Wednesday, December 31, 2008

CONVERSACIONES CON ERNEST HEMINGWAY
Como nos pasa a la mayoría de las personas, los planes de fin de año siempre se modifican. René inesperadamente tuvo que viajar a París por la muerte de su amigo, el diseñador Ted Lapidus. Según me narró, el fundador de la casa de moda fue una suerte de hermano. En 1951, cuando Ted decidió dedicarse a la costura, uno de los socios financieros fue René. Una confesión más: Annabelle Buffet, la primera modelo de la Maison fue novia de este amigo que se marchó a despedir a Ted junto a Daniela. Cerrando el trámite de cenar en La pulga beoda, los demás integrantes del grupo se desperdigaron. Tomi Del Ball la pasará con un amigo. Lucy se quedará con Antonio,el rockero y yo voy a recibir el 2009 sin la molesta de Tessie. Victoria, Pierette y el pequeño Oliver ya están de vacaciones en San Martín de los Andes. Me programo una cena de salmón rosado con verduras grilladas, mouse de limón e infusión de arándano. Eso sí, mientras los fuegos artificiales llenan el cielo con luces de colores y el perro de mi vecina ladra sin cesar, yo me leo Conversaciones con Ernest Hemingway de Kirk Curnutt, un notable profesor universitario y catedrático de inglés en la Troy University de Montgomery, Alabama y miembro de la Junta de la Sociedad de la Fundación Ernest Hemingway, quien ya escribió otros textos sobre “Hem” como Café con Ernest Hemingway y una serie de trabajos de enorme valor documental. El prólogo del libro es de John Updike, una garantía y lo que quiero destacar es la portada. Aparece un dibujo de Hemingway fumando su pipa y escribiendo en su máquina apoyada sobre sus rodillas. Este volumen de unas 180 páginas, que tiene un valor de 10 euros, será mi compañero para despedir este año. Ustedes pensarán que soy un poco aburrido. Tal vez alguno digan:..."pobre tipo, todo el año hablando sobre el borracho y ni una copa de alcohol...". No se preocupen, tengo otros vicios inconfesables.
Queridos piperos, levanto mi copa y los saludo. El año próximo seguimos charlando.

LA PIPA DE HEMINGWAY LOS ESTÁ ESPERANDO EN CUSPIDE LIBROS. AHORA MÁS QUE NUNCA: UN BLOG HECHO LIBRO.

Wednesday, December 24, 2008


HEMINGWAY ES PAPÁ NOEL
Como siempre sucede a esta altura del año, la gente está preocupa por hacer un balance general de su vida y se angustia por todo lo incumplido. Es común que aquellos a los durante meses no se les vio el rostro, aparezcan con una sonrisa de oreja a oreja tratando de ser más amigos que nunca. Todos se molestan si uno les dice que despedir el almanaque es una estupidez. Es más: nadie medianamente serio se somete a la aventura de levantar copas y brindar por los días felices que vendrán. Pero también es cierto que uno no vive en una isla desierta y, ante determinadas costumbres, la aceptación es casi una obligación. Claro, con ciertos límites. Otra vez la insoportable de Tessie, pretendió encolumnar a la tropa y disponer sin consulta previa cenar en el medio del Río de la Plata en una embarcación alquilada a tal efecto. Locura total. Con la negativa en el bolsillo, acudió hasta René para convercerlo que lo mejor sería una mesa en el hotel Sofitel de la calle Arroyo. No tuvo suerte. Yo fui muy claro: “este año la paso con el rockero Antonio, Daniela, Tomi, René y Lucy en La pulga beoda . No hay otro programa: Jamón crudo con ensalada rusa. Peceto al horno con papas. Budín de pan mixto. Helado de crema y café a la turca.Precio del cubierto: 45 pesos.No incluye bebida. Copa de moscato de bienvenida. Si te gusta: mejor. Todo resuelto con el tiempo necesario para que nadie este confundido.
Dejo esto tan doméstico y me sumerjo en la pileta de las vanidades. Giuseppe Recchia me azucara con un comentario que agradezco profundamente sobre el libro La pipa de Hemingway, en su página http://www.hemingwayforcuba.net/
. Me gustaría que la visiten y se mezclen en el mundo de este amigo que está con Ernest Miller más loco que yo. Desde España me llega otra caricia, Rosa María Ballesteros García me da cuenta que en la revista de Ciencias Sociales Aposta, número 37, Abril-Mayo-Junio de 2008 de la Universidad de Málaga, publicó su artículo El efecto de Cronos. Brigadistas olvidadas por la historia, donde hace referencia a Martha Gillhorn e incorpora al texto el siguiente pasaje del posteo Hemingway: Cuba era una fiesta / Primera parte/Aire de una isla: “Martha era una joven de 28 años, autosuficiente, que tenía el doble inconveniente de ser atractiva y talentosa. Hemingway lo había advertido desde un principio y por eso, tal vez, le molestaba la independencia de su amante”. Esto no se termina, Jorge Gómez Jiménez, el padre la de revista virtual Letralia, se congratula con la llegada de La pipa de Hemingway al soporte papel y aprovecha para reconfirmar que el blog sigue siendo un espacio de enorme divulgación sobre la vida del norteamericano de la Generación Perdida. Para dejarme sin aliento, Alfredo Bryce Echenique me insiste en que debo hacer una segunda edición del libro y presentarlo en Cabo Blanco, donde Hemingway hizo de las suyas. No quiero olvidarme de Juan Villoro, con quien almorcé un suculento puchero mixto en El Globo y allí charlamos sobre el hombre de Chicago. Se llevó el libro, a los pocos días me envió un mail que me llena de satisfacción. Por último, acabo de reencontrarme con Carlos Páez Vilaró a quién admiro por su talento y trayectoria. Le regalé el libro y sin pensarlo me retribuyó el gesto con una carpeta de dibujos hermosísimos.
Después de esto las fiestas son una anécdota. Los mejores regalos ya los recibí.

Tuesday, December 16, 2008


MEMORIAS DE UN MAYORDOMO
Conocí a René Villarreal en el jardín de Finca Vigía. Miento, fue en La Habana, durante las jornadas del XI Coloquio Internacional Ernest Hemingway. Lo que pasa es que si uno dice René Villarreal automáticamente está hablando de Finca Vigía. Pues bien, aquella tarde calurosa, sentados en el parque, hablamos largamente sobre Hemingway. René fue para Ernest en Finca Vigía lo que Gregorio Fuentes fue para el yate Pilar. Uno estaría horas charlando a pesar de la temperatura, desearía preguntarle cómo era Hemingway, de que forma se enojaba, a qué hora tomaba la primera copa, por qué Mary no le perdía pisada. Con su extrema calma al hablar, René me contestó una a una mis preguntas y me pidió prudencia, que espera un poco, porque muy pronto todo iba a estar contenido en las páginas de un libro. Esta semana recibí un mail de Raúl, su hijo, dándome la noticia que el libro ya estaba listo. ¡¡Una joya!!

Hemingway’s Cuban Son
Reflections on the Writer by His Longtime Majordomo
René Villarreal and Raúl Villarreal
“This is the story of a poor, young Cuban boy who grew into a man and
gained the trust and respect of a famous American author, whom he loved
like a father. A man he called ‘Papa.’”—from the Preface
In 1996 René Villarreal returned to Cuba
to retrieve his memoir of his life with Ernest
Hemingway at the Finca Vigia. Sadly,
he learned that the manuscript and photographs
had been lost. Determined to tell
his story, Villarreal, together with his son
Raúl, set about rewriting the account of
how he came to be Ernest Hemingway’s
majordomo, confidant, and friend—his
Cuban son.
Hemingway, called El Americano by
the Cubans, moved into the Finca Vigia,
an estate outside of Havana, in 1939. He
allowed the village children to play on his
property, and they soon became fixtures,
caring for his pets, performing odd jobs,
and running errands. Hemingway recognized
René as especially responsible and attentive and made him household
manager, or majordomo, in 1946 when René was only seventeen.
For the next fifteen years, René ran the Finca, tending to Hemingway
and his wife, Mary, and their visiting family and distinguished guests. Villarreal’s
clear recollections offer up humorous stories of escapades and adventures
with Hemingway as well as insightful comments on the writer’s
work habits, moods, passions, and friendships. He also writes of Cuba before
and after the revolution, capturing so well the sense of place and time.
Scholars and readers of Hemingway worldwide will be caught up in this
compelling story of a great friendship and will find insight into this complicated,
fascinating, brilliant writer.
René Villarreal now lives in Union City, New Jersey, after moving from
Cuba in 1972. His son Raúl Villarreal is an artist and currently lives in
Verona, New Jersey.
LA PIPA DE HEMINGWAY TE ESPERA EN LIBRERÍAS CUSPIDE

Thursday, December 11, 2008

LA TRAMPA DEL AGUA Y LOS TEXTOS REFUMADOS
De pronto todo se une, se pega, se adhiere como piezas metálicas anudadas al imán. Las ingenuidades tampoco quedan a salvo. Todo es una materia extraña, gelatinosa. Los Bush, de eso se trata, con el Jeff a la cabeza- ex gobernador de Florida, la tierra elegida por muchos argentinos-, son los dueños de Makhena, la empresa con sede en Miami y sucursal en Buenos Aires, que maneja el negocio de la venta de agua dulce, cruda y sin tratamiento, proveniente del río Paraná, que es apta para el consumo y el riego. Agua… ¡a quién le importa! Makhena se encarga de extraer el fluido de los ríos argentinos y se lo lleva en contenedores a Escocia, donde fracciona el agua en tanques para su posterior venta. Jeff Bush es el encargado de negociar la venta a los grupos inversores de Italia a razón de 11 euros el medio litro y, como este operativo es espectacular, ya la empresa adquirió miles de hectáreas en Córdoba y Salta.¿ El gobierno sabe algo de todo esto?. En la Docta se instalaron en Río IV, donde declararon 5000 hectáreas propiedad del grupo. Según los ecologistas, en el Oriente Medio, se pagan hasta 2 millones de dólares por 70 mil toneladas de agua de río. Un promedio de 28 dólares por cada tonelada de agua apta para potabilizar. Por su parte, según la ONU, los Estados tienen soberanía plena sobre sus recursos hídricos, pero no parece ser así para los amigos filibusteros. Es lamentable que todo esto lo sepa por Brian Fuster. Ahora, mientras estoy todavía con la indignación, me llega un mail de la Universidad Internacional de Florida (FIU), donde se informa que una encuesta entre exiliados, registra que el 55% de los cubanos residentes en el Estado se definió en contra de mantener el embargo vigente desde 1962.¿Cómo?¿El exilio se está quebrando?¿Hay cambios generacionales?. Hasta ayer esto no pasaba pero a partir del triunfo de Barack Obama, los “gusanos” ya no piensan lo mismo.¿ Y Fidel que opina?. Parece ser que la visita de Sean Penn a Venezuela y Cuba no fue casual.¡ Otra vez se recurre a los actores!. El artista llevaba instrucciones de negociar con Raúl Castro y Hugo Chávez las claves de un mejor entendimiento. Después de las charlas prolongadas, Fidel dijo: “Con Obama se puede conversar donde lo desee, ya que no somos predicadores de la violencia y de la guerra”. Raúl al referirse a un supuesto cruce con Obama, expresó: “Tenemos que encontrarnos y empezar a resolver nuestros problemas y, al final del encuentro, podríamos darle un regalo al presidente…podríamos enviarlo de vuelta con la bandera estadounidense que ondea en la bahía de Guantánamo”.
Alguna vez a Hemingway lo vinieron a ver a Finca Vigía para ser “negociador”, práctica muy común en los políticos. Ernest les dijo que él era un escritor, que conocía muy poco de política y que sólo se interesa en ella para ver como ciertos señores se cagaban en los demás. Por supuesto que nada de esto gustó al gobierno y les sirvió para afirmar que ese “norteamericano era peligroso”. También la utilizaron a Mary Welsh, quien lamentablemente tuvo que soportarlo a Robert Kennedy en más de una ocasión. ¿Sean Penn caerá en la trampa como una ratita en busca del queso?¡¡¡Qué pregunta!!!.
Aprovecho: Acabo de llegar a un entendimiento con la editorial Deloscuatrovientos para editar el segundo volumen de La pipa de Hemingway que reunirá 300 posteos y llevará de subtítulo: Textos Refumados.
LA PIPA DE HEMINGWAY ESTÁ EN LOS KIOSKOS Y EN LIBRERÍAS CUSPIDE. AHORA PODÉS TENER UN BLOG HECHO LIBRO.

Friday, December 05, 2008

LA POESÍA DEL PILAR
“Usted Gatti no se juega. Está en la fácil. En el blog nos hace hablar a nosotros pero nunca da su opinión. Queda limpito. Sus lectores deben pensar que es una estrategia, un modo de tenerlos atrapados. Es el muchacho lindo de la película. Yo le pregunto, si quiere me contesta, y si no se va a cagar… ¿Cómo va a terminar el efecto “Cristina Jazz”?”, me apura Rosendo Castillo en el recién inaugurado bar La Poesía de Chile y Bolívar, recordado sitio que fuera frecuentado por Héctor Negro en la década de 1980. Después del desastre que deja Bush - pontifico- quien dice “creo que no estaba preparado para la guerra”, además de admitir que “el mayor error cometido por mí en los ocho años de presidencia fue asegurar que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva; queda todo dicho. ¡Hijo de puta!. El cínico para financiar la locura generó consumo, consumo, ¡con-su-mo! y les hizo creer a sus compatriotas que los créditos los iban a pagar sin esfuerzo. Mientras jugaba con los soldaditos, le pedía al congreso más partidas de dinero. Los creyentes se llenaban de hipotecas y los bancos renegociaban los créditos que jamás pagarían. Así se amasó la nueva crisis. Así dinamitaron las bolsas del mundo. Así saltaron los fusibles. “¡Y nosotros qué pito tocamos!”, puntea Aurelio García quien ya se bajó dos floreros de cerveza artesanal. Nosotros debemos organizarnos -prosigo- para no quedar como idiotas ante un mundo que estalló financieramente. En los años 30 la salida fue otra guerra y el crecimiento del Imperio. Después vendría ese ciclo de capitalismo contagioso y enfermo que caería con el muro de Berlín y el socialismo romántico. La pregunta ahora es: ¿esto cómo sigue? La mesa quedó muda. El sonido ambiente nos envolvía con el ruido de copas y chispas de risas. “¿Le puedo preguntar si pensó en aquello?”, dice René pícaramente para instalar el tema de Daniela. “¿Qué tenía que pensar, Gatti?”, sacude Matarazzi. Bien, René y yo creemos que Tomi Del Ball y Lucy se tendrían que hacer cargo de Daniela. “¿Qué quiere decir hacerse cargo?”, plantea Rosendo. Eso…que atiendan a Daniela. “¡Y quién atiende al rockero!”, señala Aurelio. Ese es un tema que no podemos desentrañar. Al hombre no conviene dejarlo de lado, pero se hace imposible acompañarlo. El doctor Sierra dice que tarde o temprano nos va a dar una sorpresa. “¿Y si se lo integra a la comunidad?”, enuncia mi vecino italiano. “Yo recuerdo que en Italia después de la guerra, había clubes de solitarios que se unían para hablar, jugar al ajedrez, escribir cuentos, pintar, distraerse, desahogarse, confiarse cosas, preguntar por sus parientes”. Giulio ¿usted propone una ralea, un grupo de filiación?, pregunto. “¡Algo así, Gatti!”.
El resto de los socialistas parecían estar disimulados, escondidos en vaya saber qué presidio. Quedó el tema en engendramiento. Volví caminando a mi departamento. Ésta historia de idas y vueltas me desorganiza. Tenía sobre la mesa de trabajo la copia del mail que Armando Cristóbal me envió desde La Habana para contarme que el yate Pilar ya estaba totalmente reparado gracias al trabajo de los ingenieros cubanos que lo dejaron a nuevo. Sin los dólares de Bush, sin la limosna del César que ahora se dedica a robar agua dulce de Argentina para venderla como lingotes de oro.
Allí está la embarcación, desafiando al pasado, descansando en Finca Vigía. Es la nave de los sueños hemingwayanos. Allí duerme a la sombra de Gregorio Fuentes y ante la atenta mirada de René Villarreal. Allí se recorta la figura de Ava Garder y el último adiós de Mary Welsh. Allí espera, en La Habana, a días del 50 aniversario de la Revolución.
LA PIPA DE HEMINGWAY YA ESTÁ EN LOS KIOSKOS.REGALALO A TUS AMIGOS. LA PIPA DE HEMINGWAY. UN BLOG HECHO LIBRO.

Thursday, November 27, 2008

CAFÉ AZUCARADO CON MARIEL HEMINGWAY
Mariel Hemingway acaba de cumplir años. No puede ocultar que son 47 los que carga y, a decir verdad, los lleva con total dignidad. “¿Dignidad?”, me dice René con quien estoy charlando en el Bar70 de Defensa y Chile. Bueno, tal vez la palabra no sea la más adecuada; quiero decir que se la ve hermosa y con gusto yo le daría un toque. “Me parece que se sigue haciendo la fantasía con ella y no me queda claro si en realidad no está extrañado a Daniela”, golpea el francés. ¡No… ya estoy a salvo y en el paraíso!, le respondo. “Sin embargo yo creo que es momento de hablar sobre este tema”, apunta mientras se acomoda en su silla. “Estuve pensando que a esta chica la hemos dejado de lado. A mí se me ocurre que ese muchacho Tomi Del Ball podría ser una buena compañía”.¡¡¡Tomi Del Ball… una buena compañía!!!. “Si: es más, una buena pareja”. Eso me recuerda la actitud de Simoneta,la madre de Daniela, cuando me presionó para casarme con ella. “Mire, las relaciones humanas no siempre son paradigmáticas. El amor ideal déjelo para Romeo y Julieta. Aquí estamos ante una situación compleja: abandono de persona. Ni usted ni yo podemos ofrecer nada. Pensemos en colaboradores. Tessie enamorada del muleto de Obama. Victoria y Pierette absorbidos por Oliver. Los comandantes socialistas en retiro voluntario por tareas pasivas. Conclusión: Tomi Del Ball y Lucy”. ¿ Ahora me agrega a Lucy?. “¡Obviamente menage a trois! ¿Se olvida de Hemingway con Hadley y Pauline, con Jane Mason, con Ava Gardner, con Marlene? Concretamente: Tomi y Lucy adoptan a Daniela y nosotros somos los padrinos”. ¡¡René usted está loco!!. “Gatti, le digo más, acabo de vender el departamento de Plaza San Martín y estoy dispuesto a comprar una casa en Palermo Soho para que vivan y armen algún emprendimiento…diseño joven, librería, videos, restó…se verá”. Pido una gaseosa y comienzo a transpirar. René, se da cuenta que estamos decidiendo sobre la privacidad de otras personas. Damos por hecho que Tomi y Lucy van a integrarse con Daniela que está empastillada, depresiva y con bastones. “No se ofenda pero usted tiene mentalidad sudamericana. Los europeos que nacimos de las guerras, somos más liberales y llamamos a las cosas por su nombre. Tomi es gay, Lucy lesbiana y Daniela bisexual. Lo grave es justificar actitudes discriminatorias como si fueran normales y en la ignorancia arrastramos autoexclusión. Ellos se van a entender y los debemos atender. A usted no voy a decirle qué es un ser de necesidades”. Lo entiendo- llega la gaseosa y la tomo de la botella- pero estamos al límite de la privacidad. “¡¡Estamos al límite de la pelotudez!!”, me grita. “Les estoy ofreciendo vivienda, trabajo y juego amoroso, soy un benefactor y usted me habla de privacidad”. Se levanta y busca el baño. Me quedo solo. Mariel Hemingway me trajo todo este despelote. ¡Feliz cumpleaños!. Feliz vida.
EL LIBRO LA PIPA DE HEMINGWAY ESTA EN VENTA SOLAMENTE EN LIBRERÍAS CUSPIDE.

Friday, November 21, 2008

EL AMADOR CON CERVEZA TRANS
Usted debe decirlo en su blog: Obama y McCain nunca leyeron Por quién doblan las campanas. Eso fue un invento de los agentes de campaña. ¡ Ni saben quien era Jordan!. Algún vivo agarró el libro y se enteró que Hemingway fue rebelde y entonces se lo metió como propaganda a los dos. Para mí son la misma cosa. Cuando nos tienen que cagar no se fijan en el agujero”, me dice enojado Rosendo Castillo mientras el mozo le llena el vaso con cerveza negra. Estamos en El Amador, el reducto de Azopardo y Venezuela, son las 20, todavía el sol pega fuerte y un aire tibio nos invita a beber. La reunión varias veces postergada, viene a cumplir la promesa de juntarse para rescatar el rito amistoso del grupo comando socialista. Es asombroso verlo al mosquito Barrientos aferrado a su gaseosa, vestido con traje y solicitando a los compañeros que no levanten las voces. “Gatti, en nuestro grupo nos hicieron leer el libro Adriel B de Estrella Cardona Gamio que trata sobre una novelista alcohólica que debe luchar contra su enfermedad y el mundo de las editoriales. Nos dijeron que la autora se basó en un comentario de Hemingway en sus primeros tiempos, cuando le rechazaban todas sus novelas… ¿La conoce?”. Si, la conozco, le respondo lacónicamente para dejarlo seguir hablando. “Yo pensé qué distinto hubiera sido este tipo sin la botella de whisky”. Asenso con un movimiento de mi cabeza aunque creo que el chascarrillo da para mucho más y ahora no es el momento de tratarlo. Eneas Federici, quien se ligó en ubérrima charla con mi vecino, el geronte italiano que toma sol a las siete de la mañana en la terraza, no puede dejar de explicarle al Don Giulio Ponza que la crisis económica norteamericana fue premeditada, que se adelantó seis meses porque Bush soñaba esperarla sentado en el sillón de su biblioteca para culpar a todos los boludos que no votaron a McCain. “¡¡ Se le cayó en Tío Sam!!”, vocifera ante la mirada de Tomi Del Ball ( Marcelo Ceña) quien regresó de Barcelona desilusionado con la movida cultural española. Aurelio García que está entretenido con el chorizo cantimpalo y el queso parmesano en daditos, aprovecha para tirar sus dardos: “Bush se despide con un “Dead man walking” después de la peor gestión de gobierno que conocieron los yanquis y la más grande reculada con Latinoamérica”. Matarazzi me comenta que el doctor Sierra no pudo venir porque está muy pendiente del rockero Antonio. El cavernario, de buenas a primeras, largó los bastones y decidió “salir a patrullar”. Léase: buscar droga. Lucy lo sorprendió cuando ya ganaba la calle y marchaba a la aventura. Antes de levantar las copas, Tomi De Ball me pregunta si la ubico a Nati Menstrual, la escritora travesti que se hizo conocida por su blog y comentarios en la revista El Teje. “Anda por todo San Telmo – respondo- y la gente la detiene para contarle sus cosas. Acaba de presentar un libro de relatos bastante fuerte… ¿por qué el interés?...”. Porque estoy armando una antología de autores Trans. “¿Trans?”. Si Gatti, lesbianas, gays, bisexuales, trans…¿Sí?. “Por supuesto, Tomi – agrego-, Nati Menstrual acaba de publicar Continuadísimo en Eterna Cadencia, tal vez te ayude para el trabajo”,termino.
Se llenaron los vasos nuevamente, hay clima de seguir con el festejo y todo indica que el regreso a estos encuentros terapéuticos nos hace bien a todos. Como decía Enrique Pichón Riviere: “la única condición para reunirse es estar vivos”.

Saturday, November 15, 2008

MI AMIGO Y EL AMIGO DE MI AMIGO

Mi amigo José Carvajal, que durante largo tiempo fue el director del portal Librusa.Com en Miami, me regaló este hermoso trabajo que con enorme placer lo quiero dar a conocer. Es una historia en donde se mezcla la realidad con la ficción. A medida que uno lee se va dando cuenta que el apasionamiento del ser humano a veces nos domina de forma que acaba con nuestra vida. Alguna vez, esos pobres tipos que siempre te aguijonean, me dijeron que no joda tanto con Hemingway porque ya me estaba pareciendo demasiado a él. Pensé:¡ Qué suerte!. Claro, del otro lado habrán imaginado un final infeliz. Malas noticias, no tengo armas y me da mucho fastidio el final sin suspenso.

MI AMIGO ERNEST HEMINGWAY

Se hizo llamar Hemingway hasta olvidar su nombre verdadero. De modo que aquello que comenzó como una broma, terminó costándole mucho más caro de lo que cualquiera pueda imaginarse. Primero fuimos cinco los involucrados en el inusitado juego de adoptar nombres de escritores famosos y de vivir como ellos, al menos una temporada. Mi amigo eligió Hemingway. —Ernest Hemingway —dijo, con mucha seriedad. Pero con el nombre vinieron muchas cosas más, propias del autor de El viejo y el mar. Vino, por ejemplo, la afición a la pesca, al boxeo, a las mujeres —que en el caso de mi amigo eran las muchachas con las que acostumbrábamos ir al cine o de paseo campestre—, la cacería, la pasión por las corridas de toros en Pamplona, el periodismo –que practicó para no dejarse morir de hambre—, la pipa y la barba. También aparecieron síntomas de una depresión crónica y la práctica del arte de la mentira que tanto se le atribuye al Hemingway verdadero. Por eso sin serlo realmente, se puede decir que la vida de mi amigo se convirtió en cuestión de meses en una extensión fidedigna de la del predilecto amigo de Gertrude Stein, la mujer voluminosa, pero alta, de arquitectura maciza como una labriega, que vivía en el 27 de la rue de Fleurus, con una compañera pequeña y muy morena, peinada como Juana de Arco en los dibujos de Boutet de Monvel, y de nariz muy ganchuda. Y así, ni siquiera se le escapó el detalle de la escopeta que marcaría igualmente su vida como la del Nobel de 1954. Recuerdo la noche que comenzamos el juego de los nombres. Uno de los del grupo adoptó el de Balzac; otro el de Kafka, el tercero el de Poe, mi amigo el de Hemingway y yo, después de pensarlo tanto, el de Scott Fitzgerald. De alguna manera quería sentirme contemporáneo de Hemingway. Pero nada de aquello debía de adoptarse tan en serio como lo tomó mi amigo. Debió ser simplemente un juego entre intelectuales que no pasara de las tertulias y las discusiones extraliterarias de un pequeño grupo de jóvenes que buscaba en el cambio de nombres sólo una inspiración y una motivación para desarrollar una obra propia y futura. Desde luego, en las reuniones la cosa era muy distinta. Por ejemplo, Balzac era Balzac, el de La comedia humana; Kafka, el autor de La metamorfosis y El castillo; Poe, el de Los crímenes de la calle Morgue y El corazón delator; Hemingway, el de Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar, y yo, el apuesto Fitzgerald, el de El gran Gatsby. —Has escrito una buena novela —me habría dicho Hemingway acerca de El gran Gatsby durante un viaje que hicimos juntos de París a Lyon—. Y ahora no debes escribir caca. Por reconocimientos como ese El gran Gatsby fue y seguía siendo mi salvación. Gracias a esa novela corta estaba yo allí sentado, conversando casi todas las tardes con mis amigos en lo alto de la bella Torre de Amsterdam en plena ciudad de Nueva York. Llegar allí y tratar de tú a los grandes como Balzac, Poe, Hemingway y Kafka era más que divertido. Ahora es grato el recuerdo de cómo nos criticábamos nuestras obras unos a otros; obras consideradas ya clásicas la llevamos al nivel de taller literario donde no faltaron confesiones muy íntimas; como la de un Balzac casi arrepentido, porque alguna de sus obras había llegado demasiado lejos, mucho más de lo que él jamás imaginó. —Novelas mediocre —dijo una tarde. Novelas que escribí con el único propósito de pagar el alquiler de mi casa. Así se defendía de nuestras críticas el Balzac que frecuentaba la Torre de Amsterdam. Y añadía: —¿Qué querían? La estaba pasando muy mal y de algo tenía que vivir. Una vez dada su explicación, Balzac se acomodaba en una poltrona donde arrellanaba su pesado cuerpo y comenzaba entonces el desquite. A Poe le dijo en una ocasión que había sido muy fantasioso y llegó hasta llamarlo psicópata. También le dijo que casi todos sus cuentos reflejaban los problemas emocionales de un hombre diabólicamente atormentado. Así se defendía Balzac. Al pobre Kafka le dio apenas mérito por La metamorfosis. —De tus libros me quedo sólo con La metamorfosis—, le dijo un Balzac sereno a un Kafka enfermizo y pálido . El resto es basura. Por supuesto, la respuesta de Kafka tampoco se hizo esperar. Sacó de la manga su defensa más valiosa ante el feroz ataque de Balzac. —Por eso antes de morir la primera vez le pedí a Brod que los quemara todos, incluyendo La metamorfosis. Todas mis obras, que veo ahora publicadas en editoriales importantes, no eran más que borradores, y la verdad es que en mi opinión no valían la pena. Basta de ejemplos para entender a fondo el tipo de diálogo que se derivaban de aquellos nombres durante un otoño citadino. Sabíamos que de no haber sido así jamás se hubieran visto cara a cara ninguno de los autores que escogimos representar, salvo Hemingway y Fitzgerald, que coincidieron en París cuando la Generación Perdida no era la Generación Perdida. Jamás, por ser de épocas distintas, habría un diálogo entre Balzac y Kafka. Lo mismo Poe, que aunque hubiera coincidido con Balzac en un steamer, nunca habría tenido la oportunidad de sostener un diálogo amistoso con el escritor francés como en aquellas tardes en la Torre de Amsterdam. Así que, disparatado o no el asunto, el juego de los nombres por lo menos tenía esa gracia. Ahora bien, cabe destacar que el juego no era adoptar solamente el nombre de un escritor, sino actuar también como lo hubieran hecho ellos en nuestro tiempo, algo que lo hacía mucho más divertido aún. Antes de asumir la personalidad de los ilustres, leímos sus biografías, a fin de conocerlos a fondo. Por eso en cuestión de semanas no fue ninguna sorpresa para el grupo encontrarse con Balzac en un tren subterráneo leyendo La hoguera de las vanidades, del norteamericano Tom Wolfe, o a Kafka sentado a un computador escribiendo una reseña acerca de Cien años de soledad, del Nobel colombiano Gabriel García Márquez. O a Edgar Allan Poe sentado frente a su casita decimonónica del condado del Bronx, en Nueva York —convertida ahora en un pequeño museo dedicado a su primera vida— queriendo analizar la composición de una canción de rap que le atrajo por su contenido diabólico. Por eso tampoco fue sorpresa que Hemingway saliera de pesca casi todos los días río Hudson abajo, para llegar luego a su casa con una cubeta repleta de anguilas. Y que yo, el Scott Fitzgerald de El gran Gatsby, gozara todavía de mi fama en una ciudad inhóspita y en la que no encajaba por la incomprensión de mis amigos. De los cinco, Hemingway y yo éramos los más cercanos; también compartíamos los recuerdos del París de los años veinte. Todo era válido con tal de parecernos más a los escritores que elegimos. Sin embargo, aquello que debió ser solamente un juego intelectual, a mi amigo le caló muy profundo porque no se conformó con actuar como Hemingway sino que lo revivió ante nuestros ojos. Así siendo Hemingway visitó Oak Park, en Chicago, donde habría nacido el verdadero en 1899. De aquel viaje mi amigo regresó al círculo mucho más convencido de que si no lo era realmente, al menos debíamos aceptarlo y tratarlo como una extensión del verdadero. —Se imaginan, estuve en la casa donde nací en Oak Park —dijo Hemingway a su regreso de Chicago. Ahora es un museo visitado por turistas. También visité la escuela secundaria que abandoné para irme a la guerra como conductor de una ambulancia. Mi regreso a Oak Park me trajo muchas memorias de mi niñez y adolescencia; memorias buenas y malas de mis padres y de uno que otros amores platónicos contrariados. Eso dijo mi amigo a su regreso de Oak Park. Logró asumir tan bien la personalidad del autor norteamericano, que hasta terminó adoptando su apariencia física y achaques emocionales. Para mí aquello fue la primera señal de que la broma Hemingway había alcanzado rincones insospechados en la psiquis de mi amigo. Con él no ocurrió lo mismo que con el resto de nosotros, que salimos del juego cuando lo quisimos. Por ejemplo, después de unos meses, Balzac dejó de frecuentar los pomposos salones que habría visitado y evitó endeudarse mucho porque ya no podía escribir como un loco para saldar sus préstamos; Poe, menos avejentado que el de las fotografías que aparecen en los archivos de la Biblioteca del Congreso, dijo adiós al alcoholismo ingresando a un grupo de Alcohólicos Anónimos y escribió cuentos menos macabros, y un Kafka que se hizo pasar por moribundo dijo a su amigo Max Brod que por nada del mundo perdiera los originales de sus obras, porque a lo mejor corrían la suerte de ser editadas algún día en formato digital por un punto com o en el peor de los casos como libros electrónicos. —Es algo que no entiendo mucho—, habría dicho Kafka a un Brod imaginario refiriéndose a sus libros en formato electrónico. Pero déjalos ahí, guárdalos a ver qué pasa. En otras palabras, al final del afanoso juego intelectual que mantuvimos durante varios meses, todos hicimos lo que creímos hubieran hecho aquellos escritores en nuestro tiempo. Yo, Fitzgerald, seguí intentando escribir otra novela como El gran Gatsby, pero fracasé de nuevo después de otra Suave es la noche menos afortunada y uno que otro libro de relatos. No me valió buscarme otra mujer como Zelda ni superar mis complejos de tener el miembro pequeño como habría contado Hemingway en su minimemorias París era una fiesta. —Zelda me dijo que con mi conformación nunca podré dejar satisfecha a ninguna mujer, y que por esto tuvo ella si primer trauma. Dijo que era una cuestión de tamaño. Así habría dicho yo, según Hemingway. Después de reconocer que para mí eso podía convertirse en un problema emocional muy grave, que no iba a poder solucionar ni siquiera con la píldora Viagra, no me quedó otro remedio que recurrir a un préstamo bancario y abrir un casino en honor a mi novela, con el mismo nombre, y vivir de la famita que me ha dado con el pasar de los años y rodeado todo el tiempo de mujeres bellas. De modo que todos le encontramos una salida al juego de los nombres, menos mi amigo Hemingway. El vivió exactamente el trazo de la vida del Nobel norteamericano. Lo imitó tanto que ni siquiera le faltó el detalle del suicidio, también un dos de julio, pero treinta años después, y, como era de esperarse, con mucho menos notoriedad. Desde entonces vivo convencido de que nadie más que nosotros supo que Ernest Hemingway había muerto de nuevo, sólo que la segunda vez fue en Nueva York y no Idaho, como en 1961, y sin dejar a la posteridad ni siquiera una frase digna de recordar.
José Carvajal
LA PIPA DE HEMINGWAY EN LIBRERIAS CUSPIDE

Wednesday, November 12, 2008


EVARISTE: UN OBAMA ÍNTIMO
Una vez más la muy descarada de Tessie se presentó ante el grupo familiar con su nueva adquisición; un mulato llamado Evariste oriundo de Cayena (Guayana Francesa). El argumento frívolo que disparó a todos nosotros, sentada sobre las rodillas del nuevo amante, fue ridículo: “Yo tengo mi Obama íntimo”. Me cuesta creer que un hombre virtuoso se mezcle con una mujer rudimentaria, pero puedo equivocarme. Tal vez la reina tenga atributos de clase que nunca supe descubrir. El sacrificado que hablaba un castellano que me hacía recordar a Julio Cortázar, nos anunció que pertenecía a Amnistía Internacional (AI) y que tenía comunicación directa con Irene Khan, la secretaria general de la organización. Había pasado por Chile acompañando a la funcionaria y en visita relámpago saltó a Buenos Aires. Como muchas extranjeros, salió a tomar una copa y cometió el pecado de encontrarse en Filo, el restó de San Martín Y Marcelo T., con Tessie. La seductora vive mosqueteando por todos estos lugares y como buena jinetera se le pegó al mulato. Evariste que aprovecha muy bien su tiempo, nos dijo: “Nos gustaría que el presidente electo Obama levantara el embargo contra Cuba porque creemos que ese embargo no está contribuyendo a la negociación de los derechos humanos de la región. También le pedimos a Castro que mire un poco a las cárceles. La política de Washington hacía Cuba ayudaría a Obama a restaurar la autoridad moral de los Estados Unidos, la cual ha sido dañada durante la administración del señor Bush”. A René comenzó a gustarle este personaje, lo advertí porque intercambiaron un breve diálogo en francés. A mí también me hizo cambiar de idea. “Obama debe cerrar Guantánamo y hacer una declaración pública confirmando la prohibición de la tortura y el maltrato. Cuba también debe hacer su análisis. Cada uno debe dejar de ser indiferente”, aseguró Evariste mientras Tessie no dejaba de acariciarle su rodilla. Como buenos perdedores reconocimos que el visitante no era un simple “objeto sexual”. Pierette lo secuestró y se lo llevó a la terraza del departamento. Tessie, declarada triunfadora, se unió a Victoria y marcharon al cuarto para controlar al ya maduro Oliver que dentro de poco opinará sobre la economía mundial. Nos quedamos René y yo compartiendo un Campari. “¿Qué le parece si nos juntamos con los muchachos de La Rosa Peregrina de Almagro?...hace tanto que no los veo”. Tiene razón, con el cuento del libro, la presentación en Torino y otras pavadas, los tengo olvidados. “A propósito…regálele una Pipa a Evariste…es un tipo inteligente”. Sabe que Tessie se lo va a robar. “¡Oiga, mándala a la mierda a Tessie”. Tiene razón: será un placer.
LA PIPA DE HEMINGWAY PEDILO A CÚSPIDE.COM

Saturday, November 08, 2008

NADIE MUERE NUNCA
Hace 70 años la revista Cosmopolitan de Nueva York, publicaba en su número de marzo, el cuento Nobady Ever Dies (Nunca nadie muere nada) de Ernest Hemingway. Dos décadas más tarde el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, fanatizado con el relato, lo traduce al castellano a fines de 1960. A partir de entonces la historia de la narración comienza un peregrinar apasionante. El cuento relata la trayectoria de un revolucionario cubano que cae en una trampa mortal. Es raro conseguir el texto. Tuve la suerte de hallarlo perdido en una librería de viejos de Montevideo, mi amigo Sergio Mescal. Recuerdo que levantó como un trofeo la obra y gritó: “¡Día salvado!”. El volumen de unas 120 páginas reúne a varios cuentos bajo el título de Crónicas de América. El primer trabajo es de Hemingway. Le siguen los de Roa Bastos, Cortázar, Benedetti y Asturias. Fue editado por Jorge Álvarez y publicado en 1965. Pero volvamos a Nobady. Este relato por largo tiempo se transformó en motivo de análisis de incontables seminarios porque muchos creían que el texto era una de las ficciones más llenas de ternura escritas por el norteamericano y un adelanto del posteriormente consagrado Por quién doblan las campanas, publicado en 1940.No estaban tan equivocados. El primer dato para analizar es preguntarnos qué sucedió con el escrito entre 1939 y 1960. Respuesta: nada. Digo esto porque generalmente cuando un cuento de Hemingway “pega”, siempre los seguidores se encargan de promocionarlo. No es este el caso. Ahora preguntémonos qué pasó con Ernest en el mismo período. Sus desventuras no fueron pocas. No puedo dejar de lado una madeja de incógnitas que alimentaron todo tipo de dudas. Un año antes que Hemingway diera a conocer su cuento, se produce la ruptura de su amistad con John Dos Passos. El motivo es el fusilamiento de José Robles, viejo conocido de Dos Passos. Hemingway sostenía que ese asesinato había sido un “dudoso error”, mientras que para Dos Passos el fusilamiento era una verdadera ofensa. La discusión nunca llegó a un buen término. Cabe pensar que precisamente Nunca nadie muere nada pueda tener atadura sentimental con la muerte de José Robles. El argumento del cuento habla de un revolucionario que demasiado tarde logra escapar de una trampa pero acabará acribillado (¿fusilado?) en un descampado, envuelto por las luces de reflectores que lo perseguían y aferrado a los brazos de su amante María. Un texto pasional, romántico, con el héroe martirizado. También para esta fecha está latente el documental The Spanish Earth y los acontecimientos de la Guerra Civil Española, un verdadero coctel de emociones.
Es bueno releer la historia y quitarle el polvo a este cuento que tiene lo mejor de Ernest Hemingway.
LA PIPA DE HEMINGWAY EN LIBRERÍAS CÚSPIDE.

Tuesday, November 04, 2008


EL ENTRETENEDOR DE LA PIPA

En diciembre de 2006, la escritora cubana Yanitzia Canetti me escribió desde Boston un elogioso correo sobre La pipa de Hemingway. Por entonces yo decía que ésta narradora estaba llamada a ser una de las mejores voces de la literatura latinoamericana. Sigo pensando lo mismo, es más: lo garantizo. Su literatura es sencillamente maravillosa. Cuando seleccioné a quienes les enviaría mi libro, no dudé en incluirla en la lista de favoritos. Acabo de recibir su respuesta y como ya es una costumbre en este espacio, lo comparto con ustedes:
Estimado Gatti
Le agradezco su generosidad por remitirme el libro La pipa de Hemingway. Me ha generado muchos celos las elucidadas palabras del prologuista Andrés Arenas Gómez sobre la obra. Quiero decirle que adhiero a las mismas y como bien expresa el filólogo, uno termina enamorándose de Hemingway.
Usted Gatti aprovecha sobradamente el blog para demostrar que no es un simple entretenedor. Lo veo como un memorialista esclarecido que con denuedo va armando una historia tras otra de manera transversal, espirituosa, desenvuelta y llena de alborozo.
Le deseo lo mejor en este quehacer.
Mi leal saludo. Yanitzia

Wednesday, October 29, 2008

CONTIGO ME VOY MI SANTA AUNQUE ME CUESTE MORIR
Enterados los amigos socialistas que no presentaría mi libro en Buenos Aires, comencé a recibir de parte de ellos una cadena de insultos telefónicos que me obligó a desconectar el aparato. Por suerte estos vagos no manejan las computadoras y poco saben de los mensajes de texto.
Aurelio García, quien está tratando de reorganizar los encuentros en La Rosa Peregrina de Almagro, me dejó un recado imperativo: “No es necesario hacer una fiesta. Con unas empanadas y par de vinos nos arreglamos… ¡pero ya, antes que se las tome de gira!”. En sintonía, Rosendo Castillo también recurrió al estilo de pedido que parece una orden: “¡Gatti, no se haga el pelotudo y a ver si nos juntamos!”. Eneas Federici apuntó a la ironía: “Me gustaría charlar con usted antes que se termine la globalización”. Los demandantes están convencidos de hacerme cambiar de opinión sobre la experiencia de una noche de gloria. Ya no hablan de estrategias publicitarias, de críticos comprados, de publicidad en los suplementos, de…”tengo un amigo que de esto sabe”. No, se conforman con un vinito una empanada. Matarazzi que extrañamente no se sumó al coro, fue el único que pasó por Cúspide del Shopping Abasto y compró La pipa porque “el escritor no debe regalar nada. Si uno quiere un libro hay que comprarlo”. Américo Massetti, menos comprometido, me recordó que al rockero Antonio no hay que dejarlo afuera de esta próxima cumbre y asumió de manera categórica su arrepentimiento por no haberme acompañado al festival de rock donde la lluvia nos dejó a todos como papel mojado. El “mosquito” Oreste Barrientos, quien no se mostró en público después de su tratamiento por adicción-parece que el acercamiento a la iglesia evangélica lo separó de nuestra comunidad-es otro exigente que se siente en condiciones de señalarme por no acordarme de él al momento de autografiar un libro. Todos de una manera u otra coincidieron en que hace falta establecer el día y la hora del reencuentro.
Los dejo a los libres pensadores y me desdoblo para atender al Brian Fuster que me envía un correo sabrosísimo:
HEMINGWAY MÁS VALENTÓN QUE NUNCA
El negrito Obama parece que se llevó al soldadito McCain a su ranchito de Sedona para que el veterano, entre montañas, árboles y riachos, descanse sin tener que preocuparse de la nueva arquitectura financiera internacional y puede volver a leer su libro preferido: POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS de Ernest Hemingway.”¡Si Tío, John McCain lee a Hemingway!”.
Pero aquí no termina todo. Mis compatriotas - dice Brian – ahora descubrieron a los toros y toreros. El lunes pasado, en el teatro Angélica Film Center de New York, en el ombligo de la Gran Manzana, se estrenó el documental “Matador”, un largometraje de corridas sobre la vida del torero David Fandila “El Fandi”. Algo particular también sucedió con el reportaje “Hermanos de sangre”. Francisco y Cayetano Rivera protagonizaron el reportaje Blood Brothers en la cadena CBS donde 17 millones de espectadores vieron el documental.
El Papa debe estar bien contento. Mc Cain, David Fandila y los hermanos Rivera lo siguen llamando. Hemingway por ahora no atiende el teléfono, está en otra cosa, está soñando.
SI QUERÉS LA PIPA DE HEMINGWAY PASÁ POR LIBRERÍAS CÚSPIDE.

Thursday, October 23, 2008

DE VUELTA AL ENGAÑO
¿Se acuerdan que tiempo atrás les hablé del escritor norteamericano Joe Haldeman? Bueno, finalmente logré conseguir la traducción al castellano de su novela El engaño Hemingway. Leí el texto. La ciencia-ficción no me enamora pero reconozco que la obra tiene dinamismo.¿ El juicio sueña liviano, de poco compromiso?. No, por el contrario. Me parece que este libro debe ser aconsejado a quienes conocen la vida de Ernest. No voy a cometer la torpeza de subirlo pero, al menos, los tentaré con un capítulo. Si hay consenso tal vez recurra a otro. Por ahora sólo un adelanto.

Capítulo 28
MUERTE EN LA TARDE / "EL ENGAÑO HEMINGWAY" Joe Haldeman


John despertó al mediodía tras un contenedor de basura en un callejón. El olor a basura podrida era nauseabundo. En cualquier caso, no se sentía bien; como si hubiera bebido demasiado y se hubiera desmayado tras un contenedor, que era exactamente lo que había ocurrido en ese universo. Se levantó lentamente en medio de un silencioso coro de crujidos y chasquidos, se limpió, y se alejó tambaleándose del maléfico olor. Tambaleándose, pero no cojeando: en ese presente volvía a tener los dos pies. Había un punto insensible del tamaño de una mano en la parte superior de su pierna izquierda, donde una bala de metralleta del calibre 51 no acertó a sus genitales por un par de centímetros, aunque puso fin a su carrera de soldado.
Y empezó la de escritor. Salió a la acera y se detuvo en seco. Éste era el primer universo donde no era profesor de universidad. Enseñaba ocasionalmente (a veces escritura creativa; a veces Hemingway), pero ahora era tan sólo una afición, y una tentativa para conseguir ser respetable. Se frotó la barba entrecana, que cubría la cicatriz de bala en su barbilla. Se pasó la lengua por los dientes de metal que el ejército le había colocado hacía treinta años. ¡Caramba! Tal vez sea cierto que esto empeora cada vez. ¿Qué era peor, perder un pie o que te rociaran el miembro de metralla, no sentir con los nervios cortados, más balas en la pierna, la cara y el brazo? Si supieras que había una Pansy en tu futuro, probablemente cambiarías un pie por todo tu miembro. Aunque ella había hecho maravillas con lo que quedaba, pensó.Recordando furiosamente, sin ver por dónde iba, dejó que sus pies le guiaran de vuelta al garito donde el Hemingway le había enseñado a tragarse un piano. Atravesó la puerta y el impacto del aire acondicionado le trajo de vuelta al presente. Perfume. Ropa interior de encaje. Un vendedor marica se bamboleó hacia él, consiguiendo parecer preocupado y decidido al mismo tiempo. Tenía la nariz taladrada, decorada con un diamantito.
—Señorrrr —dijo con una voz sorprendentemente grave—. ¿Puedo ayudarla?
Pantis sin entrepierna. Ayudas maritales. El bar se había convertido en un lugar llamado French Connection.
—Creo que me he equivocado. Lo siento.
Se dispuso a marcharse.El empleado sonrió.—No sea tímido. Todo el mundo necesita algo aquí.
El calor, en su densa familiaridad, fue casi agradable. John se detuvo en una tienda para comprar seis botellas de cerveza y regresó a casa. Un universo interesante; mucho más divergente que el anterior. Reagan, de algún modo, había sobrevivido al asesinato de Hinckley y disfrutó de un segundo mandato. Bush fue elegido, en vez de sucederle en la presidencia, y el país no había entrado en guerra con Nicaragua. El escándalo Irán-Contra coleaba en el fondo.Los Estados Unidos cooperaban con la Unión Soviética en un vuelo a Marte. No había De Sotos. ¿Podría haber una conexión?Y en ese universo había conocido de verdad a Ernest Hemingway.La Habana, 1952. John tenía ocho años. Su padre, doctor en ese universo, tomó unas vacaciones y llevó a su familia a pasar una semana en el trópico, lejos del invierno de Nueva Inglaterra. John pilló una buena insolación el primer día, por jugar en la playa mientras sus padres probaban suerte en los casinos. Al día siguiente le obligaron a quedarse dentro, lo que significaba acompañar a sus padres y mirar cosas que no fascinaban a los niños de ocho años.Fueron a almorzar a La Florida, por si conocían casualmente al famoso Ernest Hemingway, quien al parecer frecuentaba el lugar cuando estaba en La Habana.Para John resultó ser un lugar grande y cavernoso, lleno de olores a adultos. Humo de puros, ron, cerveza, orina rancia. Pero Hemingway estaba allí, al fondo de la oscura barra de madera, riéndose a mandíbula batiente en una mesa llena de cubanos. En realidad, eran vascos, jugadores de pelota, aunque eso no significó ninguna diferencia para John ni para sus padres.John era vagamente consciente de que su madre parecía una actriz de cine, pero no podría haber supuesto que eso cambiaría su vida. Hemingway la vio, se levantó y se quedó de pronto en silencio, con la boca abierta. Entonces se echó a reír y agitó un brazo enorme.—Ven aquí, hija.Los tres se acercaron tímidamente a la mesa. John fue plenamente consciente de la cuidadosa inspección que su madre recibía de los silenciosos cubanos.
—Echa un vistazo, Mary —dijo Hemingway a la pequeña mujer rubia que hacía punto en la mesa—.
La Kraut.La mujer asintió, sonriendo, y reconoció que la madre de John se parecía a Marlene Dietrich diez años antes. Hemingway los invitó a sentarse y a tomar una copa, y ellos aceptaron con aire de genuino asombro. Estrechó gravemente la mano de John, y le habló como a un adulto. Entonces gritó en español al camarero, y en un par de minutos sus padres estaban bebiendo grandes daiquiris y él una Coca-Cola con un trocito de lima, tropical y crecida. El camarero también trajo una bandeja de gambas cocidas. Hemingway incluso se comió las cabezas y las colas, haciendo mucho ruido, cosa que a John le pareció mucho más impresionante que ningún premio Nobel. Hemingway podría haber estado de acuerdo, ya que aún no había recibido ninguno, y Faulkner sí.Durante más de una hora, dos Coca-Colas, John vio a sus padres hipnotizados por el aura del famoso encanto de Hemingway. Los entretuvo con chistes e historias y preguntas (durante el resto de su vida, el padre de John relataría lo mucho que le impresionó la sofisticación de las preguntas de Hemingway sobre medicina cardíaca), pero quedó claro incluso para un niño que estaban asombrados, electrizados por la presencia del hombre.
Esa noche, más tarde, el padre de John le preguntó qué pensaba del señor Hemingway. Cuarenta y cuatro años más tarde, naturalmente, John recordaba su respuesta exacta.
—Se lo pasa bien todo el tiempo. Nunca he visto a un adulto que juegue tanto.Interesante.
Esa reunión era el punto donde empezaba su memoria eidética. Podía recordar un par de días anteriores bastante bien, porque estaban cerca de la superficie. En otros universos, podía recordar hasta antes de la escuela primaria. Eso le produjo una sensación extraña. Todos los universos eran diferentes, pero ése era el primero en que la diferencia estaba tan íntimamente conectada con Hemingway.
Era grueso en ese universo, gordo y con músculos cansados, como Hemingway a su edad, tal vez, y sentía una curiosa ansiedad que de repente advirtió era una auténtica necesidad de beber. No sólo deseo, no sólo sed. Si no tomaba una copa, sucedería algo muy malo. Sabía que era irracional, pero saberlo no servía de nada.
John subió cuidadosamente las escaleras hasta su apartamento, saltándose el quinto peldaño, también podrido en ese universo. Metió la cerveza en el frigorífico y sacó del congelador una botella de vodka helado (eso era distinto), se sirvió una ración doble y la bebió de un trago, como si fuera una medicina.Eso espolearía la resaca. Abrió una cerveza y se la llevó a la sala de estar, reflexivo,mientras a través de su cuerpo irradiaba el brillo alcohólico. Se sentó ante la máquina de escribir y cogió su pistola de aire comprimido, un cómodo modelo belga. La amartilló y cogiéndola con práctica con ambas manos apuntó a un blanco de papel situado al otro lado de la habitación. La bala se clavó a menos de un centímetro por debajo. Por toda la habitación, las paredes estaban picoteadas por haber disparado a las cucarachas y, una vez, a un escorpión. Muy estilo Hemingway, pensó; de hecho, la mayoría de las formas en que era distinto a encarnaciones anteriores de sí mismo iban en dirección hacia el estilo de Hemingway.
Metió un papel en la máquina de escribir e hizo una lista:EH & yo: ambos padres médicos ambos obligados a lecciones de música en el instituto escribimos material poco prometedor. Nuestras heridas de guerra fueron evidentemente similares en gravedad y localización. Tal vez la de mi entrepierna fue peor; el médico del ejército dijo que en Corea (y presumiblemente en la I Guerra Mundial), sin la ayuda de los helicópteros, yo habría muerto en el campo de batalla. (Al haber sido herido también en la rodilla y el pie, que la historia de H de haber cargado a hombros al tipo herido es improbable. Pasó más de un mes antes de que yo pudiera hacer fuerza con la rodilla.) Él mencionó heridas genitales, posiblemente similares a las mías, en una carta a Bernard Baruch, pero no hay nada en el informe de la Cruz Roja al respecto. Pero en ambos casos, ser herido y sobrevivir fue la experiencia central de nuestra juventud. Tocar la muerte.Cada uno escribimos el primer borrador de nuestra primera novela en seis semanas (pero la suya era mejor y más ambiciosa). Ambos tuvimos un inusitado éxito de crítica desde el principio. Ambos fuimos tímidos de jóvenes y gregarios de adultos. Siempre amamos la pesca y las armas y pasear por el campo; me encantaron las corridas de toros desde que vi la primera, pero puede que estuviera influido por los libros deH.España en general ,tener mejores mujeres de las que merecemos, beber demasiado,hipocondría, tendencia a los accidentes,tendencia hacia lo morboso.Una diferencia. Yo nunca me meteré una pistola en la boca y apretaré el gatillo. Lo deja todo demasiado revuelto. Alzó la cabeza ante el sonido del bastón golpeando. El Hemingway tenía el aspecto del viejo sabio de Karsh, pero era casi transparente a la luz que entraba por la puerta abierta.
—¿Qué tengo que hacer para conseguir tu atención? —preguntó—.
¿Provocarte otro cáncer?—Eso fue muy desagradable.
—Tal vez ésta será la última.
—Se sentó en el brazo del sofá e hizo girar el bastón dos veces—.
Hoy es un gran día. ¿Vamos a París?
—¿Qué quieres decir?—
Hoy sucede algo grande. En todos los universos donde estás vivo, este día brilla de importancia. Supongo que significa que has decidido venir conmigo. Dejas de escribir a cambio de la verdad acerca de los manuscritos.De hecho, él estaba pensando justo eso. La vida era ya lo bastante confusa, dividido entre su amor erótico por Pansy y el sentimiento más doméstico, pero aún profundo, hacia Lena... Escribir el pastiche era divertido, pero tenía cosas más importantes que hacer. Además, había llegado a desconfiar por completo de Castle, incluso antes de que Pansy le hablara de la trampa. Sería divertido decepcionarlo.
—Tienes razón. Vamos.
—Primero destruye la novela. —
En ese universo, había completado setenta páginas de Allá en Michigan.
—Claro.John cogió el fajo de papeles y lo arrojó a la pequeña chimenea. Lo prendió por varios sitios con una larga cerilla para barbacoas, y vio cómo un mes de trabajo se convertía en humo. De todas formas, era sólo un gesto simbólico; podría reescribirla entera de memoria si quería.
—¿Y ahora qué hago? ¿Golpeo los talones tres veces y digo «No hay nada como la Gare de Lyon»?
—Sólo acércate.John dio tres pasos hacia el Hemingway y de repente cayó de lado...Sabía lo que era morir; esto era peor. Fue despedazado y esparcido a través de espacio y tiempo, estando en ningún sitio y en todas partes, en todos los tiempos, un vacío que gritaba eternamente.
La grava crujió bajo sus pies y el humo del carbón en el aire era asfixiante. Hacía frío. Los grises cielos de París brillaban a través de las largas claraboyas, a través de la complicada geometría de las negras vigas de acero que sostenían el alto techo. La multitud hablaba en francés. Una mujer atravesó a John por detrás. Él se palpó con ambas manos y se sintió real.
—No pueden vernos —dijo el Hemingway—.
No a menos que yo lo quiera.
—Eso ha sido horrible.—
Esperaba que lo odiaras. Ahora ya sabes cómo paso la mayor parte de mi cronoespacio. Vamos.Dejaron atrás a los vendedores que ofrecían cucuruchos de castañas asadas, botellas de vino, puestos de baguettes y quesos. Había extrañas resonancias, ya que John recordaba las diversas ocasiones en que había estado allí al cabo de más de medio siglo. No había cambiado mucho.
—Allí está ella —señaló el Hemingway. Hadley parecía demacrada, cansada, mareada. Se tambaleaba mientras intentaba mantener el ritmo del mozo que cargaba con sus dos bolsas. John recordó que acababa de recuperarse de un mal caso de gripe. Probablemente estaría todavía en casa, en cama, si Hemingway no le hubiera enviado el telegrama instándola a ir a Lausana porque se esquiaba muy bien en Chamby.
—¿Hay universos donde Hadley no pierde los manuscritos?—
Bastantes. En algunos de ellos Hemingway no vende «Mi viejo» el año que viene, ni nunca, y tira todos los relatos él mismo. Renuncia a la ficción y se convierte en redactor del Toronto Star. Hasta la Guerra Civil Española; entonces se une al Batallón Abraham Lincoln, a veces Brigada, y muere conduciendo una ambulancia. Su único efecto en la literatura americana es un párrafo en La autobiografía de Alice B. Toklas.
—¿Pero en algunos los relatos son publicados?—
Claro, incluida la novela, que a menudo se llama Con la juventud. Allí. Hadley subía los escalones del vagón de pasajeros. Hubo un microsegundo de agonizante vacío, y se materializaron en un pasillo delante del compartimiento de ella. Hadley y el mozo pasaron a través de ambos.
—Mera—dijo ella, y le tendió al hombre unas pocas monedas. Él hizo una mueca a su espalda.—¿Con la juventud? —preguntó John.
Era el mismo título que él había empleado.—Es un libro bastante bueno, una especie de preludio de Adiós a las armas, pero le va mucho mejor en universos donde no se publica. Fiesta llama más la atención entonces. Hadley guardó la maleta y la bolsa de viaje bajo el asiento. Entonces frunció el ceño, comprobó la hora en su reloj de pulsera y dejó el compartimiento, cerrando la puerta tras ella. Se volvió a comprobar que el equipaje no era visible desde el pasillo.
—Interesante —dijo el Hemingway—.
Así que no la dejó a la vista, pidiendo que la robaran.
—Qué extraño —dijo John—.
Esa novela, Con la juventud. ¿Trataba de la Primera Guerra Mundial?
—Las trincheras en Italia —contestó el Hemingway—.
¿Qué tiene eso de importancia? Un joven salió de las sombras del vestíbulo, mirando en la dirección que había seguido Hadley. Entonces se dio la vuelta y encaró a los dos viajeros del futuro.Era Ernest Hemingway. Sonrió.
—Cierra la boca, John. Pillarás moscas.
Abrió la puerta del compartimiento, recogió la bolsa de viaje y la llevó al vagón de al lado.John se recuperó lo suficiente para perseguirlo. Había desaparecido.El Hemingway le siguió, trasladándose instantáneamente.
—¿Qué es esto? —dijo John—. Pensé que no podías estar en dos cronoespacios a la vez.
—No era yo.—Pues seguro que no era el verdadero Hemingway. Está en Lausana con Lincoln Steffens.
—Tal vez lo sea y tal vez no.—¡Sabía mi nombre!
—Así es. —
El Hemingway se hizo más débil mientras John lo miraba.
—¿Era otro de vosotros? ¿Otro agente?
—No. No es posible.
—El Hemingway miró a John—. ¿Qué te ocurre?
—Sus rasgos adquirieron una expresión de incredulidad—.
Oh, no. Fuiste tú.
—¿Que fui yo?
—Ahora mismo.
—Hizo un gesto hacia el otro vagón—.
La bolsa, los manuscritos. ¡Por supuesto!John se echó a reír.
—Claro. Llámame Papá. Soy clavadito al tipo.El Hemingway era un fantasma que se desvanecía. El bastón apareció en su mano, y apuñaló a John una y otra vez, pero sin ningún efecto.
—Ya no funciona —dijo John.Hadley irrumpió en el vagón y los atravesó corriendo, mientras llamaba en francés al revisor. Llevaba una botella de agua Evian.
—Bueno —dijo John—, eso es lo que...El Hemingway había desaparecido. John apenas tuvo tiempo de pensar ¿Atrapado en 1922? cuando el vagón y la Gare de Lyon se disolvieron en una cascada de chispas negras y no fue más fácil esa segunda vez, extenderse imposiblemente delgado a través de todos aquellos años-luz y milenios, preguntándose si iba a durar eternamente esta vez, advirtiendo que así era de algún modo, y soldándose con un chasquido imposiblemente doloroso.
Miró la lista en la máquina de escribir. Extendió la mano hacia la Heineken. Todavía estaba fría. La soltó.—Dios —susurró—. Espero que se haya acabado.La situación demandaba una mayor graduación alcohólica. Fue al frigorífico y sacó el vodka. Bebió el helado mejunje directamente de la botella, y casi la dejó caer cuando por el rabillo del ojo vio la bolsa de viaje. Dejó la botella abierta en la encimera y caminó como un sonámbulo hasta la mesa del comedor. Era la misma bolsa, levemente ajada, con las siglas EHR, Elizabeth Hadley Richardson, grabadas. La abrió y dentro había un grueso fajo de sobres de papel manila. Cogió el de arriba y lo llevó a su silla junto con la botella de vodka. Le temblaban las manos. Abrió el sobre y contempló la letra familiar.ERNEST M. HEMINGWAY UN OJO POR EL MÍO Fever se levantó . A la luz de la luna pudo ver la sangre manando de sus manos . Tenía los pantalones rotos por las rodillas y sabia que también habría sangre . Vio las luces del último vagón desaparecer entre los árboles donde la vía se curvaba . Aquel asqueroso guardafrenos . Se las pagaría algún día. Fever el extremo de un travesano y se sentó a quitar piedrecitas de sus manos y rodillas . Le vendría bien un poco de agua . El guardafrenos tenía su cantimplora .Pudo oler una hoguera . Se preguntó si sería inteligentemano acercarse . Conocía a los lobos , los humanos que vivían cerca de las vías y las cosas repugnantes que les gustaban . No les tenía miedo pero no quería problemas .No tienes que buscar problemas , le diría su padre . Los problemas te encontrarán a ti . Pero su padre no le había hablado de los lobos .Hubo un ruido en los matorrales . Fever se levantó y cerró suen torno al mango de cuerno de la navaja Buck llevaba en el bolsillo .La puerta de tela metálica se abrió con un crujido, y él levantó la cabeza y vio entrar a Pansy con una expresión extraña en el rostro. Lena la siguió, con aspecto aún más extraño. Tenía el ojo izquierdo hinchado y cerrado y la mayor parte de su rostro estaba magullado, azul y marrón. Llevaba un vendaje sobre un corte en la frente. John se levantó, temblando por la súbita confrontación de emociones.-¿Qué...?—Castle —dijo Pansy—. Se ha desmandado.
—Llamaré a la policía.—
Ya hemos estado allí —dijo Lena, con la voz distorsionada—.
Se acabó.—Por supuesto.
No podemos trabajar con...
—No, quiero decir que es un criminal. Lo buscan en Mississippi por homicidio. Fueron a arrestarlo para extraditarlo. Así que se acabó el engaño Hemingway.
—¿Qué Hemingway? —preguntó Pansy—.
¿Engaño?
—Ya te lo contaremos —dijo Lena, y señaló la botella—.
Un poco temprano, ¿no crees? Al menos podrías traernos un par de vasos. John se levantó, obviamente aturdido. Miró a Lena, luego a Pansy, luego a Lena otra vez. Ella puso los ojos en blanco.
—Sé que tú sabes que ella sabe que él sabe. Lo que sea. Lamento todo el lío. Te amo. Creo que ella también. ¿Vale? ¿Un par de vasos?John entró en la cocina, casi flotando por los efectos del vodka y la ansiosa confusión.
—¿Con qué lo queréis?Pansy dijo que con zumo de naranja, y Lena con hielo. Entonces Lena gritó.John se dio la vuelta y allí estaba Castle en la puerta, sonriendo. Tenía un revolver en la mano derecha y la escopeta de cañones recortados en la izquierda.
—Conos. Jodidos conos —dijo—. ¡
Acudisteis a la puñetera policía! Había un cuchillo de carnicero en el cajón junto al frigorífico, pero John no creía que Castle fuera a quedarse impasible y permitirle cogerlo. Ninguna otra cosa podría servir como arma, excepto la pistola de aire. Castle sabría que no podía hacer mucho daño.Miró a John.
—Los tres vais a ser mis rehenes. Vamos a salir de aquí y los despistaremos en los Everglades. Pero saben cuál es mi furgoneta.—
Nosotros no tenemos coche—dijo John.
—¡Eso ya lo sé, gilipollas! Hay un Hertz en la Uno. Ve y alquila un coche. Y no intentes hacerte el listo. Si huelo a un policía, volaré a estos dos conos. Se volvió hacia las mujeres e hizo una mueca maligna, hablando con dureza entre dientes.
—Como hice con esos dos que enviaron, el hispano y el negro. Hablaron de volver con una orden para buscar la escopeta y yo me porté con toda la amabilidad posible, les dije «diablos, vamos, entren, no necesitan ninguna orden, no tengo nada que ocultar», y cuandoentraron cogí la pistola del negro, le volé los sesos al hispano y le disparé al negro en las pelotas. Tendríais que haberlo oído. Vaya negro. Hicieron falta otras cuatro balas más para hacerlo callar.Me pregunto si eso significa que la pistola está vacía, pensó John. Era una anticuada Magnum 357 Smith & Wesson de seis tiros, pero desde ese ángulo no podía ver si había sido recargada. Tenía en la mano el zumo de naranja de Pansy. Podría intentar cegar a Castle con el zumo de naranja. Dio un paso hacia él.
— Qué clase de coche quieres?
—Sólo un coche, maldita sea. Lo bastante grande.
—Una sirena ululó a una manzana de distancia. Castle puso mala cara—.
Zorra. Les dijiste dónde estarías.
—No —suplicó Lena—.
No les dijimos nada.—
No hagas ninguna estupidez —dijo John.Otras dos sirenas, más cerca.
—¡Yo os enseñaré estupidez!
—Alzó la pistola hacia Lena. John le tiró el zumo de naranja a la cara.No fue realmente como en cámara lenta. Fue simplemente que John no se perdió ningún detalle. Castle rugió y se dio la vuelta y en los cilindros de la recámara John vio cinco balas con envoltura de cobre. Intentó coger la pistola y el primer tiro le destrozó la mano, volándole dos dedos, y golpeó el lado derecho de su pecho. La explosión fue ensordecedora y el impacto de la bala fue como ser golpeado simultáneamente en la mano y el pecho con bates de béisbol. Se tambaleó, todavía de pie, y tosió sangre en la cara de Castle, quien disparó otra vez. La segunda bala lo martilleó en el otro lado del pecho, haciendo que esta vez casi se diera media vuelta. ¿Había alguien gritando? Hemingway dijo que parecía una bola de nieve helada, y era muy similar, a excepción de la parte interna, con el cuerpo diciendo «Bueno, es hora de cerrar la tienda». Había un terrible dolor familiar irradiando en el centro de su pecho, un dolor más agudo que las dos balas, y John advirtió que sufría un ataque al corazón totalmente superfluo. Se apartó de la mesa y volvió a tambalearse hacia Castle. Intentó agarrar la recortada y Castle vació ambos cañones en su abdomen. Sonaron como puertas cerrándose. Cuando en el salón de Idaho Hemingway se metió los dos cañones en la boca y apretó los gatillos, Mary dijo que fue como oír cajones cerrándose. John siempre se había preguntado cómo demonios pudo apretar el segundo gatillo, con todos los sesos desparramados. Cayó de rodillas y luego se desplomó de costado. No podía sentir nada. Las cosas empezaron a volverse oscuras y rojas. ¿Iba a ser ésta la última vez?Castle abrió la escopeta y los dos casquillos volaron en semicírculo por encima de su hombro. Sacó otros dos cartuchos del bolsillo de su camisa y uno se le cayó. Cuando se inclinó a recogerlo, Pansy saltó a su espalda, con un rápido movimiento que fue casi grácil (a John se le ocurrió que probablemente lo había ejecutado una y otra vez en sus fantasías). Él introdujo ambos cartuchos en sus recámaras y cerró la escopeta con un movimiento de muñeca. La puerta de tela metálica estaba atascada. Pansy tiraba del pomo con ambas manos. Castle alzó los dos cañones hasta la base de su cráneo y apretó un gatillo. La mayoría de los fragmentos de la cabeza cubrieron la puerta o salieron a través del agujero creado por el impacto. La coronilla de su cráneo, un cuenco ensangrentado, rebotó en dos paredes y llegó girando a la cocina, con el cabello largo y hermoso trazando una estela en forma de abanico. Su cuerpo danzó espasmódicamente y se dobló, chorreando vida.Lena se lanzó sobre la espalda de Castle, arañándole la cara. El giró y la lanzó contra la pared. Se debatió como una muñeca de trapo y él la golpeó fuertemente con la pistola mientras caía. Lena se enroscó en sus pies, vomitando en sus propias manos, y él, con la boca abierta, riendo en silencio, bajó la escopeta y le disparó a quemarropa en la entrepierna. El cuerpo de Lena se estremeció y John trató con todas sus fuerzas de no morirse. Pero laoscuridad lo cubrió y lo último que vio fue la sonrisa maligna de Castle mientras volvía a cargar el arma, asomado a la ventana, presumiblemente ante la policía.No sintió la terrible sensación de ser extendido infinitesimalmente sobre una infinitud de dolor y oscuridad; las cosas simplemente se volvieron negras, como si cerrara los ojos. Si esto es la muerte, pensó John, no es gran cosa.Pero cambió. Hubo un poco de luz pálida, algunas vagas figuras, y entonces los colores se concentraron en la escena; y tras un momento de desorientación advirtió que estaba aún en el apartamento, pero al parecer flotando junto al techo. Lena estaba apenas consciente, retorciéndose, contemplando aturdida el río de sangre que borboteaba entre sus piernas. Pansy parecía irreal, sin cabeza pero intacta del cuello para abajo, tendida en una postura imposible y relajada como un maniquí derribado, con la sangre que manaba de una arteria del cuello y atravesaba la puerta de tela metálica.John vio su propio cuerpo destrozado, con el abdomen completamente excavado por la metralla. Dentro de la enorme herida, tras los trozos retorcidos de intestino, los jirones de grasa y cartílago, la sangre y la mierda, pudo ver pedazos astillados de hueso. Tal vez no le había dolido tanto porque el impacto le había partido la espina dorsal.Tuvo tiempo de sentirse un poco sorprendido por no sentir más. Naturalmente, la mayoría de la gente que había conocido y había muerto lo había hecho de esta forma, con gran desparramamiento de sangre y sesos. Incluso treinta años después del ocasional ataque al corazón o del colapso de algún amigo o pariente, la mayoría de los muchos muertos que conocía habían caído en la jungla, en Technicolor.Había sido un héroe allí, en ese universo. Eso habría sorprendido a sus sargentos en el universo original. La Medalla de Honor del Congreso no le había venido mal a las ventas de su primer libro. Destruyó el emplazamiento de la ametralladora vietcong con sus propias granadas, luego dio la vuelta a la ametralladora y abatió el mortero y las tropas. Lo hizo con heridas de bala en el rostro y el tríceps. Por supuesto, sin las heridas no habría perdido los nervios y atacado la ametralladora, pero eso no se mencionaba en la citación.Era una lástima que no hubiera forma de cambiar las medallas, fundirlas en una bala grande y gorda y usarla para acabar con aquel loco hijo de puta que ignoraba a las tres personas que acababa de matar, riéndose como una hiena mientras gritaba obscenidades a los policías que se congregaban debajo. John había matado a más personas que él, pero por horrible necesidad, y había cumplido toda una vida de penitencia con la máquina de escribir y el talonario de cheques.Castle no era humano. Sería una grave afrenta a todo el orden de las criaturas llamarlo siquiera animal.Castle dispara un tiro a través de la ventana inferior y luego se agacha cuando una andanada de fuego de armas automáticas destroza la ventana superior, llenando el aire de un chorro de cristal; las balas y el cristal vuelan inanes a través de John, donde está flotando, y oye cómo se clavan en el techo, y de pronto todo es blanco por el polvo de yeso. Empieza a despejar y está mucho más cerca de su cuerpo, cada vez más y más bajo; se funde con él y en un instante de negrura vuelve a mirar otra vez con ojos humanos:Oyó un ruido sordo y vio los cientos de añicos de cristal saltando del suelo y volando hacia la ventana; el polvo de yeso de las andanadas se introdujo en los agujeros de bala del techo, que entonces desaparecieron.El panel superior de la ventana se reformó mientras Castle se incorporaba, apuntaba la escopeta, luego se inclinaba hacia delante mientras una flor de llamas amarillas y humo blanco volvía a entrar en el cañón.Su mano estaba entera, los dedos restaurados. Miró y vio cascadas de sangre regresando al agujero en su abdomen, luego las gotas individuales; entonces el agujero se cerró y las ropas se restauraron; luego uno de los agujeros de su pecho se cerró, y después el otro.La ropa era desconocida. ¿Una chaqueta de lana con este tiempo? Sus manos se habían vuelto viejas, y se formaron manchas de enfermedad renal mientras observaba. Lento como una planta al crecer, como la luna al girar, pensando también lentamente, extendió la mano y palpó la barba, y pudo ver por el rabillo del ojo que era larga y blanca. Estaba demasiado gordo, y la hebilla del cinturón se le clavaba dolorosamente en el vientre. Lo encogió y miró al cinturón, sí, era de latón viejo y decía GOTT MIT UNS, el cinturón que le había quitado a un alemán muerto hacía tanto tiempo. El cinturón que Hemingway se había llevado.John se apoyó en una rodilla. Contempló fascinado cómo el río de sangre volvía al vientre de Lena y desaparecía mientras Castle, sonriente, introducía los cañones entre sus piernas, daba un respingo, e iniciaba una complicada danza marcha atrás (mientras el cuerpo decapitado de Pansy se retorcía y se enderezaba); Lena, levantándose del suelo, saltaba entre la espalda del hombre y la pared, luego se alzaba y corría hacia atrás mientras él acercaba la escopeta a la nuca de Pansy y lo que parecían litros y litros de sangre y tejidos salían volando de todas direcciones para reunirse en la cabeza y en su hermoso rostro, distorsionado en una mueca de terror, mientras ella sacudía torpemente la puerta y luego corría hacia atrás, más allá de Castle mientras hacía una graciosa pirueta, descargaba el arma y colocaba en el suelo una bala, que saltó a su bolsillo mientras él se levantaba y metía allí la otra.John se incorporó y caminó hacia Castle a través de cierta densa resistencia. ¿Era el tiempo resistiéndosele? Todo lo demás seguía moviéndose en sentido contrario: Dos casquillos vacíos navegaron por la habitación hasta introducirse en las recámaras del arma; Castle la cerró y giró para enfrentarse a John...Pero John no estaba donde se suponía que debía estar, ni era quien se suponía debía ser; Castle apenas tuvo tiempo de sorprenderse. Mientras la escopeta giraba, John agarró los cañones (¡caliente!) y arrancó la pistola del cinturón de Castle. Perdió su tenaza sobre los cañones de la escopeta justo cuando amartillaba la pistola contra el corazón de Castle y disparaba.
Un chorro de sangre de toda la habitación convergió sobre la espalda de Castle y John sintió el retroceso de la Magnum cuando la boca de la escopeta chocaba con fuerza contra sus dientes, una bocanada de calor abrasador y luego la negrura eterna, de vuelta el infierno sin rasgos del cronoespacio infinito al que le había llevado el Hemingway, para siempre, pero en el siguiente instante, un nuevo tipo de estertor, un retortijón.

Tuesday, October 21, 2008

LA PIPA: DESDE MAR DEL PLATA A PUNTA DEL ESTE PASANDO POR TORINO Y MÁLAGA.
La aparición del libro me trajo una serie de expectativas y dificultades donde la emoción y la curiosidad jugaron un papel importante. Un reconocido escritor argentino que vive en España, días pasados me dijo que necesitaba un agente literario porque ningún autor hoy puede ser conocido sin el apoyo de estos señores que saben cómo se negocia una publicación. Es cierto, el camino de un libro no es recto. Claro, tampoco hay que confundirse, La pipa de Hemingway sigue siendo un blog y una bitácora no se disimula, no se enmascara con un formato rectangular de 207 páginas. Obviamente el blog está resumido en un libro. Por supuesto; el libro es más manejable, pero aquí no hablamos de envase y sí del contenido. Por lo tanto, seguimos siendo una manera de contar la vida por Internet de la mano de un personaje fascinante como Ernest Hemingway. Este diario íntimo-social me permitió conocer y reencontrarme con muchos de ustedes que fueron gestando la alegoría. Cada paso dado tiene un acompañamiento que se acrecienta día a día. Desde la aparición del libro varias cosas cambiaron. Los amigos cubanos me pidieron una cierta cantidad de ejemplares porque a muchos les es difícil acceder a Internet. Allá entonces salió el envío. En Buenos Aires la presentación formal no se realizó porque La pipa tiene pasaporte para viajar en noviembre a la Feria del Libro de Mar del Plata, a cruzar el charco y sentarse a la mesa de un café literario de la aristocrática Gorlero en Punta del Este, en diciembre y ya hecho el libro un libertino detenerse en Torino, en el mes de febrero, para asistir a la mega muestra organizada por Giuseppe Recchia titulada "Il mondo di Hemingway", donde habrá presentaciones de videos, musicales, obras teatrales, filmes, presentaciones de libros y conferencias dedicadas al gran Ernesto. Seguramente nos juntaremos unos cuantos locos y pensaremos si no sería oportuno volvernos a ver en Málaga, más precisamente reunirnos en La Cónsula para levantar una copa y brindar recordando que Ernest allí festejó sus 60 años, en 1959. Todo queda abierto y a disposición del cliente, en rigurosa oferta, a mitad de precio por cambio de temporada y sin derecho a devolución.

Thursday, October 16, 2008


MICROCUENTO SIN HEMINGWAY
Daniela es ahora una mujer apocada. Sabe que su vida dejó de ser una aventura. Nada será igual a la insigne memoria. Aún la mancuerda le sigue apretando el torso dolorido. Quedan huellas. Marcas como el curso de un río. Aún su desamparo está presente. Circula el abandono por su alma. Ya pasó el tiempo de la negación. Si pudiera rompería los espejos. No se ama. No es la impaciente muchacha capaz del desplante. Nos reencontramos. No es una cita. Nos reencontramos con el mapa, con la hoja de ruta. Ninguno habló de sus pasiones. Estuvimos mirando la llanura después del incendio. El fuego arraso todo, nos quemó por dentro, calentó la hoguera de las vanidades y nos puso al ras del piso, sobre las cenizas, para arder los rostros. Le pregunté si pensaba en lo inmediato. Me respondió que hoy su vida era como sus maletas rojas. Traté de entender… ¿listas para un viaje?...”Ya no hay más París”, murmuró. Hubo un silencio. Eterno, maldito. Sus manos temblaban. Las emociones no le dan respiro. De nada hubiera servido traer recuerdos. Ya es tarde para volver al paraíso. Pidió que caminemos. Salimos del café de San Telmo y tomamos por Bolívar hacia el sur. La tarde estaba cortada por un viento frío. “Como está tu libro”, dijo. Por ahí anda…acoté. La tomé del brazo. Se detuvo. Me miró. Sus ojos celestes estaban cargados de lágrimas. Su pesar había quedado en la mesa de aquel bar de la melancolía.

Sunday, October 12, 2008


LA PIPA DE HEMINGWAY: UN BLOG HECHO LIBRO
La obra es un anecdotario divertido y ágil que me agrado mucho leer. Gatti me obligó a practicar el castellano, a preguntarme cómo un autor argentino conoce tanto sobre la vida de mi abuelo y además congratularme con la capacidad periodística que posee para presentar las historias familiares que forman parte de mi vida. Hay muchas que el autor ficciona y otras que las dramatiza. Debo confesar que ingresé a su blog
www.lapipadehemingway.blogspot.com para asegurarme que lo escrito en el libro era igual a la literatura de pantalla. Llegué a la conclusión que Gatti fue creciendo con su bitácora y me animo a decirle que los posteos aún no publicados son mejores que los editados. Por lo tanto lo comprometo a reunirlos en un nuevo libro.
Gatti debería traducir estos textos al inglés para que sus adeptos aumenten. Debería también cambiar la estética del blog y tratar de ordenar los temas, agregarle enlaces y sumarle material fotográfico.
La pipa de Hemingway como expresa el prologuista es un cóctail personal listo para degustar. En mi caso ha sido un placer beberlo y voy a ser un ferviente divulgador de este alcohólico brebaje.
John Hemingway
LA PIPA DE HEMINGWAY EN VENTA SOLAMENTE EN LIBRERÍAS CÚSPIDE

Wednesday, October 08, 2008

EL MISTER PAPA DE LAS SÁBANAS ROSADAS
Valeria compró La pipa de Hemingway en la librería Cúspide de Avenida Cabildo y sin demorarse caminó hasta la esquina de Juramento. Ingresó en la librería El Ateneo, subió al primer piso, se dirigió hasta la mesa donde habitualmente escribe sus poemas y comenzó a leer el libro. Se sorprende con el posteo La otra mirada porque ella vivió un hecho similar. Me relata en su mail que recibí ayer que “fue una sensación extraña. Tenía 12 años y me dio mucha vergüenza ver a mis padres haciendo el amor. Claro, mi viejo no era Hemingway y mi madre no era Mary Welsh ¿ A propósito, tenían buen sexo?”. Tal vez Valeria piense que yo sé pelos y señales sobre “Hem” y lamentablemente lo que uno imagina no siempre forma parte de la realidad. Para no defraudarla y como agradecimiento a su acto de beneficencia, le regalo este documento que la escritora italiana Fernanda Pirovano escribió para el Corriere della Sera con el título La geisha traicionada que nunca dejó de amar, donde puede hallar una respuesta a su inquietud sobre el amor y el deseo de Mary Welsh y Ernest Hemingway.
"La primera vez vi a Mary Hemingway en Cortina, cuando su marido me pidió que fuera allí a hablar con él, me recibió preguntándome: “¿Qué preservativo usas?”, y ante mi perplejidad respondió a su pregunta abriendo el cajón de una cómoda completamente vacío, salvo por un complicado sistema en uso en aquellos años; y me explicó con minuciosidad cómo decía insertar la horquilla y acomodar el diafragma protector. Esto, para mi educación victoriana, había sido algo más que una lección de sexo; fue una lección de vida y sobre todo, una lección que me había hecho entender enseguida que esta minúscula Mary, corresponsal de guerra, tenía cierta familiaridad con el sexo. Mas tarde Hemingway me contó que cuando Mary había llegado por primera vez a la Finca Vigía de San Francisco de Paula, y él le mostraba las maravillas cubanas, Mary lo había interrumpido diciéndole:”¿Por qué no hacemos algo más romántico?” Y mucho más tarde comprobé qué entendía por “romántico” cuando, al recibirme con Virginia y Alberto Mondadori en otro hotel de Cortina, se había parado con su marido al pie de la escalera y había dicho, sonriendo: “Oh, tengo un dolor de espalda terrible. Trece veces”, sin que nosotros buscáramos una confirmación en la sonrisa de Mister Papa. Mucho, mucho más tarde, cuando los periodistas le preguntaron cómo había sido sus relaciones con su marido, ella solía responder: “Ambos sufrímos de insomnio. Y él siempre era bienvenido bajo mis sábanas rosadas”.
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Wednesday, October 01, 2008

HEMINGWAY: NO TE LA CREAS
Recibo un nuevo correo de Giuseppe Recchia donde me expresa que la presentación del libro La pipa de Hemingway está confirmada. Vuelvo a leerlo. Parece que va en serio: Hemingway en Torino. Sigo. Guido Guerrera también me dice que no desaproveche la invitación y que no pierda la oportunidad de llevar el libro a Italia porque Hemingway siempre convoca al público. Otro más. Brian Fuster que ahora circula por los salones del Gran Hotel Ciudad de México-algo así como el Hotel Alvear de Buenos Aires-en el corazón del Distrito Federal, me apura: “¡Ya mismo los pasajes!”. Victoria y Pierette desde el restaurante Versailles en la calle 8 de la Pequeña Habana de Miami, son la parte familiar que sumados al coro de voces insisten con el viaje y hasta René, que parecía resagado, se despacha con un discurso paternalista: “Si tienes miedo, yo te acompaño”. ¡Basta! Todo es muy lindo en los planes pero ahora que la economía del mundo se partió en mil pedazos hay que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato. Pregunto: ¿La pipa de Hemingway a quién le interesa? A unos pocos seguidores del blog y a los especialistas que ante cualquier referencia del Ernesto Miller se ponen de pie y saludan. El resto del público está en otra cosa. Ni los que antes se llenaban la boca con Hemingway hoy releen al norteamericano. Pero esto no sólo pasa con “Hem”, les sucede a todos los escritores. Si alguno cree en la posteridad está equivocado. Si hay un crédulo que sueña con la trascendencia debo decirle que no se ilusione. La vanidad es una serpiente que envenena y mata a su víctima antes que el olvido lo destruya. No sé cuántas personas leen los posteos. No me engaño con el festival carioca en la fiesta del libro. No se engañen ustedes tampoco amigos hemingwayanos, porque la arquitectura del éxito es endeble, banal, siempre seduce, encandila, engaña. Hay que aprender a jugar como un macaco para que los intelectuales sigan pensando que ellos son los dueños de la verdad y sus libros la biblia de los incultos.
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Saturday, September 27, 2008

ROCK DURO EN LA NOCHE AMERICANA
El rostro de Antonio-un rockero renacido-se llenó de alegría. Hacía tiempo que esa cara triste no dibujaba una sonrisa. Trato de no estar arrepentido. Quiero no equivocarme. No sé si mi locura termina mal. Creo que es una locura sana. ¡Qué locura! Los socialistas me dieron vuelta la trucha. Nadie me apoya. Los valientes del clan que sentados a la mesa de negociaciones discuten la problemática universal, resultaron ser unos viejos de mierda. Vivieron al pedo. Mucha cáscara, mucho papel de seda, mucho poster en la pared de la habitación, mucho libro de Mao, pero al momento de la acción, terapia de revista budista. No tienen aventura. No saben caminar en la cuerda floja. No importa. El 11 de octubre, pase lo que pase, voy a acompañarlo a Antonio (con o sin muletas) al club Ciudad de Buenos Aires para ver la banda de Tommy Lee(Mötley Crüe), Rata Blanca, Viticus y D-Mente, en el maratón de rock del festival Pepsi Music. Me cago en lo que digan. Me río de los pibes que me vean llegar con el rockero vestido como hippie. A mi el rock pesado no me interesa. Sí quiero verlo a este tipo que después de 30 años de trayectoria todavía sigue golpeando los palillos en los tambores. Antonio me dijo que esto es mejor que un porro, más efectivo que un licuado de vitaminas, más poderoso que una botella de tequila. ¿Acaso los estúpidos socialistas no se dieron cuenta que la terapia del rock duro, las chicas prostitutas, la droga y el alcohol, es mejor que el sermón tibetano? Al rockero no le puedo hablar de la reconstrucción del ser a partir de la negación del Yo y de la resistencia al placer provocada por la relación temprana de una psiquis no evolutiva. A este reo hay que darle máquina, una inyección de adrenalina y sale caminando del recital como bebe después de la teta. La convencí a Lucy para que me acompañe. Ahí se va a dar la ceremonia del reencuentro. Un padre hijo de puta y una hija negadora. A Antonio el show puede cambiarle la vida. A mí me modifica. Después de todo, uno se da cuenta que para poder ser hay que dar. De nada sirve la declaración de guerra sin batalla. La mesa sin pan. El libro sin lector. Daniela está de regreso y ya es otra mujer. Antonio con todos sus rollos es otra persona. La muerte debe esperar porque entre el rock y Truffaut, otra vez se metió Hemingway y llamó a “La noche americana” para que en una Harley Davidson el camino vuelva a ser una travesura inolvidable.
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Tuesday, September 23, 2008

UNA TARDE EN EL MALBA
Llego a las 16.30.Giuseppe Recchia me ve ingresar en el café del MALBA y saluda desde la mesa que comparte con un joven. Espero, no quiero interrumpirlo. Después de unos minutos hace un gesto para confirmar que terminó. Llega el café cortado que pedí y aprovecho para leer que Rusia decidió sumarse a los países solidarios que ayudarán a Cuba. También desde aquí-el fin del mundo-, partirá un Hércules con 18 toneladas de alimentos y un equipo de especialistas en catástrofes climáticas. Se levanta el joven y Recchia lo despide. Me acerco. Después del abrazo me entrega Hemingway for Cuba en su edición italiana y polaca. Me apuro a ver el prólogo de la versión italiana porque se hace referencia a La pipa de Hemingway. Aprovecho y lo sorprendo con mi libro. Me abraza nuevamente. Quiere contarme que ya está todo listo para la realización en 2009 del filme Hemingway, con un elenco que me obliga a no difundirlo. Solo puedo adelantar que el tema musical de la película será interpretado por la argentina-italiana Lola Ponce. Pedimos otro café. Me informa que para noviembre, en Torino, se realizará un encuentro sobre Hemingway con especialistas de todo el mundo. Serán seis jornadas donde habrá presentaciones de libros, videos, obras teatrales, conferencias. Me invita. Insiste. No le aseguro mi presencia. Mira su reloj. En 20 minutos debe estar en el aeroparque para viajar a Uruguay donde se reunirá con el director del filme. Lo acompaño. Vuelve a repetirme que no deje de cavilar sobre la muestra en la península.
El avión levanta vuelo. La tarde se esconde detrás del río y el viento no deja de llamarme a la reflexión.

Thursday, September 18, 2008


RESPUESTA INMEDIATA
“Este blog, desde que lo encontré, siempre me transmitió una suerte de bienestar; un refugio. Hoy encuentro el pesar de una lucidez que no abunda; asolado por los huracanes, encontré en el refugio un verdadero ejemplar de hombre, un verdadero referente, un verdadero ejemplo de minuciosa generosidad. Hemingway debe estar orgulloso”.
Así dice El Vasquito con referencia al posteo Moros y Cristianos. No es el único. Me sorprenden con una batería de correos inesperados. Lo importante es que me aportan datos significativos: España ya envió a Cuba el segundo avión con ayuda comunitaria. El embajador en la Habana, Carlos Zaldívar, declaró a la agencia internacional EFE que hasta el momento su gobierno había acordado con las autoridades cubanas una ayuda por 900 mil euros.
Un blogero desde Venezuela me dice que “el cotorro Chávez ya anunció que enviará a los hermanos cubanos lo que sea necesario”.
Tulio me hace saber que "México, Honduras y la república Dominicana también se sumarán a la asistencia".
Desde Miami, Virginia -enojada conmigo- expresa que “Fidel Castro se negó al regalo de 5 millones de dólares porque dijo que Estados Unidos mandaba el dinero para espiar”.
Dejo afuera más de 30 mails que no vienen al caso. Les voy a responder en privado. Ahora siento que es más importante darle fuerza a la esperanza y mirar a la vida sin reproches.

Wednesday, September 17, 2008

MOROS Y CRISTIANOS
Se vuelven. Después de penar 10 días sin energía eléctrica, sin agua, sin alimentos, sin teléfono, sin internet; decidieron despedirse de la residencia del barrio Miramar. Regresan con profunda angustia porque Daniela ya había comenzado a caminar con la ayuda de un solo bastón. Su terapeuta daba por hecho que lo peor había pasado. Se vuelven. Victoria y Pierette se encontrarán con Tomás en México mientras que Tessie y René viajarán con Daniela. Aquí está todo preparado para recibirla. Regresan y personalmente siento que es bueno. Me queda sin embargo un malestar interno de bronca y pesar. Hay que decirlo con todas las palabras. Los mandatarios sudamericanos se reunieron en Chile para salvar a Evo Morales, para apoyar la democracia, para demostrar que somos hermanos, para confirmar que somos solidarios, pero ninguno hizo un gesto de voluntad hacia Cuba. Los huracanes dejaron pérdidas por 10 millones de dólares. No hubo ayuda humanitaria para atender a miles de cubanos que se quedaron sin hogar. Pregunto: ¿Dónde están los amantes de la revolución cubana?¿Dónde están los intelectuales que por años se amaestraron con los logros del fidelismo?¿Dónde están los venturosos que levantaban en alto la doctrina de CHE y lo retrataban como ejemplo de lucha libertaria?¿Dónde están los organismos de derechos humanos?¿Dónde están los cantores para poner un manto de alegría?. Aquí Fidel no cuenta. Aquí no se trata de política. La gente se está muriendo y los propios compatriotas, esos que desde Miami gozan riéndose porque creen que con esto el comandante se terminará ahogando en el mar, tampoco hacen nada. Solamente se piensa en que los precios de la nafta se van por las nubes, que el galón de gasolina aumentó 3 dólares y que la despensa está quedándose vacía.
Tenía razón Hemingway. “Una cosa es lo que un hombre piensa y otra cosa lo tiene en la cabeza”. En estos momentos, en la cabeza de muchos farsantes, hay mierda abyecta, vergonzosa e inaudita.
El coro de voces socialista tampoco ayuda, están en el entreacto de la función. La obra no parece estrenarse en el escenario caribeño. La marquesina de Hollywood vende un sueño americano y en La Habana un lamento se desploma del cielo.
Todo parece indicar que la Unión Europea, después de levantar las sanciones impuestas a la isla en el 2003, va a ser la cuota de esperanza.
Con este panorama desalentador, la aventura del vuelo a Rusia para conocer El Floridita quedó suspendida. Tampoco tenía ganas de vivirla, lo confieso.
“Lo que viene es muy duro, vamos a pasar hambre. Aquí iban a repartir tierras a quienes quisieran cultivar arroz, pero imagino que ahora eso se irá a pique”, le murmuró un operario a Victoria, en el aeropuerto.
La última vez que abandoné Cuba, llovía torrencialmente. En el camino al aeropuerto muchos jóvenes con el torso desnudo dejaban que el agua los empapara. Pregunte: ¿Juegan? “No, se higienizan”, me respondieron.
El agua bautiza, sana, limpia. Los huracanes destruyen. Los pueblos acostumbrados al dolor, silencian. Los indiferentes, como siempre, no tienen corazón.