Friday, November 29, 2019

EL RITZ ERA UNA FIESTA


En una leyenda se convirtió la supuesta liberación del bar del hotel Ritz en París por parte del Nobel de Literatura Ernest Hemingway, en 1944.




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CLAUDE CASTERAN Y ALAIN JEAN-ROBERT

Con su personalidad arrolladora y su desenvoltura, Ernest Hemingway (1899-1961) alardeaba de haber liberado el bar del hotel Ritz de París el 25 de agosto de 1944, pero esta supuesta hazaña es más una leyenda que una realidad histórica.
Sin embargo, hay algo —además de su aversión por los nazis— que no se puede cuestionar del premio Nobel de Literatura de 1954, y es su apego por este gran hotel en el que se hospedó a menudo antes de la guerra. "Cuando sueño con la vida después de la muerte, la acción siempre transcurre en el Ritz", dijo en una ocasión.

Hemingway participó en el desembarco de Normandía con el 22º regimiento de infantería de la IV División estadounidense. Como corresponsal de guerra para la revista Collier‘s, siguió en junio y julio de 1945 a las tropas estadounidenses que avanzaban hacia París apoyando a la 2ª División blindada francesa.

El escritor no dudaba de nada, menos aún de sí mismo. Un resistente recuerda que a mediados de agosto cerca de la capital "sólo hablaba de esto: ser el primer estadounidense en París y liberar el Ritz".

Logró, por su nombre y con el respaldo del estado mayor del Tercer ejército (dirigido por el general Patton), una entrevista con el general Leclerc, comandante de la 2ª División blindada. Quería pedirle hombres para ir de inmediato a París a liberar el bar de su hotel favorito.

El general lo recibió con mucha frialdad y el escritor expresó durante mucho tiempo su extrañeza por este rechazo.

El 25 de agosto, vestido con el uniforme de corresponsal, con su fusil ametralladora y acompañado de un grupo de resistentes, llegó en jeep a la plaza Vendôme, donde está situado el Ritz.





Irrumpió en el establecimiento y anunció que venía a "liberar personalmente" al Ritz y su bar, requisado en junio de 1940 por los nazis y frecuentado ocasionalmente por algunos de sus dignatarios más notorios, como Hermann Goering o Joseph Goebbels.

El director del hotel, Claude Auzello, acudió a su encuentro. Hemingway le dijo: ¿Dónde están los alemanes? Vengo a liberar el Ritz". "Señor, se marcharon hace mucho tiempo. Y no lo puedo dejar entrar con un arma", le respondió Auzello.
Hemingway fue a dejarla en el jeep antes de regresar al bar, donde dejó una cuenta pendiente histórica de ¡51 Dry Martini!

Texto inédito

El año pasado, la revista literaria estadounidense The Strand publicó un cuento inédito del escritor, "A Room on the Garden Side" (Una habitación en el jardín), que relata la liberación de París vista desde una habitación del Ritz.

En este relato, escrito en 1956, el narrador, un autor estadounidense llamado Robert (y apodado "Papa" como Hemingway) comparte su estancia con algunos compañeros de armas. Deben abandonar París al día siguiente. Entre tanto, beben champagne, citan a Baudelaire y hablan "del sucio oficio de la guerra".

La debilidad de Hemingway por el Ritz también aparece en Fiesta (1926).
En cambio, el escritor no lo menciona para nada en los artículos sobre la liberación de París que escribió para Collier‘s Magazine y que están incluidos en el libro Enviado especial (1967).

La relación especial entre Hemingway y París se confirmó después de los atentados de noviembre de 2015, cuando el ayuntamiento de la capital francesa incitó a los parisinos a reapropiarse de los lugares de ocio con el lema "París era una fiesta", título del relato autobiográfico del escritor estadounidense. El libro, publicado en 1964, se agotó rápidamente en Francia.

El bar del Ritz lleva su nombre desde 1994. En el mostrador hay una escultura de bronce que representa al autor de El viejo y el mar. Éste, que por aquel entonces no tenía un céntimo, descubrió el Ritz a finales de los años 1920 gracias a otro escritor compatriota adinerado, Francis Scott Fitzgerald, antes de conocer el éxito con Fiesta y Adiós a las armas.



El fundador del lujoso hotel, César Ritz, quería que los grandes de este mundo se sintieran como en casa. El establecimiento, conocido por ser el primero que puso un cuarto de baño en cada habitación, abrió sus puertas en 1889 en un palacete que da sobre una de las plazas más bellas de la capital.