Thursday, December 18, 2014

LOS AMORES SIN AMORES



  Las señoras de Hemingway de Naomi Word es un texto que en lo personal no me agrega nada. No digo esto con jactancia, simplemente para los que conocemos la vida de Ernest, ésta es una historia repetida. Claro que para los editores y Jon Day del The Telegraph esta obra es “meticulosa, imaginativa y cargada de emoción”, y remarcan: “Las señoras de Hemingway es más auténtica que la mayoría de las biografías”.
  Como vemos para vender a Hemingway siempre el ingenio está a prueba. Sabemos de los amores volcánicos de Ernest, conocemos su fama de seductor enfermizo, podemos acordar que fue un amante desenfrenado, pero lo difícil de diagnosticar siempre será la vida íntima con sus mujeres más cercanas. Sus relaciones con las mujeres fueron difíciles. A algunas sacó de quicio y otras a él le hicieron exactamente lo mismo. Fue Ernest Hemingway un hombre complicado que esperaba del otro sexo mucho más de lo que recibía, quizá porque mientras deseaba un matrimonio feliz y ordenado, se soñaba envuelto en un harén.
  



  Hemingway, así, fue un amante y esposo de tiempo completo y tuvo, sucesivamente, cuatro esposas. Dividida la obra de Naomi Wood en cuatro partes, que se corresponden con los años de juventud del escritor norteamericano y con su lento declinar hacia una depresión devastadora, en Las señoras Hemingway la autora compone una novela polifónica y de tono coral donde la voz de estas esposas recrean, de manera emotiva y vivaz, escenas de la a veces difícil vida conyugal  que disfrutaron junto al escritor.
   Así era el paraíso según Hemingway, un hombre que no quería renunciar ni a la comodidad del hogar ni a la diversión de una aventura. Por eso se casó cuatro veces y se vio envuelto en varios triángulos amorosos donde la pasión tarde o temprano dejaba paso al dolor. Primero vino la dulce Hadley Richardson (1921-1927), de quien se divorció en el París bohemio de los años veinte. Luego Pauline Pfeiffer (1927-1940), más tarde se abrió paso a la intrépida periodista de guerra Martha Gellhorn (1940-1945) y finalmente Mary Welsh (1940-1961), la reportera que acompañó a Hemingway durante sus últimos años. Trenzando estas cuatro voces tan próximas al gran escritor, Naomi Wood retrata a un hombre que sabía seducir con las palabras pero era reacio a pactar con la realidad de un amor de muchos días.



    Hace ya unos años se publicó un libro titulado La buena vida según Hemingway, de su buen amigo A. E. Hotchner, que nos acerca a su sentido hedonista de la existencia, y particularmente a su pasión por las mujeres que definitivamente nunca entendió, y que sobre todo le desconcertaron.
    En la obra aparecen una serie de reflexiones en las que intenta demostrar que conoce a las mujeres, pero que en el fondo demuestra su desconocimiento. Como ésta en la que dice que “lo que hace que una mujer sea buena en la cama es lo que la imposibilita para vivir sola; a las fuertes les gusta vivir solas: incluso cuando viven con un hombre están viviendo solas”. O esa otra no menos desconcertante: “Poco sexo es que las tienes olvidadas; demasiado es que estás obsesionado; Jesús, los hombres deberían recibir una lectura actualizada de los ánimos femeninos (…) Pero no intentes encontrar una mujer fácil: te matará de aburrimiento”. Y aún esa tercera no menos sarcástica que sugiere vileza: “Cuando una mujer siente alguna culpa, tiende a liberarse de ella echándotela encima”. Al menos hay un pequeño acto de generosidad en la sentencia que resalta: “La única cosa constructiva que he aprendido sobre las mujeres es que no importa cómo se hayan vuelto al final, debes recordarlas sólo como fueron en su mejor día”.






   Hemingway amaba la estabilidad del matrimonio. Como escritor, se encontró con que sus nervios estaban más tranquilos al saber que había alguien allí para protegerlo del mundo. Pero su escritura se vio impulsado por la emoción, así que él también necesitaba la novedad de otras mujeres. Y él no se sentía en la obligación de conciliar estas contradicciones. En una ocasión le dijo a F. Scott Fitzgerald que su visión del cielo comprendía dos casas hermosas en la ciudad, uno que contiene su esposa e hijos, donde iba a "ser monógamos y amarlos verdaderamente y bien", el otro "donde yo tendría mis nueve hermosas amantes en nueve plantas diferentes".





  Hemingway fue "un hombre de muchas mujeres", cuatro sólo para la estadística. Durante los 40 años transcurridos entre su primera boda y su prematura muerte en 1961 él también acumuló un buen número de amantes, debido a su magnetismo irresistible. En esta obra de ficción, nos encontramos con sus cuatro esposas obedientes, cada uno pensando que iba a durar para siempre...hasta que llegó la siguiente.

 



   Si ustedes no sabe nada acerca de Ernest Hemingway, su vida, obras o desaparición, este es un adecuado libro para iniciarse como hemingwayano. A veces me pareció muy lento  de ritmo y tuve que parar y comenzar de nuevo. Una vez que empecé a verlo más como una historia novelada me convencí que era bueno envolverlo en un toallón y llevarlo a la playa. No tomen esto como una crítica despiadada. Hagan su propia experiencia y después sigamos hablando del siempre seductor Ernest Hemingway.




En el momento de cerrar estas líneas recibo la noticia del desbloqueo a Cuba. Pensé en Hemingway y esa desdichada fuga de la isla. El tiempo ha dejado cicatrices y huellas. La vida es un viaje.









MUY FELIZ AÑO 2015