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Friday, February 22, 2008


EL PRINCIPIO DEL FINAL

Después de la declaración de Fidel Castro todo cambió. Aurelio García cree que el proceso revolucionario es dinámico y que esta decisión engrandece la figura del comandante. Rosendo Castillo, en cambio, es pesimista: “Esto se va al carajo. Se van a meter las multinacionales y a la mierda con la revolución. En pocas semanas la globalización se adueña de todo y el socialismo pasa a ser una anécdota. Enseguida te meten los celulares por el culo, el Internet, y los muchachos empiezan con la droga y el consumo”. Yo espero la reflexión del Doctor Sierra pero éste se hace esperar. Como siempre no le hago caso a los comentarios de Oreste “mosquito” Barrientos porque sus neuronas están sensiblemente dañadas por el alcohol y su visión es nublada, tormentosa y oscura como los atardeceres de La Habana antes de la lluvia. Matarazzi permanece callado, escuchando los comentarios de todos nosotros y fue Américo Massetti el que nos puso en regla: “Fidel se dio el lujo de terminar su historia sin que lo sacaran a patadas y, de paso, les dijo a los norteamericanos que su tarea no se la regalaba a nadie”.
Yo recordaba hace un año atrás esa lucha entre la muerte y la vejez. Rememoraba que Hemingway no quiso esperar y después de amenazar con suicidarse en varias oportunidades, finalmente encontró la llave de su armero en la ventana y con su escopeta Boss de fabricación británica, calibre 12 de dos caños, se quitó la vida. Al momento apareció la Mary y George Brown, ese amigo de la buena vida y entrenador personal de boxeo, se sumó Don Anderson, su compadre en las cacerías y, un rato más tarde Lloyd Arnold, pero nada modificaba la tragedia, ni la triste justificación de la Welsh quien sentenció: “Nadie tiene derecho a negarle a un hombre el acceso a sus pertenencias”.
García Márquez no lo pudo creer porque siempre Hemingway había dicho que suicidarse era de débiles y cobardes. Sin embargo, cuando Juan García Ponce le tiritó al teléfono: “El cabrón de Hemingway se partió la madre de un escopetazo”, a Gabo no le quedó más remedio que aceptar el hecho. Ahora Fidel se ha liberado sin caer en la debilidad de Ernest. Temperamentos distintos ante una misma realidad.
La mesa de “Tío Pascualito” no está en su mejor momento. Este reencuentro todavía no parece ser aceptado. Algo extraño circula solapadamente: algún silencio escondido, alguna puteada callada, algún reproche, esas cosas que quieren ser códigos pero que en verdad son miserias internas amasadas con rencor. El equipo está en el terreno de juego pero la pelota no circula, no hay mentalidad de conjunto. Falta reconocer que ya no somos los mismos de entonces.

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