TAMARA Y ERNEST
Todo París era suyo. Toda la orilla del Sena de ella. Todos los cafés tenían bohemia. Toda la bohemia la conocía. Ernest llegó para quedarse, para nunca volver a esos rincones desolados de su niñez y adolescencia. Buscaba libertad, fama, dinero, placer, mujeres que lo amaran y se arrodillaran ante su talento. Tamara llegaba de Varsovia, dejando atrás esos días de la revolción bolchevique de 1917. Con los bastidores y pinceles para declararle a la burguesía francesa que ella era un artista.Hemingway la conoció y quedó doblegado antes esos ojos de gata de raza.Se buscaron a pesar Tadeusz Lempicka y se obligaron a ocultar la pasión.Ella hizo su camino,no negó la bisexualidad, el delirio alcohólico, su debilidad por los adolescentes. En 1928 enviudó y lo único que la ataba a la vida era su hija Kizette.Hemingway tenía la mirada puesta en la gloria,en la aventura, en la pesca.Ella le dijo que era un vividor. Él le dijo que ser puta no era una desgracia. Tamara Lempicka dejó un legado de más de 500 pinturas. Algunas de ellas lucen en los salones de las casas de Jack Nicholson, Madonna o Sharon Stone. Ernest Hemingway aún hoy sigue siendo uno de los norteamericanos más leídos en el mundo. Tamara y Ernest son parte de esa vida que nunca dejara de ser bella.Ellos vivieron a su antojo.Ellos murieron como soñaron.
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