En el Madrid de 1956, Ernest Hemingway residía en el Hotel Suecia. Caminaba y paseaba por la calle de Preciados sin ningún problema, salvo algún altercado o mal momento que en la vida del escritor no era novedad.Cierta mañana, un ocasional paseante, le grita:"Eh, tú Hemingway, por qué no escribes ahora "Por quién doblan las campanas"!. Ernest le responde en perfecto español:"¡Cabrón, no tienen cojones para decirme nada!". A pesar de este percance,Hemingway adoraba la tierra española y en Madrid se sentía como en familia. Es en esa misma ciudad donde su hígado no resistió más las cuatro botellas de vino tinto Las Campanas que acompañaba las anguilas al ajillo, el jamón serrano y las tortillas con cantimpalo.Es en ese Madrid donde el doctor Madinaveitía le prohibe el whisky, el vino de porrón,el Martini seco, el vodka y la ginebra Holland. Es en ese mismo Madrid y en ese hotel Suecia donde las pesadillas lo obligan a dormir con la luz encendida porque la soledad lo aterraba. En en ese Madrid donde sabe que estar borracho no es un mérito pero sí una necesidad, una suerte de euforia que encubría su patética desolación.
Un año antes de su muerte volvió a Madrid, rodeado de libros y aferrado a su botella de Johnie Walker.Esta vez se encierra en el Suecia y no quiere salir.Sabe que será la última vez que Madrid lo espera.
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