Hemingway visitó la antigua Lisboa sólo tres veces en su vida.Ernest se había enamorado de la mística portuaria y de esa silencioso forma de transcurrir el tiempo.Lisboa tenía también para el norteamericano otros encantos: las fábricas de armas,la colonia de pescadores,sus vinos, las mujeres, la triste y aterciopelada música del fado.Hemingway en todo momento se sintió cómodo respirando el aire templado oceánico y recorriendo las calles llenas de nostalgia e historia.En ese devenir se mezclaban José María Erca de Queirós y los heterónimos de Fernando Pessoa.Aunque nunca lo quiso confesar,mucha de la seducción por esa tierra, se la debe a John Dos Passos.Terminada la gran guerra,Dos Passos viaja como corresponsal de prensa por Europa y lo invita a Hemingway para que conozca Lisboa.
En el año 1952 a Hemingway la revista Life le hace una oferta sin precedentes:por la edición del texto completo de El viejo y el mar en forma de folleto le pagan 40.000 dólares.Ernest viaja a Madrid,de allí a Lisboa,se encuentra con Amalia Rodrigues,la mayor intérprete del fado de todos los tiempos.Ella lo invita al café Luso.Va un 26 de enero.La escucha, la aplaude,le pide una más,otra y otra.
Hemingway no volvería a esa tierra,a ese recuerdo de mar y niebla, a la tristeza del puerto.Todo quedaría en la atmósfera,en el clima,en el aire nuboso, en ese olor a frutos del mar.
Dice José Saramago:"El hombre aprendió finalmente a orientarse sin brújula.Le basta pasar por donde otro hombre pasó antes".
Nada mejor que el dasafío.
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