El 2022 llegó con una novedad importante para la obra de Ernest. Desde
el 1 de enero, la restricción a los derechos intelectuales sobre las obras
creadas en 1926, se levantaron en los Estados Unidos, luego del final de un
período de 95 años en el país, para la protección de los derechos de autor,
según informó el Centro de Investigación de Dominio de la Universidad de Duke.
Esta noticia confirma que “cuando una obra ingresa al dominio público,
cualquiera podrá rescatarla de la oscuridad y ponerla a disposición, donde
todos podamos descubrirla, disfrutarla y darle nueva vida”, sostiene la
universidad. Este acontecimiento recae
sobre The Sun Also Rises, traducida como Fiesta al español. La buena nueva permite que la novela se pueda compartir,
reutilizar y mostrar de forma legal, sin permiso ni costo. El cambio tiene otra
consecuencia que beneficia directamente a la obra: facilita su preservación.
Dice Juan Villoro en el prólogo de Fiesta: “Hemingway crea el ícono del
escritor simpático y juerguista, accesible a los temas comunes pero dispuesto a
la reflexión intelectual”. Por entonces,
cuando Ernest galopaba por las calles de París, había un escritor dispuesto a
llevarse todo por delante, capaz de desafiar cualquier crítica y seguro de sí
mismo. El impacto que causó la novela y las críticas de todo orden, era lo que
le gustaba a Hemingway. Despertar la polémica y decir que había llegado a la
literatura un nuevo genio.
Los propios padres de Ernest lo criticaban. Grace, su madre, en una carta
definió el libro como “uno de los más sucios del año”. En cambio, el famoso
crítico Edmund Wilson, calificó la novela como la mejor de la generación
Hemingway.
En toda esta marea de opiniones, aparece la crítica de Virginia Wolf, en
el New York Time. El gigante tiembla
porque la escritora reconoce el valor de la novela pero advierte que la “autovirilidad demasiado complaciente limite
la calidad de la misma”.
La novela arranca con una advertencia: “Ningún personaje en este libro
es el retrato de persona real alguna”. Ernest se ataja de cualquier demanda y
no es casual, porque en “Aquellos días sucedieron cosas que sólo podían haber
pasado durante una fiesta”.
Hemingway quiere salir de esa formación victoriana y orina en cualquier
parte. Sobrevalora a los toreros, protege a las prostitutas, no quiere pagar lo
que consume, se toma a las trompadas a cada rato y se ríe del amor y las
mujeres. Un modelo de masculinidad que hoy lo condenaría a la hoguera.
¿Cómo redondear esto cuando estamos golpeados por el Coronavirus y
tapados con el barbijo?
Tal vez midiendo que Fiesta es
parte de un tiempo de abusos y contradicciones, que Ernest quería encender la
mecha y alterar a la sociedad, derramar vino y sangre, Mostar sin anestesia la
angustia de una generación -perdida-, la vida de un grupo de americanos e
ingleses exiliados en París, quienes huían de sus miserables destinos.
Con el tiempo, Fiesta sigue
siendo una gran novela.
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