UNA AMANTE LLAMADA MISS TEXAS
Uno se acostumbra al desafío y cree que las utopías son parte del libro guardado. Uno sospecha que las aventuras quedan sepultadas en algún rincón secreto de nuestro corazón y preservadas en la caja de la memoria que siempre falsea los datos. Uno sueña y en su gravitación aparecen figuras deslucidas y rostros imaginarios que están ligados a las emociones y afectos. Uno habla de la amante como si fuera la estrella de cine estadounidense que aparece en el celuloide gastado, en una perdida isla del Pacífico, amedrentada por borrachos pescadores y rufianes perseguidos por los guardianes costeros. Todo eso es en síntesis la cercana experiencia vivida en el foro internacional EL MAR DE HEMINGWAY que acaba de finalizar en Lima (Perú).
Esta especie de locura premeditada a la que fueron sometidos algunos investigadores hemingwayanos, tuvo su encanto porque al mirar hacia atrás y ver a un Hemingway ya golpeado, decidido a no ser ese absurdo personaje glorificado, el desbordado, el provocador o el bravucón insoportable; nos fuimos dando cuenta que habían pasado 50 años desde su muerte. Nacía un escenario que planteaba la poesía de la naturaleza y como buenos ilusionistas volvimos tras los pasos de esos versos de Antonio Machado… “casi desnudos como los hijos de la mar”. No se puede mentir ante la mar, como le gustaba decir a Hemingway. No se puede evitar ese olor a harina de pescado cuando uno pisa el suelo limeño. Es imposible creer que ese “cielo panza de burro” vaya a cambiar porque unos pocos visitantes decidieron reunirse del 12 al 14 de mayo en el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar. Nadie esperaba milagros, todos llegamos para decir que estábamos ansiosos en subir a esa embarcación mítica llamada Miss Texas.
Ya no hablábamos de crónicas con papeles oxidados por el tiempo. El reloj cercano nos llevaba hasta el Yacht Club Peruano del Callao, para encontrarnos con un Hernán Balderrama íntegro, seguro, amable, educado y seductor; mezcla de capitán del barco de ultramar y abuelo tierno que recordaba la lucha contra ballenas. Parecía que la lupa de nuestra lente daba aumento a Mario Saavedra Piñón y a Manuel Jesús Orbegozo, los dos sobrevivientes de aquella hazaña de Cabo Blanco. A ellos los teníamos sentados en el Centro Cultural Inca Garcilaso y nuestra anfitriona Irma del Águila los traería a tierra, sin merlines, sin botellas de alcohol, sin el calendario de abril de 1956.
Y así fue, en medio de la desmemoria y las anécdotas, para terminar con las apostillas sobre la novela Moby Dick en Cabo Blanco, el relato con que la narradora nos llenó los ojos de lágrimas. Pero no todo terminaba. Había que esperar para verlo a un Douglas Edward LaPrade presentado por Rosella di Paolo y darse cuenta que Ernest Hemingway y Rafael Alberti tenían un mar interno, una marea compartida, una embarcación anclada en el mismo puerto.
Después llegaría el trago Don Ernesto con su color azul intenso y el sabor único del pisco quebranta. Atrás había quedado aquella apertura nerviosa donde Gonzalo Cornejo Soto parecía obligado a dar las gracias. Todavía resonaba la voz de Andrés Arenas Gómez con su conferencia El mar como eje dramático en la obra de Hemingway y ese caramelo dulzón del film Tener y no tener de 1944.
Llegó el sábado y John Hemingway, el hijo de Gregory, el nieto de Ernest, el traductor y escritor de cuentos cortos y amante de las corridas de toros, se nos apareció en la pantalla con una sonrisa seductora. Irma y Andrés batallaron con el lenguaje y nos tradujeron las opiniones de un familiar que hablaba sin pelos en la lengua sobre su abuelo y nos decía lo que por prejuicio algunos de nosotros callaba. Nos vamos a Cuba. El film Hello Hemingway nos sacudió el corazón con la desventura de Larita tratando de escaparse de un grupo familiar soterrado, buscando la ayuda de su vecino: Ernest Hemingway y llegando a la conclusión que la vida es otra cosa.
Finalmente, Douglas, Andrés y quien escribe, nos comprometimos a echar una mirada sobre el suicidio de Hemingway, algo que llevó a distintas opiniones y conjeturas no siempre reveladas.
Como todas las buenas cosas el foro se terminó rápidamente. EL MAR DE HEMINGWAY sirvió de excusa para regalarnos un tiempo único e irrepetible. Cada uno volvió a su tarea y la Miss Texas sigue en el agua, en ese mar tan necesario que tiene un sabor ahora distinto para todos nosotros.
1 comment:
¡Que buen encuentro! Se ve que fue una navegación muy especial por el amplio mar interno de Hemingway. Lamento no haberlos podido acompañar.
Un abrazo
Raúl Rivera
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