Terriel me dice que es la hija de ese hombre de ojos acuosos, de escaso pelo rubio resguardado con fijador, que Hemingway conoció en el Hotel Florida de Madrid, en diciembre de 1937. Le digo que me sorprende estar charlando con ella en el Hotel Sheraton. Me explica que la agencia EFE la mandó a cubrir el desarrollo de la política de Néstor Kirchner y su relación con Fidel Castro y Hugo Chávez.Le pregunto como llegó a mí. Me responde que su esposo es Durch Lerson, un especialista en la vida de Hemingway y amigo de César Claroleo, periodista mejicano con quien desde hace tiempo intercambiamos material sobre Ernest. Lerson leyó unas anotaciones que le remití a César y aprovechando el viaje de su mujer a Buenos Aires me regaló un sobre cerrado que intento abrir en presencia de Terriel."No, es personal",me dice."Ábralo en su casa",agrega. Le hago caso. Es una reelaboración de esa crónica escrita por Hemingway para Ken, el 22 de setiembre de 1938, donde "Papá" le hace notar al cronista recién llegado de Valencia , que en Madrid no "había miles de cadáveres en las calles" y que no falseara la verdad de los hechos porque comprometía a todos los colegas que estaban trabajando desde hacía meses en España.Voy a mi archivo y releo "Historia de una patraña".Durch intenta defender a un mercenario de la información. Queda claro que Hemingway en su crónica denuncia a este improvisado periodista que utiliza a una colega norteamericana para vender "carne podrida".Cuando terminó de leer la historia, me pregunto:¿Terriel, será como su padre?.
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