Wednesday, September 15, 2010

PHOTOHEMINGWAY17

Los años no perdonan. Uno puede creer que la vida es la sumatoria de hechos reales y concretos. Uno se atreve a pensar que el tiempo es parte de la estadística. Uno se anima y desafía a la memoria de su reloj digital; pero los años están allí, dejando su fina capa de seda, la espuma del mar en la piedra, el molesto polvillo sobre las muebles. Los años tienen vida. Los años no mueren. Nosotros creemos que desaparecen, que son cuestión del calendario. Están allí, marcando los recuerdos, punzando la nostalgia.
Hemingway no quiso hablar con los años. Eso era cosa de viejos. No tuvo la valentía de ver las arrugas en su rostro, no supo orinarse los pantalones, luchar contra el paso lento, la sordera, el intestino perezoso. Se quedó con París y el champagne. Con los leones de África y el Hotel Ambos Mundos. Con sus gallos de Finca Vigía y los gatos de Key West. Pero también se guardó en su bolsillo la marea y sus barcos. Los amigos de pesca y sus frustraciones. Aquí está ese viejo maldito, rodeado de bucaneros, en el Perú que no lo olvida, en ese Cabo Blanco Fishing Club que hoy es una postal rasgada. Los años no perdonan, ya pasaron cincuenta y todavía en Máncora alguien habla del escritor norteamericano que nunca pescó el merlín gigante.

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