Thursday, January 29, 2009


TOMÁS,SAN LÁZARO Y HEMINGWAY

El 18 de diciembre cumplí 60 años. Mi amigo Brian Fuster tres días antes me bombardeó con mails tratándome de sexagenario. Una semana antes había llegado a La Habana para encontrarse con su hija. Ambos pasarían la navidad en la isla y después cada cual por su lado. El 15 me llamó desde el Hotel El Nacional para contarme que, a pesar de las prohibiciones, se armó un árbol de navidad al mejor estilo europeo. Como buen aventurero caminador, Brian nunca descansa. Siempre tiene el ojo abierto y su cámara fotográfica lista. Por eso me regaló esta anécdota: “Estaba en la Avenida Boyeros y vi a un grupo muchachos caminando descalzos. Tenían los pies hinchados, a muchos la sangre les brotaba entre los dedos. Le pregunté a una señora sobre ellos y me dijo “Son los Lázaro”. Entonces me acerqué y observé que otros iban de rodillas, algunos arrastrando piedras, otros vestidos con harapos. Lo seguían a un viejo que también arrastraba una piedra gigantesca. Ese viejo era Tomás Oglar, oriundo de Matanzas, quien cada año tira de esa piedra algo más de 20 kilómetros. Cumple con su promesa porque era un inválido y desde hace 10 años camina. Tomás no falta nunca al templo “El Rincón”. Con sus 77 años le rinde su veneración a San Lázaro”. Recurro a mi memoria…San Lázaro, el de las llagas, el de los leprosos, el de los enfermos, el de los cojos, el de los animales. “La gente rodea a Tomás. Los curas les piden a los fieles que apaguen los habanos. Nadie hace caso - continúa Brian- porque Lázaro quiere vida. A las doce de la noche del 17 de diciembre estalla la alegría. En el templo lloran, gritan, se abrazan y miran a Tomás. Una vez más el milagro”.
Me quedó un hueco en el estómago. Brian como buen periodista le sacó unas palabras a Tomás. “¡¡¡ Claro que conozco a Jemingüey, ese tío era peludo. Yo anduve por la Vigía con el carro y paraba a descansar. Siempre mandaba unos niños con comida. Nunca salió a la puerta, pero me decían que tenía un gran corazón. El próximo año le traemos a Lázaro..!”.
Tomás Oglar me hizo el mejor regalo. Me entregó una porción de vida.

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