Wednesday, November 24, 2010

PAPA SE MARCHA POR EL PUTO PODER


En junio de 2007 estuve en La Habana. Gracias a un amigo conocí a Silvio Rodríguez y éste tuvo la delicadeza de invitarme a su estudio de grabación en el barrio Miramar. Fue una experiencia única. Sin darme cuenta estaba hablando con uno de los músicos más importantes de Latinoamérica. Recorrí todos los espacios y en la intimidad de una sala de reuniones compartimos un café. Hablamos de la Argentina, de su amor por nuestro pueblo, y nos quedó tiempo para analizar la noticia principal en ese momento: Fidel Castro delegaba en su hermano Raúl, la conducción política de la isla. Sorpresivamente una palabra nos invadió: poder. ¿Quién tiene el poder?, ¿Qué es el poder?,¿El silencio es poder?, ¿Para qué quiero el poder?, ¿Puedo sostener el poder sin poder?. Ya habíamos consumido nuestro tercer café y el duende de Hemingway se metió de lleno en la charla.


Era lógico, Hemingway y Cuba estaban unidos por ese "poder" que posibilitaba e impedía ciertas cosas. “Papa se marcha por el puto poder”, me dice Silvio. Cuando Ernest abandona la isla -agrego-  el poder triunfa y termina de destruir una vida de aventuras. Esa carga de “el traidor”, tenía demasiado peso. Le recordaba a Silvio la figura deslucida del embajador Philip Bonsall, quien cumplía un papel secundario. Washington quería que Hemingway dejara la isla y declarara públicamente que no adhería al gobierno y a la revolución cubana.


Relata Valerie Hemingway que Ernest siempre sostenía que “a lo largo de toda su vida siempre había demostrado lealtad incondicional hacia Estados Unidos, sin vivir en el país”. Y que enojado vociferaba que “Aquella es mi casa”, refieriéndose a Finca Vigía. Sin embargo, los del norte no pensaban lo mismo…”En Washington alguien veía las cosas de otro modo”.

Silvio me invita a almorzar: arroz y frijoles. Se une al diálogo un colaborador quien me pregunta si en Argentina se come un bistec de 500 gramos. El famoso bife de chorizo desvía la conversación. Volvemos, pero esta vez Silvio me cuenta sobre una serie de temas “descartes” que no ganarán el mercado. Entre ellos “Rosana”. Con sorpresa hoy ese canto de amor está dando vueltas en esta habitación donde escribo. Esa melodía que sonaba en La Habana ahora está en este cuarto, entre mis libros y la memoria. 


Ustedes sabrán qué hacer. Yo sigo pensando en el “puto poder".
Les dejo esta crónica que es una muestra acabada de cómo pensaba Hemingway.

 


"La enfermedad del poder"
 por Ernest Hemingway


Los cambios en la personalidad de aquellos que acceden a los cargos más altos.






En otro tiempo, cuando vuestro corresponsal era un periodista trabajador, tenía un amigo llamado Bill Ryall, entonces corresponsal del Manchester Guardian en el continente.


Ninguno de nosotros lo creía un genio entonces y no creo que él mismo pensara serlo, porque estaba demasiado atareado, era demasiado inteligente y, a la vez, demasiado sardónico. Se aplica para dedicarse a ser genio en una ciudad donde por una moneda se tenía una docena y donde mucho más distinguido era ser un duro trabajador.


En el otoño que ahora recuerdo estábamos todos destacados para la Conferencia de Lausana, y Ryall, un hombre llamado Hamilton y yo acostumbrábamos comer juntos casi todas las noches. El tiempo era muy agradable en Lausana aquel otoño y la conferencia estaba dividida en dos partes principales; una era en el enorme y espléndido Beau-Rivage Hotel, abajo, en la orilla del lago de Ginebra, donde estaban los británicos y los italianos y la otra era en el excesivamente rojo Palace Hotel, arriba, en la ciudad donde se alojaban los iraníes y turcos.


Las sesiones de la conferencia misma eran secretas y las noticias oficiales nos llegaban en manojos o en conferencias periodísticas con los voceros de cada país y, como cada nación estaba ansiosa por presentar su versión de lo que había sucedido antes que se diera crédito a la relación presentada por cualquiera de los otros países, estas conferencias de prensa se producían en rápida sucesión y había que caminar muy ligero para conseguirlas todas.


Aquella fue la conferencia durante la cual Ismet Pahsa estaba protegido por guardaespaldas que siempre circulaban dejando ver sus pistolas y el jefe de los guardaespaldas era un ciudadano de aspecto muy matón que llevaba cuatro pistolas claramente perceptibles a través de su ropa demasiado ceñida.


Aquella fue también la conferencia en la que un joven secretario del Foreign Office pidió una comunicación con el Beau Rivage Palace para hablar con Lord Curzon y dijo.


-Hola, ¿Está en casa el Camello Imperial?


Y después de haber oído aquel tono claro y fresco le respondía:


-Es el Camello Imperial el que esta hablando.


Esa fue la conferencia, también que Curzon echó a perder, cuando todo estaba arreglado, por una manifestación de esa enfermedad que Ryall alegaba que afecta a los hombres que están en el poder.


Todo estaba arreglado y los turcos estaban dispuestos a firmar cuando invitaron a Lord Curzon, encargado de las negociaciones británicas, a una comida. Lord Curzon rehusó, y el lenguaje de su rechazo llegó a oídos de la delegación turca. Había dicho, según se informó: "Mi deber me obliga a tratar con ellos en esta conferencia. Pero nada hay en mi deber que me obligue a sentarme a la mesa con unos ignorantes paisanos de Anatolia".



Su enfermedad de grandeza le indujo a decir eso cuando estaba llevando a feliz término una tarea difícil; y el decirlo transformó todo lo que había hecho, de modo que su trabajo tuvo que ser terminado por otro hombre y Gran Bretaña nunca consiguió de los turcos términos igualmente buenos.


Fue una noche en que Hamilton, Ryall y yo estábamos comiendo juntos cuando Ryall sacó a relucir su teoría de que el poder afectaba a todos los hombres que lo ejercían, de una manera cierta y definida. Ryall dijo que se podían observar los síntomas de ese efecto en cualquier hombre, tarde o temprano y nos dio muchos ejemplos de ello. En Wilson, por supuesto, podía señalarlo muy claramente y dijo que seguía un curso casi como una enfermedad y que se podía hacer un gráfico.


Recuerdo haber dicho: "¿Y qué pasa con Clemenceau?", porque Clemenceau era entonces uno de mis grandes héroes y Ryall dijo que en él no se podía señalar tan claramente porque había llevado una vida demasiado activa físicamente y que a menudo eso impedía que un hombre mostrara los acostumbrados efectos de la enfermedad del poder. Pero añadió que si yo hubiera conocido mejor a Clemenceau nunca lo hubiera admirado del modo que lo hacía. Que Clemenceau había abusado de su poder cuando era un hombre de edad mediana y que era un gran testarudo y que había matado hombres innecesariamente en duelos; que más tarde, cuando llego al poder en su viajes durante la guerra (1ra Guerra Mundial), había hecho poner presos, fusilar o desterrar a todos sus viejos adversarios políticos.


Fue esto lo que hizo que tantos políticos lo odiasen, y que cuando fueron a Versalles para elegir un presidente de Francia después de la guerra y Clemenceau estaba seguro de ser elegido debido a sus servicios a Francia, eligieron a Deshanel para humillar al hombre a quien todos habían temido como el Tigre.


Era teoría de Ryall que un político o un patriota tan pronto como llegaba a una posición suprema en un estado, a no ser que no tuviera ambición y no hubiera buscado el puesto, siempre empezaba a mostrar los síntomas de lo que el poder le estaba haciendo. Dijo que se podía ver claramente em todos los hombres de la Revolución Francesa, también, que nuestros antepasados en América sabían como afectaba el poder a los hombres y por eso fue que limitaron el plazo del Ejecutivo.


Ryall dijo que uno de los primeros síntomas de la enfermedad del poder era en cada hombre la sospecha de la que lo rodeaban; luego venía una gran quisquillosidad en todos los asuntos, incapacidad para recibir las críticas, convicción de que era indispensable y de que nada se había hecho bien hasta que él llegó al poder y de que nada se haría bien otra vez a no ser que el permaneciera en el poder. Dijo que cuanto mejor y más desinteresado era el hombre tanto más pronto esto lo atacaba. Dijo que un hombre que no era honrado duraría más tiempo porque su deshonestidad lo hacía cínico o humilde en cierto modo, y que esto lo protegía.


Recuerdo que esa noche citó el ejemplo de un Lord del almirantazgo británico que había estado progresando constantemente en la enfermedad del poder. Había llegado a ser imposible para cualquiera trabajar con él y el golpe final llegó en una reunión en la que se discutía cual era la manera de conseguir una mejor clase de cadetes para la armada. Este hombre había martillado la mesa con su puño y dicho: "Señores: si ustedes, no saben donde conseguirlos, ¡Por Dios, yo lo haré por ustedes!"


Desde esa noche vuestro corresponsal ha estudiado a varios políticos, hombres de gobierno y patriotas a la luz de la teoría de Bill Ryall y cree que el destino de nuestro país para los próximos cien años, mas o menos, depende del alcance de la ambición de Franklin D. Roosevelt. Si solo ambiciona servir a su país, como Cleveland, nosotros y nuestros hijos y sus hijos seremos muy afortunados. Si tiene la ambición personal de dejar un gran nombre, o de eclipsar el brillo del hombre que lleva, que fue hecho famoso por otro nombre, no tendremos suerte, porque las sensacionales mejoras que pueden hacerse legalmente en nuestro país en tiempos de paz están a punto de acabarse rápidamente.


La guerra llegará a Europa tan seguramente como el invierno sigue al otoño.


Si queremos mantenernos afuera, este es el momento. Ahora, antes de que empiece la propaganda. Ahora es el instante para hacer imposible a cualquier centenar de hombres o a cualquier millar de hombres, que nos coloque en guerra en diez días,en una batalla en la que no tendrán que combatir.


En los próximos diez años va a haber mucha lucha, va a haber muchas oportunidades para que los Estados Unidos vuelvan a equilibrar la balanza del poder en Europa; tendrán otra vez la oportunidad de salvar a la civilización; tendrán la oportunidad de volver a pelear otra guerra para terminar con las guerras.


Cualquiera que sea el que esté al frente de la Nación tendrá la oportunidad de ser el hombre más grande del mundo durante un breve tiempo y la Nación tendrá que soportar las consecuencias una vez que termine la excitación. Para los próximos diez años necesitamos un hombre sin ambición, un hombre que odie la guerra y sepa que ningún bien se deriva de ella, y un hombre que haya probado sus convicciones por su adhesión a ellas. Todos los candidatos tendrán que ser medidos de acuerdo con estas necesidades.


Nota escrita para el diario argentino "La Nación", el 5 de Enero de 1935, en una época en la que Hemingway trabajaba como corresponsal en Europa y se encontraba cubriendo los que serian los preparativos para la 2da Guerra Mundial.

Wednesday, November 10, 2010


LA VIDA ES UNA BESTIA SIN DOMAR


Uno podría atarse a aquella frase romántica de un Hemingway más escritor que persona: “La vida es una bestia sin domar a quien tienes que agarrarla por el pescuezo y llevarla por donde tú quieras, por mucho que te cueste; renunciar es siempre un acto de cobardía”. Dicha así suena hermosa, pero en el devenir diario de una persona con las características de Ernest, todo resulta una sospecha. Los que tratamos de entender a este hombre atormentado, buscamos datos y referencias que nos hagan cambiar de opinión sobre determinadas pautas de vida que Hemingway enmascaró con un estilo omnipotente.

Giuseppe Recchia es uno de los que cree que Papa no se suicidó. Desde hace tiempo viene insistiendo con la teoría de un silencio ruin de Mary Welsh y de un secreto de cementerio de Valerie Hemingway. El tiempo, con su crueldad, deja que el río renueve las aguas. Recchia que es impetuoso y no espera, mueve el árbol para que caiga la fruta y así suma a su film el libro que presentará en diciembre en San Pablo. En la introducción a la obra, hace una síntesis que culmina con un elogio hacia mi persona.

Yo lo muestro en público por una cuestión de vanidad y porque creo que después de calentar el trasero frente a la computadora, muchas veces sentí ganas de decirle ¡¡ Adiós Hemingway!!, pero estás cosas me hacen seguir creyendo y creciendo junto a los amigos hemingwayanos que se suicidan literariamente conmigo.

Lo que sigue es ese material recién salido del horno.

 

¿UNA HISTORIA, UN CUENTO, UNA FÁBULA?
Uno para todos y todos para uno


El 2 de julio de 1961 murió en Sun Valley, Idaho, el escritor Ernest Hemingway, Premio Nobel de Literatura en el '54. Los informes de la época dicen que el hombre se suicidó de un disparo en la sien. Desde entonces y hasta ahora pocas han sido las dudas e incluso sólo un par de actualizaciones sobre su final, deterioro y exclusión, como curiosidades que nada terminan de convencer. Todo lo confiado parte exclusivamente de la voz y pluma de Mary Welsh, su cuarta y última esposa, quien por razones bastante oscuras,  ha transformado y manipulado la historia y sin temor a equivocarme, la biografía de su marido está hecha en pleno acuerdo con las verdades propuestas en las investigaciones de laboratorio de funcionarios de la CIA.


Uno se pregunta por qué nunca nadie realmente la acusó sobre la razón de este silencio y esta niebla artificial creada en torno al "suicidio" del Nobel estadounidense.

Ciertamente Mary nos dice que su marido durante los últimos dos años, se había convertido en un "paranoico", además de ser esclavo del alcohol  y minado por la cadena de electroshock. Para la opinión pública mundial, como resultado, se mostró el retrato de un hombre engañado, enfermo con delirios de persecución, destruido y con el suicidio latente.

Por supuesto, Mary escribió, en 1976, How it was, contando sus verdades y la biografía oportuna purificada, unida al consentimiento y al apoyo del gobierno de los EE.UU -basado en documentos encontrados en la Finca Vigía, gracias a la voluntad y la disponibilidad de Fidel Castro-.

Obviamente, ¿cómo podría sospecharse que con el apoyo de la familia, amigos y críticos de cada país "la pobre Mary" inventara historias sobre la muerte de su marido?

Ernest, había intentado suicidarse en varias ocasiones, su esposa no agrega nada, él caminaba por allí, por el camino que lo guiaba al suicidio genético, el mismo que su padre había transitado.

¿Como Mary se atrevería a negar que el viejo escritor fuera asesinado con sus propias manos? O, peor aún: ¿Quién podría sembrar dudas sobre la probidad y honestidad de una buena esposa?

Ninguno, absolutamente ninguno. Sin embargo, puede suceder que una gran pasión por la investigación, el sentido de la aventura y el instinto que le hace abrazar el encanto de lo absurdo, lo cual es absurdo, se encontrara un día con lo que es el destino, en otras palabras: " el caso ", y entonces todo cambia, todo cambia.

Y si a veces, tiene un nombre específico. Aquí se llama Margot. Margot Hemingway, sobrina de un Ernest desventurado, quien puso fin a su vida el 2 de julio '96 suicidándose casualmente el mismo día en que cayó el aniversario de su abuelo.

La novela comienza con Margot, una hermosa rubia americana de dieciocho años que se enamora de París, en un ambiente cálido de septiembre del '73 y que va a los lugares sagrados visitados y vividos por su abuelo. En uno de ellos, en la famosa librería Shakespeare Company, va al encuentro de José, un escritor italiano que estaba muy comprometido, con Jean Pierre Faye y el grupo Change, con Sylvia Beach y aquel Ulises de James Joyce.

Margot mira primero a José y luego a Jorge, boxeador y periodista, quien sabe y tiene dudas sobre la verdadera muerte de su abuelo.

De ahí también la historia que el autor quería comprobar y verificar más tarde, en el tiempo, con los viajes (incluyendo a Cuba, Moscú, Nueva York, Venecia y París), la lectura de documentos, conocer gente y la gente que lo había conocido en vida inmediatamente después de ganar el Nobel, cuando muy audaz dijo llamarse "ciudadano cubano."

Sólo hoy, el autor, después de haber vivido una vida de infierno, entre fracasos y avivamientos, incluyendo alegrías y tormentos, finalmente se decidió a sacar a la luz los hechos que el polvo gris del tiempo y más de la ineptitud proverbial insensible de los académicos del Templo de los Señores de la Muerte, expertos que habían tratado de ahogar también todo sentido de vergüenza. Así, la historia que se encuentra en el monólogo de Margot, sumado a la terquedad y a la continúa búsqueda de falta de coordinación en la historia intelectual y el poder, el trabajo desesperado de los archivos en el sótano oscuro de la vida, el proceso de identificación que el autor quería experimentar con el corte de la figura emblemática del escritor, boxeador y el cazador, su diversidad paradójica y alquímica entrelazadas con su extraordinaria voluntad de existir, que se transforma aquí en una novela / ensayo con una biografía verdaderamente dramática, en la literatura y el cine.

Permítanme concluir diciendo que, desde tiempos antiguos, toda buena novela es el uso de la verdad, pero la mayoría de las veces sólo exalta lo falso que aún hoy, con toda razón, es un elemento esencial en la vida de la novela. Aquel que defiende la invención literaria sabe que el escritor intenta y sigue escribiendo porque no lo es. Cuando los escritores se reconocen como verdaderos nómades - como lo había hecho para definir el teórico francés Maurice Blanchot - la idea se convierte en la única certeza. Sin embargo, un pensamiento siempre es el "viaje" y está destinado a un "exilio permanente." Aquellos que saben leer saben cómo interpretar el significado de esta declaración, ya que es capaz de sentir. Y que este regalo maravilloso puede distinguir entre lo verdadero y lo falso que, en conjunto, son tan cortos, pero no contradictorios. Los que han leído a Hemingway saben que podría estar.

Esta nota está escrita en un mensaje abierto que envió entre otros a un amigo en Buenos Aires, José María Gatti, quien escribe un diario con gran pasión ("el diario es la vida real, no es la vida real") en su papel y lugar, como es lógico, se llama "La pipa de Hemingway".












Thursday, November 04, 2010

OTRAS LETRAS, OTROS HEMINGWAY, OTROS MAILS




La sigla es: LGTBI: lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales. El espacio escénico: OTRAS LETRAS, la primera librería gay lésbica trans de Sudamérica. Los protagonistas: CLAUDIO SARTORI y ALDO FERNÁNDEZ, curadores, dueños y socios de la librería. El periodista: HERNÁN FIRPO. El medio gráfico: CLARÍN. La sección: PORTEÑOS. El tema: “Y NO HAY NI UN SOLO TEXTO DE HEMINGWAY”. El día: 2 DE NOVIEMBRE DE 2010. Los mails:



Estimado Hernán: El motivo de estas líneas es para aclarar algunas dudas sobre el escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway. En tu nota LICENCIADO EN OTRAS LETRAS, tu entrevistado (o tu interpretación de lo que éste dice) expresa que en su librería no "hay ni un solo texto de Hemingway". La exclusión espero no se deba a una discriminación encubierta o a una falta de información sobre el novelista. Seguramente, si es así, Claudio Sartori junto a su pareja Aldo Fernández, curadores, dueños y socios de la primera librería gay lésbica trans de Sudamérica, desconocen que Hemingway fue protector de Leopoldina Rodríguez, prostituta negra cubana a quien el escritor alojó en su casa de Finca Vigía y después de su muerte ordenó que nunca faltara en su sepultura una rosa roja. Es posible que también desmeriten la amistad de Ernest con Ava Gardner, Marlene Dietrich y Tamara Lempicka, reconocidas lesbianas al igual que Zelda Sayre, esposa del escritor gay Fracis Scott Fitzgerald. Seguramente la descalificación también alcance a Getrude Stein, quien asesorara al cuentista en su etapa inicial cuando recién llega a París. Tal vez la mala fama desacredite a Ford Madox Ford, Robert Almon, Tennesse Williams, asumidos adamados y finalmente, es muy extraño que los libreros no sepan que el autor escribió EL JARDIN DEL EDEN cuya trama es un triángulo amoroso entre un joven escritor norteamericano y dos lesbianas.


Salvo que Sartori y Fernández consideren que Hemingway es un escritor engreído, el resto es pura literatura.


José María Gatti


Firpo, Hernán para usuario


Estimado José María: alta data, mil gracias. La intención era hacer una nota algo distópica y la verdad es que no sé si a Claudio le habrá gustado. Espero que sí, confío en su buen humor y agradezco muchísimo tus líneas. Hernán


Distópica…claro distópica. Pido ayuda. Hemingway no se suicidó.