Monday, December 28, 2009








OTRO AÑO ENPIPADOS
No estoy de buen ánimo. Las fiestas me ponen melancólico y deseo que el año se termine. Antes de tomar la última copa y brindar por la felicidad de todos ustedes, creo oportuno decirles que para LA PIPA DE HEMINGWAY no fue un mal año. Ojalá que el venidero  este cronista tenga más ganas de seguir contándoles historias del viejo cabrón. Ya les dije que la segunda parte del libro estará lista para marzo o abril. Por ahora una cena con amigos, algunos tragos con los parientes y la aventura de unos días junto al mar.
FELIZ 2010.

Monday, December 14, 2009

HEMINGWAY: EL AMERICANO INERME
Los versos vienen desde Chile, un país que Ernest no conoció pero que hubiera sido de su agrado. La voz del Mahfud nos lleva hasta el mismo mar, en ese recorrido de sal y memorias de pescadores. Las palabras son como la corona de flores arrojada a las aguas frías del Pacífico. La elegía recién comienza.



Poema Elegía A Ernest Hemingway






Los que arrastramos un pescado, o una vaca negra,
como el Viejo Amargo del Mar de las Antillas,
los que apacentamos una gran culebra por el llano
arrojamos tu ataúd como un sauce de pelos.


¡Qué golondrina, que sueño sobrevolaba tu corazón
cuando mostrabas el pecho en armas,
como el dios-padre de los mitos desaparecidos !
porque, ciertamente, en la niebla coloquial, en el designio raro,
eras la almendra sobre el tizón negro,
cayendo en la eternidad, riente, inmemorial, con la bala llorando en la piedra del ojo.


Puro de alcohol, profundo como el aroma del tabaco,
augur estupefacto sobre la tierra,
montaste a la vida como a un perro,
mordiendo su oreja verde, sonriendo en la tormenta como un búfalo,
y rendido
entre el vino y la mujer, tu barba
de macho perdurable, tu barba de poderoso velamen,
era la barca fenicia y roja en el rescoldo de los días.
Desde mi cojera invernal, yo, americano inerme,
hijo de extraviadas religiones, pusilánime y fatal,
estrecho tu brazo peludo de triunfador.   
 Mahfúd Massís

                  

Friday, December 04, 2009

ME ESTÁN FUMANDO EN PIPA

Debo confesar que Joseph B MacGregor ha incentivado mi vanidad y no puedo dejar de agradecerle por esta crítica que a continuación ustedes van a leer. Hemingway también está de acuerdo.


                               


LA PIPA DE HEMINGWAY

Editorial De Los Cuatro Vientos


Primera edición: julio de 2008


Género: Diario Personal / Bítacora


ISBN 9870800033


200 páginas


Gatti nos ofrece un ensayo, que funciona también como una suerte de diario personal en el que mezcla la pasión obsesiva que siente por Ernest Hemingwayasí cómo sus anécdotas cotidianas. Ficción y realidad se mezclan de manera algo desconcertante (no sabemos qué es verdad o qué es fantasía), narrándolo con un particular sentido del humor.






Uno lee este libro con la sensación de estar asistiendo a una charla en un café, por móvil o celular, por email, con un amigo al que siempre le pasan las cosas más insólitas, básicamente porque a todo lo que sucede le encuentra siempre alguna relación con Hemingway. Y aquí radica, pienso yo, la gracia del asunto: en una colección de posteos de un blog la mayoría no demasiado extensos en los que el autor cuenta sobre algo que le ha pasado, algo que ha leído, algo que ha evocado, un texto que recuerda, una cita… pero siempre o casi siempre Hemingway aparece de una forma u otra.






Es interesante porque sirve para conocer muchas curiosidades sobre Ernest Hemingway pero también Gatti se fagotiza del tal modo con su obsesión que también llegamos a conocerle bastante bien, convirtiéndose en protagonista principal de su propia aventura literaria.






Hay una sensación muy bonita de cercanía – lo que antes comentaba de la anécdota que te cuenta un amigo – que convierte cada una de estas entradas en muy amenas, divertidas, interesantes, curiosas, frescas, ágiles… A la vez que nos divertimos aprendemos cosas y a la vez que aprendemos cosas disfrutamos con las peripecias de Gatti en torno a su obsesión por su escritor favorito con quien existe una operación tan curiosa como paradójica de mitificación desmitificadora del personaje en cuestión: Hemingway






© Joseph B Macgregor







Tuesday, December 01, 2009

LA MENOR DE LAS MUJERES RUBIAS

Brian Fuster la sorprendió a la pequeña del clan Hemingway y sin ningún protocolo la bombardeó a preguntas. La modelo que no tiene la belleza de Margaux ni la presencia de su madre, no es hipócrita. Cuando le preguntan sobre su bisabuelo no se calla. Como diría Borges: "eso la salva, en parte".

DREE HEMINGWAY

«De Ernest me gusta todo menos su lado oscuro»
«Mi tía Margaux fue la mujer más bella que he visto jamás», dice la bisnieta de Hemingway


Alta, delgada y pálida, pero con ese aire común a los Hemingway de haberse criado en el campo, Dree, de casi 22 años, bisnieta del escritor y Premio Nobel e hija de Mariel Hemingway. Cuenta que le encantaría llegar a conocer todos los rincones por donde piso Ernest, como ella llama a su bisabuelo. Dree no tiene el menor reparo en hablar de su familia, incluida de su tía Margaux, que se suicidó a los 41 años; pero hay algo que no está dispuesta a compartir con ellos: «su lado depresivo».


- Lo cierto es que tiene un nombre muy curioso.


- ¿Dree? Mis padres se lo inventaron. Mi madre dice que lo oyó en un sueño. Y mi padre cuenta que ése fue el primer sonido que pronunció de niño. A mí me gusta mucho mi nombre, pero no sé si me creo del todo la historia...


- ¿Dónde creció?


- En Idaho. Y un poquito en California, que es donde ahora vive mi madre. Pero desde que me mudé a Nueva York, me siento completamente neoyorquina. Es mi ciudad.


- ¿Lleva mucho tiempo en esto de la moda?


- A tiempo completo más o menos un año, pero empecé cuando era más jovencita. Luego paré para terminar mis estudios de Interpretación.


- ¿Ha hecho ya alguna película?


- Hace un año y medio participé en un filme independiente y pequeño. Fue una buena experiencia.


- Y ha elegido como nombre artístico su apellido materno, Hemingway.


- Es un apellido increíble, ¿verdad? Además, alguien tiene que llevarlo, porque no hay varones en la familia.


- ¿No le pesa un poco?


- La gente tiende a pensar que es una carga difícil de llevar, pero para mí sólo es un apellido. Por supuesto, brillante, y del que me siento orgullosa.


- ¿Hay algo que define a los Hemingway?


- No sabría decirle... No conocí a Ernest, ni creo que yo me vaya a dedicar a escribir. Sólo la idea ya me intimida. No era mala en Lengua y Literatura en el colegio pero, bueno, eso no tiene importancia. Ernest suspendió en Lengua y luego fue un gran escritor. Alguna vez he escrito un diario, pero nada serio. Creo que para escribir novela hay que tener experiencia en la vida.


- Veo que a su bisabuelo le llama Ernest...


- Así es. Me sale natural. Le admiro mucho, creo que hizo el retrato de una época, pero también que su trabajo puede resultar muy depresivo y oscuro. Ese lado no me gusta tanto. Mi obra favorita es París era una fiesta. Hace un año viví en París y fue genial haberlo leído antes.


- Así que prefiere la parte alegre.


- Exacto. Creo que si te centras en lo negativo acabas teniendo un estado de ánimo sombrío. Prefiero las novelas románticas y positivas, porque me gusta más pensar en el amor y en las cosas bonitas de la vida


-Usted ha dicho que los libros de Ernest no se los recomendaría a nadie y que incluso si tuviera que definirse por un escritor de la generación perdida su voto estaría puesto en Scott Fitzgerald.


- Es verdad. A mí Ernest no me gusta.


- ¿Como se lleva con el resto de la familia?


- Los veo poco y por lo general cada uno está en sus cosas.


- Su madre, Mariel Hemingway, ha escrito un libro sobre comida sana, yoga... ¿Le sigue la pista?


- He hecho yoga, pero confieso que no lo practico con regularidad. Creo que es muy importante cuidarse y llevar una vida sana, pero también pienso que hay muchas formas de hacerlo. Mi madre es muy inteligente al defender el yoga y la comida sana. Pero yo no soy, digamos, tan sana como ella. A mí me gusta el azúcar, je, je. Por suerte, ahora soy joven y no engordo por mucho que coma, pero ya me pasará factura algún día.


- Su madre está tan bella como siempre…


- Claro… pero no tan hermosa como yo.

Friday, November 27, 2009

PHOTOHEMINGWAY 14


                                         
Al fin y al cabo éste es Ernest Miller. Al fin y al cabo el deseo de Grace Hall no fue una fantasía. El sueño de la madre protectora terminó en fotografía y ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras.
Esta cuidadora severa debió haber sido más mala que la peste. Esta ¿mujer? tuvo que haber sido capaz de asustar con su mirada y golpear con sus nudillos las cabecitas infantiles de niños temerosos.
Les pido prudencia,ustedes sabrán entender. Ernest no fue una nurse, pero...¿ y esto?

Thursday, November 19, 2009

HEMINGWAY DESPUÉS DE HEMINGWAY




La vida de Ernest Miller Hemingway fue apasionante. De toda su generación es el único escritor que se conservó en la memoria colectiva. Paradójicamente no fue un intelectual ligado a su tierra. Aventurero audaz como pocos, vivió fuera de los Estados Unidos la mayoría de sus años. Esta forma de despegarse fue una elección que le permitió crecer de golpe y tutearse con los exiliados voluntarios de París. Criticado hasta el cansancio, aprovechó su condición de víctima para levantar su propio monumento y reírse así de todos. Ernest sabía de sobra que su tarea era “cambiar” un estilo de narrativa cerrada sin modificar la idiosincrasia histórica del norteamericano. Debía para ello recurrir a un lenguaje directo, al impacto y a la atmósfera de un tiempo nuevo. Si Hemingway tiene un mérito, es el de haberse dado cuenta de esta posibilidad antes que ninguno de sus contemporáneos. Su gran obsesión fue modificar un estilo, armar su propio mercado, conquistar al público, mantenerlo atrapado y, por sobre todo, perdurar en el tiempo. Necesariamente para ello hacía falta tener una comprensión cabal del pueblo estadounidense, y Hemingway advirtió que era posible componer el personaje triunfante: traje de safari, piel curtida al sol, cartucheras, fusiles, gorros de visera, barcos, tabaco, alcohol, mujeres, escándalos, accidentes, amigos famosos, peleas con sus pares. Una cuota de pedantería, una pizca de morbosidad, un toque de atrevimiento popular, todo puesto en bandeja de oro con seducción y violencia. Así plasmó al personaje sobrador, bravucón, descalificador, sensiblero, melancólico, paranoico. Por ser un enfermo bipolar todo esto quedó como liberado y enmascarado en una “sensación artística”. Nadie iba a suponer que los desequilibrios emocionales eran propios de un paciente de cuidado; por el contrario, se lo festejaba como una locura creativa nacida de un genio. Es que no podemos negar que Hemingway haya dado en la tecla en el sentido de una sociedad exitista, y que a pesar de la marcha y contramarcha ése fuera el prototipo al que el ensayista Irving Home se refería cuando hablaba de “un prototipo cuya reputación era honrada pero inestable”.




Hemingway no quiso separar la vida privada de la pública y en su frágil juego hizo posible que siempre un titular del diario se ocupara de él. Cuando cayó en desgracia por su enfermedad, todos siguieron esperando una bravuconada más y así como el suicidio quedó como accidente, su depresión pasó como desánimo pasajero. Finalmente la historia se cerró pero inmediatamente comenzó la mística del mito. Su obra continuó leyéndose y antes que el hombre pasara al recuerdo, sus familiares se encargaron de mantenerlo vivo en la memoria. No siempre lograron el objetivo. Mary Welsh, su cuarta esposa, se encargaría de compilar un libro que se transformaría en la “marca Hemingway”: París era una fiesta. Millones de personas conocerían al norteamericano gracias a estos recuerdos de un escritor romántico en la París que nunca olvidó. Claro que también Hemingway es “El viejo y el mar”, “Adiós a las armas”, entre otras. Sin embargo, con “París era una fiesta”, la imagen seductora del americano ya muerto quedaría lacrada para siempre.




En estos días a contrapelo de la leyenda, un nieto del autor -Sean, cuyo abuela era Pauline Pfeiffer - enojado con el texto seleccionado por Mary, desafió al público hemingwayano con una nueva versión de las memorias. Mary había echado mano al texto a pesar de una carta que su esposo le había mandado al editor Charles Scribner donde le decía que “esas memorias de los años 20 no podían salir tal como estaban escritas porque no tienen final”. Para la Welsh todo estaba dicho y sin mucho pudor cortó a su gusto la historia.




Las miserias familiares no le ayudaron a Ernest. El empeñado suicidio que persiguió a su progenie, la indiferencia del propio autor, la homosexualidad de su hijo Greg, el desorganizado destino de su herencia - Mary recibió un millón de dólares y donó la cuarta parte del total para la creación del premio PEN/Hemingway Award -, los silencios de Valerie Danby-Smith - secretaria de Ernest y después de su muerte esposa de uno de sus hijos -, despertaron nuevas fantasías y traiciones. Sean Hemingway reescribe “París era una fiesta” para salvar el honor de Pauline -segunda esposa de “Hem”-, lo hace en el marco de una interna familiar porque en rigor el retoque no agrega mucho a lo publicado. En esa misma prole que no es mejor ni peor que cualquier otra están los otros nietos: Margaux, la modelo que terminaría sus días quitándose la vida como su abuelo; Mariel, dedicada a la vida sana y empeñada en filmar “París era una fiesta”; John, paseando por Pamplona y recordando las travesuras de Ernest; Lorian, comprometida con la promoción de escritores emergentes y la coordinación de Lorian Hemingway Short Story Competition; finalmente Dree, la bisnieta modelo que no se cansa de decir que leyó todo la obra de su antepasado pero que no le gusta ninguno de sus libros. Y más allá de todo esto, el peregrinar por los lugares donde Hemingway marcó su terreno: Key West, Venecia, Florencia, Chicago, Idaho, Cabo Blanco, Madrid, Biminí, Pamplona, Cuba, China, Suiza. Solamente algunos de los muchos que conoció.





Hemingway no dejó de ser Hemingway. Como los grandes escritores se multiplicó ya que ante tanta literatura chatarra sus novelas y cuentos perduran.




Ernest siempre estuvo parado al filo del abismo. En su existencia jugó repetidas veces con la muerte y no quiso que su vida terminara en calvario. Se fue para acabar su novela más querida. Dejó sus manuscritos para que muchos sigan pensando que Ernest Hemingway no ha muerto.

Thursday, November 05, 2009






PHOTOHEMINGWAY 13
Era la hija de un leñador de Minnesota. Rebelde y alocada se entrecruzó en los caminos de un tal Hemingway y un 14 de marzo de 1946, en una ceremonia civil, se casó con el escritor en Cuba.
En el libro "Papa Hemingway" de Hotchner, Ernest confiesa: "Ojalá pudiera librarme de ella pero estoy demasiado viejo para pagar un cuarto divorcio".
Esa Mary que recibió un millón de dólares después de la muerte del norteamericano, es la misma que destina la cuarta parte de la herencia para crear el Premio PEN/Hemingway Award, al mejor libro de ficción. Es la misma que un 26 de noviembre de 1986, en el Hospital St. Luke's de New York, muere en total soledad.
Atrás quedaba la bella pepinito, la Mary Welsh de París y la amante ardiente del Hotel Ritz.

Tuesday, October 27, 2009

HISTORIA DE UN ABANDONO


Giuseppe Recchia me había invitado a Italia para acompañarlo en la presentación de su libro HEMINGWAY FOR CUBA. Por un rollo familiar no pude viajar en ese recorrido que me llevaba por Torino, Venecia, Nápoles, Roma y Sicilia. La historia compartida significaba que LA PIPA DE HEMINGWAY, en soporte papel, se conociera en Europa traducida al italiano. Lamentablemente todo se frustró. Sin embargo y a pedido de Giuseppe, en tiempo record produje un video que se difundió en círculos hemingwayanos y ahora pasó al terreno médico. La producción es muy breve, no alcanza a los 5 minutos. El texto que oportunamente subí a este espacio habla sobre la última etapa de un Hemingway desconsolado. A partir de este ángulo, un grupo de facultativos holandeses trabajó con mayor profundidad la relación del enfermo y el abandono. Claro, este video les sirve como disparador porque precisamente HEMINGWAY: ABANDONO DE PERSONA intenta mostrar una serie de argumentos que bien pueden aplicarse a cualquier ser humano.



En un mail que me envía el doctor Helt Romüer, uno de los médicos que está a cargo del tema, me pregunta si conocí a Hemingway o a su esposa. Le respondí que era un niño cuando el norteamericano se suicidó y sobre Mary desgraciadamente cuando ella estuvo en Argentina yo andaba en otra cosa. Es interesante esta perspectiva porque la etapa oscura de las internaciones de Hemingway en la Clínica Mayo y la negativa a conocer el diagnóstico, más allá de tan mentado secreto médico profesional, nos permitiría resolver varios enigmas sobre el suicidio del novelista.


Romüer me cuenta que varios médicos jóvenes no conocían a Hemingway. Él mismo confiesa que ese video llegó a sus manos por casualidad, a través de un colega que escribe poesía y que comenzó a interesarse por la literatura norteamericana.


HEMINGWAY: ABANDONO DE PERSONA puede leerse en italiano en www.hemingwayforcuba.net o en castellano en esta bitácora.

Thursday, October 15, 2009

PORTADOR VIRUS “HEM” (POSITIVO)




Empiezo a creer que de tanto hablar, discutir, disertar y escribir sobre Hemingway entre los que me rodean y circulan, he generado a mi alrededor un clima que acabo de bautizar como síndrome portador virus “HEM” (positivo). Los principales síntomas de este mal son: excesiva lectura hemingwayana, abusivo consumo de ron cubano, desmedida euforia, marcada autosuficiencia y compulsivo deseo de hablar todo el tiempo del borracho norteamericano. Mi enfermedad -poco atendida- ha provocado entre todos lo que me conocen una suerte de dependencia que me genera enormes beneficios. En la última semana llegaron desde Europa tres familiares. Como todo está carísimo en el Viejo Mundo para el bolsillo que mira con nostalgia aquella época del “deme dos”, los viajeros al momento de traerme un regalito solamente pensaron en mi malestar. Por tal motivo recibí un pañuelo rojo sanfermino, dos reproducciones fotográficas de los Sanfermines de 1959 del fotógrafo Julio Ubiña, una caja de cerillas pamplonesas con el rostro de Hemingway, una agenda Moleskine italiana, un llavero con la cara del Ernest y el libro Café con Hemingway en portugués. Todas estas gratificaciones fueron acompañadas con los respectivos comentarios del caso de cómo fueron adquiridas, situación que me llevó a consumir varias copas de vino y una docena de cafés. Claro, no todo es alegría para este enfermo. Parece ser que mi último posteo El Hemingway de Zoé Valdés no le agradó a muchos de los seguidores de esta bitácora. No necesito aclarar ni justificar nada ante la escritora porque la crítica no tiene ningún ánimo de golpear a la cubana. Tampoco pretendo hacerme el sabiondo, el investigador, el especialista o demostrar ser un erudito en la vida del norteamericano. Más de una vez he dicho que soy un admirador del cuentista pero que no cuento con toda la capacidad profesional para declararme catedrático; pero permítanme dar una opinión al respecto: Zoé Valdés no necesita de mi discurso. La poeta – creo yo – escribió una crónica de un Hemingway interior. Yo hubiera preferido algo más completo. Eso es todo. El resto son especulaciones.


Vuelvo a mi enfermedad. Todo lo recibido es una hermosa demostración del afecto de mis parientes y amigos que me soportan por ser un portador del virus “HEM” positivo. Gracias por la paciencia y a brindar con Gran Añejo Vigía.

Saturday, October 03, 2009

EL HEMINGWAY DE ZOÉ VALDÉS
La revista VIVA que acompaña la edición dominical del diario Clarín del día 27 de setiembre de 2009, publica en el marco de una serie sobre Las ciudades de los grandes escritores, una crónica de la escritora cubana Zoé Valdés titulada Regocijo del Mar. Claro, se trata de una visión de Ernest Hemingway en La Habana.
La poeta y narradora nos habla de “su” Hemingway. De un Ernest sublimado, internalizado, de un Papa construido a través de sus lecturas adolescentes. Valdés hace un análisis acotado con aportes de guía turística que si bien informa al lector, no muestra al verdadero escritor norteamericano. Es que la vida del cuentista en La Habana fue muy rica. No quedó como un hombre inadvertido. El “Mister Hemingway” es un sello para los cubanos y no hay persona que al sólo nombrárselo no diga algo sobre el estadounidense.


En todo el trabajo hay escasa referencia al verdadero motivo de porque Hemingway eligió la isla para quedarse a vivir. Muchos especialistas coinciden en que Ernest encontró en Cuba un lugar económico donde instalarse, sumando además el placer de poder pescar y deambular como aventurero. Un dato no menor es que el novelista pasó todo su período caribeño en la época pre-castrista. Situación que le permitió encontrarse con una Cuba muy diferente a la de Zoé Valdés.
La escritora nos relata sus lecturas hemingwayanas en los años setenta y también dice que: “confieso que amé la escritura de Hemingway, aunque también me fui desencantando de ella en la medida en que leí a otros escritores”. Zoé en su narración no habla de La Bodeguita del Medio, de El Ciro’s, de El Rancho’s, de La Casa Real del Palacio de la Cerveza Hatuey, del Hotel Sevilla; no nos dice nada de los hoteles de la mafia -El Nacional, El Deauville, El Comodoro, El Capri, El Habana Hilton-, de la relación de Hemingway con los intelectuales cubanos, de su mayordomo René Villarreal, de su chofer Juan Pastor, de su capitán Gregorio Fuentes, de su médico, José Luis Herrera Sotolongo, del Club de Cazadores del Cerro, del Vedado Tennis Club. Tampoco la autora expone mucho sobre Finca Vigía, el equipo de béisbol, las riñas de gallos, La Terraza en Cojímar, sus perros y gatos. En fin, muchos detalles que no se descubren y que lo mostrarían al auténtico Hemingway. Zoé advierte que “sus intereses estaban bien marcados y claros: la escritura, el mar, la naturaleza, la pesca, por último lo cubano, más que el cubano”.

A esta altura Regocijo del mar sobrevuela la confesión juvenil de la poeta y no deja otra cosa que la idea de un trabajo por encargo. Zoé, nacida en La Habana en 1959, abandonó la isla en 1995 para radicarse en Francia y hoy es una de las mayores disidentes del castrismo. Su mirada sobre Hemingway es muy lineal. Trata de hacernos entender y contagiar esa fascinación por los olores, el mar, la mística del puerto y las calles de su ciudad amada. Lo logra, pero queda pendiente el retrato de Hemingway del que poco dijo.



Wednesday, September 23, 2009

LAS PANTUFLAS DE HEMINGWAY




¿Cómo saber si realmente las pantuflas fueron de Hemingway? ¿Cómo creerle a alguien que dice se las regalo la hija de Hemingway? No quiero pasar por idiota. El joven escritor francés Mathías Enard (1972) parece tener cierto ritual a la hora de escribir. En un reciente reportaje realizado por la periodista Sonia Budassi en el suplemento Cultura del diario Perfil del domingo 20 de setiembre, el autor de Manual del perfecto terrorista(2007) y Zona(2009) confiesa que: “Tengo dos fetiches(el derecho y el izquierdo)que me acompañan y me instilan la inspiración de una manera casi divina: un par de pantuflas negras de algodón que me regaló la hija de Hemingway explicándome que habían pertenecido a su padre, pero que éste nunca llegó a utilizarlas. Se las había dado un camarero del Grand Hotel de Roma, que a su vez las había robado a otro cliente famosísimo: el rey Alfonso XIII de España. No puedo escribir sin ellas”. Perdón…esto me supera. Hemingway no tuvo hija, así que toda la ficción es un hermoso cuento. Recuerdo que cuando en Finca Vigía vi el calzado de Ernest casi me desmayo. Los pies del norteamericano eran enormes. La botas casi grotescas y los mocasines un festival de cuero. Imagino las pantuflas en los pies de Enard y no puedo más que reírme. No quiero robarle la fantasía a Mathías pero ésta no ha sido su mejor declaración.

Tuesday, September 15, 2009

HEMINGWAY: CUANDO SEA VIEJO QUIERO SER UN VIEJO SABIO.
Muchas veces-tal vez innecesarias-me pregunto qué hubiera sido de la vida de Hemingway si llegaba a ser un octogenario. Es más romántica y poética la desaparición temprana. Se crea una suerte de mito que sobrepasa la propia historia. Yo no soy de los que creen que Hemingway se suicidó porque ya estaba acabado. Eso lo podemos discutir, analizar, interpretar, pero la lectura cierta y necesaria la debemos buscar entre líneas. Releyendo a Lilliam Ross encuentro parte de la respuesta a mis dudas. En 1950 la periodista tiene la posibilidad de hablar con Ernest, en Nueva York, y logra que Hemingway se confiese. Me agradaría recordar su testimonio:

“Cuando sea viejo quiero ser un viejo sabio que no aburra a la gente – dijo mientras el camarero le servía espárragos y una alcachofa y escanciaba un vaso de Tavel. Saboreó el vino e hizo una señal al camarero-. Me gustaría ver a todos los boxeadores nuevos, a todos los caballos, ir a todos los ballets, ver a todos los ciclistas, a todas las señoras, a todos los toreros, pintores, aviones, hijos de puta, personajes de la sociedad, grandes putas internacionales, ir a todos lo restaurantes, probar todas las cosechas de vinos, ver todos los documentales, y no tener que escribir ni una sola línea sobre todo ello-dijo-.Me gustaría escribir muchísimas cartas a mis amigos y que me contestaran. Me gustaría poder seguir haciendo bien el amor hasta los ochenta y cinco años, como le pasó a Clemenceau. Y no me gustaría ser Bernie Baruch. No me gustaría sentarme en los bancos de la plaza, aunque sí iría de vez en cuando al parque para darle de comer a las palomas, y tampoco me dejaría crecer mucho la barba, porque así, por lo menos, habría un viejo que no se parecería a Bernard Shaw.

…Sólo los tontos se preocupan por salvar sus almas ¿ A quien se le ocurre salvar el alma cuando nuestro deber es perderla inteligentemente, como se vende una posición que se está defendiendo cuando ya no se puede resistir más tiempo, pero se vende lo más caro posible, tratando de convertirla en la posición que se ha vendido desde que el mundo es mundo? Después de todo, morir no es difícil”.

Es interesante toda la reflexión pero lapidario su final: “Después de todo, morir no es difícil”.

Hemingway cuando dijo estas cosas está en la mejor etapa de su vida. Alegre, seguro, predispuesto, fanfarrón. Diez años después el sueño quedó deshecho. Comenzaba el mito.

Wednesday, September 09, 2009

PHOTOHEMINGWAY 12
No es el Ernest que aparece en otros negativos. Aquí está con el General Líster, en el frente del EBRO,en 1938. Si había algo que entristecía al norteamericano era el combate. Sin embargo, la guerra significó para Hemingway una fuente de inspiración y una carga emotiva que fue metabolizándola en su literatura. Es en la Guerra Española donde su corazón se dilata y su compromiso se manifiesta con mayor profundidad. Ese Hemingway no será el mismo después de aquella pesadilla. Aquel Ernest no será una descolorida foto en el álbum de la vida.

Wednesday, September 02, 2009

OLVÍDALO JOHN WAYNE
Nada de estupideces.Ricardo Koon conoce como pocos la vida de Hemingway. Ante mi bobería y para dejar en claro que John Wayne y Ernest Hemingway no jugaban a las escondidas, me suministró via e-mal, una serie de datos importantísimos que debo difundir en el blog, para no seguir como un tarado. Ustedes sabrán perdonar mi sinceridad y mis torpezas. Yo trato de aprender y de aportar datos y referencias, pero a veces caigo en la estupidez. Ricardo Koon me ayuda con su buena voluntad y se lo quiero agradecer públicamente. Esta es su colaboración:

Hola José


Acabo de leer la nota sobre John Wayne.
Realmente me hice una ensalada. !!!


Voy a hacerte unos comentarios al respecto..


1) Creo que John Wayne no estuvo nunca en Finca Vigía. No hay fotos ni constancia documentada de la amistad entre ambos o visita a la Finca. Solo me consta que estuvo alojado en El Nacional entre 1959/1960, fue al Floridita y encargaba ropa en la Tienda El Encanto.


2) Hemingway nunca estuvo en el Gran Hotel Bolívar de Lima, ni siquiera en Lima. El que sí estuvo fue Wayne.


3) Hemingway sí estuvo en el Fishing Club de Cabo Blanco, pero no con John Wayne. Los viajes de ambos no coincidieron.
Naturalmente ambos se embarcaron en la Miss Texas, pero como dije, en fechas diferentes.
Wayne estuvo en Lima en 1953 (buscando escenarios para El Alamo) con la actriz Pilar Pallete, peruana de la alta sociedad e hija de un senador peruano; con quien se casó el 1/11/1954.


Un abrazo


Ricardo

Tuesday, August 25, 2009


LOS LIBROS DESPUÉS DE LA TORMENTA
Ella decidió volver a ser Daniela. Nada de Mariel, nada de Hemingway, nada mío. Ella decidió buscar hasta en los míseros rincones de su alma para tener la dignidad de abrir los ojos al futuro. Pero en el medio, en mitad del océano, entre sus maletas coloradas y su amor por París, estaba yo; el melancólico escritor, el malabarista, el hombre-afiche que vendía historias sobre ese escritor borracho. Ella decidió dejar atrás el infierno, la hoguera permanente. No es la mujer del milagro. Sobre su pasado no es imperioso hablar. Antes la inacción era interminable, monótona, mortal. Ahora debutaba la exaltación y con ella, el lapso de tiempo revelado.
Daniela, la niña sencilla, me pidió conocer a Hemingway. No al escritor tamizado que yo ofertaba. A ese lo odiaba. No, ella quería encontrar al escritor, al hombre que necesito de otros textos para decir: “soy yo”. Daniela quería al Ernest sin mis gimoteos. Me acordé del prólogo de Retrato de Hemingway escrito por Lillian Ross: “En una ocasión le pedí que me facilitara –a Hemingway-una lista de los libros cuya lectura recomendaría, y he aquí la lista que me mandó:
Bola de sebo y La Casa Tellier, de Maupassant.
Rojo y Negro, de Stendhal.
Las flores del mal, de Baudelaire.
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Madame Bovary, de Flaubert.
Los Buddenbrook, de Thomas Mann.
Taras Bulba, de Gógol.
Los hermanos Karamazov, de Dostoievski.
Ana Karénina y La guerra y la paz, de Tolstói.
Huckleberry Finn, de Mark Twain.
Moby Dick, de Melville.
La letra escarlata, de Hawthorne,
La insignia roja del valor, de Crane.
Madame de Mauves, de Henry James.
Daniela anotó uno a uno cada nombre. Me miró a los ojos y reconocí su afición. El agobio y la desgracia eran parte del despojo de una aventura vivida sin sentido. Los dos habíamos fallecido. Los dos volvíamos a caminar.

Wednesday, August 19, 2009


ALGUNA VEZ FERNANDA PIVANO

Dejé pasar un tiempo prudencial para que este trabajo literario de Guido Guerrera fuera asimilado. Lo presentó en el XII Coloquio Internacional Ernest Hemingway, hace poco más de un mes, en La Habana. En esa misma reunión se habló sobre aquel guardado secreto-no tan secreto-del apoyo económico de Ernest a la Revolución Cubana y de su forzada partida de Cuba sin mayores explicaciones.

Más allá de las verdades ocultas, me interesa el homenaje a Fernanda Pivano, ese reconocimiento a una mujer que acaba de morir.
Lo que sigue es el texto completo de la ponencia que mi amigo gentilmente me permite dar a conocer en este espacio.


FERNANDA PIVANO Y ERNEST HEMINGWAY

Una carta botada y una postal blanqueada por el tiempo. Así la Pivano conoció a Hemingway. Una carta del escritor americano con la que invitaba a la joven traductora a Cortina en 1948.
“Pero yo creía que fuera una fea broma y la eché”. Fue necesaria una segunda postal: “Si tu no vienes llego yo”, y se dio el encuentro en Cortina. Fue ella una de las pocas personas invitadas a la Finca en Cuba.
Así le escribía Hemingway el 20 de octubre luego que regresó a Turín. “Te encontré graciosa y bella y también con una buena cabeza como para pensar... si hay un error que haces, hija mía, creo que sea, en literatura, lo de aceptar la lucha con demasiada facilidad. Yo nunca contesto a un ataque: no respondo. Continúo trabajando. El trabajo lo es todo. A veces en literatura uno se enoja mucho. Pero no contesto nunca, lo mejor que he aprendido es a no contestar. Espero que se mueran. O que se queden sin la razón, o las dos, o a veces los mato con una oración. Mr. Papa”.
Fue con aquel “Tell me about the Nazi” (“Cuéntame alrededor de los Nazis”), soplado en voz baja en una oreja, durante el cálido abrazo, para subrayar su primer encuentro en un hotel de Cortina d’Ampezzo, que nacía uno de los sodalicios más interesantes y chismoseados de la historia literaria del siglo XX. Aquel entre el más insuperable novelista americano de la literatura contemporánea, el Premio Nobel Ernest Hemingway y aquella que ha amado la América, la que ha traducido, difundido, socavada y desentrañado: la italiana Fernanda Pivano.
Esa muchacha, hija de una de las familias más acomodadas de Turín, luego de aquel encuentro en el Hotel Concordia de Cortina, confirmará definitivamente su vocación al ideal de libertad nacido con el rechazo de la Italia de Mussolini.
“Yo misma he sido presa tres veces por el gobierno fascista y una vez por las SS alemanas, pues habían encontrado, en Einaudi, mi contrato para la traducción de “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway. Lo que, entre otras cosas, me procuró sucesivamente una de las más grandes emociones de mi vida. Lo que me ató enseguida a Hemingway – amo repetir muchas veces Fernanda, que ya tiene noventa años en sus cuentos personales- fue su antifascismo, basado sobre el hecho de no querer guerras, de no aguantar las dictaduras. Y ello sin hablar de su generosidad, de su discreto modo de ayudar a decenas y decenas de personas sin esperar agradecimientos, sin aparecer”.
Una ligazón, aquella entre Mister Papa y la que llamaba hija, condimentada con una relación muy frecuente: Venecia, Cuba y otra vez Cortina, los lugares míticos del imaginario hemingwayano, donde los dos se encontraban y trabajaban en sus respectivos libros.
“Tuve la suerte de trabajar por meses en su mismo escritorio”, subraya con emoción y conmoción Fernanda, observándolo con atención mientras escribía, escuchándolo explicarme con vehemencia porque hacía ciertas correcciones o botaba ciertas hojas… “Un privilegio, el mío, del que nunca dejaré de agradecer a los dioses”.
La ligazón entre Nanda Pivano y Ernest Hemingway ha sido muchas veces razón del usual chismoseo frente a una amistad hombre-mujer que a veces es más intensa que el amor. La misma Pivano, mujer de fina ironía y de refinada inteligencia, siempre ha sido la primera en bromear sobre ello, todas las veces que le ocurrió desafiar a públicos maliciosos y sospechosos.
Hemingway le tenía mucho cariño a Nanda, un cariño por otro lado sin duda correspondido y construido sobre la estima y la confianza y ella fue una de las pocas en quedarse cerca en 1954, cuando regresó a Venecia, luego de la trágica batida en África, que fue el inicio del fin del escritor. Aquí el modo en que recuerda aquel difícil período de convalecencia: " Yo y Mary, su esposa, nos quedábamos sentadas en el piso alrededor de su butaca en el cuarto del hotel Gritti, su preferido, al borde del Canal Grande. Lo mirábamos un poco miedosas, con infinito dolor, con cariño, sin condiciones que sentíamos por el Hombre y por el Novelista, ambos inseparables. Mister Papa me acariciaba el pelo y me decía que tenía que dejar de seguir siendo buena. No era útil para nada, me repetía, tan solo para que yo sufriera y me miraba con los ojos más buenos y disponibles que nunca pude ver. Me decía, con apasionada sinceridad, que yo era leal, “tonta y desafortunada”, sin imaginar que el tiempo le hubiera dado dramáticamente la razón”.
En Hemingway la Pivano encontrará el respeto a la libertad propia y ajena, además de la hostilidad en contra de todo tipo de dictadura, también el deseo y la práctica de una prosa absolutamente sencilla, limpia, seca, que hable de cosas sencillas, de hombres comunes, lejos de la retórica de cierta literatura.
La palabra clave para entender a Hemingway, como lo explica en la “Cronología de las novelas” Fernanda, es “understatement”, un estilo sin énfasis, esencial, directo: “el escritor da voz a los héroes de todos los días con un lenguaje auténtico”.
Una profesión auténtica de poética y de estilo destinada a proyectarse sobre toda la literatura americana de los últimos dos siglos. Un estilo que Fernanda hizo suyo también en el método crítico asumido, decididamente antiacadémico y más cerca al fascino del cuento, y que vuelve su trabajo de divulgadora en un testimonio apasionado y contagioso.
Este método Fernanda lo deriva y hereda del ensayista Malcom Cowley, autor de la primera biografía autorizada sobre Hemingway. Un libro que Hemingway había aprobado porque Cowley había trabajado en las ambulancias en Francia, durante la Gran Guerra y ello los unía en aquel mismo entusiasmo ideológico para combatir la dictadura. Cowley es un modelo para la Pivano opuesto a lo que propone Benedetto Croce y su crítica idealista.
La experiencia crítico-analítica de Fernanda resulta entonces filtrada por la narración brillante y que involucra al lector, a veces teñida de melancolía. Momentos en que aquel hilo rojo de la libertad que empieza con Hemingway y llega hasta la “beat generation”, hasta la desubicación de los años ochenta y noventa, constituyó una inagotable reserva de energía creativa, de ganas de cambio, de entretenida y polémica provocación.
“La biografía de Malcolm Cowley sobre Hemingway me la dio al mismo Hemingway en Cortina, diciéndome: " Este es el único ejemplar..." ( F. Pivano)
Toda la mejor literatura americana moderna se ha desarrollado bajo el lema de la libertad y contra todo lo que esta libertad quería combatir y erradicar, es decir contra cualquier forma de esclavitud.
Fueron sufridas contradicciones las que marcaron la vida de Hemingway, es decir aquella mixtura de ternura y hostilidad, de desesperación y de amor, de angustias existenciales siempre empujadas hacia el exceso y nunca moderadas por la prudencia, donde la última imprudencia sin remedio fue la última y definitiva afrenta al cuerpo, que le derramó aquel cerebro que había modificado la cara de la novelística contemporánea, en aquel trágico dos de julio de 1961 en Sun Valley, después que, l a noche anterior, con la amada Mary, a voz en cuello, cantó aquella cancioncilla ya cantada en Cadore..."Todos me llaman rubia, pero rubia yo no soy: tengo el pelo negro..."
De todas maneras la relación entre Fernanda Pivano y Ernest Hemingway fue sobre todo una relación de amistad, y en ello de seguro fue fundamental la actitud misma de Hemingway, su no querer hablar de los libros que había escrito, su convicción, según la cual, como le dijo una vez, “de literatura y de literatos la gente limpia no tiene que hablar más de cuanto habla de sus propios excrementos (obviamente no utilizó la palabra “excrementos”).” [F. Pivano, Amici scrittori, Milano, Mondadori, 1995, p. 309]
“Amargura y sarcasmo, tristeza y desesperación se sumaban en sus páginas como en las sombras de su rostro y contrastaban las fáciles acusaciones de “lenguaje de periodista” que se le habían quedado pegadas por los artículos escritos cuando era poco más que un adolescente.
“Cuando yo lo conocí, todavía hermosísimo en los inicios de la madurez, las sombras se alternaban todavía a los entusiasmos de felicidad, y la vi que se hacían más densas en los pocos, demasiados pocos años que antecedieron a su muerte, mano a mano que la infelicidad y la mala suerte que le cayeran encima”. “Era preciso para Hemingway no tanto que él conociera lo que había escrito, sino que conociera el porqué lo había escrito, y ello era para mí muy fascinante, pues nuestros escritores no estaban acostumbrados a este interrogante, uno no tan sólo no se lo ponía, sin que, bajo la influencia francesa, hasta decía que no tenía ninguna importancia el porqué lo había escrito, importaban tan sólo las paginas tomadas así páginas de donde nació en América el post modernismo.” [F. Pivano, Hemingway, Milano, Rusconi, 1985, p. 15]
Por conocerlo personalmente Fernanda Pivano puede intentar reconstruir justamente el proceso a través el cual Hemingway realiza sus libros, con sus métodos y sus ritos personales. Así por ejemplo, cuenta que en Cortina como en Cuba, donde fue para encontrarlo en 1956, Hemingway “se levantaba a las cinco o a las seis de la mañana, con el auxilio de una botella de Valpolicella ( es un vino italiano), siempre al alcance de su mano sobre la mesita de noche, y volvía a leer las hojas que había escrito el día anterior, casi siempre botándolas en el basurero y seguía leyendo cien veces las copias dactilografiadas y luego las primeras impresiones de sus libros siempre para recortar y nunca para agregar, en el esfuerzo casi obsesivo de alcanzar, expresar, fijar cada instante, uno tras el otro, de la realidad”. [F. Pivano, Hemingway, cit., p. 15]
En Cortina, cuando “la puerta del cuarto de Hemingway estaba abierta significaba que él estaba descansando del trabajo: el trabajo empezaba a las seis de la mañana y a veces a las cinco. En aquellas horas era mejor no molestarlo, a menos que no fuera él quien buscaba compañía. Pero, si ocurría de hablarle ( eran los años en que ya empezaba a tomar un poco demasiado) se lo encontraba lúcido y cortante como una lima, con su sarcasmo despiadado y chisposo, con sus asociaciones imprevisibles, su desesperación sin fondo, dramática más allá de cualquier posible consuelo”.
“Eran estas las condiciones en las que escribía. Alrededor de las once o al mediodía empezaba la cola de los visitantes y el hechizo terminaba: Hemingway salía de su privacy y contaba a quien fuera el episodio o los episodios que había escritos a la mañana con algún agregado o corte o modificación que los hacía siempre diversos; era su manera de “probar” qué versión fuera la mejor, según la reacción de quien escuchaba”. [Ibidem, p. 40]
Fernanda experimentó este método escuchando una y otra vez varios cuentos que luego entrarían como parte de lo que se definió el libro de Venecia, “Más allá del río y entre los árboles”, el mismo libro a raíz del cual un día la llamó a Cortina, pues quería que lo leyera, necesitaba su opinión, y luego tenía que controlar y corregir la ortografía de las palabras italianas.
Y todo ello no terminó tampoco durante la larga temporada en la que Fernanda se demoró en Finca Vigía.
“Había llegado a La Habana el 25 de marzo 1956. En el aeropuerto Rancho Boyeros estaba Mary que me esperaba con su chofer Juan y en seguida me encontré en lomas que se abalanzaban sobre valles repletos de grandes palmeras, en dirección de la finca donde vivía con Hemingway (que observo en una vieja, famosa foto de Raúl Corrales durante un día de pesca en alto mar), la Finca Vigía, que estaba situada a la entrada de la aldea de San Francisco de Paula, ubicada en la Carretera Central, la arteria que cruzaba casi toda la isla. Por fin, después de la larga carretera tropical, temblorosa de verde y potente sol, llegamos a la reja de la Finca, donde había sido colgado el letrero: " Visitantes no invitados no serán atendidos”
Más allá de la entrada empezaba una ancha avenida que subía y que estaba bordeada por mangos, palmeras y hibiscos, con la Casita, la pequeña habitación reservada a los huéspedes; y entre el murmullo de los picaflores escondidos entre las pesadas hojas infladas y en un diluvio de flores aparecieron, tras una vuelta, los cinco grandes peldaños de piedra y la casa inmaculada de una planta en estilo colonial español. Habíamos entrado en una grande sala de estar amoblada con tres butacas y un sofá, un estante con siete paneles para los discos, tres lámparas, las cabezas momificadas de las presas de la dos batidas, colgadas a las paredes entre cinco André Masson, dos Juan Gris y un Paul Klee, con el atril inclinado, con la máquina para escribir portátil, con la cual, de pie, Hemingway había escrito “Más allá del río y entre los árboles” y escribiría “El viejo y el mar”.
En los dos lados de la sala de estar se encontraban los dos dormitorios, el de Mary ya ampliado y amoblado por ella con una tinta rosada, y el de Hemingway, muy vasto, con una enorme mesa cubierta de pomos de medicamentos y un montón de cartas y libros, la cama grande llena de libros y gatos, la famosa “Finca” de Miró en una pared y una pequeña naturaleza muerta de Braque apoyada en un estante.
Mary había dejado la estola de mártora, un reciente regalo de Hemingway, de la que estaba muy orgullosa, y me había dicho que él no se encontraba, que estaba pescando en Cabo Blanco, en el mar del Perú, pero que llegaría el día siguiente y Juan me llevaría para encontrarlo. Aquella noche Mary me había contado la historia, que parcialmente ya conocía del libro y del film. La imagen de un pez atado a una barca y engullido por los tiburones nació en el abril de 1935, mientras pescaba, con Dos Passos en la corriente del Golfo, mar adentro de Bimini, una isla de las Bahamas: había atado un atún al barco y los tiburones lo habían agredido; cuando lo había izado a bordo quedaba tan sólo el esqueleto.
Una historia basada sobre un punto de partida parecido a la que publicó en Esquire en el número de abril 1936 con el tìíulo “ Sobre el agua azul”: en un párrafo del artículo se podía encontrar el meollo de “El viejo y el mar”, basado en un cuento que le había hecho Carlos Gutiérrez, su compañero de pesca, y que luego se volvió con Gregorio Fuentes el modelo del protagonista Santiago; y en el abril 1951 había escrito en ocho semanas “La historia de Santiago”, que hubiera tenido que ser la cuarta parte de la muchas veces imaginada ‘Novela del mar’...”
Recién entrevisté para mi periódico a la Pivano, que siempre está muy cansada pero tiene todavía la cabeza de una muchachita. “Nanda, ¿Quién era Hemingway?” “Un hombre extraordinario, autoritario y espléndido, una criatura magnífica y a veces muy difícil de comprenderlo.” “ ¿ Cómo trabajaste con él?” “Era una aventura y un desafío. A veces trabajaba con él de un modo muy malo, al revés de lo que me sucedía con Allen Ginsberg. Con él era muy difícil trabajar cuando me hacía trampas y me ponía en apuros o se entretenía con crearme dificultades. Una vez le había pedido aclaraciones con respecto a cierta palabra, una palabra de jerga, y él se encabronó conmigo: "...nunca utilicé la jerga, pues todas las palabras que pongo en mis libros se podían encontrar en las obras de Shakespeare" Era una mentira, pues en otros momentos se lucía por utilizar la que él llamaba la lengua franca, una mixtura de muchos idiomas. Una vez no me habló durante meses, pues durante una conferencia se me escapó decir que algunas de sus descripciones eran casi metafísicas. Ello lo indignó y lo hizo enfadarse mucho”.
“¿Qué emociones sentiste frente a la tumba de Hemingway?” “Estaba arrepentida y desesperada, dice la Pivano, por no haber ido nunca a la tumba de Hemingway, Me emocioné, pero me dio consuelo. Y por dos noches un lindo coyote con una larga cola apareció, a escondidas, me miró en los ojos y se alejó. Y ¿si hubiera sido él, Ernest?”:

Caro Guido, grazie di avere amato e di amare questo grandissimo scrittore (Ernest Hemingway).
Forse il più grande che abbiamo conosciuto.
Pace e Amore
Nanda Pivano

Tuesday, August 18, 2009


TE AMO JOHN WAYNE
Si uno se deja llevar por estupideces, termina siendo un estúpido. Y yo, como buen estúpido, hago caso a la estupidez de Alexánder Obando. Estupidez que aparece en www.elmasviolentoparaiso.blogspot.com que me llega a través de mi amigo Brian Fuster.
Parece que el hombre tiene instalado un sentido muy marchista sobre las posibilidades y realidades del sexo. Hoy a nadie se le ocurre discutir las libertades amatorias. Sin embargo, en algunas mentes estúpidas, las cargas represivas juegan en una ronda sin fin. Para no crear tanto misterio y salirme del encierro, voy al texto: “En los años 50, un productor de Hollywood visitó a Hemingway en una de sus casa de campo para discutir los detalles de un contrato. Comentaba nuestro hombre unos años después que le sorprendió mucho encontrar a Hemingway desnudo en la piscina con otro “macho” del folklore yanqui: no era, ni más ni menos, que la estrella de cine John Wayne, gran amigo del escritor. Ambos nadaban en traje de Adán con un tercer miembro; alguien a quien el productor solo describió como un muchacho “atractivo pero afeminado”.
Efectivamente en los años 50 John y Ernest eran muy amigos. Hay innumerables historias de fiestas y borracheras que compartieron en el Gran Hotel Bolívar de Lima, en el Fishing Club de Cabo Blanco, embarcados en el “Mis Texas”, todo esto en el Perú. Las noches de alcohol en “El Floridita” y los desatinos en Finca Vigía no escapan a un estilo de vida que transcurría con total naturalidad. En la pileta de Finca Vigía la mayoría se bañaba desnuda. Hombres y mujeres sin ninguna prohibición eran dueños de una total libertad.
Me resulta raro que un productor de Hollywood se extrañe por un acto espontáneo. Más extraño aún me resulta que al referirse sobre el tercer miembro, hable de “atractivo pero afeminado” y me causa mucha risa cuando califica de otro “macho” del folklore yanqui al vaquero.
¿Interesa mucho si John Wayne era homosexual o bisexual? ¿Le preocupa a Alexánder si Hemingway y Wayne jugaban en la piscina?
Pero lo más intolerante de Obando es que pontifique: “Uno de los motivos de mayor angustia personal para el escritor Ernest Hemingway era su inclinación sexual hacia los hombres”.
Si uno se deja llevar por estupideces, termina siendo un estúpido. Perdón

Friday, August 14, 2009


NARDA ES NANDA

Bertrand Russel dijo alguna vez: "¿Para qué repetir errores antiguos habiendo tantos errores nuevos que cometer?". Esta pregunta me viene como anillo al dedo.

Tengo que pedir disculpas por cambiarle el sobrenombre a Fernanda Pivano. NARDA no es NANDA. NANDA es Fernanda Pivano. Debo decir: NANDA...NANDA...NANDA y esperar el próximo error.

Wednesday, August 12, 2009


LA ÚLTIMA CARTA ANTES DE MORIR
Una semana antes del suicidio, Hemingway le escribe a René Villarreal una epístola sincera y dolorosa. Ya es un hombre abatido que busca consuelo en sus recuerdos y en los afectos perdidos. La breve misiva tiene la rigurosidad de un texto netamente hemingwayano. Ernest se desnuda desde la primera línea y el tono de despedida va recorriendo cada palabra.
En oportunidad de hablar con René Villarreal, en Finca Vigía, le pregunté si se había sobrepuesto a la ausencia. “Nunca pude”, me respondió. Es tan real esta afirmación que sería innecesario insistir. En ese mismo momento, sin que yo se lo pidiera, el mayordomo me recitó todas las normas de la casa que le había enseñado el escritor. Enfatizaba en cada una como si se tratara de una lección:
Respeta a todos. Se cortés con los invitados. Mira a la gente a los ojos. No les prohíbas el ingreso a los niños. No castigues a los animales. No preguntes nada que no sea necesario. Cuando debas ser fuerte, se fuerte. Cuando tengas que ser duro, se duro. Al disparar, no dudes. Si hay un incendio pon a resguardo los manuscritos. Cuando Papa esta escribiendo vigila para que no lo molesten. Cuando Papa no está en la Finca tú debes controlar todo.
Con este rosario creció René Villarreal. Con estas pautas de convivencia se formó.
Mucho tiempo después de la ausencia de Ernest de la Finca, René Villarreal recibiría a Fidel Castro. Así me contó el episodio:
“Después de la muerte de Papa, Fidel vino a la Finca. Ahí fue donde yo lo conocí. Recuerdo que estaba en la puerta, tratando de entrar. Salí a caminar con los perros y vi a los militares que me hacían señas desde allí. Me acerqué y Fidel me dijo: “¿Dónde puedo ver a René Villarreal?”. Le respondí: “Usted está hablando con él”. Lo hice pasar y recorrió toda la Finca. Nunca más volví a verlo.
Este hombre es un ícono para los que amamos a Hemingway. Me atrevo a dar a conocer su carta íntima porque es como si fuera un apretón de manos entre amigos.
Las palabras superan al tiempo y las emociones son como los cubos de hielo en el vaso de whisky servido al atardecer.

René, mi querido hijo cubano:
Papa se está quedando sin gasolina. Ni siquiera tengo la voluntad para decir que fue de lo que amaba por encima de todo y escribir es aún más difícil. Estoy muy delgado, me fui de un peso pesado a un liviano y medio. Pronto seré un welterweight como tú.
Los médicos me han prohibido la sal, las grasas, y una serie de otras cosas. Por favor, cuida de mis gatos y perros y de mi amada Finca. Asegúrate de todo lo que pase. Papá siempre te recuerda y tiene un gran afecto por ti. Los manuscritos importantes tenlos guardados suceda lo que suceda y sólo entrégalos a Miss Mary.
Abrazos,Papa

Friday, August 07, 2009


NARDA NO ESTÁ AQUÍ

No voy a entrar en polémica. No me interesa confrontar. Siempre es positiva la discusión. Giuseppe Recchia y Guido Guerrera son mis dos amigos italianos que tienen diferencias sobre Fernanda Pivano. Los escucho a los dos de la misma manera. Guido Guerrera me manda su trabajo sobre la escritora y yo simplemente lo comento en este espacio. Giuseppe, sin mediar respiro, me remite un mail que transcribo:
"Las noticias comunicadas acerca de la Pivano están en neta discordancia con lo ocurrido históricamente"

"Ciertamente la Pivano es una discreta traductora de Hemingway, pero ¿quién es el traductor de Hemingway?. Cesare Pavese. De hecho después de su muerte las traducciones de Pivano mostraron infinidad de lagunas. Además Pivano ha estado con Hemingway no más de 3 o 4 veces en cortos períodos y su biografía esta llena de olvidos y quejas bastante escandalosas realizadas por la familia Ivancich que espero tu sepas de quien se trata."

No voy más allá porque cuando se tiene "malas fuentes" se puede caer en increíbles equivocaciones".


A ver, el tema de las traducciones siempre es complejo. En este caso ¿por qué va ser distinto?. En 1949 Fernanda Pivano traduce "Adiós a las armas". Diez años atrás la escritora siendo estudiante y alumna directa se encuentra con Cesare Pavese. Desde entonces crece una amistad entre ellos que se transforma en idilio. Un amor declarado por el poeta pero no correspondido por la Pivano. Si me preguntan con quien de los dos me quedo, mi respuesta es con Pavese, pero eso no quita que desmerezca a Pivano.
Con respecto a las veces que Narda y Ernest se reunieron, conozco lo justo y, con respecto a la biografía, yo personalmente trato de ser amplio, cada autor incorpora su impronta y no todos son fieles a la verdad en el documento escrito.
Giuseppe me señala sobre las "malas fuentes". Coincido con él. Reconozco que muchas veces peco de ingenuo. Esta dificultad ya me ha creado algunos problemas con varios estudiosos que me golpearon con críticas feroces y haber sido señalado por John Hemingway(nieto) como un mentiroso.
Tal vez lo rico de La pipa siga siendo esta posibilidad de decirnos las cosas sin hipocresía y con toda naturalidad. Dejo abierto el juego.

Wednesday, August 05, 2009


NARDA ESTÁ AQUÍ

Mi amigo Guido Guerrera hace un mes estuvo participando del XII Coloquio Internacional Ernest Hemingway, en La Habana. Ya me había comentado que presentaría un trabajo sobre Fernanda Pivano. Como buen curioso le pedí que me lo enviara. Lo leí varias veces y sentí que estaba charlando con esa italiana memorable. Guido siente una profunda admiración por esta mujer que aún sabe contar los momentos vividos junto al norteamericano en Finca Vigía, en Venecia, en Cortina d'Ampezzo.¿Cuántas personas más pueden hablar de Ernest?Contadas con los dedos de uno mano.Guido es muy claro en el análisis de su ponencia. Presenta a una Pivano sin maquillaje, íntima, vestida de humilde jardinera, que no se cansa de decir que Hemingway fue su gran amigo. Este es un caso similar al de Marlene, con la diferencia que a Fernanda, el novelista la llamaba "hija mía". Con Pivano Mary no tuvo celos como con Adriana Ivancich o Valerie Danby-Smith. Hemingway escuchaba sus consejos.Había empatía y todo esto lo dejó entrever Guido Guerrera en su notable ponencia. Ya para el final me guardo dos momentos claves de su trabajo.La confesión de una Fernanda agradecida:"Tuve la suerte de trabajar por meses en su mismo escritorio.Un privilegio que nunca dejaré de agradecer suficientemente a los dioses" y para rematar al sentimiento Guido le pregunta a Narda:¿Qué emoción sentiste frente a la tumba de Hemingway?"Estaba arrepentida-responde- y desesperada por no haber ido nunca a la tumba de Hemingway. Me emocioné, pero me dio consuelo. Y por dos noches un lindo coyote con larga cola apareció a escondidas,me miró a los ojos y se alejó.¿Y si hubiera sido él, Ernest?

Tuesday, July 28, 2009


UN CRÁTER Y UN AMOR

Brian Fuster me recibe en la puerta de Arapey Thermal, un resort y spa paradisíaco en el Uruguay. El colorado amigo está instalado allí desde hace una semana. Su tailandesa Omma, quien vive en Olando, lo dejó sin aliento y ya hecho un helecho, se decidió a reconstruir su avejentado organismo sin ningún justificativo. Damma, la esposa de su primo Robert, le aconsejó visitar este centro. Solitario y perdido me pidió ayuda y, ante el alerta de un mal mayor, miré el mapa y tomé destino termalista. Lo vi más delgado, más canoso y más tranquilo. Me suplicó que lo acompañara en la rutina del gimnasio, en las caminatas y en los baños termales. Todo a cambio de dos informaciones que me resultaron simpáticas. La primera es que la Unión Astronómica Internacional(UAI), bautizó uno de los cráteres de Mercurio con el nombre de Ernest Hemingway.Yo pensé que se trataba de una burla de mi amigo. No, esa coronación se decidió en un coloquio de dos días de duración reunido en Nueva York. Cuando todavía no había salido del shock, Brian me cachetea con otra noticia. El musical Too Close to the Sun, estrenado el 16 de julio, que bajará de cartelera el 8 de agosto por falta de público, es una obra ficticia que plantea los acontecimientos que llevaron al suicidio de Hemingway.La puesta montada en el Comedy Theatre del West End, es un musical que se enfrenta a las indignidades y sufrimientos de la vejez, de un Ernest deprimido que halla consuelo en la compañía de una joven secretaria llamada Louella. La esposa de Ernest tolera la relación por temor a perder el cariño del escritor, sin saber que la secretaria planea en secreto quedarse con la fortuna del novelista. En medio de este drama aparece Rex, un antiguo compañero de colegio que, con oscuras intenciones, complica aún más la triste vida del autor. El libro pertenece a Roberto Trippini y el elenco lo encabeza James Graeme como Hemingway, Hellen Dellimore como la esposa , Jay Benedict como Rex y la secretaria fatal, interpretada Tammy Joelle.

Dejo la pileta climatizada y me marcho hasta la barra para tomar una gaseosa. Pienso:¿La historia es tan loca?.

Disculpen: me llama Brian para contarme otro disparate.