el momento propicio para darse el placer de degustar el caldo español en su boca. Quince meses después, Papa salía con la suya y regresaba a España. A esa tierra donde se mezclaban afectos y desencuentros, donde había nacido un amor imposible que nunca terminaba de concretarse. Papa siempre decía que amaba España y de ello no cabía duda. Desde 1923 se alimentaba con esa pasión. Todo era un ida y vuelta.

Ernest trotaría de forma interrumpida hasta 1931. Hecho un remolino, volvería durante el transcurso de la Guerra Civil, ganando prestigio como corresponsal bélico. Había entonces muchos sentimientos cruzados. Tío Ernesto tenía amigos en los dos bandos pero apoyó febrilmente a la República convencido de que el triunfo de los fascistas sería un peligro para toda Europa. Hemingway regresaría a su tierra adoptiva en 1953 y luego, casi como una obligación, retornaría en 1954, 1956, 1959 y 1960.

Papa arribará a la península aquel setiembre de 1955 y conocerá a Antonio Ordóñez luciendo su aureola de Premio Nobel. Primero hará una parada en Logroño, justificando su presencia en las Fiestas de la Vendimia y luego se entusiasmará con el triunfo de su adorado diestro. Pero lo suyo era la comunión con el vino. En esa aventura que Mary Welsh la vivía como tragedia, el torero y el escritor cortaron la cinta de la felicidad sumergidos en los calados centenarios de la Bodega Fernando Paternina. Allí cataron los vinos envejecidos y volaron junto a los duendes que acompañaban la ceremonia. Fueron momentos fuertes, intensos, de mutua confiabilidad, donde el tiempo parecía un espacio vacío.

Las horas vividas quedaron marcadas como tatuaje en la piel. Hemingway sólo debía cumplir con un viejo anhelo: encontrarse con Ted Allan, el escritor judío canadiense con quien había compartido los angustiantes días de la Guerra Civil. No se reunieron. De todos modos, Papa comprometió a su amigo para que visitara su residencia en Cuba y allí domaran la botella de vino riojano que Ava Gardner le había regalado. Pero esto tampoco sucedió.

El último intento de vencer a la derrota fue en octubre de 1959, a su regreso de España. Hemingway había hecho una parada en Nueva York, antes de regresar a Finca Vigía, donde esperaba la llegada de Antonio Ordóñez y su mujer Carmen. Todos juntos viajarían hasta Ketchum, para visitar la casa que sería el lugar del triste final del escritor.


A principios de enero de 1960, Mary y Ernest volverían a la vida tranquila de Finca Vigía. No sería por mucho tiempo. Todo indicaba que se iniciaba un período tormentoso. Antes de partir de la residencia donde Papa retuvo el baúl de sus sueños, habló un largo rato con su amigo más cercano, con su último confidente.

Nunca Hemingway pensó en el adiós definitivo. Siempre creyó que regresaría. Su corazón continuaría latiendo en La Habana mientras los vientos alisios siguiesen acariciándole el rostro.

Después de aquella reunión cumbre, la botella de vino Paternina quedó en manos de René Villarreal. Por años la guardó celosamente. Hoy la custodia en cofre de oro Raúl Villarreal, el hijo del mayordomo de Ernest Hemingway.

El tiempo tiene la última palabra.


Este relato acaba de ser seleccionado, dentro de los 12 finalistas, para acceder al premio del Concurso de Relatos Cortos, organizado por la Bodega Paternina de La Rioja (España).El público puede votar hasta el 23 de marzo, ingresando a www.paternina.com/hemingway 
Gracias por acompañarme.


Estimado José Maria Gatti:

Felicitaciones!!!! Me gusto mucho el relato.

Se lo leeré a mi padre cuando lo visite este próximo fin de semana.
Se que le vendrá una sonrisa y te lo agradecerá.

Felicitaciones nuevamente. Que tengas mucha suerte y te escribo pronto.


Abrazos


Raúl Villarreal


Querido José María

Me encantó seguir el camino de una vida, los azares del asombro, la
angustia de la muerte, la lucha ideológica y la propia fantasía, a
través del relato del misterio de una botella de vino que nunca pudo
cumplir el destino para el cuál fue creada, ser el recipiente de los
sueños que facilita en una vida de aventuras el baúl de la conciencia
de lo imposible.
A esos campos me llevó tu relato, no sé cuales habrán sido los valores
del jurado.
Gracias por hacerme compartir tu creación y felicitaciones por
permitirme recorrer los caminos de tu narración que com tanta
facilidad me llevaba de la posible realidad a la atrevida fantasía.
Un abrazo muy grande para vos y tu compañera. Nos vemos pronto

Roberto Campitelli