Friday, August 10, 2012


PIGGOTT: LA CALDERA DE HEMINGWAY (tercera parte)



Toda vez que este cronista intenta entender la afectividad de Hemingway, se choca con  un intrincado laberinto. De hecho, desde hace algunos años, vengo trabajando en un ensayo sobre el erotismo, el amor y el sexo en Hemingway; doy vueltas, trato de focalizar el encuadre con distintas miradas, pero nunca puedo concluir. Tampoco creo que deba insistir demasiado con eso del desamor.  Digamos que cuatro esposas son suficientes para llenar una vida de felicidad… ¿felicidad?... Elizabeth Hadley, como dice un investigador amigo, fue su amor, el resto: una repetición. Esto suena despectivo, malintencionado, casi diría grosero, aunque decididamente uno no debe tomar partido en este terreno, pero la existencia de cierta documentación epistolar, siempre ayuda al esclarecimiento.

Estábamos desentrañando esa suerte de hervidero que aparecía uniendo las vidas de Ernest, Pauline y Hadley en un caldo espumoso. Vayamos a la lectura de dos cartas ciertamente clarificadoras.

“Queridísimo Tatie:

En ciertos aspectos ahora te quiero más que nunca, y aunque varias personas consideran lo que prometieron al casarse de modo distinto, yo entiendo que mis promesas son hasta la muerte. Debes saber que estoy dispuesta a ser tuya para siempre, pero como te has enamorado y quieres casarte con otra persona, considero que no tengo más elección que apartarme y dejar que lo hagas. Los cien días han terminado oficialmente. Fue una idea espantosa y ahora me avergüenzo de ella. Dile a Pauline lo que te parezca. Puedes ver a Bumby siempre que lo desees. En muy como tú, te quiere y echa de menos. Pero, por favor, sobre el divorcio limítate a escribir, no hables de él. Ya no puedo discutir contigo y soportarlo, y tampoco puedo verte, porque me hace demasiado daño. Siempre seremos amigos…amigos discretos, y te querré hasta que me muera, ya lo sabes.
Siempre tuya, la Gatita”.


Ernest le responde:

“Mi muy querida Hadley:

No sé cómo darte las gracias por tu valiente carta. He estado preocupado por ti y por todos nosotros a causa de este terrible punto muerto. Hemos alargado las cosas de modo doloroso, sin que ninguno de los dos supiera cómo avanzar sin producir más daño. Pero si el divorcio es el siguiente paso necesario, entonces confío en que, una vez que empecemos, empezaremos a sentirnos más fuertes y mejor y otra vez más como nosotros mismos.

Ernie”.

Pauline parece ausente de este intercambio. Las cenizas aún están al rojo vivo y queda una herida abierta. Por su parte, Piggott, la ciudad caliente  no deseada, seguía siendo un lugar de encuentro forzoso. Hemingway volvía a ella para escaparse de todo el mundo y como todavía no era muy conocido, le servía para pasar inadvertido. Esto sí le agradaba, porque podía salir con su cuñado Karl a cazar y pescar. También el cuentista aprovechaba ciertos momentos para llegar hasta el centro de la ciudad y juntarse con algunos bebedores que nada sabían sobre él.




No son pocos los que dicen que Ernest utilizó a la familia Pfeiffer para escalonar su futuro. En lo personal no estoy tan de acuerdo, me inclino a pensar que los millonarios actuaron como protectores de un joven con inquietudes progresistas y cargaron el mecenazgo sobre sus espaldas sin ninguna molestia. El 8 de octubre de 1929, una reunión familiar en Piggott, confirmaría esta idea. Allí se decide darle a Ernest todo el apoyo para que pudiera escribir sin pensar en su economía y el encargado de acompañarlo a todos lados no sería otro que el tío Gus Pfeiffer. Este protector se haría cargo de los dos primeros autos que manejó el escritor, la renta de su departamento en París, los 8 mil dólares iniciales para la compra de la casa en Key West y los 25 mil dólares del safari por África. Es un momento difícil en la economía estadounidense, aunque para estos tíos la cosa no resultaba tan dura. Un mes después, el 8 de noviembre, Ernest, Pauline, Virginia y el pequeño Patrick, pasean por París de la mano del tío Gus. Buena vida la del grupo. El 10 de noviembre Ernest y el tío Gus viajan a Berlín para medir el mercado editorial. Las malas lenguas aseguran que el tío Gus en estas vacaciones se reunió con banqueros tratando de olvidar ese 25 de octubre donde los jefes del Morgan Bank, del Chase National y  del National City Bank,  no sabían como sacar las papas del fuego para salvar el sistema bancario. No es casualidad que el 19 de febrero de 1930, Paul Pfeiffer inaugure el Piggott State Bank y comience en la familia un nuevo modelo de vida. En junio, Pauline está en Piggott, aburrida, pensando en mil cosas menos en el pequeño Patrick. Su deseo era viajar a Nueva York donde se encontraba Hemingway junto a Bumby. Lo llama por teléfono y Ernest se enoja. Decide entonces dejar a Patrick con su enfermera-cuidadora y marcha con Virginia a Nueva York. Esta  visita lo altera aún más a Hem. Pretendía estar sólo con Bumby. Pauline no lo entiende así, quiere tenerlo a su lado. Ernest vuelve a recriminarle sobre el abandono de Patrick. Pauline se justifica: le dice que “está en buenas manos”.

El 13 de julio Hemingway se encuentra en Wyoming junto a Bumby. Están felices en ese paisaje que disfrutaban a cada instante. Acuden a Montana e Idaho y descansan en Cheyenne. Le dice Ernest en una carta a su amigo Waldo Peirce: “este es un lugar maravilloso y aquí está la mejor pesca del mundo”.

En noviembre Hemingway sufre un accidente automovilístico cerca de Billings. Su amigo Archie MacLeish, enterado de la tragedia, se sube al primer avión que encuentra. Le confesará en el hospital: “Ha sido uno de los peores viajes de mi vida”.

Recuperado y en compañía de Pauline regresa a Piggott  el 21 de diciembre, allí recibe la Navidad y el Nuevo Año.

Nuevamente el tío Gus aparece comprometido con el destino de Hemingway. Ernest no está gusto en Piggott: “En esta ciudad de mierda solo puedes beber y jugar al póker”. El novelista quería aventura y lo convence al tío Gus para que vayan de pesca. El 3 de enero Hemingway pisa Key West, era la segunda visita que hacía después de aquella de 1928, cuando llegó con Pauline por consejo de John Dos Passos. 20 días más tarde lo hace el Tío Gus, Archie MacLeish y el pintor Strater Henry, para juntarse con el ferretero Charles Thompson y Eddie “Bra” Saunders, quien alquilaba barcos de pesca. Pasan la buena vida. Tal es el placer que le causa al tío Gus esta epopeya que 60 días después le entrega a Ernest los 8 mil dólares para que compre la vivienda que la familia utilizará desde 1931 hasta 1940. La casa es de estilo español, situada en el número 907 de la calle Whitehead, al otro lado del faro de Key West. Después de la separación de Ernest, Pauline continuará viviendo con Patrick y Gregory hasta 1951.





En mayo Hemingway se marcha a Europa, Pauline ya está embarazada de su segundo hijo y todo hace suponer que el niño viene complicado. Ernest llega a Madrid procedente de Vigo y quiere ver las corridas. En setiembre camina por Nueva York pero ya tiene señal de alerta con el embarazo de Pauline. La pareja decide que el nacimiento de su hijo sea en Kansas City, hacia allí marcha Ernest el 23 de setiembre. La madre con su complicado embarazo decide que Patrick se quede en Piggott y ella al cuidado de Virginia se encamina a Kansas City. El 12 de noviembre nace por cesárea Gregory Hancock, asistido por el doctor Guffey.

De regreso a Piggott, Pauline le presenta su hermano a Patrick. Ernest decide quedarse mientras se recupera su esposa. No puede con su genio: el día de Acción de Gracias sale a cazar codornices y se olvida de todo.

Ya entrado diciembre el nuevo destino es regresar a Cayo Hueso. Allí vivirán los mejores momentos de la pareja.

En mayo de 1932 Virginia Pfeiffer se compromete a renovar el antiguo granero de la casa de Piggott en un estudio que utilizará Ernest para escribir.

Los primeros días de agosto Ernest comienza su nuevo periplo europeo, llega a España y se vuelve a enredar con las corridas de toros.

Es en este momento que se  produce un hecho trascendente; vuelven a verse la cara Hadley y Pauline. Se tratan secamente, no es para menos; Pauline le entrega en París a Bumby, que había estado con ellos en Key West y Hadley ni se lo agradece.  Ernest no quiere jugar en este escenario, se escapa, se fuga, tiene una actitud culposa y en lo único que piensa es en el safari por el África oriental. Se reencuentra con Pauline y la conversación no es nada amena. Pauline le dice que en el futuro él se encargue de Bumby. Ernest la insulta y enojado decide verse con su amigo, el pintor Luis Quintanilla, para salir a cazar jabalíes en Extremadura.

Mientras tanto la idea del safari está latente. Ernest regresa a París y parece que la calma había retornado. Junto a Pauline visitan la librería de Sylvia Beach y esa misma noche cenan con James Joyce. 



Pauline regresa a Piggott y se haya con un panorama crítico. Los niños habían pasado por períodos de fiebre y la enfermera le dice que debería estar más cerca de ellos.

En noviembre Ernest se une a la familia y preparan el día de Acción de Gracias y la Navidad.

A mediados de diciembre el granjero-estudio de Ernest se incendia, allí estaban guardados manuscritos del escritor, libros, ropa y armas de fuego. Fue un accidente extraño, nunca quedó debidamente aclarado los motivos del siniestro. El lugar tenía amplios ventanales, las paredes pintadas de un blanco tizado, el piso de madera pulida, un cuarto de baño con ducha. El lugar de trabajo estaba acondicionado con estufa, una biblioteca inmensa, sillas y una mesa para compartir el juego. La sala irradiaba intimidad, era un lugar de paz y tranquilidad. Sobre el escritorio de Ernest la máquina de escribir lucía perfecta.

Hemingway, que odiaba esa ciudad, aumenta su enojo y su displacer. Piggott, ahora más que nunca, era para el norteamericano un lugar indeseado. Ernest ya había comenzado a tener vuelo propio y las peleas con Pauline se repetían. La familia que todo lo callaba trataba de mirar para otro lado y una vez más, el dinero, calmaba todos los ánimos.

A mediados de abril de 1933 Ernest se va a buscar los merlines en las aguas cubanas. Lo acompañan Karl y Gus Pfeiffer.






Durante el mes de junio Karl y su esposa inauguran una nueva casa en Piggot y Virginia inicia la remodelación del granero-estudio.

La noticia del reciclado a Hemingway no le emociona. Le dice a Pauline: “Si por mí fuera lo incendiaría nuevamente pero esta vez en forma definitiva”

Para agosto Ernest, Pauline, Bumby, Patrick y Virginia están en La Habana. Desde allí partirán Ernest y Pauline a Europa y Virginia, Patrick y Bumby a Nueva York. El pequeño Gregory sigue en Piggott al cuidado de Ada Stern.







La primera semana de noviembre de 1933 Ernest y Pauline llegan a Marsella para embarcarse en un crucero rumbo a Port Said. En ese viaje Hemingway sufre un ataque de disentería amebiana que lo destruye. No se amilana, cruzan el Mar Rojo y llegan a Mombasa para terminar en Nairobi, comenzaba así el safari africano que duraría 2 meses.

En Piggott los pequeños Patrick y Gregory estaban a salvo bajo el cuidado de Virginia y su enfermera.





Finalizada la experiencia regresaron a París. Esa semana  se encuentran con Marlene Dietrich y nuevamente se reúnen con James Joyce. Todo parecía una fiesta pero en verdad las cosas habían empezado a cambiar. En marzo de 1934 el norteamericano se marcha solo a Nueva York y su destino es Cayo Hueso. Pauline se vuelve a Piggott y no comenta nada, sencillamente espera que Ernest le envíe una señal. Dos días antes de la Navidad y sin previo aviso, Hemingway llega a Piggott con los regalos para la Navidad. En ese momento le comunica a Pauline que la revista Squire le acaba de adelantar 3.300 dólares como parte de pago de los 10 artículos que publicará. Con ese dinero se dará un gusto: comprará el yate que bautizará Pilar. Arriba del barco y a toda vela llegará a Bimini en busca del atún. Es aquí donde se luce como “lobo marino” y su autoestima crece sin medida. Mientras tanto, en Piggott, Pauline espera que suene el teléfono. A fines de abril, Pauline y Virginia preparan las maletas, la orden había llegado: ellas y los niños se alistan para una nueva aventura.





La revista Squire, que ya lo tiene a Hemingway como un baluarte, dirá sobre el novelista: Un escritor puede hacer de su vida algo bonito abrazando una causa política, trabajando por ella, haciendo profesión de creer en ella; y si esta causa triunfa, él estará en una posición excelente. Un hombre puede ser fascista o comunista, y si tiene aptitudes puede llegar a ser embajador, o puede ver sus libros impresos con una tirada de un millón de ejemplares con el apoyo del gobierno, o recibir recompensa de ese tipo con la que sueñan los jóvenes. Pero nada de esto le ayudará en su tarea de escritor, a no ser que él aporte algo nuevo al conocimiento humano mientras él escribe.