Wednesday, May 28, 2008

MÁS ALLÁ DEL PAPEL
No son más de diez. Viven y estudian en Chicago, la ciudad natal de Hemingway, la misma a la que Ernest poetizó como “la ciudad del cemento triste”. Tienen entre 26 y 32 años. Se unieron para compartir su producción literaria. Aún no publicaron. Se bautizaron Barnes, en homenaje a Djuna Barnes, la autora de The book of repulsive woman(1915). Corak, la directora del grupo, me escribe un mail elogioso sobre La pipa de Hemingway y agrega que hablo poco y nada del poeta Hemingway. Tiene razón. En verdad no digo mucho porque no soy un entendido. Me aprovecho y traigo aquello de: “Escribe muy bien en verso y es el mejor estilista en prosa en todo el mundo (Ezra Pound). Sigo y apunto también aquí que Hemingway tenía por Walt Whitman una marcada admiración y que permanentemente recordaba:
“Esta es la hierba que crece en todo sitio en que la tierra existe
y el agua existe,
Este es el aire común que baña el globo”.
No mucho más de mi parte. El resto pertenece al poeta Hemingway.
¿Qué podía hacer para cambiar las cosas?
1
La noche se acerca entre suaves y somnolientas plumas
Oscureciendo el día
Acariciando el brillo perlado
Moldeado el barro
Antes de que adquiera la dureza final
Exigiendo que nos quedemos.
2
Hemos pensado los pensamientos más largos
Y elegido los caminos más cortos.
Hemos danzado ritmos endemoniados,
Temblando al regresar a casa para rezar;
Para servir a un amo en la noche,
Y a otro en el día.
3
Sé que los monjes se masturban en la noche,
Que los gatos caseros se retuercen,
Que algunas muchachas muerden;
Sin embargo
¿Qué podría hacer
Para cambiar las cosas?
4
El deseo y
Las dulces y afiladas penas
Y las superficiales heridas
Que fuiste tú,
Se han convertido en una triste oscuridad.
Viene la noche con sus rictus
A yacer conmigo
Una torpe, fría y rígida bayoneta
Sobre mi alma iluminada, palpitante.
5
El Señor es mi pastor, no
Le necesitaré demasiado tiempo.
Ernest Hemingway

Otra vez Zelda Sayre, Francis Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway. Ahora de la mano de Gilles Leroy, el francés ganador del Premio Goncourt 2007 por su novela Alabama Song. De nuevo la vieja pelea: Zelda, la esquizofrénica lesbiana, Ernest, el homofóbico y Francis el homosexual reprimido. Aperitivo y cóctel letal que el narrador, apasionado por rehabilitar a una mujer en desgracia, sirve en copas de cristal y deja que la borrachera de insultos no sea un trago peligroso:
“Y luego entró en nuestra vida aquel gordo. El escritor más puto y la gloria más en ascenso de nuestro país. Tiene una mirada que no es precisamente una mirada: es una nube de mariposas que se abalanzan ciegas, hacia la bragueta de Scott. No, no estoy loca. No invento nada”
Nada nuevo, nada original…todo literatura.

Recibo el mail de Miguel Suarez y lo comparto:
Son como pájaros los escritores: poderosamente asombrosos, sin importarle color, tamaño, época o edad.
Siempre están; vuelan y marchan; ríen y lloran. Cubiertos del mismo halo misterioso ¿ ha de ser el amor a la libertad?
No somos esos seres ideales. A veces creemos tener la suerte del mago y jugamos con la fantasía, pero lamentablemente, ningún truco es posible ante el público lector, porque tarde o temprano nos descubren.

Valeria encabeza su mail con una de las buenas frases de Hemingway: “El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”. Tiene necesidad de decirme que ha perdido a su padre y que durante la prolongada enfermedad que soportó el hombre, leyó Adiós a las armas, el libro que su progenitor tenía sobre su mesa de noche. También me cuenta que vio las dos versiones fílmicas, la de 1932 con Gary Cooper y Hellen Hayes y la de 1957 con Rock Hudson y Jennifer Jones. No sabe si llegó a Hemingway por esta circunstancia dolorosa. No logra entender que mecanismo la condujo a tomar en sus manos un libro, a leerlo, a volverlo a la mesa de noche y a no tocarlo hasta el día de la muerte de su padre. No quiere averiguar si Adiós a las armas era la obra literaria favorita de su papá. Me pide disculpas. Me dice que en el buscador de su computadora tecleó Hemingway y apareció La pipa de Hemingway. El resto es superfluo, inmune, inútil.

2 comments:

Anonymous said...

¿que opinás de esto?.

AL OTRO LADO DEL RIO Y ENTRE LOS ARBOLES
Página 130
Traducción de Manuel Gurrea
Tercera edición


-De jovencito combatí contra Erwin Rommel, a mitad de camino entre Cortina y Grappa, donde manteníamos posiciones. El era entonces capitán y yo capitán accidental, es decir, un subteniente en realidad, con mando de compañía.
-¿Lo conociste?
-No. Hasta después de la guerra, en que charlabamos bastante. Era muy simpático y yo lo estimaba. Soliamos esquiar juntos.
- ¿Sientes simpatía por muchos alemanes?
-Por muchos. Entre ellos esta Ernst Udet en primer término.
-Pero los alemanes no tenian razón.
-Desde luego. Pero, ¿a quién no le ha pasado lo mismo alguna vez?^
-Yo nunca pude sentir simpatía por ellos ni tener una actitud tan tolerante como la tuya, ya que mataron a mi padre, incendiaron nuestra villa junto al Brenta y un dia vi a un oficial alemán matar palomas en la plaza San Marcos, con un fusil.
-Te comprendo -contestó el coronel-. Pero, hija, por favor, trata de comprender también mi actitud. Cuando hemos matado a tantos, podemos permitirnos el ser tolerantes.
-¿A cuantos has matado?
-Seguros, ciento veintidós. No cuento los probables
-¿No has sentido remordimientos?
- Jamás.
-Ni has tenido pesadillas sobre ellos?
-Pesadillas, no; pero sueños extraños, si. Casi siempre, sueños en donde combato y en los que aparecen extraños lugares. Los militares vivimos gracias a los accidentes del terreno, ¿sabes?. Y el terreno es lo que queda, en el subconciente de cada cual, con mayor fuerza que todo otro detalle.

Anonymous said...

Esperemos el libro, mi querido amigo. Será un gusto. Por ahora, lo leido ha levantado mi interés.

Un abrazo