GRAN AÑEJO VIGIA
A mis tres amigos peruanos no los voy a perdonar nunca. Se metieron con algo tan personal que por el resto de mis días los voy a señalar con invasores. Les di mi casa, usaron mi heledera hasta dejarla vacía, vaciaron la despensa, aprovecharon mis toallas, mi ropa de cama, me robaron libros, dejaron una cuenta imposible de pagar en la lavandería, llamaron al exterior como si se tratara de un locutorio. Yo soy el culpable, con ese asunto cultural de la hermandad latinoamericana, se aprovecharon. Hugo fue el principal saqueador. Sabía que guardaba el ron cubano como un tesoro. Sin embargo no le tembló la mano, la botella 2756 del año 1998, elaborada con mieles de caña de azúcar y añejada en roble blanco seleccionado, con un bouquet único, fue a parar a su asquerosa garganta. No le importó nada, inútil hubiera sido explicarle que el GRAN AÑEJO VIGÍA era para mí un trofeo. Inútil resultaría que conociera que el sello personal diseñado por Hemingway, es el símbolo más representativo de su vida en Finca La Vigía. ¡Cómo explicarle a esta bestia que el emblema representa los tres montes de París: Montparnasse, Montmartre, St. Geneviéve y además las tres colinas de San Francisco de Paula!. Que la punta de la flecha es de la tribu Ojibway, aquella del norte de Michigan y Minnesota, lugar donde Ernest pasó su niñez y parte de su juventud y que las tres barras simbolizan sus grados de teniente durante la Primera Guerra Mundial y los de capitán que ostentaba durante la Segunda Guerra Mundial.
Quedó la botella vacía como recuerdo y un mensaje: "Hermano, es el mejor ron que bebí en mi vida"
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