GUIDO, PADURA, VASQUITO, DANIEL Y AVANT-GARDE
Hace bastante tiempo que no tenía noticias de Guido Guerrera. Este fin de semana mi amigo me sorprendió con un breve texto donde dice que el prologuista de su libro Paseando con Papa Hemingway, el cubano Leonardo Padura Fuentes presentó en Italia, el 19 de abril, su nuevo libro “La Nebbia del Passatto” (Tropea Editor). Padura tiene un interesante trabajo llamado Adiós Hemingway que lo recomiendo. Se trata de un policial y el nudo de la obra es la aparición de un muerto en la residencia de Ernest Hemingway. El encargado de la investigación es el policía cubano Mario Conde: “Pero es que va a pasar algo con Hemingway. En la finca apareció un cadáver. Los huesos de un hombre que mataron hace cuarenta años. Le dieron dos balazos…” Prefiero que ustedes se metan con la obra. No quiero ser yo el que los seduzca sino el texto. Padura como muchos escritores latinos es más reconocido en Europa que en Hispanoamérica. Me da mucho gusto que Guido lo promueva porque su obra es muy aguda.
Paso ahora a contestarle al Vasquito que está obsesionado con el cangrejo blanco del libro Islas en el Golfo. En la tercera parte -En alta mar-Hemingway dice:
“Un cangrejo, de color blanco oscuro, se echó atrás y levantó las pinzas hacia él.
-¿Tú llegas, muchacho?-le dijo el hombre-. Pues yo me voy.
El cangrejo se mantuvo firme, levantando las pinzas en alto, con las puntas agudamente abiertas.
-Te estás poniendo muy insolente-le dijo el hombre.
Volvió lentamente el cuchillo a su vaina y la cuchara al bolsillo. Luego pasó el puñado de arena que contenía las cuatro balas a la mano izquierda. Se limpió la mano derecha cuidadosamente sobre los shorts. Sacó entonces la bien aceitada Mágnum calibre 357, oscurecida por la transpiración.
-Todavía estás a tiempo-le dijo al cangrejo-Nadie te culpa. Te estás dando el gusto y cumpliendo con tu deber.
El cangrejo no se movió y las pinzas seguían en alto. Era un cangrejo grande, de casi treinta centímetros de ancho y el hombre le pegó un tiro entre los ojos y el cangrejo se desintegró.
-Estos malditos 537 son difíciles de conseguir ahora, porque los del F.B.I, que eluden el reclutamiento, los necesitan para cazar a los que eluden el reclutamiento-dijo el hombre-Pero hay que disparar un tiro de vez en cuando, para saber cómo está la puntería.
Pobre cangrejo, pensó. Lo único que hacía era ejercer su oficio. Pero debió haber seguido adelante”.
El Vasquito interpreta que esa situación del cangrejo y el hombre no es otra cosa que la lucha interna de Hemingway contra su enfermedad. No coincido. Ernest no peleaba contra sus malestares, era un perverso, los desafiaba, rivalizaba, pero en ese combate no hacía otra cosa que mostrar su fragilidad. No había en él un amor-odio era un amor-miedo que es otra cosa. Esta idea también sirve para refutar al amigo cubano Daniel Fernández que en su artículo para el Nuevo Miami Herald.com, acusa: “El escritor Ernest Hemingway mandó a disecar uno- caguayo verde-en su finca La Vigía en San Francisco de Paula, Cuba, por la lucha que le había dado a un gato ,aunque el felino terminó liquidado. Vaya gracia del señor Hemingway”.
En este episodio se advierte que Hemingway actúa como provocador según Fernández. No es así. Lamentablemente el autor no cuenta la versión exacta. Puede ser que sea por desconocimiento. Lo real es que el gato, tres días después murió víctima de una infección generalizada atribuída a la mordedura del caguayo. Hemingway enterró a su gato y pidió disecar al reptil en reconocimiento a la despareja pelea. La pregunta es:¿Hemingway gozaba con esto?.Respuesta:no. “Hem” no puso al gato y al caguayo sobre el ring. En el reino animal estos enfrentamientos son frecuentes. La participación del novelista lo mostró con todo su bagaje de debilidades que seguramente quebraron la conserva cultural interior y el amor-miedo jugó su mejor partida.
Dejo para el final el comentario de avant-garde@gmal.com
“Tu blog es una antigüedad. Ni una foto, ni un enlace, ni un comentario, ni un video. Los buenos blogs tienen feed, RSS, Ping. El tuyo es muy precario. Te aconsejo salirte de Blogger y mandarte a Typepad o Goddaddy”.
Contesto: Avand-garde es vanguardia. Siempre pensé que las vanguardias son reaccionarias. Avand-garde, palabra afrancesada, es un término aplicado a los movimientos estéticos y culturales “avanzados”. La pipa de Hemingway no es ni reaccionaria ni innovadora. Es una herramienta, un soporte que me sirve para difundir ideas propias y ajenas sobre el cabrón de Ernest Hemingway. Si te gusta el tiro (escopeta Boss, calibre 12, dos caños)seguí entrando. Si te disgusta: Adiós a las armas. Au revoir.
2 comments:
Grandee! jaja como le tapaste la boca a ese puto de avand-garde. Saludos.
Allá en Resistencia recuerdo una noche, José Maria, en que salimos a dar una vuelta por la ciudad desierta. Era Lunes y en la ciudad no había movimiento, como en el resto de la semana, asi que de improviso agarramos la ruta, y un par de cervezas. El cielo estaba claro y despejado por las estrellas, y las luces de la ciudad quedaron atrás rápidamente, iluminando las copas de los árboles del monte.
De repente, iba sentado en el lado del acompañante de un fiat uno, y venia tratando de sintonizar una buena radio. No había caso. Así que abrí la guantera y empecé a revisar discos y cassettes. Encontré un cassette opaco y polvoriento, y antes de estacionarnos a patear cascotes frente al rio y tomarnos las cervezas que quedaban, la música estaba sonando.
Era una cumbia muy alegre. Las letras de las canciones hablaban de la vida cotidiana de los guerrilleros y de las ''muchachas guerrilleras''. Historias de amor y de fogones en la guerrilla contadas al ritmo de guitarras ballenatas, y también hazañas guerrilleras hechas canción.
El cassette tenia unos cuantos años, y era regalo de un tio de mi amigo que, en su paso por Colombia, se vio enredado en un apriete en la ruta, cuando en la guerrilla solamente tiraban para no aflojar, y tuvo que soltar unos mangos para salir del paso, a cambio de un cassette.
Ese cassette llegó a la guantera del auto por casualidad, y por esas casualidades recuerdo el titulo de una de las canciones: El tigre de la montaña.
La música por momentos pasaba a un segundo plano, y la historia narraba las hazañas de un guerrillero solitario escondido en la montaña.
Entonces, no puedo dejar de sorprenderme con aquella nota de aquel diario en que una experta afirmaba a lengua suelta ''Hemingway hoy no tendría trabajo''. Mucha imaginación.
En el caso de este aprendiz de periodista, sin gozar de tanta imaginación como aquella mujer, me resulta fácil imaginar una Pilar latinoamericana y un Roberto Jordan internado en las montañas, o tal vez en la selva colombiana en una misión de rescate, o un Anselmo, o un Andrés escabulliendose entre lineas enemigas.
Es posible imaginarse un dialogo en un campamento oculto, resguardado entre rocas y árboles, en el que una mujer grandota y curtida, por decir, se limpie las manos en un delantal atado a su cintura y diga:
La muerte tiene el olor del oxido de las cadenas con que mantienen sujetos a los rehenes, mezclado con la tierra de las letrinas y las hojas de palmera aplastadas. La muerte tiene el olor de la cocaína mezclado con el del pervinox sobre las heridas de plomo y pólvora. La muerte tiene el color de la piel de la espalda de los enfermos en los hospitales rurales, y han llegado a decir algunos que, por las noches, cuando se acerca la madrugada y el rugido de los camiones resuena sobre las copas de los árboles, puede oírse inclusive a la muerte, silbando entre los montes, una cumbia ballenata.
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