Tuesday, December 22, 2015

EL REGRESO DE PAPA



Como siempre y a través de los años, el mítico Ernest nos sorprende. Hace algún tiempo, atrapado con la locura del director de cine italiano Giuseppe Recchia, viajé a España para integrarme a  un grupo de guionistas que armamos un texto sobre el mundo Hemingway. Recuerdo que el reggiser  estaba empecinado en recrear el funeral de Ernest y allí, entre tantos actores y en medio de las tumbas del cementerio, participé del cortejo fúnebre. La película tuvo escaso éxito y lo más gratificante fue ese paseo hermoso por la península ibérica. Ahora me encuentro con una nueva producción que me recuerda a esa experiencia, se trata de “Papa”, realizada con capital estadounidense; la obra impacta sobre una historia que transcurre en el período más acuciante en la vida de Hemingway, en ese momento patético donde apurado por los servicios de inteligencia es obligado a abandonar la isla. "La película revela algo desconocido para mucha gente en Estados Unidos, que es la conexión tan profunda que mi abuelo tenía con Cuba. Esta isla fue para él un hogar durante más de 30 años y consideraba a los cubanos su familia", declaró Mariel a la prensa en la presentación del filme en el Festival de Cine de La Habana.



La película se vio en primicia dentro del programa del festival, tres meses antes del estreno oficial en salas estadounidenses, uno de los pocos ejemplos de producción compartida entre Cuba y Estados Unidos -también Canadá-, gestada antes del deshielo diplomático entre ambos países. Para Mariel, pasar en Cuba un mes de rodaje en los mismos lugares que frecuentaba Hemingway, como su casa en Finca Vigía o el bar La Floridita, fue "una experiencia increíble" que le permitió "revivir" la vida de su abuelo, al que nunca conoció ya que se suicidó en julio de 1961, cuatro meses antes de que ella naciera. "Ya había estado en Cuba hace trece años y recorrí todos los lugares relacionados con la vida de mi abuelo. Pero esta segunda vez, para el rodaje, fue como si él cobrara vida otra vez", explicó Mariel sobre la experiencia de regresar a La Habana, en abril y mayo de 2014 para la filmación.





El filme se centra en los últimos tres años de la vida del escritor -interpretado por el veterano Adrian Sparks-, una etapa oscura en la que Hemingway se sumergió en la depresión y el alcoholismo, contada a través del testimonio de su amigo, el periodista del Miami Herald, Denne Bart Petitclerc, al que da vida el actor Giovanni Ribisi. "Para mí era vital que el rodaje fuera en Cuba, donde ocurrió realmente todo lo que está en el guión, donde aparecen todos los lugares a los que ese periodista tuvo acceso de la vida de Hemingway y su mujer Marie", explicó a la prensa el realizador Bob Yari, que ha producido medio centenar de películas, pero que en esta ocasión se adentra en el mundo de la dirección. "Ver a Adrian (Sparks) sentado en el mismo despacho de Finca Vigía en el que Hemingway escribió muchas de sus obras, con exactamente la misma máquina de escribir que él usó, fue mágico", indicó Yari.




La cinta recrea los mismos escenarios que pisaron sus protagonistas -la fortaleza del Morro, el Palacio Presidencial, el hotel Ambos Mundos, el Gran Teatro o el Malecón-, en unos años convulsos, no sólo en la vida del escritor, sino en la historia de Cuba, ya que coincide con los primeros años del triunfo de la Revolución (1959-1961). Fruto de ese contexto histórico en el que el que se vio atrapado, Hemingway vivía entonces obsesionado con el hecho de ser vigilado por la CIA de unos Estados Unidos molestos con el nuevo gobierno revolucionario de Fidel Castro, un "episodio al que pocos biógrafos han prestado atención", pero que sí hace notorio la película.





Para Sparks, quien da vida al mítico escritor, el principal reto de 'Papa' fue hacer al personaje "agradable", lograr que el público empatizara con él, ya que el guión muestra a un Hemingway "complicado, alcoholizado y roto, con una carga emocional muy fuerte". "Papa", que alude al apodo con el que el Nobel de Literatura era enormemente conocido en la isla, pudo ser filmada en Cuba gracias a que el Departamento del Tesoro eliminó algunos obstáculos del embargo que hubiera impedido el proyecto, aunque impuso límites al presupuesto. La primera barrera se eludió al conseguir que la cinta, aunque es ficción, se considerara un documental, ya que es relato de eventos reales que ocurrieron en la isla, contados a través del testimonio del periodista del Miami Herald; por lo que de momento es complicado que Hollywood halle en la isla un nuevo set de rodaje.

La película fue proyectada en el Key West International Film Festival el 19 de noviembre y se centra en un joven periodista, Denne Petitclerc, que encuentra una figura paterna en Hemingway.





La obra también está protagonizada por Minka Kelly, Shaun Toub y James Remar. Se rodó en la casa de Hemingway de Finca Vigia y ubicaciones en toda Cuba como La Floridita y Hotel Ambos Mundos.

"Papa" está basada en un guión de Petitclerc, que murió en 2006, y es producido por Amanda Harvey,

La primera barrera que se eludió al conseguir que la cinta pudiera realizarse, fue que a pesar de ser una ficción, se considerara un documental, ya que es relato de eventos reales que ocurrieron en la isla, contados a través del testimonio del periodista del Miami Herald; por lo que de momento es complicado que Hollywood halle en la isla un nuevo set de rodaje.

Alguna vez, hace muchos años, los estudios de cine de Hollywood contaban fácilmente con los hermosos paisajes de Cuba para filmar sus películas. Desde la Revolución de 1959 eso terminó. Curiosamente, tras 55 años sin que un equipo de cine pisara la isla eso ha vuelto a suceder con motivo de la filmación de esta película.




Por supuesto que no fue cuestión de armar las valijas y tomarse un avión en Miami. Hicieron falta llamadas y permisos especiales, en especial del gobierno estadounidense que, recordemos, estaba cerrado a todo diálogo con la isla.  ¿Y qué une Estados Unidos con Cuba de una manera no problemática? Pues la figura de Ernest Hemingway, el ganador del Premio Nobel de Literatura que adoraba la isla y vivió allí muchos años.

Hemingway se estableció en Cuba entre 1939 y 1960. Permaneció incluso algunos meses más después de que Castro llegara al poder, pero finalmente debió marcharse y su casa quedó como si  fuera a regresar. Aquí escribió muchas de sus mejores novelas y por eso su recuerdo está siempre vigente.


Papa sigue jodiendo…un tipo de nunca acabar.



Tuesday, November 17, 2015

EL HEMINGWAY NARCISISTA QUE ELIGIÓ EL SUICIDIO




Hace unas semanas presenté una ponencia sobre el suicidio narcisista de Hemingway. Arribé a la conclusión después de varias hipótesis y lecturas relacionadas con la vida y obra del escritor. Sigo sosteniendo que el caso del norteamericano tiene una línea directa con el abandono de persona, con el hartazgo de su compañera que llegó al límite de sus fuerzas cuando dejó precipitar las cosas sin medir posibles y dramáticas consecuencias. En general, la tasa de suicidio aumenta con la edad, siendo en la población de mayores de 75 años, aproximadamente 3 veces superior en comparación con los sectores de menor edad. En relación a los trastornos de personalidad, entre 1 y 4 de cada 10 personas, padecen algún trastorno de la personalidad. Hemigway todavía era un hombre joven cuando tomó la decisión de quitarse la vida. En el caso de personas mayores de 70 años, los problemas de la personalidad son certeramente diagnosticados dado que se debe a que el envejecimiento puede modificar conductas preexistentes, así como producir nuevas conductas difícilmente detectadas. Pongamos en claro que no todos los suicidas  son enfermos mentales, el acto suicida es un estado emocional patológico. Un alto porcentaje de las personas que cometen suicidio generalmente tienen diagnóstico de una enfermedad mental al momento del acto o alguna enfermedad preexistente. Entre los individuos proclives al final trágico se encuentran los que sobrellevan trastornos depresivos, esquizofrenias y problemas con el alcohol; y un dato no menor: el 70 % de los adultos mayores que eligen suicidarse visitaron a sus médicos en el último mes.
En todo suicidio subyace un homicidio y el individuo de personalidad narcisista advierte que es capaz de controlar su propia muerte. El suicidio en este aspecto es un acto provocador y una forma liberadora de reacción. El suicidio es como una regla más segura de preservar la identidad frente al avance de la soledad, enfermedad, dolor y pérdidas que son vividas como más horrorosas que la muerte misma. El suicida narcisista dice: "Tu vida no tiene sentido y el suicidio es lo único que puedo controlar".
Hemingway arrastraba su condición de enfermo bipolar y la mochila del suicidio le pesaba rotundamente. La relación entre el trastorno narcisista de la personalidad y el suicidio fue una consecuencia esperable. En un batido envenenado se mezclaron la nostalgia, la desvalorización y dificultades de reflexión e introspección, la falta de diálogo, el desamor, el miedo a la soledad, el desgano, la desesperanza, el desarraigo, entre otros padecimientos, fueron la consecuencia final de un estado de delirio que dinamitó su estado moral y emocional descarnando el miedo, la venganza, la ira y una violencia oculta sumada a  esa muerte latente y viva que lo acompañaba desde su niñez.


Los pacientes con estructura narcisista de la personalidad pueden presentar complicaciones típicas de este trastorno, incluyendo promiscuidad o inhibición sexual, dependencia de drogas o alcoholismo, parasitismo social, tendencias suicidas o parasuicidas graves (tipo narcisista), y, bajo condiciones de estrés y regresión severa, la posibilidad de desarrollos paranoides significativos y breves episodios psicóticos.
Las tendencias suicidas crónicas de los pacientes narcisistas tienen una cualidad premeditada, calculada, fríamente sádica, que difiere de la cualidad suicida impulsiva, “decidida sobre la marcha”, de los pacientes borderline normales (Kernberg, 2001). La proyección de representaciones objetables persecutorias en el terapeuta en forma de transferencias paranoides severas también puede llegar a ser predominante, así como una forma de rabia narcisista que expresa el sentirse con derecho y el resentimiento envidioso. “Robar” al terapeuta puede tomar la forma de aprender su idioma y aplicarlo a los demás, o puede mostrarse en el síndrome de perversidad, en el que lo que se recibe del terapeuta como una expresión de interés y compromiso se transforma malignamente en una expresión de agresión hacia los demás.
Otra manifestación de la agresión severa en la transferencia es el síndrome de arrogancia, presente con bastante frecuencia en las personalidades narcisistas que funcionan a un nivel claramente borderline: una combinación de conducta arrogante intensa, extrema curiosidad hacia el terapeuta y su vida pero poca hacia sí mismo, y “pseudoestupidez”, incapacidad de aceptar ningún argumento lógico, racional (Bion, 1967). El principal propósito defensivo de este síndrome es proteger al paciente contra cualquier conciencia de la intensa agresión que lo controla. El afecto agresivo se expresa en la conducta, en lugar de en un proceso representacional afectivamente marcado.



Las causas de la conducta suicida son complejas, tanto las que se refieren a las tentativas como las relativas al suicidio consumado. Algunos individuos parecen especialmente vulnerables al suicidio cuando se ven enfrentados a sucesos ambientales o acontecimientos vitales difíciles o cuando están expuestos a una combinación de distintos estresores. Al abordar la conducta suicida se debe tener en cuenta la población más subsidiaria o vulnerable a la misma para poder actuar sobre este tipo de conductas de una forma efectiva. Así, los trastornos de personalidad representan un amplio campo de interacción entre el entorno y los factores biológicos que sitúan al individuo en un nivel de mayor riesgo de realizar conductas suicidas. La manera en que estos factores interaccionan para que se produzca el suicidio o la conducta suicida en el sentido amplio es verdaderamente compleja y muchas veces no bien comprendida. No obstante, la población afectada de trastornos de personalidad debe estimarse dado que se trata de individuos con un alto índice de conductas suicidas, mayor que el de la media, sobre todo si concurre en personas bajo custodia y especialmente en el medio carcelario.
Ernest giró sobre su propio cono espiralado y voló sin destino hacia un mundo de fantasías perversas. Su narcisismo lo proyectó y la muerte lo liberó de su desgracia.



Tuesday, October 20, 2015

BOB ORLIN: UN HEMINGWAY COMO VOS Y COMO YO


  A través de todos estos años acompañando la ruta Hemingway, me encontré con muchos personajes, algunos más simpáticos que otros; todos seres desbordados con la personalidad del norteamericano, quienes deseosos de alcanzar un minuto de fama se montaban sobre los hombros de Ernest para lograr su objetivo.Precisamente los estadounidenses son quienes más se apoderan del delirio y superan los límites de la alegría cuando advierten que tienen la seducción del novelista; tratan por todos los medios de ser identificados como su "doble de riesgo" y festejan como niños cuando lo alcanzan. Pareciera que si tu estatura se aproxima a los 182 centímetros, tu peso ronda los 110 kilos, la piel delata ser blanca, el cabello canoso, medianamente ondulado, tus ojos marrones y la mirada melancólica, amigo,ya pueden recibiste de Hemingway.




 Nunca estuve de acuerdo con ese festival de dobles que año tras año reúne muchos admiradores en distintas partes de mundo. Son patéticos intentando imitar a un Hemingway que seguramente se reiría mucho de tanto delirio. Pero no me hagan caso, tal vez lo mío sea prejuicioso y equivocado. Mientras tanto, nos acercamos a Bob Orlin, viajero, pintor, escritor, actor de televisión y claro exponente de su admiración por Ernest. Bob, entre otros méritos, tuvo el placer de recrear la réplica del original gato de Pablo Picasso que fuera robado del Ernest Hemingway Home and Museum y que ahora está en el hogar de Key West. Asímismo Orlin, diseña remeras, camisetas y ropa, pinta cuadros y murales, realiza encuentros, es defensor de la ecología y de la fauna animal, vive en la Florida y le encanta viajar. 
 Gracias a la gentileza de nuestra amiga Allie Parker, reproducimos parte de un extenso reportaje publicado en El Proyecto Hemingway, donde Bob nos habla de un Hemingway cotidiano.





AB: ¿Como surgió tu interés por Hemingway? 

BO: Supongo que estaba en algún lugar a los 8 o 9 años y vi Por Quién doblan las campanas en la televisión.
AB: ¿Cuál es tu libro favorito de Hemingway?  ¿Qué había en ese libro que te intrigó más? 

BO: Nuevamente Por Quién doblan las CampanasComo dije viendo la televisión, siendo joven fue lo que me interesó y creo que tiene mucho que ver con ello. Desde siempre me gustó su vida y por eso leí mucho sobre la Guerra Civil Española.
AB: Bob, has viajado bastante siguiendo  la ruta de Hemingway. ¿Cuál es tu lugar favorito y por qué? 

BO: África  es el lugar donde puedes ir y todavía sentir lo que debe haber sentido y experimentado Hemingway. Además de llegar y vestirte con traje safari, eso es parte del ritual, mi esposa y yo hemos ya realizado ​​dos viajes a África, el primero para la foto clásica, en el segundo para la de caza de animales. Estamos planeando un tercero en el futuro. Los viajes son  por 10 días cada uno.






AB: ¿Qué evento de Hemingway te impactó más? 

BO: Probablemente la corrida de los toros.
AB: Conociste esa experiencia ¿Cómo te sentiste?  ¿Qué tan cerca llegaste a estar un toro? 

BO: Fue un sueño hecho realidad .Tuve al lado de un gran toro y me sentí nervioso. Es una bestia poco amigable.
AB: ¿Pudiste  hablar con españoles sobre Hemingway?  ¿Cuál fue su sentimiento sobre él? 
BO: En Pamplona los españoles lo aman a Papa, en un momento un grupo me confundió con su figura y me levantaron sobre sus hombros, un niño se me acerco y tiro de mi mano, me llamo Papa. Aman a Hemingway. 

AB: ¿Qué elemento de Hemingway te gustaría tener?
BO: Alguna de sus armas.

AB: ¿Qué parte de la vida de Hemingway es la más interesante? 
BO: Una vez más: sus períodos de África, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
AB: ¿Qué es lo que más admirás de Hemingway?

BO: Su escritura y la vida que llevaba.
AB: Si pudieras pasar una hora de vida con Hemingway, ¿Qué harías?
BO: Cazar un búfalo o un león en África.



Thursday, September 17, 2015

NADIE RONRONEA CON DOS PIERNAS ROTAS



 Hemingway tenía un profundo cariño por los gatos. Sin embargo, la relación con ellos no siempre tuvo un final feliz. Desafortunadamente, el escritor debió acabar con uno de ellos de una forma muy dolorosa. Ese ser tan creído de si mismo, tan omnipotente, tan bravucón, ante una situación inesperada, se derrumbó, cayó como una hoja al piso y se echo a llorar. ¿Resulta esto una debilidad o un profundo sentimiento?. Al menos conozco cuatro historias de hombres que no soportaron la mirada de un animal yaciente. Viene a mi memoria Haruki Murakami, quien no puede vivir sin al menos un gato, pero en realidad tiene más de una decena; o Charles Bukowski, que esperaba reencarnar en un gato en su próxima vida. Escribió: « los gatos se quejan pero nunca se preocupan … y pueden dormir 20 horas sin duda ni remordimiento».

 En 1930, el capitán de un barco le regaló un gato a Hemingway. El escritor le puso al felino el nombre de Snowball e inició así un idilio con estos animales. Para 1945, la casa de Hemingway era conocida por albergar a 23 gatos (sí, como si se tratara de una vieja solterona), la mayor parte de los cuales descendía de Snowball. Hoy en día, si vas a visitar su casa museo, te podrás topar con un ciento de descendientes lejanos del gato, la mitad de ellos con la misma peculiaridad de aquella mascota: poseen seis dedos en cada pata.





 Hemingway llamaba tiernamente a sus gatos "fábricas de ronroneos" y "esponjas de amor", sin embargo, y aunque sea difícil de creer, tuvo que sacrificar a uno de ellos de un disparo en la cabeza. Pero no te confundas, no lo hizo por maldad. En 1953, le envió una carta a su amigo Gianfranco Ivanich, justo después de acabar con uno de los felinos, apodado Tío Willie (como consta en el libro Hemingway's cats: an illustrated biography). El episodio, según narra en la carta, fue sumamente traumático para el escritor de Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar.

Querido Gianfranco:

Justo cuando acabé de escribirte y mientras ponía la carta en el sobre, Mary bajó de la Torre y dijo: “algo horrible le ha pasado a Willie”. Salí y encontré a Willie con sus dos patas derechas rotas: una por la cadera y la otra por debajo de la rodilla. Un coche debió de haberle pasado por encima o alguien lo había golpeado con un palo. Había vuelto a casa sobre las patas de un solo lado. Era una fractura múltiple con mucha suciedad en la herida y fragmentos sobresaliendo. Pero él ronroneaba y parecía seguro de que yo podría solucionarlo.

Hice que René trajera un tazón de leche para él, y René lo sostuvo y lo acarició para que Willie estuviera bebiendo leche mientras yo le disparaba en la cabeza. No creo que sufriera. Los nervios habían sido machacados, así que las piernas no habían empezado a dolerle realmente. René quiso dispararle por mí, pero no podía delegar la responsabilidad o dejar una posibilidad de que Willie supiera que alguien iba a matarlo.

He tenido que disparar a gente, pero nunca a nadie que hubiera conocido y querido durante once años. Ni tampoco a nadie que ronroneara con dos piernas rotas.


Aprovecho y después de esta declaración de amor, bien vale releer este cuento que sigue y después la hermosa crónica de Enrique Vila-Matas, escrita en Barcelona, en 1998.





EL GATO BAJO LA LLUVIA


Sólo dos americanos había en aquel hotel. No conocían a ninguna de las personas que subían y bajaban por las escaleras hacia y desde sus habitaciones. La suya estaba en el segundo piso, frente al mar y al monumento de la guerra, en el jardín público de grandes palmeras y verdes bancos. Cuando hacía buen tiempo, no faltaba algún pintor con su caballete. A los artistas les gustaban aquellos árboles y los brillantes colores de los hoteles situados frente al mar.

Los italianos venían de lejos para contemplar el monumento a la guerra, hecho de bronce que resplandecía bajo la lluvia. El agua se deslizaba por las palmeras y formaba charcos en los senderos de piedra. Las olas se rompían en una larga línea y el mar se retiraba de la playa, para regresar y volver a romperse bajo la lluvia. Los automóviles se alejaron de la plaza donde estaba el monumento. Del otro lado, a la entrada de un café, un mozo estaba contemplando el lugar ahora solitario.

La dama americana lo observó todo desde la ventana. En el suelo, a la derecha, un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes. Trataba de achicarse todo lo posible para evitar las gotas de agua que caían a los lados de su refugio.
–Voy a buscar a ese gatito –dijo ella.
–Iré yo, si quieres –se ofreció su marido desde la cama.
–No, voy yo. El pobre minino se ha acurrucado bajo el banco para no mojarse ¡Pobrecito!
El hombre continuó leyendo, apoyado en dos almohadas, al pie de la cama.
–No te mojes –le advirtió.
La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina, que tenía el escritorio al fondo. El propietario era un hombre viejo y muy alto.
Il piove –expresó la americana.
El dueño del hotel le resultaba simpático.
Sí, sí signora, brutto tempo. Es un tiempo muy malo.

Se quedó detrás del escritorio, al fondo de la oscura habitación. A la mujer le gustaba. Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla y de desempeñar su papel de hotelero. Le gustaba su rostro viejo y triste y sus manos grandes. 

Estaba pensando en aquello cuando abrió la puerta y asomó la cabeza. La lluvia había arreciado. Un hombre con un impermeable cruzó la plaza vacía y entró en el café. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiese acercarse protegida por los aleros. Mientras tanto, un paraguas se abrió detrás. Era la sirvienta encargada de su habitación, mandada, sin duda, por el hotelero.
–No debe mojarse –dijo la muchacha en italiano, sonriendo.

Mientras la criada sostenía el paraguas a su lado, la americana marchó por el sendero de piedra hasta llegar al sitio indicado, bajo la ventana. El banco estaba allí, brillando bajo la lluvia, pero el gato se había ido. La mujer se sintió desilusionada. La criada la miró con curiosidad.

Ha perduto qualque cosa, signora?
–Había un gato aquí –contestó la americana.
–¿Un gato?
Sí il gatto.
– ¿Un gato? –la sirvienta se echó a reír– ¿Un gato? ¿Bajo la lluvia?
–Sí; se había refugiado en el banco –y después–: ¡Oh! ¡Me gustaba tanto! Quería tener un gatito.
Cuando habló en inglés, la doncella se puso seria.
–Venga, signora. Tenemos que regresar. Si no, se mojará.
–Me lo imagino –dijo la extranjera.

Volvieron al hotel por el sendero de piedra. La muchacha se detuvo en la puerta para cerrar el paraguas. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. Il padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez, importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia. Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama.

– ¿Y el gato? –preguntó, abandonando la lectura.
–Se fue.
– ¿Y dónde puede haberse ido? –preguntó él, abandonando la lectura.
La mujer se sentó en la cama.
– ¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba. No debe resultar agradable ser un pobre gatito bajo la lluvia.
George se puso a leer de nuevo.

Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo de mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello.
– ¿No te parece que me convendría dejarme crecer el pelo? –le preguntó, volviendo a mirarse de perfil.
George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rasurada como la de un muchacho.
–A mí me gusta como está.
– ¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho.
George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar.
– ¡Caramba! Si estás muy bonita – dijo.
La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya.
–Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara.
– ¿Sí? –dijo George.
–Y además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el cabello frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso.
– ¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? –dijo George, reanudando su lectura.
Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras.
–De todos modos, quiero un gato –dijo–. Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo. Si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato.
George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza.
 Alguien llamó a la puerta.
Avanti –dijo George, mirando por encima del libro.
En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban.
–Con permiso –dijo la muchacha– il padrone me encargó que trajera esto para la signora.





LA VIDA SEGÚN HEMINGWAY

 Estoy viendo la fotografía de los desolados exteriores de una casa en Ketchum, Idaho. La última residencia de Hemingway. Y me parece evidente que era una casa para matarse. Se diría que la atravesaba el viento de la nada y que había sido construida con la misma tristeza que al final de sus días sentía el escritor, ante su gran fracaso: el intento de convertirse en su propio mito. La veo como una casa para matarse y muy extraña, ya que, paradójicamente, parece hecha con el estilo de la mejor prosa de su propietario. Esa prosa tersa y directa que enseñaba a asumir la vida en su totalidad para poder escribir sobre ella, la prosa extraordinaria de sus libros de relatos.

 A esa casa regresó Hemingway por última vez a principios de 1961. Venía de un sanatorio y se había convertido en un hombre de cabello blanco, pálido, de miembros enflaquecidos. Cuatro años antes en París, a García Márquez ya le había chocado, el único día de toda su vida en que lo vio, ese aire frágil y de abuelo prematuro que tenía el escritor, el máximo símbolo en este siglo del hombre de acción: "Había cumplido 59 años, y era enorme y demasiado visible, pero no daba la impresión de fortaleza brutal que sin duda él hubiera deseado, porque tenía las caderas estrechas y las piernas un poco escuálidas".

 Ese escritor en estado terminal, cuyos héroes habían sido siempre duros, resistentes y muy elegantes en el sufrimiento, viajó del sanatorio a su casa de Ketchum a principios de 1961. Para animarlo, le recordaron que tenía que contribuir con una frase a un volumen que iba a ser entregado al recientemente investido presidente John Fitzgerald Kennedy. Pero un día entero de trabajo no lo condujo a nada, sólo fue capaz de escribir: "Ya no me sale, nunca más". Hacía tiempo que lo sospechaba y ahora lo confirmaba. Estaba acabado. Más acabado incluso que Scott Fitzgerald cuando, al final de la Segunda Guerra Mundial, el barman del Ritz de París preguntó quién era ese monsieur Fitzgerald por el que todo el mundo le preguntaba.

 La historia de ese hombre acabado -que había sido atractivo, vital, soldado y guerrillero, boxeador, cazador y pescador, gran bebedor- había comenzado 63 años antes en Oak Park, Illinois. Su padre, el doctor Clarence Edmonds Hemingway, le había enseñado a pescar, a manejar herramientas y armas, a cocinar carne de venado, mapache, ardilla, paloma silvestre, peces de lago. Pero le había enseñado también que nunca se debía matar por el placer de matar, una regla que su hijo olvidó cuando fue hombre. Hemingway se pasó la vida matando animales. El negativo de sus gloriosas fotografías de cazador de leones en Kenia es una patética y ridícula imagen en la que lo vemos con un rifle... matando patos en Venecia.

 Para Vargas Llosa, cuando Hemingway iba a los toros, recorría las trincheras republicanas de España, mataba elefantes o caía ebrio, no era alguien entregado a la aventura o al placer, sino un hombre que satisfacía los caprichos de esa insaciable solitaria: el bicho de su vocación literaria. "Porque para él", escribe Vargas Llosa, "como para cualquier otro escritor, lo primero no era vivir, sino escribir". El propio Hemingway pareció confirmarlo cuando dijo: "Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer, sólo la muerte puede ponerle fin".

 Borges, en cambio, tenía otra teoría sobre Hemingway. Sostuvo que las experiencias del novelista, como corresponsal de guerra en el Cercano Oriente y en España y como cazador de leones en África, se reflejaban en su obra, pero que eso no significaba que las aventuras las hubiera buscado movido por fines literarios, sino porque le interesaban íntimamente. Borges dijo esto y añadió: "En 1954, la Academia de Suecia le otorgó el Premio Nobel de Literatura por su exaltación de las virtudes más heroicas del hombre. Acosado por la incapacidad de seguir escribiendo y por la locura, se dio muerte al salir del sanatorio, en 1961. Le dolía haber dedicado su vida a aventuras físicas y no al sólo y puro ejercicio de la inteligencia".




 Hemingway se dio muerte en esa casa que recordaba su mejor prosa, la de sus tensos cuentos breves. Pero había pasado mucho tiempo desde que los había escrito y el que se mató era otro, alguien que estaba ya muy lejos de su excepcional debut como narrador de cuentos. El que se mató estaba triste y simplemente podrido de talento. No era el vanguardista, cuyo objetivo artístico (junto al de James Joyce) había sido el más original entre todos los de los literatos de vanguardia que se movían por los cafés del Boulevard Saint Michel de París.

 Estoy de acuerdo con César Aira cuando afirma que los vanguardistas aparecieron cuando se hubo consumado la profesionalización de los artistas y se hizo necesaria la tabla rasa. Pienso que ahora, cuando existe la novela profesional en un estado muy correcto que no puede ser superado y la situación corre peligro de congelarse, lo que necesita la narrativa actual en lengua castellana es empezar de nuevo. Es lo que necesitaba la narrativa mundial cuando Hemingway, al publicar su primer libro, se propuso recuperar el gesto del aficionado a inventar nuevas prácticas que devolvieran al arte de escribir relatos la facilidad de factura que tuvo en sus orígenes: hacer que la palabra y la estructura comunicaran pensamiento, sentimiento y también sentido físico. Esto, que nos parece fácil de hacer ahora (sobre todo porque nos lo enseñó Hemingway y luego lo han desarrollado, con especial acierto, Salinger y Carver), no era así en un tiempo en que la literatura aún significaba bordar bien en un costurero, con adornos neogóticos de ser posible, mucho espadachín, educación de colegio de elite y otras zarandajas.

 No se puede hablar de la evolución del cuento moderno sin pensar en Hemingway. "Un cuento siempre cuenta dos historias", ha dicho Ricardo Piglia. Para él, el cuento clásico -Poe, Quiroga- narra en primer plano una historia y construye en secreto la otra y el efecto sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie. En cambio, en la versión moderna del cuento (Chejov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de Dublineses y desde luego, Hemingway) se relatan dos historias como si fueran una sola.


 En los cuentos de Hemingway, lo más importante nunca se cuenta y la historia secreta se construye con lo no dicho. Esto es claramente visible en algunos de sus más inolvidables relatos. Pienso en Un gato bajo la lluvia, en Los asesinos (al que tanto debe, por cierto, el cineasta Tarantino), en Mientras los demás duermen, en Un lugar limpio y bien iluminado, en El gran río de los corazones. Como ha señalado García Márquez, lo mejor de los cuentos de Hemingway es la impresión que causan de que algo les quedó faltando. Eso es precisamente lo que les confiere su misterio y su belleza. En El gran río de los corazones, por ejemplo, la historia secreta -los devastadores efectos de la guerra en el pobre Nick Adams- está hasta tal punto cifrada que el relato parece la descripción banal de una excursión de pesca. Es impresionante la maestría que despliega Hemingway en ese relato, ya que logra que se note la ausencia de la historia que falta. Lo mismo pasa con Un gato bajo la lluvia, el mejor de todos sus relatos, donde la soledad de las parejas -como diría Dorothy Parker- es la historia secreta que subyace bajo la descripción trivial de los intentos de una jovencita recién casada por proteger a un gatito desamparado, que bien podría ser el hombre con quien comparte su luna de miel. Uno de los cinco mejores cuentos de la historia de la literatura.

 Sus relatos más festejables fueron escritos en el mejor París de todos los tiempos. Yo no sería escritor de no haber leído París era una fiesta a los 18 años, en ese mismo café de la Place de Saint Michel que él dijo que era estupendo para escribir, porque le parecía simpático, caliente, limpio y amable o, en los términos del camarero viejo de uno de sus grandes cuentos, "un lugar limpio y bien iluminado". Hablo de ese café donde nos cuenta que se encontró a esa muchacha bella y diáfana que vio entrar una tarde de vientos helados. La que encontré también yo, en mi primer viaje a París, sentado incrédulo en ese mismo café donde intentaba escribir mi primer cuento, mientras miraba a una muchacha que tomaba té y leía un libro. Ella me había dejado muy impresionado pues, aunque hoy parezca ya mentira, era impensable en la Barcelona de mediados de los años sesenta ver a una chica sola en un café y ya no digamos, leyendo un libro. Pero, sobre todo, lo que más helado me dejó fue que la muchacha del cuento de Hemingway siguiera allí , encantadora, de cara fresca como una moneda recién acuñada, si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave, de cutis fresco de lluvia.





 "Yo ya no veré más que esto", repetía Baroja al final de sus días, cuando alguien le hablaba de cambios. Pero Hemingway, que admiró mucho a Baroja sin que esté muy claro que lo hubiera leído, quiso ir y ver más allá de su mirada, más allá de su aliento breve y genial de cuentista. Pretendía ir al otro lado del río y entre los árboles, más allá de esa feliz inspiración instantánea de la que hablaba Rimbaud: la que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato. Más allá, en fin, de sus geniales miniaturas, adentrándose en el riesgoso terreno de la novela y rebasando así (como, por otra parte, ya hacía en su exagerada vida) sus propios límites: "Me di cuenta de que tenía que escribir una novela. Pero parecía imposible conseguirlo, precisamente cuando, esforzándome con gran dificultad, había aspirado a meter en un solo párrafo el destilado de todo lo que sale en una novela".

 A excepción de El viejo y el mar, el novelista Hemingway no fue bien acogido por la crítica. Se habló de un progresivo deterioro del nivel literario y eso lo amargó. Pero yo estoy con Roberto Bolaño cuando piensa que, incluso en Tener y no tener (que tiene fama de ser su peor novela), hay algo hermoso y artístico, aunque pueda resultar una obra irregular. Lo mismo sucede con Por quién doblan las campanas y, sobre todo, con la más vapuleada de todas: Al otro lado del río y entre los árboles. A pesar de los errores estructurales y los descuidos, anómalos en un técnico tan genial, Hemingway dejó en esa novela tanto de sí mismo que consiguió transmitir la emoción de los temas esenciales de su obra: la inutilidad de la victoria y la elegancia en el sufrimiento.

 Lo importante es que, como todos los grandes escritores, Hemingway se arriesgó buscando rebasar sus propios límites. Y si se equivocó, tenía derecho a ello. Es una manera muy curiosa de avanzar en el arte de la escritura, hacerlo a la manera de un artesano: a trompicones, corrigiéndose de continuo y creciendo con cada error. No hay que olvidar que, como dice Borges, el gran Hemingway, como Kipling, se veía a sí mismo como un escrupuloso artesano. Lo fundamental para él era justificarse ante la muerte con una tarea bien hecha.

 La inutilidad de la victoria iba a conocerla cuando, al concedérsele el Nobel, se lamentó de su incapacidad para ir a Estocolmo, alegando las secuelas de la conmoción cerebral producida por dos aterrizajes violentos y sucesivos en África. De hecho, sufría una degeneración física y nerviosa general. En cuanto a la elegancia en el sufrimiento, no puede decirse que hiciera demasiada gala de ella al final de sus días. Perfumado de alcohol y de la mortal nicotina de su vida, decidió una mañana despertar a todo el mundo con sus disparos de divorciado de la vida y de la literatura. "La semana pasada trató de suicidarse" -dice de un cliente un camarero viejo en Un lugar limpio y bien iluminado. Cuando el camarero joven le pregunta por qué, recibe esta respuesta:

-Estaba desesperado.

 Hemingway había cambiado Cuba por esa casa de Ketchum que era una casa para matarse. Un domingo por la mañana se levantó muy temprano. Mientras su mujer aún dormía, encontró la llave de la habitación donde estaban guardadas las armas, cargó una escopeta de dos caños que había empleado para matar pichones, se puso el doble cañón en la frente y disparó. Paradójicamente, dejó una obra por la que pasean todo tipo de héroes con estoico aguante ante la adversidad. Una obra que -como dijo Anthony Burgess- ha ejercido una influencia que va más allá de la literatura, pues incluso el peor Hemingway nos recuerda que, para comprometerse con la literatura, uno tiene primero que comprometerse con la vida.

Enrique Vila-Matas
Barcelona, abril 1998



Wednesday, August 19, 2015

ERNEST MURIÓ DE CÁNCER DE ESPÍRITU





 Una vez más volvemos al día trágico. El paso del tiempo cronológico se despega del psicológico. Los fantasmas disfrazados de recuerdos oscurecen un tiempo que ya parecía perdido. Es mentira que el olvido siempre triunfa. En la mente todo resuena, todo se esconde detrás de un manto tenue de cenizas. Entonces aparecen los testimonios, las hojas olvidadas sin destino o el eco de las palabras pronunciadas. Uno revuelve los papeles y sencillamente se detiene ante una foto, ante una frase que lo golpea. Esto me ha pasado. Estaba reorganizando mi archivo y sin pedir permiso me pega un cachetazo: “Ernest murió de cáncer de espíritu”…qué duro, además del cáncer, el espíritu doblegado. Lo expresa Mary Hemingway y ya saben ustedes mis diferencias con ella, sobre todo con aquello que sigo pensando del “abandono de persona”. Listo, lo dije. Les puede gustar o no pero es lo que pienso.
  Tal vez sea más fiel la entrevista que Ramón Sánchez Ocaña realizara a una Mary, recién llegada a Madrid, el 20 de marzo de 1977. Pasaron unos cuántos años, sin embargo, los fantasmas disfrazados siguen cruzando el cielo.

Mary Hemingway ha llegado a España con sus ojos claros y su maleta de recuerdos. Mary Hemingway, viuda del Premio Nobel, escritora ella también,corresponsal de guerra en la segunda contienda mundial, pequeñita, con un pelo blanco ensortijado y unas manos grandes que hablan solas, ha vuelto a Madrid; y ha vuelto a ocupar la habitación del hotel donde, no hace muchos  años, ella y Ernest festejaban San Isidro.






 Y cuando le hablas de  recuerdos, ella se vuelve a Cuba, a aquel barco que Ernest tenía  para pasar sus horas frente al mar. «No tenía comodidades. Era  una máquina para pescar», comenta ella. Se sitúa allí, en Cuba,  leyendo, pescando, escribiendo, con los únicos testigos del mar y  las estrellas. Ella recuerda sin gesto de dolor, pero la nostalgia se  asoma a sus ojos. Y entonces enciende un cigarrillo, y bebe una  ginebra. No se pueden desgranar recuerdos con esta mujer, que es  ella un puro recuerdo. Aquel barco, en Cuba, durmiendo en la popa,  al aire, viendo como las estrellas iluminaban la panza de las agujas,  aquellos peces largos, narigudos y brillantes. Todo es un recuerdo  en esta tarde madrileña; un recuerdo en el que flota la sombra  continua de esa especie de ídolo de periodistas que se llamó Ernest  Hemingway. Cuando le hablas de Ernest Hemingway, así, con todas las letras,  ella tiene sensación de que se está hablando de un extraño. Un  extraño que ahora define como «un niño bien educado, a veces  violento, de buen humor, a veces ángel, cambiante ... » Eterno  Hemingway, este Ernest sin barbas de chivo, recio él, varonil, al que  uno se imagino siempre junto a una bota de buen riojano, y ante  una vida llena y plena, cargada de sensibilidad y de vitalidad. Deja volar la memoria y nos cuenta cómo estando en Londres  conoció a un escritor de renombre, Hemingway, «que llegaba ahora  a escribir sobre la guerra». Para los que la llevaban viviendo y  viendo desde hace años, como era el caso de Mary, el hecho de  que llamaran después a los escritores conocidos les resultaba un  tanto molesto. Yo estaba comiendo en un restaurante con Irwin Show. Y enfrente  estaba él. Se acercó y le dijo a Irwin: «¿Por qué no me presentas a  esta mujer?». Nos presentó. Y solamente comentó: «Espero que  podamos almorzar juntos alguna vez. » Corría el mes de mayo de  1944. 






 No nos tratamos con calor, esa es la verdad. Nosotros, los  corresponsales, habíamos seguido la guerra desde el principio. Y  cuando se acercaba la noticia del final, llamaban a  los grandes. Pero bueno, la verdad es que resultó simpático.  Almorzamos dos o tres veces, y un día, que estaba yo con una  amiga, Ernest me dijo simplemente: «Mary, no conozco mucho de  tí, pero quiero casarme contigo.» El estaba casado, y yo también;  aquello me pareció un chiste, algo ridículo. Pero tenía razón Hemingway. Acaba la guerra, ella se divorcia y va  a Cuba a verle, a ver al potente Herningway jugar con sus gallos de  pelea y sus horas de mar. Y se casan. La vida entonces para ella y para él toma otro color. Allí aprende  ella el castellano, que aún hoy habla, después de dieciséis años. Y  allí vivieron juntos hasta el 2 de julio de 1961. Mary lo recuerda muy  bien. Cáncer de espíritu ¬Aquellos días estaba raro. Al revés de como había sido siempre:  silente, suspicaz, con temor a todo y de todo. Aquella alegría de  niño encantador que tenía, se había cambiado por una  preocupación constante. Lo estudiaron médicos de todos los  Estados. Pero no hubo solución. Tenía un cáncer de espíritu. Una  profunda depresión. Ninguna cura pudo salvarle. Sí, como un  cáncer del espíritu. Estábamos en la casita de Idaho. Era domingo.  Eran las ocho de la mañana. Yo sentí un ruido y me desperté. Creí  que alguien había cerrado un cajón demasiado fuerte, Bajé, y me lo  encontré tendido en el suelo, con su escopeta en las manos. Se  había disparado dos tiros. Hace una pausa. Enciende un nuevo  cigarro y comenta que nunca pudo aceptar la idea de esa muerte. Y  emprendió la huida. Allí se acababa el sosiego, la amistad («En mi  diario tengo anotado, un día que comimos solos, después de 54  días. Siempre había amigos en casa.») El viejo y el mar Y hablamos de libros.¬Es como cuando te preguntan: ¿De tus hijos,  a cuál quieres más? No se sabe, no se puede elegir. Cada uno de  los libros tiene su porqué. A mí me gusta mucho, porque creo que  comprendió perfectamente al pueblo español, Por quién doblan las  campanas. Y me gusta, porque he conocido a muchos hombres  como el viejo Santiago, El viejo y el mar. («Era un viejo que  pescaba solo en un bote en el Gulf Stream, y hacía 84 días que no  cogía un pez»). Ernest estaba muy contento cuando concluyó esta  novelita. La escribió sin parar. Yo leía cada noche los folios nuevos  que él iba escribiendo. La terminó en menos de dos meses. Y  cuando se estaba acercando al final comentamos un día: «Mi vida,  me parece que vas a dejar morir a este viejo tan simpático.  Supongo que no se te ocurrirá.» El hizo un gesto simplemente:  «Bueno, pero es que matarlo sería demasiado fácil ¬insistí¬ Matarlo  o dejarlo morir de viejo sería la solución más barata.» Por fin no lo  mató. Santiago vivió un poco gracias a mí. «Allá arriba ¬termina Hemingway la novela, junto a Camino, en su  cabaña, el viejo dormía nuevamente. Todavía dormía de bruces y el  muchacho estaba a su lado contemplándolo. El viejo soñaba con los  leones marinos.» Mary Hemingway fue la cuarta mujer en la vida de Ernest. «El fue  mi tercer marido. La vida a su lado fue muy tranquila. Sí, ¡claro que  nos peleamos! Muchas veces. Los dos éramos de carácter muy  violento. Pero le advierto una cosa: para nuestro¬ vocabulario fueron  muy buenas aquellas discusiones. Especialmente para saber cómo  podíamos decir cada uno una frase más fuerte. Discutíamos en  español. Pero si llegaba a más, empleábamos el inglés. De todas  formas, eran batallas que apenas duraban diez minutos. Bueno,  menos una vez, que duró hasta dos meses. Pero salvo eso, la vida  en común fue muy tranquila.» El testamento Dentro de un año, quizá dos, se publicará la que será posiblemente  ya la última obra de Ernest Hemingway. Mary y los editores trabajan  actualmente en ella.¬ Desde que murió se han publicado ya cuatro  libros, porque Ernest dejó escritas muchas cosas. Ahora estamos  preparando la edición de un libro de cuentos sobre la guerra  mundial. Ernest dejó mucho escrito. Entre otras cosas una novela  muy, muy larga, con partes bastante malas. 







 Dos principios dice ella que inspiran las ediciones posteriores a la  muerte del escritor. ¬En su testamento, que hizo siete años antes de matarse, Ernest  me dejó todo a mí, incluyendo su propiedad literaria. Las  condiciones que nos hemos impuesto fueron, por un lado no  publicar nada de calidad inferior a lo que se publicó en vida con su  aprobación; y por otro, que sólo esté firmado por Ernest, sin que  nadie le arregle nada. Habla de España, de los toros («Son como las películas. Cuando  una corrida es buena, es muy buena. Pero cuando es mala, no hay  quien la aguante»). Sonríe, sonríe siempre, levanta sus ojos  vivarachos, mira al techo del hotel, y después recuerda aquel San  Isidro de cualquier año.

Thursday, July 16, 2015

LA CASA RESPIRA



 Los que pasamos alguna vez por Finca Vigía, sabemos del sacrificio y la dedicación asumida por los funcionarios del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural de Cuba, para que el espíritu y material documental de Ernest sigan presente a pesar de los años. En ese camino lleno de dificultades, una fundación estadounidense enviará cerca de 900 mil dólares en material a Cuba para construir un gabinete que conserve los libros, cartas y fotos de Ernest Hemingway. Es la primera gran exportación de materiales de construcción a la isla desde que el presidente Barack Obama suavizó el embargo comercial con el hasta ahora enemigo cercano.. Y todo parece como el despertar de una primavera después de tantos años de oscuridad. El tiempo que siempre es el testigo de la memoria comienza a dejar en claro todos aquellos entretelones cínicos que obligaron al escritor a escaparse con lo puesto a Estados Unidos y, a partir de ese momento, comenzar a transitar su muerte lejos de sus cosas íntimas y cotidianas.




 La fundación Finca Vigía, asentada en Boston, busca desde hace años ayudar a Cuba y evitar que miles de documentos se desintegren poco a poco en la humedad y el calor abrasador del hogar en donde vivió y trabajó el escritor estadounidense, en las afueras de La Habana, entre 1939 y 1960.

 Los funcionarios del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural de Cuba, deseaban construir un laboratorio de conservación, pero dijeron que no tenían el financiamiento ni los materiales para hacerlo.

 “La edificación real de un taller- almacén servirá para la restauración de piezas y su almacenamiento”, dijo la directora ejecutiva de la Finca Vigía Foundation de Estados Unidos, Mary Jo Adams, citada por la Agencia de Información Nacional. Adams participó en el Coloquio Internacional Ernest Hemingway, evento que cada dos años reúne en Cuba a expertos en el estudio y conservación del patrimonio cultural y que en este 2015 contó con una amplia presencia de estadounidenses como consecuencia del deshielo entre Washington y La Habana, según los organizadores.




 La directora del museo cubano Finca Vigía, Ada Rosa Alfonso, explicó a periodistas que la construcción del taller “responde al pedido que realizó la fundación estadounidense a la alta dirección de su país” y adelantó que “pronto” comenzarán a llegar a la isla los materiales “para hacer realidad este proyecto”.

 Alfonso destacó que el taller “estará ubicado a la entrada de la propiedad”, situada en el suburbio de San Francisco de Paula, en el sur de La Habana, donada a Cuba por los herederos del escritor y convertida en un museo que es visitado cada año por miles de turistas.

 Es prácticamente imposible encontrar materiales de primera calidad en gran parte de Cuba, y los propietarios de viviendas se ven forzados a comprar pintura y bombas de agua robadas de agencias gubernamentales y a pagarle a extranjeros por traerles artículos tan grandes como lavabos y alacenas en su equipaje documentado. En ferreterías, administradas por el gobierno, solicitar un artículo tan mundano como una caja de tornillos puede provocar risas entre los vendedores.





 La propuesta de la fundación para enviar contenedores con 862 mil dólares en materiales diversos, desde tuercas y tornillos, hasta techumbre, fue aprobada por el gobierno de Estados Unidos en mayo, después de que Obama concediera una serie de excepciones al embargo comercial contra la isla. Las excepciones incluyen permisos para que los estadounidenses exporten materiales donados con el objetivo de apoyar a la gente cubana en áreas como la ciencia, la arqueología y la conservación histórica.

 Los arquitectos, ingenieros y obreros cubanos utilizarán los materiales estadounidenses y bloques de cemento y argamasa cubanos para construir un laboratorio de 223 metros cuadrados  en donde miles de fotos, aproximadamente 9.000 libros y una gran cantidad de cartas de y para Hemingway, podrán tratarse y conservarse.



 “Hará una gran diferencia”, dijo Mary-Jo Adams, directora ejecutiva de la fundación Finca Vigía, la cual opera con financiamiento privado y fue creada en 2003. “Podrán conservarse a partir de ahora todo ese material por décadas en el mejor estado”, agregó.

 El conductor de programas de bricolaje en la TV Bob Vila, un miembro del consejo directivo en Finca Vigía que es cubanoamericano y habla español fluido, ayudará a supervisar el proyecto, dijo Adams. La directora del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural de Cuba, dijo además a The Associated Press, “que no podía hacer comentarios de inmediato en relación al proyecto”, aunque todo es lo suficientemente claro en este aspecto.

 La serie de excepciones que Obama hizo en el embargo, un mes después del anuncio de la distensión de relaciones con Cuba del 17 de diciembre, están diseñadas explícitamente para ayudar a ciudadanos comunes de Cuba y al sector privado floreciente de la isla, más que a su gobierno socialista.

 Los funcionarios del gobierno de Obama reconocieron desde el principio que sería imposible evitar que la normalización de relaciones ayude al aparato estatal criticado por Estados Unidos por la falta de libertad económica y política. El turismo estadounidense en la isla aún está prohibido por la ley de Estados Unidos, y críticos del compromiso de Obama con Cuba dicen que simplemente se canalizará dinero al gobierno de Raúl Castro.





 Finca Vigía es uno de los atractivos más populares en La Habana y sus cuotas de entrada se destinan al gobierno, pero Adams dijo que el laboratorio de conservación será independiente. “No atraerá a visitantes, sino que mantendrá segura a la colección”, dijo.
 La funcionaria también expreso que  las preguntas en relación a la ética de un proyecto que trabaja con el gobierno cubano se disiparon hace mucho.“Quizá era un tema sensible hace 10 años. Ya no lo es”, sostuvo.


  Presidida por Jenny Phillips, nieta de Maxwell Perkins, editor y amigo de Hemingway, la fundación firmó en el 2002 -lo renovó en el 2014- un convenio con el Consejo Nacional del Patrimonio de Cuba para preservar los documentos y la casona de Finca Vigía.

Alfonso destacó que ese convenio “ha permitido la preservación (restauración y digitalización) de miles de documentos, entre ellos cartas, anotaciones, libros, revistas, entre otros materiales”.

 El museo guarda una valiosa colección de 23.000 piezas, entre las que se incluyen documentos originales y obras de arte, armas, trofeos de caza, muebles, equipos eléctricos y mecánicos, ropa y objetos de decoración.

 La colección también incluye el yate El Pilar, en el que Hemingway solía salir a pescar e incluso intentó detectar submarinos de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

 Paralelamente en Washington, la Sección de Intereses de Cuba en esta ciudad inauguró  un espacio de esparcimiento dedicado a Ernest Hemingway, como un homenaje a quien pasó una cuarta parte de su vida en la isla y en momentos de tensión en las relaciones con Washington.

 En el lugar  se sirvieron los tradicionales mojitos y daiquirís, como los que bebió el escritor en La Habana, con ron blanco, limón, toronja y jarabe de caña- no estará abierto al público-, pero operará en ocasiones especiales de manera gratuita.




 Ante un grupo de invitados y periodistas, el jefe de la Sección de Intereses (especie de embajador), Jorge Bolaños, destacó la 'ocasión especial' y lamentó que tan poco se haya escrito en los Estados Unidos 'de la cercana relación de esta figura trascendental y su relación con Cuba'.

Finca Vigía recibe un aire renovado y se encamina a una nueva aventura, a otro desafío donde siempre está presente el alma de Ernest Hemingway.