Hace algo
más de cuarenta días, el pescador miró por última vez el horizonte marino y se
despidió del mundo terrenal. Atrás quedaban las aventuras, los desafíos y esa manía
caprichosa de perseguir merlines en las aguas de Cabo Blanco.
Los 84 años
de Rufino Tume tuvieron señales de vida que la ficción no podrá igualar.
Quienes lo conocimos, supimos de su humildad, de esa forma amena de contar las
cosas. Se reía de todo lo que podía ser un problema y fue una leyenda en
aquella caleta donde conoció a Ernest Hemingway.
Esto es un
ejemplo de cómo se puede ser feliz con tan poco. Rufino fue simplemente un
pescador y ese mérito lo llevó a estar al lado de Hemingway. No hablaban de
libros, editores, contratos, presentaciones, tampoco de batallas, guerras,
muertes. Hablaban de cómo vivir y soñar tratando de pescar el merlín gigante.
Rufino era
un hombre grande cuando lo conocí, dialogaba pausadamente, tenía una media
sonrisa que le llenaba el rostro quemado por el sol y la sal marina. Cuando le
pregunté sobre Ernest, fue extremadamente cauteloso, ni una palabra de más. No
esperaba otra cosa, la sabiduría llega con los años y Rufino fue un sabio.
Recordé aquel temor de Ernest y entendí a Tume: “Temía hacerme viejo, hasta que
comprendí que ganaba sabiduría día a día”.
Son todos
recuerdos, algunos casi con la fragilidad de la memoria. Rufino era muy joven cuando se subió a la embarcación
“Miss Texas”, en Cabo Blanco para dirigir la travesía que Hemingway había
decidido. 33 días de lucha en el mar. Ahí estaba Ernest, su esposa Mary, los
colaboradores cubanos y el equipo que filmaría escenas para la película “El
viejo y el mar”.
En mi libro
El muertito de Hemingway, relato todo
esto en detalle. Pero Rufino ahora no está. Su nieta tuvo la amabilidad de
mandarme unas palabras de despedida que con gusto comparto:
“A mi
abuelo le agradezco, sobre todo, los recuerdos que mi padre me cuenta y que
parecen interminables. Le agradezco que haya despertado en mí la inquietud de
aventurarnos al paisaje, a esas experiencias que cada vez son más inusuales. Le
agradezco la familia que me dio y la imagen tan bonita de su pueblo Cabo
Blanco”
Grace Tume
Rojas
No hay
despedidas, solo adioses que se acercan al reencuentro. El gremio de Pescadores
Artesanales de Cabo Blanco lo recuerda como el “ultimo pescador de aquella
generación de los años dorados”.
Rufino se
fue silenciosamente, ya no despierta a las 3 de la mañana para mirar desde el
porche de su casa, como otros pescadores se adentran en el mar. Tume mantiene
su mirada mientras en la mente giran escenas de batallas marinas y peces
voladores.
Decía
Hemingway: “Las mejores personas poseen sensibilidad para la belleza, valor
para enfrentar los riesgos, disciplina para decir la verdad, capacidad para
sacrificarse. Irónicamente, estas virtudes los hacen vulnerables, frecuentemente
se les lastima, a veces se les destruye”.
Adiós,
Rufino, los hombres sencillos son los héroes.
EL MUERTITO DE HEMINGWAY, el libro que cuenta la historia de Ernest Hemingway en Cabo Blanco, ya lleva 3 ediciones.Está disponible en Amazon para todo el mundo. En Argentina, en cadena de librerías Cúspide. También en digital. Si tu idea es contactar conmigo, puedes hacerlo a josemariagatti1@gmail.com Hemingway delira.
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