Wednesday, February 24, 2021

LA LEYENDA DE RUFINO TUME

 


Hace algo más de cuarenta días, el pescador miró por última vez el horizonte marino y se despidió del mundo terrenal. Atrás quedaban las aventuras, los desafíos y esa manía caprichosa de perseguir merlines en las aguas de Cabo Blanco.

Los 84 años de Rufino Tume tuvieron señales de vida que la ficción no podrá igualar. Quienes lo conocimos, supimos de su humildad, de esa forma amena de contar las cosas. Se reía de todo lo que podía ser un problema y fue una leyenda en aquella caleta donde conoció a Ernest Hemingway.

Esto es un ejemplo de cómo se puede ser feliz con tan poco. Rufino fue simplemente un pescador y ese mérito lo llevó a estar al lado de Hemingway. No hablaban de libros, editores, contratos, presentaciones, tampoco de batallas, guerras, muertes. Hablaban de cómo vivir y soñar tratando de pescar el merlín gigante.

Rufino era un hombre grande cuando lo conocí, dialogaba pausadamente, tenía una media sonrisa que le llenaba el rostro quemado por el sol y la sal marina. Cuando le pregunté sobre Ernest, fue extremadamente cauteloso, ni una palabra de más. No esperaba otra cosa, la sabiduría llega con los años y Rufino fue un sabio. Recordé aquel temor de Ernest y entendí a Tume: “Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día”.



Son todos recuerdos, algunos casi con la fragilidad de la memoria. Rufino era  muy joven cuando se subió a la embarcación “Miss Texas”, en Cabo Blanco para dirigir la travesía que Hemingway había decidido. 33 días de lucha en el mar. Ahí estaba Ernest, su esposa Mary, los colaboradores cubanos y el equipo que filmaría escenas para la película “El viejo y el mar”.

En mi libro El muertito de Hemingway, relato todo esto en detalle. Pero Rufino ahora no está. Su nieta tuvo la amabilidad de mandarme unas palabras de despedida que con gusto comparto:

“A mi abuelo le agradezco, sobre todo, los recuerdos que mi padre me cuenta y que parecen interminables. Le agradezco que haya despertado en mí la inquietud de aventurarnos al paisaje, a esas experiencias que cada vez son más inusuales. Le agradezco la familia que me dio y la imagen tan bonita de su pueblo Cabo Blanco”

Grace Tume Rojas  

No hay despedidas, solo adioses que se acercan al reencuentro. El gremio de Pescadores Artesanales de Cabo Blanco lo recuerda como el “ultimo pescador de aquella generación de los años dorados”.

Rufino se fue silenciosamente, ya no despierta a las 3 de la mañana para mirar desde el porche de su casa, como otros pescadores se adentran en el mar. Tume mantiene su mirada mientras en la mente giran escenas de batallas marinas y peces voladores.




Decía Hemingway: “Las mejores personas poseen sensibilidad para la belleza, valor para enfrentar los riesgos, disciplina para decir la verdad, capacidad para sacrificarse. Irónicamente, estas virtudes los hacen vulnerables, frecuentemente se les lastima, a veces se les destruye”.

Adiós, Rufino, los hombres sencillos son los héroes.


EL MUERTITO DE HEMINGWAY, el libro que cuenta la historia de  Ernest Hemingway en Cabo Blanco, ya lleva 3 ediciones.Está disponible en Amazon para todo el mundo. En Argentina, en cadena de librerías Cúspide. También en digital. Si tu idea es contactar conmigo, puedes hacerlo a josemariagatti1@gmail.com Hemingway delira.



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