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Thursday, August 08, 2024

EL OPTIMISTA Y MORALISTA CONRAD

 

Hace pocos días se cumplieron 100 años de la muerte de Joseph Conrad. Admirado por Jorge Luis Borges, de quien dijo: "Es acaso el único novelista que hereda las virtudes de la epopeya, madre de la novela"; este autor polaco que adoptó el inglés como lengua literaria, aprendió el idioma navegando con marinos, consultando libros náuticos y leyendo en bibliotecas.

La crónica de Hemingway, escrita a pocos meses de la muerte del escritor, nos acerca a un autor que, entre otros, inspiró a Francis Coppola para su película "Apocalypse Now".

José María Gatti





EL OPTIMISTA Y MORALISTA CONRAD

(Del Transatlantic Review, octubre de 1924)

¿Qué se puede escribir sobre él si ya está muerto?

Los críticos se meterán en la madriguera de sus enciclopedias y saldrán de ella con artículos sobre la muerte de Conrad. Ya están haciéndolo como unos perros de la pradera.

A los que escriben artículos de fondo tampoco habrá de serles difícil. Tienen experiencia: la "muerte de John L. Sullivan", "de Roosevelt", "del comandante Whittlesey", "del hijo del presidente Coolidge" o "de un honorable ciudadano, pionero o gran novelista". Siempre lo mismo.






Los admiradores de Joseph Conrad, cuya repentina muerte ha conmovido a todos, lo tienen comúnmente por destacado artista, cuentista y estilista. Pero Conrad fue también un profundo pensador y ecuánime filósofo. En sus novelas y ensayos.

Esto se dirá, más o menos, en todo el país.

¿Y qué se puede decir del él si ya está muerto?

Ahora está de moda entre mis amigos hablar mal de Conrad. Cuando se vive en un mundo de política literaria en que toda opinión inoportuna resulta fatal, uno procura escribir con cuidado. Pues no olvido haber experimentado la facilidad con que uno puede ser tachado de la lista de invitados, ni el breve período de ostracismo que sufrí, cuando al hablar de George Antheil, dije sin tapujos que no me gustaba los Stravinsky adulterados. Desde entonces me ando cuidando todo el tiempo.

La mayoría de las personas que conozco sostienen en que Conrad es un mal escritor y reconocen el mérito literario de T.S. Eliot. Si yo supiera que triturando al señor Eliot hasta reducirlo a polvo fino y seco, y espolvoreando con él la sepultura de Conrad, éste se levantaría de pronto, molesto por el forzado regreso, y empezaría a escribir, mañana mismo saldría para Londres con una máquina de moler carne.

No cabe alegrarse de la muerte de un gran hombre, pero no se puede comparar a T.S. Eliot con Joseph Conrad en un dictamen serio, como tampoco se puede ver, pongo mi caso, a André Germain y a Manuel García (Maera) pasear juntos por la calle sin reírnos de ello.

Lord Jim fue el segundo libro de Conrad que leí, no pude terminar de leerlo. Por tanto, eso es todo lo que me queda de él, pues me es imposible releer sus libros. Eso puede ser la causa de que mis amigos digan que él es un mal escritor. Pero, de todo lo que he leído, a nada le he sacado tanto provecho como a los libros de Conrad.

Aún sabiendo que no puedo volver a ellos, elegí cuatro con el propósito de no leerlos hasta que tuviera necesidad de una lectura así, es decir, hasta que los sinsabores que causa el escribir, los escritores y todo lo escrito y por escribir lo requiriesen. En los dos meses que estuve en Toronto  leí esos cuatro libros. Se los pedí prestados a una joven que tenía toda su obra encuadernada en papel azul en su biblioteca y no la había leído. Bueno, a decir verdad, leyó The Arrow of Gold y Victory.

En Sudbury (Ontario) compré tres números atrasados de la Pictorial Review y en ellos leí The Rover, sentado en la cama de mi habitación del hotel Nickle Range. Al amanecer ya había apurado su lectura al igual que un borracho apura el contenido de la botella, a pesar de haber creído que tenía lectura para todo el viaje; después de ello me sentí como un joven que ha despilfarrado su caudal. 

Entonces creí que si continuaba escribiendo cuentos, pues tenía mucho tiempo para ello.

Pero cuando leí las críticas, resultaba que The Rover no era un buen cuento.



Ahora que él ha muerto, quisiera que Dios se hubiera llevado algún experimentado y gran maestro de las letras y hubiera dejado a Conrad aquí con nosotros para que siguiera escribiendo sus cuentos malos.

Ernest Miller Hemingway

Traducción Mariano Barragán.

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