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Sunday, March 16, 2008


EL LIBRO, LA ESPAÑOLA, MI AMIGO Y LOS SOCIALISTAS

Daniela se presenta en la casa de Sergio Mescal sin avisar. Mi amigo, que no está en su mejor momento emocional después de conocer que su hijo Flavio tiene una ceguera irrecuperable debido al glaucoma detectado en su última rutina médica, la recibe con desagrado. Luego de darle asilo por dos días, le pregunta por mí y ella, sin ningún complejo, le responde que “esa relación pertenece a otra época”. Sergio confundido, no sabe por qué llegó hasta su residencia. Ella con total desparpajo admite que “necesitaba un tiempo de descanso y pensó que allí iba a encontrar la calma”. Sergio me comenta los detalles a través de un mail. Llamo a mi amigo por teléfono y me dice que acaba de intimarla a Daniela para que se marche lo más rápido posible. Le pido disculpas, en verdad yo soy el idiota que llevé a esta nena caprichosa a su casa. Sergio, a quien no veo desde la muerte de Lorenza, es un tipo poco amistoso, no le gusta que lo molesten y, de ser posible, siempre necesita conocer de antemano cuando uno le tocara el timbre de su casa. De todo esto Daniela no conoce nada. Salvado el pellejo, me dispongo a programar mi próximo encuentro con los amigos de Tío Pascualito. Estoy seguro que hablaran del pastor Palau, sobre el rolex del guerrillero Reyes, la muerte de Ginzburg (tema que será tratado por única vez) y la carta natal de Cristina Kichner. Pero no todo es tan lineal, me sorprende otra llamada de Sergio para decirme que Daniela vuela a Buenos Aires con el objetivo de “visitar amigos”. Empiezo a temblar…¿qué amigos?. Comienzo a vestirme con el uniforme camuflado, me pinto la cara y tomo el arma para disparar desde la ventana. Esta loca llega con las maletas vacías, estoy seguro que la despidieron de Vogue y viene a pedir asilo a la tienda de campaña de Naciones Unidas. Me queda otra variante, hacerme el pelotudo y llevarla al departamento de Pierette para que le haga compañía al seductor René a quien le encantan las nenitas bobas que se ríen de todo con tal de tener una tarjeta de crédito a su nombre. Mientras espero a la españolita, aprovecho y releo por última vez-de verdad-los posteos del libro, antes que el editor me llame para retarme como a un chico.

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