Friday, October 15, 2010

MARIO HEMINGWAY Y ERNEST VARGAS LLOSA


Ernest - Me han dicho que esos locos de la Academia volvieron a equivocarse.


Mario - Yo pensé que era una broma. Una broma macabra como la que le jugaron los enemigos a Alberto Moravia. Lo hicieron salir a decir que estaba emocionado con el premio y después todo había sido un engaño.


Ernest - A mí también me pareció una broma. ¡¡¡Claro que lo quería!!! Me volvía loco cuando me metían el dedo en el trasero con aquello de “Fitzgerald, el Premio Nobel…”


Yo estaba a bordo del Pilar con algunos tragos de más, caña en mano, cuando me gritan: “¡¡¡ Papa, el Nobel es tuyo!!!”.


Mario - Patricia me decía: “Esta casa se va a volver un loquerío, dúchete de una buena vez”. Pero yo me quedé mirando los rascacielos como un niño, pensando en el Tío Lucho, en mi padre, en ese libro que mi madre escondía en la mesa de noche porque estaba prohibido…


Ernest - Ese tío que vivía en Piura…¿Te acuerdas Mario cuando viniste a joderme? Yo reptaba en el Fishing Club tratando de quitarle el récord a Glassell. Me tenía loco el dolor de espalda después de los accidentes en África. No soportaba al maricón de Tracy. Mary me perseguía para que no bebiera y allí caíste tu con Manuel y Jorge, trayendo de regalo una botella de pisco en donde Orbegoso escribió: “Mientras lloran las uvas yo beberé las lágrimas” y Donayre agregó: “A Ernest Hemingway, de sus admiradores y noveles colegas peruanos”. Entonces yo les dije: “Yo beberé estas lágrimas y después guardaré la botella”.


Mario - ¿La tienen, Ernest?


Ernest - Estaba en Finca Vigía pero Mary seguramente la regaló. Algo me dice que la conserva un tal García Márquez.


Mario - ¿Bromeas, Ernest?


Ernest - Juego…juego Mario, ahora después del Nobel todo es juego, un maldito juego. Te vienen a buscar los que antes te despreciaban y los que te insultaban te saludan.


Mario - Ahora puedo decir lo que me da la gana aunque se enoje tu amigo Fidel.


Ernest - Dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.


Mario - Nada de eso. Setenta y sigo andando. Cuando yo era adolescente y descubrí mi vocación, la política era casi inseparable de la literatura. Hoy no creo que la literatura pueda ser un arma política.


Ernest - Yo me fui de Cuba por la política. Esos del FBI no me dejaban vivir. Yo les dije: ¡¡¡ Putos…soy un escritor, déjeme tranquilo!!!

Mario - A mí la política me dejó exhausto, perdí 10 kilos pero no tengo derecho a quejarme. Hay gente que a los 70 se angustia. Yo no me angustio, me considero vivo, hay que estar vivo hasta el final. Ese espectáculo de los que mueren antes de morirse me horroriza.


Ernest - La muerte no es tan dura como parece.


Mario - Voy a brindar por el tiempo que viví en Piura, por el tío Lucho, por aquel Teatro Variedades donde se estrenó mi obrita La huída del Inca que mi amigo Javier Silva publicitaba a los gritos subido al techo de camión y por Ruth Rojas, de la que estaba enamorado en secreto.


Ernest - Salud, Zavalita.


Mario - Salud, Santiago.

1 comment:

Anonymous said...

Una referencia aclaratoria: Los periodistas Manuel Jesús Orbegozo(La Crónica), Jorge Donayre Belaunde (La Prensa)y Mario Saavedra-Piñón Castillo(El Comercio) fueron los que le entregaron a Hemingway la botella de pisco peruano. El autor en su post lo nombra a Vargas Llosa como integrante de ese grupo. No tengo la certeza pero, de ser así, es un dato importante.
En cuanto al diálogo entre Hemingway y Vargas Llosa: excelente.