Friday, July 22, 2011

SI TE GUSTA NO ME GUSTA





Canadá tiene una significación especial en la vida de Hemingway. De hecho el inicio de su carrera periodística está ligada con ese país. Pero como en todas las cosas de Ernest y sobre su aventurado trajinar, uno va descubriendo el juego de las comparaciones y el placer por ciertos gustos que el norteamericano fue adquiriendo de manera informal , cotidiana y doméstica. Hemingway nunca fue poeta. Acaso sus composiciones tengan una relación tardía con algunos de sus admirados maestros. Ernest, sin embargo, unió palabras y dejó plasmado sobre el papel algunos textos discutibles que prefiero sean analizados por expertos conocedores.

El poeta y traductor argentino Gerardo Gambolini, ha llevado al castellano dos esclarecedores poemas de Hemingway que particularmente a los investigadores nos permiten echar una mirada sumamente interesante sobre la personalidad del novelista. Me gustan los canadienses y Me gustan los americanos tienen un clima particular, son pinceladas llenas de vivencias que aparecen como una crónica detallada. Uno va armando el rompecabezas literario y descubre al Hemingway callejero, amante del boxeo y las carreras de cabellos, al que se burla de las costumbres y al que critica el sistema. Un Hemingway a la medida y al mejor precio.
Ustedes me dirán si estoy en lo cierto.



Me gustan los canadienses

Me gustan los canadienses.


Son tan distintos de los americanos.


Se van a casa a la noche.


Sus cigarrillos no huelen mal.


Sus sombreros les quedan bien.


Creen de verdad que ganaron la guerra.


No creen en la Literatura.


Piensan que el Arte se ha exagerado.


Pero son geniales con los patines.


Alguno son muy ricos.


Pero cuando son ricos compran más caballos


que automóviles.


Chicago llama a Toronto una ciudad puritana.


Pero el boxeo y las carreras de caballos


son ilegales en Chicago.


Nadie trabaja los domingos.


Nadie.


Eso a mí no me enoja.


Hay sólo un Woodbine,


¿pero han estado alguna vez en Blue Bonnets? *


Si uno mata a alguien con un coche en Ontario


es probable que vaya preso.


Así que nadie lo hace.


Han habido más de 500 personas


muertas por coches en Chicago.


En lo que va del año.


Es difícil hacerse rico en Canadá.


Pero es fácil hacer dinero.


Hay demasiados salones de té.


Pero, claro, no hay cabarets.


Si uno le da a un mozo 25 centavos de propina


él dice “Gracias”.


En lugar de llamar al gorila.


Dejan que las mujeres viajen paradas en los tranvías.


Incluso si son bonitas.


Todos se apuran por llegar a casa a cenar


y a escuchar sus radios.


Son buena gente.


Me gustan.

* Woodbine Race Course, hipódromo de Toronto; Blue Bonnets Raceway, hipódromo de Montreal.






I like Canadians


I like Canadians.


They are so unlike Americans.


They go home at night.


Their cigarets don’t smell bad.


Their hats fit.


They really believe that they won the war.


They don’t believe in Literature.


They think Art has been exaggerated.


But they are wonderful on ice skates.


A few of them are very rich.


But when they are rich they buy more horses


Than motor cars.


Chicago calls Toronto a puritan town.


But both boxing and horse-racing are illegal


In Chicago.


Nobody works on Sunday.


Nobody.


That doesn’t make me mad.


There is only one Woodbine.


But were you ever at Blue Bonnets?


If you kill somebody with a motor car in Ontario


You are liable to go to jail.


So it isn’t done.


There have been over 500 people killed by motor cars


In Chicago


So far this year.


It is hard to get rich in Canada.


But it is easy to make money.


There are too many tea rooms.


But, then, there are no cabarets.


If you tip a waiter a quarter


He says “Thank you.”


Instead of calling the bouncer.


They let women stand up in the street cars.


Even if they are good-looknig.


They are all in a hurry to get home to supper


And their radio sets.


They are a fine people.


I like them.






Me gustan los americanos




Me gustan los americanos.


Son tan distintos de los canadienses.


No se toman en serio a sus policías.


Van a Montreal a beber. (1)


No a criticar.


Sostienen que ganaron la guerra.


Pero en el fondo saben que no.


Tienen mucho respeto por los ingleses.


Les gusta vivir en el exterior.


No se jactan de la forma en que se bañan.


Pero se bañan.


Tienen muy buena dentadura.


Y usan B.V.D’s todo el año. (2)


Me gustaría que no se jactaran de eso.


Tienen la segunda mejor marina del mundo.


Pero nunca lo mencionan.


Les gustaría tener de presidente a Henry Ford.


Pero no van a votarlo.


Le vieron el juego a Bill Bryan. (3)


Se cansaron de Billy Sunday. (4)


Los hombres usan cortes de pelo muy graciosos.


Son difíciles de engañar en Europa.


Han estado allí una vez.


Crearon a Barney Google, Mutt y Jeff.


y Jiggs. (5)


No cuelgan a las mujeres asesinas.


Las ponen en vodevils.


Leen el Saturday Evening Post


y creen en Santa Claus.


Cuando hacen dinero


hacen mucho dinero.


Son buena gente.


(1) “Québec rechazó [la prohibición] ya en 1919 y pasó a conocerse como el ‘sumidero’de América del Norte, pero acudían turistas en tropel a la ‘vieja Québec histórica’ y el gobierno provincial cosechó enormes ganancias de la venta de alcohol” (Canadian Encyclopedia, 2nd edn. [Edmonton: Hurtig, 1988]: 1765). Tomado de http://rpo.library.utoronto.ca/poem/942.html
(2) B.V.D’s: marca de calzoncillos.
(3) William Jennings Bryan (1860-1925), abogado y político norteamericamo que se postuló sin éxito a la presidencia de EE.UU.
(4) William Ashley Sunday (1862-1935), atleta y beisbolista norteamericano convertido en el más famoso e influyente evangelista estadounidense de las dos primeras décadas del siglo XX.
(5) personajes de tiras cómicas norteamericanas.



I like Americans


I like Americans.


They are so unlike Canadians.


They do not take their policemen seriously.


They come to Montreal to drink.


Not to criticize.


They claim they won the war.


But they know at heart that they didn’t.


They have such respect for Englishmen.


They like to live abroad.


They do not brag about how they take baths.


But they take them.


Their teeth are so good.


And they wear B.V.D.’s all the year round.


I wish they didn’t brag about it.


They have the second best navy in the world.


But they never mention it.


They would like to have Henry Ford for president.


But they will not elect him.


They saw through Bill Bryan.


They have gotten tired of Billy Sunday.


Their men have such funny hair cuts.


They are hard to suck in on Europe.


They have been there once.


They produced Barney Google, Mutt and Jeff.


And Jiggs.


They do not hang lady murderers.


They put them in vaudeville.


They read the Saturday Evening Post


And believe in Santa Claus.


When they make money


They make a lot of money.


They are fine people.

Tuesday, July 12, 2011

HEMINGWAY MURIÓ POR NEGLIGENCIA MÉDICA




Ernest Hemingway fue un gran bebedor y sufría trastorno bipolar pero, ¿podría haberse evitado su suicidio? Se cumplen 50 años de la muerte del escritor norteamericano y para recordarle, José Zepeda, periodista de Radio Nederland, habló con José María Gatti, biógrafo de Hemingway.


Señor Gatti, usted sabe que a propósito del suicidio de Hemingway se han ido creando, al igual que en otras ocasiones y con otras personalidades, una serie de leyendas que empiezan a hacer difícil saber cuál es la verdad.


Hay muchas conjeturas. En realidad el hecho consumado lo conocemos todos pero tenemos que plantearnos los hechos que se fueron dando para que Hemingway terminara tan trágicamente. Hay varios investigadores que sostenemos que, en realidad, el suicidio sólo es un dato terminal de un proceso. Consideramos que en rigor hay muchas faltas anteriores. Por ejemplo, Hemingway fue internado en la clínica Mayo, y después de aplicarle una traumática sesión de electroshock, todavía 50 años después de su muerte, la clínica Mayo no ha revelado exactamente si el tratamiento fue justificado o no. La segunda cuestión que tenemos que plantearnos es que Hemingway era un enfermo bipolar desde los 15 años. Tenemos que pensar que en aquella época un enfermo bipolar no era tratado como hoy en día. Se creía que era un síntoma muy especial de los creadores, estar deprimidos y estar eufóricos, que era algo consustancial al artista, pero en rigor era su bipolaridad. Esto atraviesa toda su vida, su obra y su amor. En estos momentos estoy trabajando en un proceso sobre el desamor de Hemingway y me voy encontrando con datos que efectivamente confirman esto. La gran carencia de Hemingway fue su falta de afecto y él suplanta su personalidad prepotente, bravucona, en una situación mucho más severa que yo la determino como el abandono de persona. Si leemos la historia de Hemingway desde su origen vemos que hay valores que están prácticamente descartados, como por ejemplo la muerte. Desde niño él está acostumbrado a la muerte pues desde muy pequeño el padre lo confronta con la muerte como un hecho natural. Cuando Hemingway tenía 9 años, su padre, que era médico, le obligó a acompañarlo a un parto y practicó una cesárea a una mujer, sin anestésico, delante del niño. Algo que no es muy bello para un chiquillo.


Usted dice algo que a mí me gustaría rescatar porque me parece fundamental. Desamor, lo cual es una constatación terrible. Es decir, justamente la ausencia de amor puede desembocar en esta situación. Pobrecitos aquellos que nunca han tenido amor.


También tenemos que pensar en la educación victoriana que él tuvo. El matrimonio de sus padres fue construido en base a intereses, propio de la hipocresía de la época, y no fue una situación fácil para Hemingway. De hecho él abandona el seno familiar porque tiene dos opciones: o terminar muy mal o ser él mismo. Por eso el enfrentamiento con su familia desde muy joven y la mala relación con su madre, pues incluso cuando ésta muere Hemingway no fue al velatorio. A partir de los años 50, ocurren una serie de hechos que se van sumando y marcando su vida. Un hecho clave es cuando él denota su declinación por el alcohol, se da cuenta de que no trabaja bien y después se produce su internación. Las personas que lo rodean, en realidad, no son de lo mejor, salvo el médico Herrera Sotolongo, que es el que lo sostiene permanentemente. Además existe una situación política que no debemos descartar. Estados Unidos no ve con buenos ojos que Hemingway esté en Cuba. De hecho, el embajador americano almuerza todos los miércoles con él en la residencia y le dice que tiene que abandonar la isla por orden de Eisenhower. Luego vendría el silencio que mantiene su secretaria y posterior nuera Valerie Danby-Smith, que después sería Valerie Hemingway. En sus libros, dice que ella y Mary Welsh, su cuarta y última esposa, no se dieron cuenta de que él estaba enfermo aunque lo veían mal y amenazaba permanentemente con suicidarse.




Entonces todos estos elementos, el desamor, la bipolaridad, el alcoholismo y esa relación especial con la muerte, van a juntarse para desembocar en lo que uno podría considerar un final natural.


Y lógico. Yo no soy quien para culpar a nadie pero Mary tiene una situación muy conflictiva porque la dejan prácticamente sola con él. La familia, que nunca se preocupó mucho por él, no lo acompaña en su etapa final y Mary tiene que lidiar con esa situación tan gravosa, que es la de sacarlo de la clínica e intentar buscar caminos que lo llevaran a algún proceso, pero no puede. En sus memorias es significativo cuando ella dice que una persona no le puede prohibir al dueño de la casa tener acceso a sus lugares. Esto lo dice porque Hemingway, esa madrugada fatal, tiene acceso a las llaves de la vitrina en donde se encuentran las armas y con total libertad la abre, toma su escopeta Boss y se suicida. Si hay una situación donde uno tiene que estar atento es, precisamente, en ese tipo de cuidado y yo observo que no se tomó.


¿Hubo negligencia con un enfermo?


Para mí hubo negligencia y en la clínica hubo una omisión, es decir, la clínica no hizo las cosas que tenía que hacer. Un enfermo de las características de Hemingway, lo menos que tenía que haber tenido era una vigilancia y no se observa eso. Cuando él fallece lo primero que hacen es negar la situación de suicidio y decir que fue un accidente. Los primeros cables en Sun Valley decían que el escritor había tenido un accidente y no es hasta pasadas 48 horas cuando dicen que fue un suicidio.


Señor Gatti, usted está diciendo que el suicidio de Hemingway era perfectamente evitable si se hubiesen tomado las medidas médicas que correspondían a la gravedad del caso.




Totalmente. Por eso hablo de una situación de abandono de persona que se complica con una mala resolución del informe médico. Dentro de su entorno, Valerie dice que él necesitaba ayuda médica pero que no se dio cuenta, ni ella, ni Mary, ni nadie, de que estuviera perdiendo la cabeza.


Es una situación muy paradójica que todos estos elementos negativos que se dieron a lo largo de su vida van a influir positivamente en su literatura.


Hemingway dijo que uno sólo escribe de lo que conoce y todo lo que él padece, revelado de otra manera, es lo que le ha dado la característica. Si uno relee El viejo y el mar, quizás el libro más emblemático de todos, ese es el Hemingway. Ese es el hombre que permanentemente está en la lucha por su vida y por tener una trascendencia, porque tiene que seguir persistiendo con una obra. Es la historia del destruido y el derrotado. El hombre puede ser destruido pero no derrotado, esa es una de las esencias. Y después esa gran nostalgia que él tiene con París era una fiesta, donde él dice que los mejores momentos los ha pasado en París. Y a lo largo de todo este tiempo uno se da cuenta de que como escritor de aquella generación perdida, hoy por hoy, tal vez toda esta historia de lo público y lo privado que él se encargó casi rigurosamente de mantener, ha hecho que la literatura de Hemingway, por lo menos en ciertos círculos, siga manteniéndose vigente. Para la generación de John Dos Passos y Faulkner son autores de culto y sin embargo el más popular de todos sigue siendo Ernest Hemingway.

La emisora internacional Radio Nederland de Holanda llega a más de un millón de personas de habla hispana en todo el mundo.

Friday, July 01, 2011

EL EXTRAÑO MUNDO DEL DIRECTOR DE CINE ITALIANO QUE QUERÍA SUICIDARSE COMO HEMINGWAY

                                              "Il faut (d’abord)durer"
                                          
Hace cuatro años conocí a Giuliano Rezzia. Tres meses antes había dejado la cárcel de Regina Coeli de Roma, después de cumplir una condena de 12 años por estafa reiterada. Durante su permanencia en el centro penitenciario se dedicó a leer la obra de Ernest Hemingway y a contactarse con personas que conocieran la vida del escritor. Así fue como nos vinculamos, por correo electrónico.

Rezzia es un mentiroso patológico sumamente inteligente, habla hasta por los codos y nunca escucha a su interlocutor. Mide un metro sesenta y cinco centímetros, lleva una barba descuidada y luce una cabellera canosa desprolija. Viste generalmente de negro y vale darse cuenta de su falta de aseo porque sobre los hombros de su saco siempre persiste una llovizna de caspa. Giuliano tiene un aliento alcohólico tan pesado que si uno encienda una cerilla puede llegar a volar por el aire. Debido a su inconducta higiénica, cualquiera advierte que no se ducha con regularidad. Seguramente este hábito lo carga desde su paso por la vida oscura sufrida en la reclusión carcelaria.


Rezzia dice ser periodista, redactor publicitario, guionista, escritor y cineasta. Se jacta de haber hablado en Italia con Jorge Luis Borges y relacionarse con Alberto Moravia, Italo Calvino y Jean Paul Sartre. Asegura que su mejor amigo, Gianni Vattimo, lo estimuló sinceramente cuando leyó algunas crónicas realizadas en aquellos tristes días de encierro. Giuliano me aseguró que Bernardo Bertolucci, también quedó impactado cuando conoció a través de sus escritos, la historia de su violación cometida por un grupo de internos. Rezzia relata en esos textos desgarradores, que fue sometido reiteradas veces con todo tipo de objetos y recuerda que un sublevado mientras se desarrollaba el aberrante acto, gritaba: “¿Por quién doblan las campanas?”.

Nos encontramos en la cafetería del Centro Cultural MALBA, en Buenos Aires. Él estaba en tránsito hacía Uruguay. Me llenó de elogios. Quedé sorprendido porque no era necesaria tanta estima. En el transcurso de la conversación me dijo que en dos semanas comenzaba a filmar una película sobre Hemingway y que quería incorporarme a su equipo de guionistas. Me mostró contratos, fotos de artistas, lugares donde transcurrirían las escenas principales y una lista de auspiciantes. Entre sus estrellas estaba la argentina Lola Ponce, quien cantaría el tema principal en el film. Me habló de una retribución en euros y de ser su invitado en España, Italia y Francia.

No salía de mi asombro y debo reconocer mi ingenuidad. Giuliano es un psicópata y yo un vanidoso. Combinación perfecta para un final deplorable.



Con la estrategia armada por este embaucador, me fui enredando paulatinamente en su banal proyecto. El programa de actividades que se proponía, revelaba que Rezzia estaba dispuesto a realizar una película que sería la envidia del propio Woody Allen. En el terreno de su locura llegó a solicitar la exhumación de los restos de Hemingway del Cementario de Sun Valley para trasladarlos al de Tarragona. Hasta hizo levantar una lápida con su nombre y recrear un funeral patético. Pero la historia no terminaba allí. Al elenco le dijo que su obra estaba seleccionada para participar en el Festival Internacional de Cannes y que todos estaban escogidos para asistir a la gala. Durante 3 días junto a una investigadora peruana y a un grupo de técnicos, Rezzia nos hizo vivir una aventura adolescente. Sin darnos cuenta estábamos saltando de una ciudad a otra, almorzando en restoranes famosos, hablando con editores de libros y cantando tangos hasta la madrugada. Desperté. Giuliano Rezzia es un farsante, un típico vendedor de sueños, un ladrón audaz y sin escrúpulos que había jugado con las emociones, el tiempo y el dinero de todos nosotros. Giuliano Rezzia es un film mal titulado, una porción de celuloide, un video espantoso, un láser en una mesa de saldos. Cuando la verdad tomó cuerpo ya era demasiado tarde para las lágrimas. Los bolsillos nuestros estaban vacíos y las promesas de reintegro formaban parte del guión inacabado.



El director de cine cayó en una aguda depresión. Fue repentino, inmediato. Hasta diría que Rezzia le robó a Hemingway la bipolaridad. De la euforia a la angustia en un instante. Todo se había derrumbado como la torre de naipes sobre la mesa. Nuevamente el fantasma de la estafa giraba a su alrededor. Sin dinero, solo y desesperado, quiso tomar una decisión heroica: suicidarse. Fracasó. El miedo y la cobardía le borraron la trascendencia. La que sería su última jugada terminó en estupidez. Ni la muerte voluntaria lo acompañó. La mano que apretaba el arma que dispararía el tiro final, se desvió repentinamente. La bala, en lugar de ingresar por su boca, le perforó un ojo. A Giuliano los paramédicos lo encontraron tirado en el piso, boca abajo, en medio de un mar de sangre, cuarenta minutos después que una voz desesperada había llamado a la urgencia médica.


 


Reconozco que la noticia nos impactó. El héroe maquillador de historias hasta nos había resultado simpático y seductor. Inmediatamente los participantes de esta locura cinematográfica comenzamos a comunicarnos por mail. A todos nos había herido. No perdonó a nadie. Con su charlatanería y las promesas que nunca cumpliría nos vació la cuenta bancaria. Pero ahora estaba en juego su vida. El dinero sólo sirve para cosas pequeñas. Yo recordé en medio de la tragedia, aquella historia entre Dos Passos y Hemingway, cuando por un accidente automovilístico el autor de Manhattan Transfer perdió un ojo. Ernest al conocer el drama, espetó: “Dos Passos es un bastardo y tuerto portugués con sangre negra en las venas”.

Los convidados a este juego desleal -entre los cuales me incluyo- comenzarmos a pensar si estábamos en presencia de una nueva situación armada, en el estreno de un excelente manejo emocional que Rezzia ponía en pantalla. La victimización suele ser una característica en este tipo de enfermos y los beneficios que a la larga obtienen superan cualquier cálculo especulativo. Giuliano estaba en su peor momento y ni el agua bendita lo redimía. Rezzia, como era de esperar, salvó su frustración con un parche en el ojo. Mi amiga peruana fue sumamente aguda al definirlo: “Rezzia quiere parecerse a John Ford”. Excelente mirada, aplastante conclusión. Giuliano ahora había pasado de la cobardía a la heroicidad sin medalla al mérito.

La última vez que supe de Rezzia fue en Roma, cuando visité la Comunidad de Sant’Egidio. Allí Giuliano estaba internado. El psiquiatra que lo atiende me había citado para certificar algunos datos imprecisos de su paciente. Al doctor Margot le llamaba la atención que Rezzia siempre cantara una canción que decía: Tutti mi chiamano bionda, ma bionda io non soro: porto i capella neri. Le expliqué que ese tema lo corearon Mary Welsh y Ernest Hemingway la noche anterior al suicidio del novelista. Margot también me consultó sobre una tal Adriana y Valerie. Le dije que se trataba de dos mujeres que en la vida de Hemingway tuvieron enorme importancia. También quiso saber algo más sobre eso de derrotado y destruido. Le sugerí que leyera El viejo y el mar.


No pude verlo. El psiquiatra me persuadió. No era oportuno en este momento. Le pregunté si otros lo visitaban y me dijo que dos actores españoles estuvieron la última semana y que una señora austriaca venía regularmente. Hablamos bastante, caminando por el pasillo principal de la Comunidad, el doctor Margot se permitió reflexionar: “Estos pacientes siempre tratan de echarle la culpa de su frustración a los demás, depositan todo afuera de su persona. Es como la bolsa de residuos que usted saca a la calle. Siempre lo niegan o lo subliman. Es la forma práctica de ver su pequeño mundo. La vida es un rompecabezas y uno debe aceptar las cosas como son. Rezzia termina siendo una víctima y su única salida es escaparse. En esa fuga puede estar la muerte que nos enseña que nada nos pertenece, porque las cosas, a pesar de nosotros mismos, seguirán. No hay otra alternativa que aceptar, que reconocer…”

Antes de despedirme del doctor Margot, me acerqué hasta el ventanal desde donde se veía todo el jardín. El parque solitario, rigurosamente cuidado, estaba lleno de bancos blancos vacíos. De repente me sorprendió un sonido irritante y latoso, un chirrido molesto y agudo que imponía respeto. Miré hacia el amplio pasillo y observé a un enfermero quien trasladaba en silla de ruedas a un paciente. A medida que los protagonistas avanzaban la imagen de sus cuerpos resultaba reveladora. Ya cercanos a mí, me enfrenté con la cruda realidad, con la escena que cualquier director desea filmar. Doblado, casi hecho un nudo humano, una suerte de despojo con un parche en el ojo, pasó a mi lado como una ráfaga de viento delincuente. Era el final de un relato de suspenso, el fin de un fracaso. Margot me tomó del brazo. Nuestras miradas se cruzaron. Un interminable silencio nos cortó el aliento.

Caminé pausadamente hasta la salida. En el trayecto una voluntaria se acercó con una alcancía. Me pidió ayuda para estas pobres almas. Colaboré con 50 euros.

Afuera la tarde comenzaba a despedirse como la foto instantánea de una película sin terminar.