ACOMPAÑANTES TERAPÉUTICOS (SÓLO HUMANOS)
La reunión finalizó a las tres de la madrugada. Demasiado angustiante, demasiado accidentada. René y Tessie firmaron el acuerdo para hacerse cargo de Daniela por seis meses. Su recuperación podría llevar un año y los resultados dependerían de una rehabilitación extrema.
El departamento que René había comprado como oficina de negocios en Plaza San Martín, pasaría a transformarse en residencia hospitalaria. Tessie se instalaría allí al cuidado de Daniela y René las visitaría tres veces por semana. Simoneta, la madre de Daniela, llegaría en 15 días y se quedaría con Tessie para ayudarla.
El panorama con el rockero Antonio es distinto. Lucy derivó toda su responsabilidad al grupo de amigos. En consecuencia, a la cabeza del operativo se puso el doctor Silva y los socialistas se comprometieron a no bajar los brazos.
Nuestras historias cotidianas cambiaron. Apareció la crisis. La inmadurez de un adolescente tardío como Antonio nos puso a prueba sobre ese discurso armado de la solidaridad. Había que dibujar el mapa, el nido, la choza en la isla desierta. Durante un largo tiempo cada uno deberá verse reflejado en el otro y aquellas peleas mezquinas y torpes, baratijas de un mercado persa en el conurbano, quedarían relegadas y sin crédito, sin operación bancaria, sin efectivo. En medio de este pantano recordé aquella historia de Hemingway cuando en Key West se metió a voluntario después que un maremoto arrasara la isla y asocie nuestro gesto a otra acción casi olvidada del norteamericano; cuando compró ventiladores y una heladera para los internos del leprosario en Cuba. Y ahora que estoy con el recuerdo a flor de piel, también rememoro ese mayo de 1933. Jane Mason sufrió un accidente automovilístico, en el rodado viajaban su hijo adoptivo Anthony y Bumby y Patrick, los hijos de Ernest. Ella deprimida intentó suicidarse arrojándose desde un balcón. Lesionada en la espalda tuvo que usar un corsé ortopédico por un año- algo parecido le sucederá a Daniela-,enojada y borracha solo trató de negar que iba camino a ser una discapacitada.
Con el rockero Antonio nos espera otra suerte. Reuniones terapéuticas donde el espacio grupal no será gratuito. No lo veo al “mosquito” de enfermero, ni a Aurelio lleno de cordura, menos aún al peluquero Matarazzi tratando de integrarse al diferente. Habrá que colocar un plasma gigante en el centro del cuarto, llevar unas películas pasatistas, sumar termo, mate y paciencia, la eterna paciencia, la noble paciencia que se nos escapa porque creemos que los héroes no están en las pantallas y los inmortales no duermen en los cementerios.
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