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Tuesday, March 11, 2008


TRES HOMBRES CON JANE BIRKIN

René y Pierette insisten. Están convencidos que aceptaré porque Jane Birkin alguna vez me azucaró el oído con su “ je t’aime”, esa canción repleta de gemidos calentones que culmina en la cima del placer sexual. No están desacertados. Todavía sigo atado a esos recuerdos que deseo queden vigentes sin el paso inexorable del tiempo, como una fotografía descolorida guardada en el álbum. Pero aquello fue en los 70, cuando ella era pareja del cancionista Serge Gainsboug. Ahora la kodak no sirve, las digitales no perdonan y la Birkin tiene 61 años. De todos modos fui a La Trastienda y ahí estaba Jane sin maquillaje, en zapatillas, con su pantalón verde oliva y un suéter de hilo negro, ante una platea que conocía todas las letras de sus canciones y parecía sentirse felíz cuando hablaba en inglés o francés. René enloquecía al término de cada melodía y Pierette me amenazaba con contarme las aventuras de la inglesa.
Finaliza el concierto y al salir una débil llovizna acompaña el letargo de la noche que continúa en la torre El Faro. Victoria, el pequeño Oliver y Tessie no están. Me entero por Pierette que viajaron a El Calafate en plan de vacaciones. René me pregunta cómo marcha mi libro. Le digo que saldrá después de la Feria del Libro. Se acuerda que leyó en el diario una entrevista a Lola Ponce donde dice la santafesina que filmará una película dirigida por Ángelo Rizzo, titulada Hemingway. El rodaje será para agosto y ella protagonizará a la amante de Ernest. Le subrayo que ese proyecto es un antiguo anhelo de Giuseppe Recchia y que ya estaba al tanto del mismo hacía unos cuantos meses atrás. Pierette descorcha el champagne y me habla de la “Birkin Bag”, la cartera de Hermés que vale unos 9.000 dólares. La llevan París Hilton, Sandra Bullock, Kate Moss, Victoria Beckham y casi en secreto, murmura: Cristina Kichner. Para no ser menos, él fue hasta el local de la firma en la Avenida Alvear y pidió una “cartera Jane” para Victoria. Resultado: debe esperar un año para tenerla. Sin desanimarse demasiado marchó hasta la librería de Patio Bullrich y solicitó “Trayendo la Birkin a casa” de Michael Tonillo. Nueva frustración. Aquí en Argentina no se conoce. Para cortar con el síndrome Birkin le pregunto sobre su proyecto con Teodor. Hace un gesto de disgusto, vuelve a servir champagne y mira a la ventana. Su padre, en el sillón, se quedó dormido y yo todavía vuelo con el “te quiero” de Jane en la memoria.

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