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Friday, September 21, 2007

EDUARDO MALLEA Y ERNEST HEMINGWAY

Eduardo Mallea es uno de los escritores argentinos más olvidados. Solamente algunos reconocen que su obra literaria alcanza la dimensión merecida por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares o Manuel Mujica Láinez. Transformado en autor de culto, valorado más en Europa que en Argentina, Mallea es el único escritor rioplatense que en París, se entrevistó con Ernest Hemingway.
Corría el año 1927, Mallea tenía 24 años, era un joven alegre, metafórico, de profundo sentido cosmopolita, soñaba con escribir, anhelaba ser leído, caprichosamente y en contra de la voluntad paterna, había abandonado la carrera de Abogacía. En medio de un vacío literario, viajó al Viejo Continente representando al diario “La Nación” en las Olimpíadas de Ámsterdam y, a su paso por París, Maxwell Perkins le presenta al norteamericano rebelde que ya comenzaba a tener nombre por su novela Aguas Primaverales.
Mallea escondía bajo el brazo Cuentos para una inglesa desesperada (1926), no estaba muy seguro sobre su futuro literario y este paréntesis le permitía ver la realidad de su país con otros ojos. Hemingway había lanzado Fiesta (1927), se alejaba de Handley, estaba con Pauline, y ya tenían un pie sobre el Vapor Orita, que desde el puerto de La Rochelle, los llevaría a la nueva pareja hasta Cuba y posteriormente a Key West.
La reunión fue breve, ninguno era lo suficientemente conocido. El argentino quedó muy impresionado con la personalidad avasallante de Hemingway. Para Ernest, este encuentro no tenía trascendencia; aceptó cumplirlo para no disgustar a Maxwell Perkins. Años más tarde, cuando Mallea se hará cargo del suplemento literario del diario “La Nación” (1931), invitará al norteamericano a participar en esas páginas dominicales. Esta vez Ernest no se mostrará distante y colaborará.
Mallea con el tiempo obtendrá renombre en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, será premiado por su obra y representará al país ante la UNESCO. En Argentina, sin embargo, no admitirán su esfuerzo. Hemingway luchará hasta obtener con el Premio Nobel su consagración definitiva.
Ochenta años después de aquella reunión, Hemingway se mantiene vigente. Mallea, en cambio, es todo silencio y soledad.

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