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Friday, June 30, 2006

OBSESIONES


PAPÁ es un buen nombre. Suena resputuoso, maduro. Es un título de vida y experiencia. Antes de ser papá uno debe ser PAPÁ. Es como decirle al progenitor: "no te necesito, me las arreglo solo. Me importa poco tus consejos, tu experiencia, tus pronósticos, tu moral, tu historia, tu proyecto, tus decisiones, tu mujer, tus deslealtades". Yo soy PAPÁ porque lo decido. PAPÁ HEMINGWAY. Antes que otro me lo diga yo lo impongo. Porque debo olvidar cuando mi madre me cortaba el pelo como una niña y me vestía de mujer. Tenía 6 años y mi padre no decía nada, se reía, se burlaba, se callaba. Por eso odio enfermizamente el cabello corto en las mujeres. Por eso creo que las mujeres son lo contrario a mi madre. Por eso creo en el sexo y en el exceso. Por eso soy padre, porque me permite hacer y deshacer sin tener que rendirle cuentas a nadie. Por eso miento, invento historias, escribo cuentos que no son cuentos. "No es anormal que los mejores escritores sean mentirosos". Me hace feliz ser PAPÁ HEMINGWAY a los 20 años. Después vendrán los psicólogos para decir que una forma velada de paternidad encierra una falta de afecto primario. El ser uno mismo, sin serlo, no es ser. Pero yo pasaré a la historia como PAPA HEMINGWAY, como HEM, como el TÍO HEMINGWAY. Una marca, un sello, un molde. Una piedra tallada, un epígrafe. Aprendí a ser PAPÁ para no pedir afecto. Decidí ser PAPÁ HEMINGWAY para que me quieran.

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