Monday, July 18, 2016

SER UN HEMINGWAY




Un interesante artículo sobre mi amigo John Hemingway, publicado hace escasos días, donde  expresa que el peso del apellido no deja de ser un problema. Lo comparto con todos ustedes.

http://www.rsvponline.mx/perfiles/ser-un-hemingway-no-es-tarea-facil

Ser un Hemingway no es tarea fácil…

por: Fernanda Brambilla - 22 de Junio de 2016

No se puede entender quién fue Ernest Hemingway sin antes conocer qué le pasó en Italia”. La afirmación viene de John Hemingway, nieto de uno de los escritores más importantes del siglo 20. Antes de dedicarse a la literatura, el autor de Por quién doblan las campanas sirvió en la Primera Guerra Mundial en la base de la Cruz Roja en la villa de Bassano del Grapa, Italia. “La muerte, la pérdida, el amor y la mortalidad, temas frecuentes en su obra, vinieron de aquel lugar. Sin eso, él no sería el artista que conocemos”, dice su nieto para RSVP durante su primera visita a la Ciudad de México.

En Bassano, su famoso abuelo salvaría a un soldado y sobreviviría a un ataque de mortero. Décadas más tarde, una coincidencia grande llevaría a John Hemingway a conocer a Giuseppe Aquila, presidente de la compañía de plumas Montegrappa, cuya sede queda justamente en la acera de enfrente de la Cruz Roja, donde sirvió el Premio Nobel de Literatura. Tres años más tarde Montegrappa presenta en El palacio de Hierro su colección Hemingway 

Hoy, John Hemingway, a sus 55 años, vive en paz con su apellido y su historia. Pero ser un Hemingway no fue una herencia fácil de abrazar y nos detalla porqué.

 

¿Me puedes contar un poco de tus recuerdos sobre tu abuelo como persona y no como el icono internacional que es?


No nos conocimos, él murió cuando yo tenía 11 meses de edad. Pero me acuerdo que cuando era niño, algunas personas me decían, ¿Hemingway, uh? Qué nombre más raro ése. Y otras me decían, ¡Oh, tu abuelo es tan famoso! Y pensaba, ¿famoso por qué?

En aquella época, mi papá nunca me hablaba de su padre. Empecé a conocerlo cuando era adolescente, leí sus libros y entendí el impacto que ese hombre había causado. “Wow, ¿soy pariente de este tipo?”
Fue hasta mis 20 y tantos años, en Italia, que me di cuenta que su memoria en lugar de perder relevancia, parecía ganar más. No podía huir de ello o esconderme. Él no se iba a ir. ¡Qué diablos!

¿Quisiste huir de tu apellido?


Sí, por eso me fui a Italia. Allá la gente es muy discreta, respetuosa. Fui a dar clases de inglés y mis alumnos me conocían como John, el maestro. Muchos en algún punto descubrieron que yo era pariente de Ernest, pero seguí siendo John, el maestro. No es que ellos no sabían quién era mi abuelo, pero era el lugar perfecto para alguien como yo, quien intentaba encontrar su propia voz como escritor. Fue difícil, hasta que me di cuenta que no podía intentar ser como él, tenía que saber mis límites. Hoy te lo digo con calma, pero fue un infierno, tenía voces en mi cabeza que decían: “Si escribes algo malo, John, te vas a quemar en el infierno, van a acabar contigo”.

Ahora vives en Canadá con tus hijos (Michael y Jacqueline). ¿Cómo les contaste de su bisabuelo?


Oh, poco a poco lo fueron descubriendo… mi hija supo hace muy poco que Ernest se suicidó. Ellos tienen un buen entendimiento, esto no es tan importante como su familia más cercana.

En el imaginario colectivo, Ernest Hemingway es la figura del hombre viril, de una masculinidad muy fuerte. Por otro lado, tu papá, Gregory, es un transgénero, que es el completo opuesto de esto. Escribiste un libro al respecto, ¿cómo ves ese contraste tan grande de tus antepasados?


Escribí un libro que es una biografía de mi padre, y para entenderlo era esencial comprender de dónde vinieron él y su papá. Ernest y Gregory no son tan diferentes como puede parecer: eran muy inteligentes y tenían un sentido del humor muy agudo. Los dos exploraron ese punto en el que un hombre deja de ser un hombre y pasa a ser una mujer y viceversa. Ernest, como un escritor, hizo cuentos sobre esto. Mi padre lo experimentó en carne propia, se hizo una cirugía de cambio de sexo. Se aventuraron a su manera. Cuando haces algo así, sabes cómo las cosas empiezan, no cómo terminan. Los dos sufrieron con enfermedades mentales, Ernest de una depresión profunda y mi papá, de bipolaridad. Y eran tiradores con unas punterías excelentes.

Sé que la puntería la heredaste tú también…


No lo sabía hasta los 17 años, cuando salimos a tirar en Montana y mi papá me dio su pistola y me desafió a tirar una lata. Yo la miré y pum. Fue instintivo. Mi papá se puso a temblar de tan emocionado que estaba. En aquel instante no entendí bien porqué eso era tan especial: mi papá vio algo que empezó con su abuelo y había pasado a su papá y luego a él hasta llegar a mí. Ese tipo de lazo era importante para él.

 

Hemingway en su época usaba plumas largas como las de Montegrappa, que hoy en día son artículos de lujo. Como un escritor, ¿cuál es tu relación con los medios digitales?


Hemingway sí usaba la pluma, en su escritura también usaba el lápiz para poder borrar, pero sus cartas están todas en pluma. En sus originales hay muchas notas en medio del texto y es interesante verlas, ver cómo él pensaba. Creo que lo que pasa con las plumas es lo mismo que con el libro. Todavía prefiero el papel. El sentido táctil es importante para mí, y también por el hecho de que se deterioran y terminan. 
Tengo mi e-book, pero no me gusta el hecho de que esté en la máquina. Hoy en día no se lee tanto porque todo está muy automatizado, fracturado, estás haciendo algo y te llega un mensaje, un correo... Tienes que aislarte de todo si quieres escribir y lo mismo es para leer. El libro expande tu imaginación. Esa relación de tomarlo en las manos, escribir en ellos, doblar, manosearlo. Eso es único.

Hay muchos museos con objetos de Hemingway ¿Has guardado algo para ti, en tu casa?


Sólo tengo una cosa que le perteneció, un plato de arcilla de tiro deportivo que estaba en casa de mi abuela. He visto los libros originales muchas veces en su oficina y puedo ir a verlos en un museo, como cualquiera. Mucha gente se sorprende, pero tengo su ADN… eso es suficiente.