Tuesday, October 26, 2010

LA VIDA DE PELÍCULA


A nadie sorprende que todavía se siga insistiendo en llevar al cine la obra de Hemingway. Estamos hartos de malos filmes, de actores mediocres y de mercaderes que se suben a la estatua del norteamericano con una copa de whisky en la mano para brindar por el éxito fabricado. Es una recurrencia insistir en la terrible deformación que han sufrido los textos del novelista. Las “versiones libres” y las “adaptaciones” son lamentables pero, aunque cuesta creerlo, los cineastas todavía continúan con el ritual enfermizo. El 10 de diciembre se estrena el film de John Irvin que fuera presentado en el Festival de Roma hace dos años. El guión de James Scott Linville sobre El Jardín del Edén, es una excusa para reunir a Carmen Maura, Jack Huston, Mena Suvari, Caterina Murino, Matthew Mondine y Richard E. Grand. La obra se llama Garden y los argentinos podrán verla recién en marzo de 2011.


Otro regalo es el que propone Andy García, el cubano rebelde y famoso, quien supo ser el latinlover en una época no muy lejana. Hoy ya maduro, se atreve como director y actor en Hemingway y Fuentes. Esta vez la mirada estará puesta en la relación amistosa que mantuvo Ernest con Gregorio Fuentes, el capitán del mítico Pilar, la nave bucanera que utilizó Hemingway en sus aventuras de pesca. Anthony Hopkins será Papa, Andy García personificará a Fuentes y Annette Bening, la californiana de 52 años esposa de Warren Beatty, se pondrá la ropa de Mary Welsh.


Ahora bien, fuera de este circuito y de la rutina artística mediática, aparece un testimonio documental que deberá ser observado con otros ojos. Desde hace tiempo, Giuseppe Recchia viene sosteniendo que Hemingway no se suicidó y éste cronista, coincide con muchas de las argumentaciones de Recchia. En lo personal me sorprende que todavía ninguno de los especialistas podamos tener acceso a la ficha médica de la Clínica Mayo. Solamente a través de un médico amigo, a quien por cuestiones profesionales lo guardo en el anonimato, supe que la carpeta de Hemingway no está en el archivo del Centro de Salud. Esto indica que aún es muy riguroso el seguimiento; pero este es un tema que necesita tratarte con más profundidad. Por ahora hablemos de Il Mondo di Hemingway, el documental que el 31 de octubre en el Caffe Miroglio, un lugar de Torino en Paris, Recchia presentará para todo el público parisino.


La obra reune a Giuseppe Recchia, Kyara Van Ellis Khuizen y Fabricio Caleffi y habla de toda esta historia soslayada. Si por casualidad Hemingway te llama y algo de su magia te sigue sorprendiendo, el lugar de encuentro es en 88 rue Saint Martin-París 75004. 


No debemos dejar de lado a este esfuerzo si se desconoce muchos datos y referencias que Recchia pone sobre el tapete. Es una buena oportunidad para observar la otra cara de un Hemingway demasiado maquillado por la industria cinematográfica de consumo.



Friday, October 15, 2010

MARIO HEMINGWAY Y ERNEST VARGAS LLOSA


Ernest - Me han dicho que esos locos de la Academia volvieron a equivocarse.


Mario - Yo pensé que era una broma. Una broma macabra como la que le jugaron los enemigos a Alberto Moravia. Lo hicieron salir a decir que estaba emocionado con el premio y después todo había sido un engaño.


Ernest - A mí también me pareció una broma. ¡¡¡Claro que lo quería!!! Me volvía loco cuando me metían el dedo en el trasero con aquello de “Fitzgerald, el Premio Nobel…”


Yo estaba a bordo del Pilar con algunos tragos de más, caña en mano, cuando me gritan: “¡¡¡ Papa, el Nobel es tuyo!!!”.


Mario - Patricia me decía: “Esta casa se va a volver un loquerío, dúchete de una buena vez”. Pero yo me quedé mirando los rascacielos como un niño, pensando en el Tío Lucho, en mi padre, en ese libro que mi madre escondía en la mesa de noche porque estaba prohibido…


Ernest - Ese tío que vivía en Piura…¿Te acuerdas Mario cuando viniste a joderme? Yo reptaba en el Fishing Club tratando de quitarle el récord a Glassell. Me tenía loco el dolor de espalda después de los accidentes en África. No soportaba al maricón de Tracy. Mary me perseguía para que no bebiera y allí caíste tu con Manuel y Jorge, trayendo de regalo una botella de pisco en donde Orbegoso escribió: “Mientras lloran las uvas yo beberé las lágrimas” y Donayre agregó: “A Ernest Hemingway, de sus admiradores y noveles colegas peruanos”. Entonces yo les dije: “Yo beberé estas lágrimas y después guardaré la botella”.


Mario - ¿La tienen, Ernest?


Ernest - Estaba en Finca Vigía pero Mary seguramente la regaló. Algo me dice que la conserva un tal García Márquez.


Mario - ¿Bromeas, Ernest?


Ernest - Juego…juego Mario, ahora después del Nobel todo es juego, un maldito juego. Te vienen a buscar los que antes te despreciaban y los que te insultaban te saludan.


Mario - Ahora puedo decir lo que me da la gana aunque se enoje tu amigo Fidel.


Ernest - Dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.


Mario - Nada de eso. Setenta y sigo andando. Cuando yo era adolescente y descubrí mi vocación, la política era casi inseparable de la literatura. Hoy no creo que la literatura pueda ser un arma política.


Ernest - Yo me fui de Cuba por la política. Esos del FBI no me dejaban vivir. Yo les dije: ¡¡¡ Putos…soy un escritor, déjeme tranquilo!!!

Mario - A mí la política me dejó exhausto, perdí 10 kilos pero no tengo derecho a quejarme. Hay gente que a los 70 se angustia. Yo no me angustio, me considero vivo, hay que estar vivo hasta el final. Ese espectáculo de los que mueren antes de morirse me horroriza.


Ernest - La muerte no es tan dura como parece.


Mario - Voy a brindar por el tiempo que viví en Piura, por el tío Lucho, por aquel Teatro Variedades donde se estrenó mi obrita La huída del Inca que mi amigo Javier Silva publicitaba a los gritos subido al techo de camión y por Ruth Rojas, de la que estaba enamorado en secreto.


Ernest - Salud, Zavalita.


Mario - Salud, Santiago.

Saturday, October 02, 2010

QUE DIOS NOS AMPARE

A medida que uno conoce la vida de Hemingway, se va dando cuenta que no sabe nada sobre él. Digo esto porque al bucear datos creíbles, éste cronista se encuentra con algunas referencias que actúan como una flecha apuntando a la manzana, dejando que ciertas presunciones, lo acompañen en el camino de la reconstrucción de una existencia llena de sorpresas. Tal vez por ignorancia, desconocía que en Oak Park hay más iglesias protestantes que edificios públicos. Sí sabía que el niño Hemingway se crió, por orden de su abuelo, en una iglesia congregacional. El rigor educativo exigía que Ernest iniciara su jornada con la lectura de la Biblia y un libro devocacional que se señalaba día a día. Antes del desayuno lo hacían poner de rodillas sobre una alfombra y su abuelo rezaba levantando la voz al cielo, hablando con Dios como si se tratara de un amigo. Cuando el pequeño cometía alguna travesura, el castigo era arrodillarse y leer la Biblia. En esto todos los mayores estaban de acuerdo: el culpable pagaba con el rezo. Pero aquí viene un detalle significativo. La madre de Ernest no era tan puritana aunque sí exigente. Recordemos todo el rollo que tenía Hemingway respecto de ella. Hay algo de perverso en la formación de Ernest Miller. Esta mujer rigurosa quería una “nena” y sin ningún escrúpulo se encargó de vestir al niño de mujer. Gracia, quien cargaba con el peso de una frustrada carrera como cantante lírica, sublimó su trauma con la enseñanza; hasta llegó a construir un conservatorio. Allí lo llevaba a Ernest para formarle el espíritu. Claro, tarea nada fácil, porque el párvulo no era un Mozart. Sin embargo, en ese conservatorio Ernest descubrió algo extraño: su madre acariciaba con demasiado amor a una alumna, a otra la despedía con desmedido afecto. Con el tiempo se dio cuenta que todo aquello era una realidad. Su tutora tenía actitudes lésbicas.

 Hoy este cuento es una pavada, pero por entonces, en el marco de una educación victoriana, la “enfermedad” de su madre fue terrible para el pequeño. Parecería que sexo y religión eran un cóctel avinagrado que, ante tanto freno, el ya madurito Ernesto asumió como historia negra y, sin mucho prurito, el muchacho comenzó a desligarse de la iglesia y procedió a dar rienda suelta a su virilidad.



Cuando Hemingway es herido en aquella aventura de la Primera Guerra Mundial, en Italia, nuevamente la cruz y los genitales se juntan. En su convalecencia, el periodista y soldado voluntario recibe la visita de un cura que intenta bautizarlo. Allí también conoce al amor de película que termina como culebrón venezolano. En el verano de 1920 es Katty, la hermana de su amigo, quien le hace pisar una iglesia católica. Katty Smith nueve años más tarde se casaría con John Dos Passos y en 1949 moriría fatalmente. En un accidente automovilístico Dos Passos se estrella contra un camión, Katty sale despedida por el parabrisas y John pierde un ojo.
Es en noviembre de 1920 cuando a Hemingway le presentan a Hadley Richarson con quien, el 3 de setiembre de 1921, se casa en Michigan, en la capilla metodista de Horton Bay.




Con Pauline nuevamente Ernest vuelve a entrar en una iglesia. Es ella quien lo invita a la confesión, pero la realidad indica que Hemingway no quiere acceder a la oración.
Otro tuteo religioso es con el nombre de su mítica embarcación. La nave que lo acompañaría en todas sus travesuras fue bautizada como Pilar, en homenaje a la Basílica Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Queda claro que la religión atraviesa su vida y obra. En Fiesta, el protagonista ingresa a la Catedral de Pamplona para rezar. Aunque es en El viejo y el mar donde, a través de Santiago, Hemingway se desahoga.

Tampoco se puede dejar de lado un gesto significativo: Hemingway dona la medalla que lo consagrara Premio Nobel, a la Virgen de Caridad del Cobre, popularmente llamada “Cachita”.



Así pues, una de las luchas internas más intensas para Hemingway ha sido la espiritualidad. Tal vez la más dolorosa, la cercana a la muerte, la que no pudo evitar ¿Y el sexo?...hombre…de eso no se habla.