Wednesday, March 28, 2018

RETRATO DE HEMINGWAY



En 1950, la revista  New Yorker, publicó un artículo de Lillian Ross (1918-2017) sobre Ernest Hemingway. La  autora, amiga del escritor y de su esposa Mary, pudo rescatar a un Hemingway íntimo y distinto.

Con motivo del centenario del nacimiento del norteamericano, aquella entrevista que mantuvo en New York con ambos, fue nuevamente publicada.

Lo que sigue es  parte del epílogo de esa nota.



Releyendo las cartas de Hemingway, escritas hace ya cuatro décadas, me sorprende su modernidad. Para mí, su presencia sigue tan viva como su narrativa, y me siento feliz por haber gozado de su confianza y su amistad. Ahora siento, como sentía al poco de conocerlo, que Hemingway representa la esencia misma de lo que consideramos que es un escritor. Y sigo creyendo que quizá sea el novelista más grande de nuestro tiempo.

“Lo único que sé hacer es escribir buenos libros”, me comentó Hemingway una vez, después de leer una reseña despiadada de Al romper el alba en la revista Time. “Puede que sea un impresentable de vida muy poco modélica. Pero soy un escritor aplicado y serio, en eso hay que estar de acuerdo”. 

Una vez, especulando sobre porqué se le había criticado tanto, dijo:
"Me río constantemente de mí mismo, y esto molesta mucho a la mayoría de los críticos, que son muy solemnes con respecto al humor”.





Hemingway supo decir lo que considero es la verdad sobre lo que un gran escritor piensa acerca de su propia obra. “Cuando voy bien, me da igual todo y todos- me escribió- Los que no saben que el trabajo es el amor más fiel y verdadero, lo sienten como una rivalidad y siempre se sienten celosos y buscan pelea. Yo, por mi parte, adoro mi trabajo más de lo que he adorado a ninguna mujer o a ninguna otra cosa”
Lillian Ross/1999.